Macroverso VII Malos despertares, la secuela

Por Javier Albizu, 8 Junio, 2014
Fecha: Otra
Hora: Un poco más tarde (o quizás no)
Lugar: Limbo conceptual.

Nuestra mirada se ve atraída una vez más hasta el lugar marcado con la “X”. De nuevo nos zambullimos en esa no-dimensión en la que habitan los conceptos comúnmente aceptados. En ésta ocasión la “X” que marca el lugar se ha movido un poco. No, por ahí no, un poco a la derecha (o a la izquierda, todo depende de nuestro punto de referencia) Sí, más o menos por aquí, entre Harvey: el conejo rosa invisible y los elfos de sexualidad distraída.
Es posible que os preguntéis ¿Cómo podemos ver a un conejo invisible? A lo que, caso de que os hayáis hecho la pregunta, os respondería ¿Realmente lo estáis viendo?

Muy bien, tras afianzar la foralidad del escribiente, si podéis hacerme el favor, dirigid vuestras miradas para que se centren en éste arquetipo consensuado por nuestro bienamado imaginario colectivo que os señalo en estos momentos y que nos ha traído hasta aquí en esta ocasión (ya sabéis, con la “X”)
¿Hecho?
Sigamos entonces.
Para entendernos o terminar de liar la cosa un poco más, pondré un nombre a eso que estáis mirando. En un alarde de originalidad, le llamaremos a nuestra abstracción… “Tipo Listo”.
Fijaos en él. Para no fallar a la tradición que nos acompaña cada vez que asomamos por este limbo conceptual, cada uno estamos viendo algo distinto pero, en esta ocasión, sí que hay un elemento común para todos nosotros. No sabemos que forma tiene, no sabemos qué es lo que le gusta para desayunar, pero hay algo de lo que estamos seguros: Él sabe que le estamos mirando. Una vez descubiertos, podemos mirar para otro lado, podemos silbar distraídamente y hacer como si la cosa no fuese con nosotros, pero el vacío nos ha devuelto la mirada y esto provoca una situación un tanto incómoda.

Ahí está él. Cerca pero distante, seguro e inapelable. Confiado, ya que cuando la misma razón de tu existencia es “saber”, se podría decir que la sorpresa es lo único cuyo significado realmente no comprendes (y digo comprender porqué, obviamente sí que conoce su significado).
Aunque, claro, si asumimos que la compresión real sólo puede ser otorgada por la experiencia, podríamos decir que nuestro querido avatar comprendería más bien poco (tendiendo sus posibilidades, que no capacidades, comprensoras hacia la nada)
De cualquier manera, no estáis obligados a coincidir con mi apreciación. Ventajas / Desventajas de ser un ente abstracto.

Una vez aclarado (o no) esto, continuamos observando la inacción de este ente inmaterial. Por supuesto, él “sabe” que seguimos por aquí escudriñando desde los recovecos dimensionales y analizando su misma esencia aunque tratemos de disimular nuestra curiosidad; Esa es su naturaleza. De la misma manera, y por la misma razón, no hará nada al respecto.

Entonces ¿por qué seguimos aquí una vez aclarado el asunto? Porque, claro, esto es (o pretende ser) un relato, una historia, y las historias necesitan de acciones que las hagan avanzar. Los relatos se mueven por los oscuros senderos y turbios recovecos de la mente de quien los escribe, torciendo leyes universales a voluntad y mutando lo inmutable según su conveniencia.
Es por esto que “alguien” (quizás quien se dedica a estas lides tecleadoras, quizás otra persona, individuo o ente) forzando la credibilidad del lector, en un momento dado decide sorprender a nuestro tranquilo concepto y arrastrarlo a un entorno hostil. Trasladarlo al mismo lugar al que ha “invitado” a sus hermanos no euclídeos.
Por supuesto, esto estaba premeditado, y nuestro amigo Tipo Listo lo sabía pero, dada su nula capacidad de acción / reacción, nada puede hacer al respecto. De cualquier manera, rogaremos la clemencia de aquellos cuya percepción de este concepto no coincida con la que se ha expuesto hasta el momento, ante esta tergiversación de las leyes de la (su) coherencia, y confiaremos en que el resultado final les resulte lo suficientemente satisfactorio (y coherente porque, lo parezca o no, ese es uno de los objetivos de toda historia de aquí quien esto maquina) como para perdonar esta pequeña trampa argumental.

Dicho esto, nuestro amigo, Tipo Listo, se encuentra atrapado en un cuerpo físico dentro de un mundo material. Obviamente él sabe en qué lugar se encuentra y cuales son las razones que le han llevado hasta ahí (ya sabéis, su naturaleza y demás) también sabe lo que necesita hacer para volver a donde quiere estar (sí, amiguitos, es tan listo que se ha leído el relato antes de que este terminado) así que inmediatamente comienza a representar su papel dentro del gran esquema.
Porque nuestro amigo también sabe que no tiene demasiado tiempo y que, según se vayan sucediendo las palabras unas a otras, su esencia dejara de ser suya, hasta que no se reconozca a sí mismo. En éste lugar ya no es un concepto; es un personaje. Y los personajes, por muy ligados que estén a un concepto, son entes finitos constreñidos por las necesidades (o caprichos) de la historia.

