La campaña I (En el principio)

Por Javier Albizu, 22 Noviembre, 2012
Advertencia: Voy a dar por supuesto que quien lea esto, bien conoce los mundos reseñados en la categoría Mundos Improbables, bien se ha leído dichas reseñas.

Si bien la idea básica de esta campaña es la de unir los mundo antes mencionados, trataremos de hacerlo de una manera mínimamente coherente con la historia y el trasfondo de todos ellos. El mayor reto en esto de tratar de unir ambientaciones que, en un principio, no tienen apenas puntos en común, consiste en buscar algo que pueda relacionarlos sin forzar o traicionar demasiado la esencia de lo que consideramos que aporta su personalidad a cada una de ellas.
Esto se puede hacer a diversos niveles. Ya pueden ser eventos históricos que pueda ser “reinterpretando” o un punto oscuro en sus cronologías que poder llenar para nuestra conveniencia.
También, por supuesto, dependemos del tipo de campaña que queramos hacer.

En el caso que nos trae hasta aquí, mi prioridad era el dar una cierta cohesión a todo el universo en el que se iban a mover los jugadores, y esto pasaba también por explicar la existencia de la raza humana en diversos mundos, así como justificar el nivel de aislamiento de los planetas entre sí.
Mi camino pasó por utilizar como ejes centrales del motor histórico las ambientaciones que tenían un trasfondo, en mayor o menor medida, de ciencia ficción. Remontándome a la antigüedad de todos ellos, y comenzando una historia común para todos ellos.
A mi parecer, la cosa quedó bastante apañada. Hay elementos más o menos forzados y fechas de las diversas cronologías que se han interpretado como “aproximadas” (a veces en siglos, en ocasiones en milenios), pero considero que no hay que apelar demasiado a la suspensión de la credulidad para aceptar esta historia (al menos no más que en la de cualquier otro juego de fantasía o ciencia ficción).

Cuando quieres acometer una tarea así, te surgen montones de preguntas. Esa es parte de la diversión. El problema viene cuando, las respuestas que dabas por asumidas en un entorno sin contexto y estanco, quedan ridículas, o empiezan a colisionar entre sí cuando las vas juntando.
A lo largo del texto iré contando las preguntas que me surgieron y el por qué de las respuestas que les fui dando. Es posible que a quien lea esto le surjan preguntas que yo ni me planteé, o que mis respuestas no le sirvan. Así que, si en algún momento os planteáis arbitrar esto o, simplemente queréis compartirlas, sentíos con total libertad para para comentarlo por aquí.

Una vez planteado el entorno, os resumiré a grandes rasgos lo que iba(n) a ser la(s) campaña(s) a desarrollar en él.

Los puntos comunes entre varias de las ambientaciones (y en otros tantos mundos de fantasía) era el de antiguas civilizaciones venidas de las estrellas en el pasado, poseedoras de de unos conocimientos, ya sea místicos o tecnológicos muy superiores a los poseídos por los habitantes “actuales” de distintos planetas. En este caso podía decantarme por utilizar como elemento unificador una única raza, llamada por distintos nombres por cada uno de los lugares por los que había pasado, pero preferí conservar la diversidad en este sentido.
Otro elemento común en varios de ellos era, obviamente la “magia”. ¿Se basaba esta en la misma energía, manipulada de manera distinta en cada uno de los lugares, o de energías únicas en cada uno de los entornos?.
Al final optaría por el camino de en medio.

