Palabras desde otro mundo

No, el título no va por mí.

Pese a lo que pueda parecer en persona, me gusta hablar. Bueno, más que hablar me gusta comunicarme con la gente, entendiendo por comunicarme el intercambio de información de interés para todos los participantes en el acto comunicativo (tranquilos, no es una de esas columnas en las que me dedico al lloriqueo porque soy un inadaptado, un minusválido social y esas cosas)

Los famosos no me dicen nada.
No es que no quieran hablarme, o que no se capaz de recibir las ondas sonoras que producen sus cuerdas vocales. Simplemente es que no despiertan en mí ninguna clase de curiosidad especial que me haga desear el conocerlos o rondar sus cercanías.
Ya pueden ser tipos que hayan creado obras que me haya encantado, que hayan logrado descubrir algo que hace de este un mundo mejor, o que sean tipos que en pantalla me den la sensación de ser gente simpática. Nada, me dejan frío.
Como ya decía en la anterior columna, vivimos reaccionando. Unas veces reaccionamos ante elementos externos, y otras antes los impulsos que emanan de nosotros mismos (aunque, por lo general, esos impulsos vienen provocados por agentes externos, así que…)
Somos esclavos.
Vale, sí. Eso ya lo decía hace unas semanas. Pero no sólo somos esclavos de nuestros sentidos, también somos esclavos de otra multitud de factores y elementos. Vivimos condicionados por ellos.
¿Quienes son “ellos”?
¿Malvados alienígenas?
¿Las hordas de Belcebú tratando de tentar nuestras pobres corruptibles almas?
¿Los avatares del destino tratando de conducir nuestros pasos hacia nuestro inevitable final?
Pues no.
Es todo eso, y aún más (lo que pasa es que se disfrazan muy bien)
Es…
Tachaaaaan
¿Quien me lo iba a decir a mí?
Toda la vida creyendo tener las cosas claras, y van unos tipos y te saltan con esto a la tercera de cambio, así sin venir a cuento.
Tú claro, de buenas a primeras como que no acabas de entenderlo. Será cosa de ser primerizo en estas lides. Así que te pones a investigar, y va, y resulta que tienen razón. Que la cosa tiene hasta su razón de ser y todo. Es lo que tiene esto de vivir en una zona en la que algunos dicen que se hablan dos lenguas, y tú eres de los que no habla una de ellas.
Nostalgiar: Verbo inventado, de procedencia obvia, que significa lo que a mi me apetezca.
La nostalgia es, a parte de una perdida de tiempo, una estupidez. Y dado que el ser humano es capaz de grandes cantidades de estupidez y posee una habilidad innata casi ilimitada para desperdiciar su tiempo, podríamos aseverar que, la nostalgia es una cualidad de lo más humana.
Nostalgia: Acción de nostalgiar.
Yo es que no tengo remedio.
Basta que diga que tengo que tomarme esto del blog con más calma, que cojo carrerilla y me pongo a escribir cada una de las noches que me toca trabajar. Y claro, como soy como soy, me da por darle vueltas en la cabeza “vaya, a este ritmo ¿cuanto tardaría en compensar las columnas que no he escrito en los últimos nueve meses? A ver si puedo mantener el ritmo”
Cuando jugaba a Rolemaster, siempre hubo una profesión que me gustaba, la de Rogue (no se como lo traducirían en la versión de castellano)
Recuerdo que una vez me hice uno, pero era bastante frustrante de llevar. Lo bueno que tenía esa profesión es que el coste que tenía para aprender y mejorar habilidades prácticamente dentro de cualquier ámbito era bastante aceptable, pero en contraposición, nunca llegaba a ser demasiado bueno en ninguna de ellas.
Ya lo dice el refrán: Mediocre para todo, bueno para nada.
Ella no era nada. Aquella criatura tenía tanto valor para él como un guijarro, una gota de agua o la hoja de un árbol. Sólo era algo vivo, un instante efímero que desaparecería tras su paso, al igual que todo aquello que le rodeaba.
Destruir no era su elección. Carecía por completo de ambiciones, deseos u objetivos. No odiaba la vida que quitaba, no obtenía ningún placer al hacerlo, no se cuestionaba la moralidad de sus actos.
El era Shaedon, el primer nacido de entre los vástagos de Baal.
El era Shaedon, un medio para El fin.
Somos víctimas y esclavos de nuestros sentidos.
A cada momento somos asaltados por cientos o miles de ataques sensoriales que tratan de hacerse con el control de nuestra atención. Que tratan de “seducirnos” a través de nuestros sentidos.
Y la cosa no estaría mal, o no sería tan mala, de no ser por un pequeño detalle.
¿Sabéis cual?
Acercaos un poco, que os voy a contar un pequeño secreto.
Nuestros sentidos nos mienten.
¿Y sabéis que es lo peor de todo esto?