No. No me voy a poner metafórico (bueno, igual un poco sí).
Comienzo así porque, cuando llegamos hasta el último cuarto del noventa, cuando llegamos al final del verano (académicamente hablando), alcanzamos un nuevo comienzo. Damos inicio al que resultaría ser un punto y final. Nos situamos en el momento en el que comenzaría a fraguarse el final de mi periplo dentro de la formación reglada.
1. Sobre la escritura:
Aunque, claro, en lo referente a mi tiempo de ocio, todos los caminos llevan hasta Daegon, por lo que me da la impresión de que esto va a acabar teniendo un cierto tufillo a Nunca a la última.
Y llegó el verano y llegaron las notas. La debacle de unos mundos y el nacimiento de otros nuevos. La consolidación de lo que se venía anunciando a lo largo de los meses que lo habían precedido. Donde el camino de esta narración converge definitivamente con el de otras1.
Porque ya no había espacio para la duda. Ya no había marcha atrás. Durante el curso el rol había ido ganando predominancia en mi vida, pero era aquel verano cuando todo explotaba.
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