- Cinco años de trabajo a la mierda.
“A la mierda” era una expresión un tanto exagerada, pero la frustración y la impotencia impedían a Björn y los suyos analizar la situación con objetividad.
Cinco años pasados en el planeta al que los más optimistas bautizasen como “Nuevo Yggdrasail”, los escépticos como “J34B223R” y los desencantados como “Punto de paso Cincuenta y siete”.
Por Javier Albizu, 10 Marzo, 2011
Habíamos dejado esta pequeña historia de la emulación de las recreativas en los albores de su alumbramiento; los setenta.
De ahí deberíamospasar a los ochenta... pero, si pretendo ser fiel a lo que os quería contar, nos los podríamos saltar. En aquellos años la emulación (obviamente, lo que yo llamo y entiendo por emulación) no existiría, ya fuese de recreativas, ordenadores o consolas.

¿Como que no? Dirán algunos llevándose las manos a la cabeza.
¿Y esas conversiones de Konami para MSX?
¿Y las de Ocean para el resto de máquinas?

Habíamos dejado a la humanidad tras el descubrimiento de las puertas de salto lamorri.
Una vez comprendido (parcialmente) su manejo, se produciría la diáspora y el advenimiento de una nueva fe.
Al atravesar las puertas de salto, algunos hombres entraban en contacto con antiguo universo, experimentando una pequeña fracción de nacimiento del nuevo. Alrededor de aquella experiencia iluminadora surgirían profetas que inundarían el futuro de cultos, explicaciones parciales, superchería y amagos de enaltecimiento espiritual.
Hay influencias innegables que me han ido marcando a lo largo de mi vida. Esas cosas de las que os suelo hablar por aquí. Personas, eventos o productos que me han impactado e ido moldeando hasta dar forma la persona que soy a día de hoy (así que echadles la culpa a ellos).
En definitiva: Todos esos detalles que pueblan mis recuerdos y me hacen torturaros con las diversas letanías nostalgiadoras que voy publicando por aquí.
La batalla estaba perdida. Así lo habían tejido Las Nornas en el tapiz del tiempo.
El Ragnarok había llegado. Aquel día los dioses perecerían.

Sabedor de esto, Odin ordenó su montura, el veloz Sleipnir, que remolcase el bajel antes de perecer entre las fauces de Fenris. Con éste, su último acto, El Padre de Todos burlaría al cruel hado, liberando a los hombres del aciago destino esperaba a los Aesir.

Hoy me he enterado de que se ha muerto un amigo.
No ha sido una sorpresa, llevaba años luchando contra el cáncer, pero esto tampoco ha hecho la noticia menos dolorosa.
Quizás no era un amigo en el sentido literal que (yo) otorgo a la palabra. Me habría gustado conocerlo mejor y pasar más tiempo con él, pero no lo hice. Podría decir que era un conocido a quien apreciaba mucho, pero eso no expresaría lo que siento por él. Sí, en presente. Que el ya no esté no implica que mis emociones hacia su persona hayan desaparecido.
Por Javier Albizu, 9 Febrero, 2011
Desde el alba de la creación. Desde que el tiempo es tiempo, el agua moja y el fuego quema, el hombre ha sido envidioso. Así que, cuando un buen día a un hombre se le ocurrió ponerse a jugar a tenis, o simular una batalla espacial en un osciloscopio, todos los demás dijeron: Yo también quiero eso (a ser posible en mi casa y baratito)

Sí, amigos míos. Se podría decir que la historia de la emulación es tan vieja como la de la informática (o la electrónica lúdica)

A raíz de la entrada dedicada a Crisis en tierras infinitas, Lynnot dejó un comentario que me dio bastante que pensar.
¿Ha sido ésta maxi serie el único crossover decente de cuantas ha habido?
Digo que me ha dado que pensar, porque me ha costado encontrar otros macro eventos que no den demasiada vergüenza ajena y/o/u no sean meras piezas de mercadotecnia editorial.
Porque entiendo que a eso se refería Lynnot con el término crossover; a los macro eventos anuales con los que nos llevan bombardeando las editoriales grandes desde hace décadas.
En el “Episodio uno” habíamos dejado a dos imperios estelares a punto de comenzar a repartir a base de bien.

Tras unos inicios dubitativos en sus relaciones, ambas razas verían a la otra como un peligro demasiado grande como para ser ignorado. Eran demasiado distintas entre sí, física, ética y conceptualmente.

Pamplona, mil novecientos ochenta y siete. Tengo catorce años y llevo varios meses en cama con reuma. Literalmente, no puedo doblarme. Tenía pánico a la oscuridad, y dormía solo en una habitación. Una habitación de la que no podía moverme en una casa en la que gran parte del tiempo no había nadie. Pero lo peor no era aquello, sino que se gestaba en mi interior. Por mi cabeza se dejaba notar constantemente una duda: ¿Volveré a levantarme algún día?