Palabras desde otro mundo

Pues aquí estamos, en Ecai, el pueblo de mi madre. Si los cálculos no me faltan, son siete casas, una iglesia, varios graneros, dos pilones de agua, y la sociedad.

Lo primero, lo de costumbre, la presentación de la familia. Aunque ya no todos viven allí, los enumero de golpe, y ya los iré presentando con mas detalle según sea menester en posteriores columnas.

Don Justo Lazcoz (mi abuelo)
Doña Juanita Arbilla (mi abuela)

Y llegamos al ultimo capitulo de mis memorias de Araia. Lo cierto es que salvo un par de anécdotas, no me quedan mas recuerdos con una mínima trascendencia que contar.

Empezaremos la leyenda urbana. El camión de los helados.

Comenta el amigo Zapata en referencia al párrafo final de Araia III.

Sería horrible si fueras incapaz de sentir algo, pero ya sabemos que eso no es así. El porqué de ese momento concreto lo ignoro, pero la infancia da sorpresas de ese tipo. Yo no sentí la pérdida de mi abuelo materno de la forma en que seguramente la sentiría ahora.

Hola de nuevo, niños y niñas, hoy tenéis ante vosotros, un especial con esos “encantadores” Momentos que dejan huella.
¿Acaso creíais que el pequeño accidente del mordisco en el labio había sido mi único percance en Araia?, ah pobres ilusos. Mi torpeza dio para eso y mucho más. Aunque esta vez lo dividiremos por secciones. Así, comenzaremos con:

Momentos ciclísticos

Ayer os hable un poco del pueblo, y ahora lo haré de sus alrededores.
En su momento no apreciaba en nada todo el monte con el que limitaba (bueno, supongo que seguirá limitando) la casa de mis abuelos. Pero ahora supongo que me gustaría dar una vuelta por ahí de vez en cuándo.
Comenzaremos con un clásico. Momentos que dejan huella.

Lo cierto es que este momento en concreto no lo recuerdo, y lo único que conservo de el es una peque? cicatriz en el labio inferior.
La cosa (por lo que me han dicho) debió ser mas o menos así. Llegamos delante de casa de mis abuelos, me dispongo a bajar del coche, me tropiezo (aún en el coche), y caigo de cara sobre la acera. ¿Resultado?, me muerdo yo mismo el labio inferior, y me lo abro.

Otra vez, los hechos aquí narrados continúan correspondiéndose a fechas situadas entre los años 1973 y 1981 (y así, tóntamente continuo llenando espacio en blanco).

Es curioso el microcosmos que nos creamos a veces.

Los hechos aquí narrados, continúan correspondiéndose a fechas situadas entre los años 1973 y 1981.
Tras las alegrías ayer despertadas, trataremos de ser un poco mas “alegres” hoy.

Mas recuerdos que dejan huella.