No creo en el destino. Creo en la casualidad y la causalidad. Creo en la coincidencia y la fortuna. Creo en la persona y su libertad de elección.
Como recurso dramático, el destino es un concepto que siempre me ha gustado (al igual que la reencarnación, otro concepto en el que no creo). Pero nunca me ha gustado el destino como un camino marcado por “otros” por el que la gente transcurre a su pesar. Me gusta el destino como resultado de una sucesión de decisiones. No como colofón inevitable, sino como resultado lógico de las acciones.