Pero, para empezar, vayamos muy hacia atrás. Más concretamente hasta el comienzo de todo, y vamos a ponernos un poco lírico – metafísicos:

Supongamos que, antes de este universo hubo otro (al igual que antes de ese habría otro y así hasta donde queramos retrotraernos. Eso sí, antes del primero de ellos no hubo ninguno sino... otra cosa, pero eso es algo a explicar en otro momento)

Imaginemos que ese (aquel) universo se encontraba en remisión, comprimiéndose más y más sobre sí mismo con el transcurrir de cada instante.
Finalmente, cuando su extensión se hallaba compactada en un espacio no mayor que la micromillonésima fracción de un protón, la misma realidad se plegaría sobre aquel punto dando el pistoletazo de salida a la miríada de dimensiones que conforman el actual universo / multiverso.
Sólo una pequeña porción del antiguo paradigma sobreviviría. Un último/primer hálito vital que recorrería todos los niveles y recovecos de aquella recién nacida realidad en un viaje sin fin. Allí por donde pasaba, su estela traía el cambio y la maravilla.
Su largo periplo comenzaría por un joven planeta Tierra. Durante su primera llegada fecundaría la chispa vital de una nueva especie, desde donde se esparciría hasta todas las dimensiones que tenían un nexo de unión con aquel mundo. A lo largo de sus posteriores advenimientos despertaría, mutaría y destruiría diversas formas de energía. Radiaciones que se sumarían y anularían, se solaparían o complementarían. Aquellos que las estudiarían y tratarían de dominar les darían cientos de nombres a lo largo de los siglos, unos llamarían, gravedad y otros electro-magnetísmo, otros tratarían de dominarla bajo el nombre de “magia” o “azar”. Mucho más adelante, aquel mundo se convertiría de manera temporal el eje de una guerra por el dominio de la llamada “energía de la posibilidad”.
Este sólo sería uno de los miles de mudos que visitaría y cambiaría. A su paso por el planeta Jorune surgiría el Isho, en Kulthea, donde sería conocido como “El cometa Sa'Kain”, la Aesencia, en la lejana dimensión que alberga Glorantha, despertaría de su letargo al Caos Primordial.

Pero no todos los receptores de su visita permanecerían ajenos a su presencia, poder o potencial. Al llegar hasta el lejano y maduro sistema Maynard, su trayectoria sería detectada por científicos del imperio Lamorri. Estos lograrían atrapar parte de su estela, con cuya energía lograrían alimentar por toda la eternidad (hasta que este universo llegue a su fin) las puertas de saltos, los artefactos que les permitirían comenzar la conquista del universo.

Al mismo tiempo que sucedía esto, en Kulthea, al otro extremo del universo, florecía otro poderoso imperio, el de los K'ta'viiri. Este imperio también se esparciría por mundos cercanos y lejanos. Llegaría hasta la Tierra, donde reclutaría y evolucionaría a parte de sus habitantes para que formasen parte de sus ejércitos.
Allí establecería base por toda su geografía desde donde asaltarían otras dimensiones. Muchas de ellas caerían bajo su poder, pero otras se mostrarían incomprensibles e incontrolables incluso para ellos. La gran nave que enviarían hasta Talislanta se estrellaría en aquel mundo y de sus restos “nacerían” los Archaenos. Glorantha se mostraría demasiado anárquico como para llegar hasta él, pero dos de los señores K'ta'viiri serían invocados/creados por los Aprendices de dioses en su intento por crear el mito unificado.
Uno de ellos se convertiría en Gbaji, y el otro en una de las encarnaciones de La Diosa Roja. Ambos perderían la noción de sí mismos y jamás tratarían de regresar a su hogar.
El regreso del cometa Sa'Kain por la tierra cerraría temporalmente el acceso a las dimensiones que habían conquistado, haciendo que la tierra perdiese su interés para los K'ta'viiri, y dejando a sus hermanos encerrados en sus lejanos dominios.

Con el tiempo los dos imperios estelares se encontrarían provocando una guerra como jamás ha conocido este universo.

De esta manera, gracias a la inestimable ayuda de los K'ta'viiri, ya tenemos la justificación perfecta para la existencia de humanos “puros” prácticamente en cualquier lugar del universo, haya o no, tenido relación con la tierra en los últimos milenios.
Me asaltó la tentación de convertir a Glorantha y su Caos Primordial el origen de todo, sobretodo por el afecto que le tengo, y por su papel simbólico / fundacional en esto del rol, pero al final optaría por dejarlo como un lugar bastante estanco, al que llevar a los jugadores en ocasiones puntuales.

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