Arcanus Anotado VII: Prefacio y prólogo

Por Javier Albizu, 16 Mayo, 2023
El día cuatro de enero de dos mil veinte comenzaba con la escritura de Arcanus, el “relato corto” y, como había hecho ya con anterioridad, lo hacía con su prólogo. Porque yo soy asín, y... ¿por qué un relato corto no iba a tener de eso?

Pero, claro, con un prólogo no me era suficiente (incido en lo de “ser asín”). Porque había muchas cosas por explicar que no pertenecían “estrictamente” al relato. Necesitaba más. Quería darle un poco más de contexto a la cosa antes de empezar. Por otro lado... tampoco quería dar unas pistas demasiado claras acerca de lo que iba el asunto antes de empezar (que solo estábamos empezando).

Con esto, sin siquiera haber (re)escrito la primera línea, ya tenía en primer drama en casa. Empezar con un “prólogo” y luego con un “prólogo 2” se me hacía muy... no sé... ¿impostado? ¿artificioso? ¿contranatura? (a pesar de que, cuando me puse en su día con “La Novela”, esta empezaba con tres prólogos ).

Pero, bueno, al final opté por el camino de en medio. Recurrí a la semántica y al primero lo llamé “prefacio” en lugar de “prólogo”, y con esto me quitaba (un poco de) esa sensación de extrañeza e impostura. Cambiaba un poco el léxico para dejar todo lo demás básicamente igual.

A su vez, el prefacio no cambiaba con respecto a lo que había sido el prólogo que había escrito nueve años antes... y el prólogo se quedó en un escueto:

Cielos de color incertidumbre, lluvias que impregnan los sueños, rojos filamentos etéreos que recorren las calles del hogar de antiguo antaño. Los ingredientes de la pesadilla, los indicios que presagian el comienzo de algo nuevo, los testigos mudos del final de una era.

En ese “antiguo antaño” no pretendía ponerme poético, simplemente se me escapó una de las palabras mientras lo corregía en aquella primera ocasión.

Tanta vuelta para no decir gran cosa. Seguramente, aquel primer día me quité el problema de encima y pasé ya al capítulo 1, “Familia”.

Tres meses después de aquello (más concretamente, el treinta y uno de marzo), daba por finalizado aquel primer capítulo del ya_muy_probablemente_no_relato corto y pasaba a por el siguiente. Pero, claro, me equivocaba a muchos niveles. Porque no había terminado nada.

Tras haber comenzado con el segundo capítulo llegaron un par de comentarios acerca del primero, y empecé a echar la vista atrás. A revisar varias cosas sin demasiado orden ni concierto. Pero, claro, esto generaba en mí la sensación de “no avanzar” al ver que el conteo de palabras apenas subía día a día. Con esto, el día treinta y uno de mayo de aquel mismo año creaba el documento de “descartes”. Esto no quiere decir que aquel fuese el momento en el que comencé con las revisiones, sino que fue cuando decidí empezar a dejar constancia de ellos. Por otro lado, tampoco quería “hacerme trampas” a mí mismo. No quería aprovechar que cambiaba una parte de una frase para copiar toda la frase como “descarte” y darme una falsa sensación de “estar haciendo cosas”. Tenía que llegar a algún tupo de compromiso. Uno que me llevaba a apuntar palabras sueltas una detrás de otra, creando sucesiones inconexas que rara vez llegaban a completar frases estructuradas. No era gran cosa pero, al menos, con esto lograba calmar un poco la sensación de “no estar haciendo nada”.

Veo que con fecha de aquel treinta u uno de mayo hay cambios relativos tanto al capítulo 1 como al prólogo y el prefacio. Gracias al versionado de los archivos que me proporcionaba mi Owncloud había recuperado parte de los descartes, y el documento continuaba creciendo a partir de ahí.

Entre el dieciocho y el veintitrés de junio generaba otra página entera de descartes del prefacio. Entre el dos y el dieciocho de julio se sumaba otra página más. El siete de noviembre volvía una vez más al asunto y, para terminar, entre el veinticuatro y el veinticinco de marzo del año siguiente generaba una página más de descartes.
No está mal para lo que había empezado como un simple párrafo.

Pero aquello ya no me servía.
Lo que había nacido como un “statement”, que dicen los yankis, una “proclama” en la que me posicionase. Donde dejase ver lo harto y aburrido que estoy de temas de “elegidos”, “destinos” y zarandajas similares.
Como no podía ser de otra manera, se me terminó yendo un poco de las manos.

Sí, quería dejar claro que Arcanus era un “tipo normal”. Que no era alguien “tocado por el hado”. Que no había hilos invisibles tirando de sus acciones. Que lo que le iba a pasar era solo cosa suya (vale, sí, y del azar también). Pero me empecé a desbocar y liar metiendo detalles biográficos que no aportaban nada a lo que iba a seguir. A añadir elementos en los que no quería extenderme demasiado... pero que, al mismo tiempo, sirviesen para marcar el “tono” y ayudasen al lector a la hora de “adelantarse” y “comprender” de lo que iba a venir más adelante.

Al final, y revisado de nuevo ahora, me da la sensación de que, por un lado, se me fue la mano y me volví un tanto reiterativo (algo que me suele pasar cuando quiero_dejar_bien_claro_un_punto) pero, al mismo tiempo, no fui demasiado claro por miedo a ser (aún más) reiterativo y pesado. Entre tiras y aflojas la cosa quedó en una hoja que, o bien tendré que recortar en una versión posterior, o deberé rescribir y expandir aún más adoptando un tono diferente.

Por otro lado, tenemos el “Prólogo”. El sitio en el que se me fue aún más la mano. Porque los descartes de esta sección ascienden a ocho páginas repartidas entre algo más de veintitrés días de revisiones... para terminar ocupando menos que el “Prefacio”. Parece que aquí sí que logré ser algo más comedido. Sigue siendo mejorable, pero al menos he logrado esquivar la bala que comencé a cargar durante las revisiones.

Porque, por momentos, llegué a marcarme varias páginas de disgresiones acerca de la metafísica daegonita que, dado que “aún” no quería ser demasiado explícito, se perdía excesivamente en vaguedades. Sobre los kurbun sin mencionarlos. Sobre los solapamientos de realidades. Sobre la irrelevancia de la humanidad dentro del gran esquema. Sobre el hecho de que, por más que creamos “saber y comprender”, por más que podamos sentir que “tenemos el control de algo”, aún quedan muchas cosas que se nos escapan.

Al final, igual que la sección anterior, esto debía servir para marcar el “tono de lo que estaba por venir”. Debía ser algo que “picase la curiosidad” del lector. Un punto al que, si se regresaba para hacer una relectura, dijese “ahí va, si esto ya me lo estaban diciendo desde el principio“. Pretendía ser más evocador que descriptivo. Más ambiguo que “preciso”. Pero la información debía estar “ahí”.

Pero, vamos, supongo que me pasé de ambicioso. Quería abarcar demasiado en tan poco espacio.
Aun así, tenía muchas páginas por delante en las que matizar y expandir.
Igual había suerte y, al final, el puzle quedaba algo apañado.

El contenido de este campo se mantiene privado y no se mostrará públicamente.

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.