Palabras desde otro mundo
Lo primero, lo de costumbre, la presentación de la familia. Aunque ya no todos viven allí, los enumero de golpe, y ya los iré presentando con mas detalle según sea menester en posteriores columnas.
Don Justo Lazcoz (mi abuelo)
Doña Juanita Arbilla (mi abuela)
Empezaremos la leyenda urbana. El camión de los helados.
Sería horrible si fueras incapaz de sentir algo, pero ya sabemos que eso no es así. El porqué de ese momento concreto lo ignoro, pero la infancia da sorpresas de ese tipo. Yo no sentí la pérdida de mi abuelo materno de la forma en que seguramente la sentiría ahora.
¿Acaso creíais que el pequeño accidente del mordisco en el labio había sido mi único percance en Araia?, ah pobres ilusos. Mi torpeza dio para eso y mucho más. Aunque esta vez lo dividiremos por secciones. Así, comenzaremos con:
Momentos ciclísticos
En su momento no apreciaba en nada todo el monte con el que limitaba (bueno, supongo que seguirá limitando) la casa de mis abuelos. Pero ahora supongo que me gustaría dar una vuelta por ahí de vez en cuándo.
Lo cierto es que este momento en concreto no lo recuerdo, y lo único que conservo de el es una peque? cicatriz en el labio inferior.
La cosa (por lo que me han dicho) debió ser mas o menos así. Llegamos delante de casa de mis abuelos, me dispongo a bajar del coche, me tropiezo (aún en el coche), y caigo de cara sobre la acera. ¿Resultado?, me muerdo yo mismo el labio inferior, y me lo abro.
Mi comienzo con las máquinas.
Es curioso el microcosmos que nos creamos a veces.
Tras las alegrías ayer despertadas, trataremos de ser un poco mas “alegres” hoy.
Mas recuerdos que dejan huella.
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