Palabras desde otro mundo

Pamplona, mil novecientos ochenta y siete. Tengo catorce años y llevo varios meses en cama con reuma. Literalmente, no puedo doblarme. Tenía pánico a la oscuridad, y dormía solo en una habitación. Una habitación de la que no podía moverme en una casa en la que gran parte del tiempo no había nadie. Pero lo peor no era aquello, sino que se gestaba en mi interior. Por mi cabeza se dejaba notar constantemente una duda: ¿Volveré a levantarme algún día?
Sí, tengo un plan (aparte del de dominar el universo, que como se ese está alargando un poco, me he tenido que buscar otras cosas que hacer mientras tanto)
Este sábado me reuní con el amigo Multimaniaco en una de sus visitas a la tierra que le hospedase durante tanto tiempo. Como no podía ser de otra manera (para dos nostalgiadores natos como nosotros) en una conversación de bar a las tantas de la mañana (bueno, tampoco eran las tantas de verdad, pero se acercaban.
Como ya os he comentado, lo que voy a contar en esta serie de entradas no deja de ser una excusa para dar coherencia y “sentido” (como un Geoff Johns cualquiera) a la posibilidad de que los mundos de los que he ido hablando formen parte de un “universo cohesionado”. Para ello, obviamente tendremos que forzar un poco nuestra credulidad, jugar otro tanto con las fechas que se nos muestran en sus distintas cronologías y... bueno, y quedaros con lo que os gusta modificándolo como mejor os parezca.
Corría el año noventa y seis cuando vi las primeras imágenes de aquel juego y debo admitir que la cosa prometía bastante.
Si me dedicase a escribir con la única esperanza de recibir comentarios, hace mucho tiempo que habría dejado de hacerlo, o me habría dedicado escribir para los inconscientes que me han ofrecido espacio en sus webs que, todo sea dicho, tienen bastante más tráfico que la mía (cosa, por otro lado, nada complicada)
Aludiendo a la cultura helénica una vez más, tras triunfar sobre el modo de vida de ¡¡¡ESPARTA!!! (aunque sin muerte, sangre... CGI ni cuerpos sudorosos y aceitados) ahora dirijo mi mirada hacia otra de las conquista de otra de las polis de la Grecia clásica.
Quizás os preguntéis sobre que toca el desvarío de hoy.
El ya clásico ¿Qué se ha metido este hoy?
A lo que os responderé: Nada, sigo siendo un... eeee... tío de taitantos muy sanote.
Simplemente, os diré: Lo he vuelto a hacer.
¿El qué?
Como colofón a las entradas que he dedicado a Jorune, voy a hacer un pequeño cambio de enfoque y dedicar esta última entrada a uno de sus autores, en lugar de hacerlo al juego en sí (y no tiene nada que ver que el germen de este artículo se haya estado en mi disco duro durante los últimos cuatro años)
Así que vamos a ello. Con todos vosotros, el único e inigualable Miles Teves.

Supongo que el nombre de este tipo no os sonara de nada (más allá de que lo mencionase hace unas cuantas entradas)

Hace un par de semanas se celebro la Navarparty. Amparada bajo su protector abrazo y coincidiendo (bueno, más que coincidiendo, pegado cual vil sanguijuela) con la octava edición de tan magno evento, ahí estaba yo. Cargado con mis cacharros viejunos me afiancé en el espacio que me habían cedido y monté por segundo año consecutivo la sección retro. Ergo, la RetroNavar había vuelto.
Y hubo gran regocijo.
Bueno, al menos lo pasamos bien.
Ya hemos llegado.
¿Que a donde?
¿Donde va a ser? A donde quería llegar, que tampoco es muy lejos, pero es un lugar tan bueno como cualquier otro para un pequeño salto.
A ver, dejar que me explique.

Como sabéis (o deberíais saber) de manera simultánea a este blog estoy escribiendo otro en el que voy reescribiendo el trasfondo de mi proyecto eterno: Daegon.