Después de la “justa represalia”, los colonos se darían cuenta de un pequeño, pequeñísimo, ínfimo, apenas perceptible problema: Eran cuatro gatos y, caso de una guerra, no tenían nada que hacer.
Así que no tendrían otra idea más brillante que la de prepararse para una posible guerra, que comenzar a desarrollar armas bacteriológicas. Ahí, con un par.