Palabras desde otro mundo

Uno cree estar tranquilo, seguro y afianzado en las costas del presente. Pero sólo es necesaria una pequeña ola de nostalgia para hundirte en las simas e insondables abismos de la memoria.

Pues sí. Fue escribir la anterior entrada, y descubrir que las puertas que llevaban unos cuantos años conteniendo a ese océano que es el ansia fabuladora eran, a todas luces, insuficientes. Y como da la casualidad de que vosotros pasabais por aquí, os va a tocar aguantarlas.

Hace mucho tiempo.
Pero vamos, la tira de tiempo (cosa de doce años) comencé una campaña (léase campaña como sucesión de aventuras unidas para crear una historia más grande. No vaya a ser que los no versados en materia rolera crean que me metí en jaleos militares o, peor aún, publicitarios)
En los límites del universo. En el umbral que separa la entropía de la existencia, moran ellos. Su hogar se encuentra más allá de la vida, donde los conceptos pierden su forma y los axiomas su validez. Pocos son los que saben de su tarea y menos aún los que alguna vez han establecido contacto o comunicado con ellos, pues son criaturas atemporales, constructos exadimensionales incomprensibles para las mentes mortales que han nacido y moran bajo su creación.
Esta semana pasada, leyendo el blog de SuperSantiEgo, descubrí una cosa que, sería la mar de interesante, de ser yo otro tipo de persona: SoopBook.

Y ¿Qué es SoopBook?
Pues, amigos míos, nos encontramos ante una red social de, por y para creadores literarios.
¡Que resuenen las fanfarrias!

Decir que el Frikcionario estaba vivo sería, aparte de un eufemismo, una estupidez y una mentira de las que es harto difícil que cuele (¡Como un huevo Kinder, tres en uno!)
¿Que, qué es (ha sido, fue y/o/u será) el Frikcionario?

Pues fue mi intentona (fallida) de hacer un blog tematico sobre mis aficiones.
El frikcionario nació hace ya tres años pero, como si se hubiese quedado atrapado en alguno de esos caos cronales chungos de Morrison (Jim no, Grant) nunca llegó a crecer o prosperar.

He visto el fin de todas las cosas.
La muerte de el ultimo ser vivo. La desaparición del destructor.
He visto que había mas allá de ese momento.
Y he visto la nada.
Pero ¿Cómo se puede contemplar la no existencia?.
La han descrito como la total oscuridad, o como una blancura de brillo cegador.
Pero todos se equivocan, pues la nada carece de color, carece de cualquier característica que pueda ser definida.
La nada no es silencio, no es sonido.
Su contacto no es gélido, no es abrasador. Es una aterradora falta de sensaciones.
Este pasado fin de semana me pase por los madriles.
Lo que en un origen iba a ser sólo una visita rápida al Expocomic y luego desenfreno (pero del mío, de ese desenfreno soso que me tanto va) con la avanzadilla navarra en la capital, acabó convirtiéndose en algo de lo mas movido (conste que no me quejo)
Para aquellos moradores antiguos de este mundo mío (¿hola?, ¿queda alguien por ahí) el nombre de Daegon os resultará familiar (más allá de por el hecho de que forme parte de la dirección de esta página) para el resto, supongo que no (salvo por el hecho de que forme parte de esta dirección)
Así pues, voy a hablar un poco (más) de Daegon, su proceso de creación y se estado de gestación.
En anteriores capítulos de PEML… (Hace muuuucho, pero que muuuucho tiempo. Bueno, igual no tanto, pero sí más del que debería de haber transcurrido)

- PontEnMiLugar
- Blablablablabla
- Un poco más de Blablablablabla

Y ahora: La emocionante continuación de este trepidante relato.

Hay que ver lo vagos que estamos este verano (y por estamos me refiero a mi, ya clásico, “Nos” mayestático, aunque si alguien se siente aludido… no tengo problema en compartir mi vagancia)

Para aquellos que aún esperaban esta continuación, habíamos dejado nuestro apasionante relato en el momento que finalizaba el homenaje realizado al Commodore (Ya sabéis, muchos aleluyas, cánticos y blablabla...)