La campaña II (Guerra)

Por Javier Albizu, 17 Abril, 2013
Lamorri y k'ta'viiri, tras unos inicios dubitativos en sus relaciones, ambas razas verían a la otra como una amenaza. Un peligro demasiado grande como para ser ignorado. Bajando a un nivel puramente conceptual, sus manera de percibir y comprender el universo eran demasiado diferentes. Diametralmente opuestas.
Con el paso del tiempo lo que comenzó como simples escaramuzas en los lugares en los en los que sus imperios entraban en contacto, se fue convirtiendo en un conflicto a mayor escala, para culminar en la búsqueda y destrucción del otro.
Pero, pese a sus diferencias, sus fuerzas estaban demasiado equilibradas. Los puntos donde ambos imperios trataban de solaparse fueron los primeros en sufrir las consecuencias.
En La Tierra, la colonia k'ta'viiri de Atlantis fue destruida, y la civilización de Era Hiboria llegó a su fin. En la luna y Marte, las colonias lamorri fueron exterminadas.
Pronto quedaría patente que la confrontación directa y las tácticas convencionales no decidirían el vencedor de aquella contienda. Había llegado el momento de cambiar la concepción que ambas especies tenían sobre la guerra.

Mientras en Jorune varios grupos de científicos lamorri preparaban su arma definitiva, el destructor de soles, en Kulthea los hombres de Kadaena forjaban armas capaces de asolar mundos desde sistemas de distancia. Por fortuna para el universo, aquellas armas jamás llegaron a ser utilizadas. El coste de su creación era tal, que ambos imperios se resintieron sobremanera y, la ambición de sus señores de la guerra causó su propia destrucción. Las profundas divisiones que surgieron en el seno de ambos imperios fueron el arma con la que se destruirían a sí mismos.

Pero el destructor de soles se estaba construyendo en varios mundos alejados del centro del imperio para salvaguardar su secreto. Por esta razón, las consecuencias de la debacle que se estaba desatando en el corazón de su imperio tardaron en llegar hasta ellos. Mientras en el planeta Takara se construía el arma, en la otra punta del imperio, en Jorune, se creaban los controles que lo guiarían hasta sus objetivos.
De nuevo, por fortuna para todos, la rebelión de los shanta se llevó a cabo poco tiempo después de finalizar el proyecto, pero antes de que el arma pudiera ser activada.

Así pasaron milenios de relativa paz. Mientras Jorune y Kulthea se recuperaban de sus heridas, en La Tierra las barreras que separaban las dimensiones se iban debilitando. La influencia de los mundos invadidos y conquistados por los k'ta'viiri se filtraba hasta nuestro mundo, provocando que sus habitantes recibieran notorias influencias desde “el otro lado”.
De esta manera, en el continente europeo surgiría un nuevo imperio atlante, y en sudamérica los hombres hablarían de “Los dioses del espacio”. Con el paso de los siglos esta influencia fue cambiando, apagándose en unos lugares, y mutando en otros. Dejando notar en distintos ámbitos y entornos. En unas ocasiones inspirando durante sus sueños a escritores y pintores para re-crear mundos que “no existían”, en otras, dando respuestas a las preguntas de pensadores, intelectuales y filósofos. Alterando la manera en la determinadas materias y energías interactuaban, o creando aleaciones únicas.

Finalmente, en el siglo veinte, los k'ta'viiri lograron romper las barreras que los separaban de la dimensión que albergaba su antiguo hogar y, en su regreso, iniciaron una nueva guerra contra la humanidad. La eternidad que habían pasado encerrados en sus dominios-prisión les había cambiado, transformándolos en seres únicos con un único objetivo en mente: Convertirse en el Torg, el ser supremo que reharía el universo a su imagen y semejanza.

Durante muchos años habría guerra, y el mundo mutaría según los designios de los distintos Altos Señores k'ta'viiri, pero finalmente serían rechazados y las puertas fueron selladas de nuevo.

Libre de amenazas inminentes o nuevas alteraciones de leyes universales que regían su entorno, el avance tecnológico de la humanidad se aceleró de manera increíble. Las estrellas a las que siempre había mirado con timidez se convirtió en su objetivo más ansiado. La carrera espacial estalló como nunca lo había hecho y los frutos de aquella explosión y expansión creativa se manifestaron de diversas formas. Naves de todos los tamaños y potencias trataban de alcanzar los planetas más cercanos, mientras se experimentaba con técnicas de terraformación de otros mundos. Se crearon naves-mundo en las que cientos de generaciones de exploradores recorrerían el cosmos en busca de respuestas. Pero si las encontraron, aquello fue algo que la humanidad tardaría mucho en descubrir.
No sería hasta el hallazgo de uno de los portales lamorri que la conquista del espacio dio su auténtico pistoletazo de salida.

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