Soy un vago. Bueno, exactamente un vago no. Mas bien se trata de que muchas veces, si no es bajo presión, no hago nada. Generalmente esta presión me la impongo yo, como hice forzándome a escribir todos los días en los comienzos de este diario. Después de eso, me forcé a terminar con los relatos que ya tenía comenzados (Luara y Reunión).

Ahora ha llegado el momento de comenzar nuevos relatos, tengo seis en mente ya perfectamente definidos y acabados, a parte de otro centenar en proceso avanzado.
¿Que problema tengo?.

Menos mal que me queda el diario para escribir, porque desde que acabé “Reunión”, me he liado a hacer cosas en casa, y no he escrito nada mas. Tengo en mente uno de esos relatos “épico-depresivos” (Fernando dixit) de Daegon, y Reunión II (a parte de otros tantos cientos), a ver si empiezo con el de Daegon (para ir alternando mas que otra cosa).
Guenos días a todos y todas. En una mañana como esta (ahora mismo, cuando comienzo a escribir son las 10:30), me dispongo a contestar / comentar los comentarios a mi ultima columna. Tuve la tentación de escribir esto mismo como un comentario mas de la anterior columna, pero como iba a acabar siendo bastante tocho, pues como que lo hago de manera independiente (así me ahorro el pensar que escribir hoy).
Decid que si, venga, tontos, que ya se que lo echabais de menos. Dado que la semana pasada me salte el orden anarco-coronológico de mi diario, pues hoy vuelvo a la carga con mis desbarres filosóficos, que ya me estaba costando. Ya puesto a romper el ciclo (pero no os alegréis, vosotros que teméis el momento en el que os mencione, que no tardara en llegaros el momento).
- ¿Falta mucho? - preguntó Abner.
- No seas vago, y mira tú mismo los monitores - fue la respuesta de Amy.
- Estoy ocupado.
- Deja de trastear con el “mastodonte”, y tendrás más tiempo.
Seguro que mas de uno os decís: Ya esta este creyéndose el heredero de Tolkien. Pues no, ni soy, ni quiero, ni pretendo ser Cristopher Tolkien (es mas, aunque me parece que tienen buenas ideas, tanto a sus libros, como a los de su padre me parece que les sobran cientos de paginas).
¿A que se debe el titulo de esta columna?
Muy sencillo. A tres simples razones (antes eran solo dos).

1.- A que me apetecía llamar un poco vuestra atención.

- No te vayas todavía - dijo Laconish, mientras contemplaba como su esposa se vestía. Nunca se cansaba de mirarla.

La luz de las antorchas del exterior, apenas lograba ser contenida por las contra ventanas. Esto, junto a los cientos de pequeños haces que se filtraba por las múltiples grietas que recorrían las paredes, iluminaba fragmentos de la esbelta figura de Luara, mientras esta dejaba caer el tabardo sobre su cuerpo, ocultando bajo él las cicatrices que recorrían su espalda.

Allá vamos. Nuestras primeras jornadas de rol (nuestras, mas que nada mías y de alguno mas, no de todos los que fuimos). La cosa ya comenzó bien. Viernes, nosecuantos del nosecual, del (posiblemente) noventa y cuatro. Doce y mucho de la noche, estamos en frente de los cines Golem, ubicación desde la cual nos recogería el autobús que nos trasladaría hasta Barcelona.
Algo había odio sobre ella. Había visto “Juegos de guerra”, y también quería conectar mi Commodore a algún sitio chungo de esos que te permitían dominar el mundo (aun sigo intentándolo, ahora tengo el sillón para la dominación universal, de aquí a un tiempo...) pero las compañías de telecomunicaciones españolas no estaban por la labor (y yo no tenia ni idea de como conectar aquel chisme al teléfono), así que la espera se alargo un poco.
¿Que es lo que pasa?
¿Todos a los que llego a considerar mi amigos, acaban largándose de la tienda?
¿Es que acaso solo duran los malos en esta empresa?
No. Espera. Aún queda esperanza.
¿Son dos figuras esas que veo en el horizonte? bueno, no. Quizás sean una y media.

Efectivamente, no todo el mundo sale huyendo de la megatienda, aún quedan un irreductible grupo de galos, estoooo trabajadores, inasequibles al desaliento.