Tipo Listo sabe que tiene que encontrar a sus “hermano” Tipo Duro y Ella, pero primero buscará al primero, ya que éste tendrá problemas para comprender los paradigmas reinantes en el mundo en el que ahora existe.

Mientras tanto en la Antártida...
No demasiado lejos, Tipo Duro, por su parte y muy a su pesar, está cercano a descubrir que las cosas no funcionan de la manera correcta.

Mientras busca las respuestas necesarias para guiar sus pasos el destino, el azar (o quizás otra persona, fuerza o concepto) hace que su camino se tope con un muy conveniente incendio. Como ya se explicó en su momento, al igual que nuestro invitado de hoy, Tipo Duro también tiene su propia naturaleza, y esta no sólo le impele a actuar, sino que también le impulsa a hacer lo correcto (dentro de su limitada comprensión de la realidad).

Frente al edificio, la policía y los bomberos han acordonado la zona, pero el fuego continúa descontrolado. Los agentes discuten los unos con los otros sobre las rutas y la posibilidad de evacuar a las personas encerradas entre las llamas. La ubicación de la gente atrapada está claramente marcada en un mapa que va pasando de mano en mano, como si el calor que emana del edificio impregnase también el papel.
- Mal - piensa nuestro temporal protagonista - Están desperdiciando el tiempo de oxigeno que les queda a las personas atrapadas.
Se requiere de una acción y ¿quién mejor para ello que Tipo Duro?. La decisión es rápida, el curso de acción a seguir se traza a la velocidad del pensamiento poco reflexivo.
Si mediar palabra con los agentes, salta las vallas y se dirige corriendo hacia el edificio. Mientras se acerca deja que el agua bombeada de manera constante por los bomberos le empape el cuerpo y la ropa. Tras tomar una bocanada de aire limpio, se cubre el rostro con su chaqueta húmeda y se introduce sin vacilación en el edificio.
En el interior el calor es sofocante lo que no facilita la concentración para tratar de ubicarse dentro del plano que apenas ha sido capaz de ver de pasada. Si no está equivocado, aún le quedan tres plantas para llegar al primero de sus objetivos.
Las escaleras son de baldosa y parecen resistir sin problemas su paso, pero la pintura de las paredes y el material aislante del techo se desprenden incandescentes, cortándole el paso, o tratando de hacerle arder también a él. Avanza agachado para tratar de no respirar el humo pero, después de subir dos plantas en esta posición, su espalda comienza a molestarle.
Esto le resulta una anomalía. Él siempre ha sido un concepto. Asuntos como la fatiga, las dudas o los axiomas físicos que sufren aquellos avatares ficticios que le han encarnado en diversas historias, jamás han repercutido en su no-persona.

Llega hasta la puerta que da acceso a la tercera planta, pero está cerrada. Su mano, pese a estar cubierta por la chaqueta, le duele como si la hubiese sumergido en lava en cuanto toca la manilla, pero esto no le impide abrirla. Pero, tan pronto como la puerta se ve libre del cerrojo, se abre propulsada por una explosión de llamas, tirando escaleras abajo a un aturdido e incandescente Tipo Duro.
La corporalidad representa un inconveniente más importante de lo que jamás habría esperado. Pero, tanto en su mente como en su naturaleza, el objetivo sigue claro. De esto no cabe duda alguna, él hace lo que debe ser hecho, aunque ahora comienza a dudar sobre si será capaz de llevarlo a cabo.
El fracaso o la muerte no le son algo ajeno a su memoria. Muchas de sus encarnaciones han fracasado o perecido para que la trama continúe, o como un fintas argumentales, giros inesperados dentro de la historia, pero siempre tienen lugar en algún momento dramático o en uno de los puntos culminantes de la historia. No aquí, no en las escaleras que llevan de la segunda a la tercera planta de un edificio cualquiera.
Mientras traba de incorporarse se dice, y trata de convencerse de que él no moriría aquí. No retrocederá. No fracasará. Las vidas de estas personas dependen de él. Pero, por mucho que lo intenta, su cuerpo se niega a responder como debería y el dolor se abre paso por encina de la adrenalina.
Su mente continúa diciéndole que nada de esto importa, que es irrelevante para el resultado final. Tiene una misión, un papel que cumplir en esta historia. La rabia aún es más fuerte que el dolor. La voluntad más fuerte que la carne. Existe una razón para que él estuviese ahí. No puede morir así, no puede morir aquí, no pod…
Cae inconsciente.

Poco después, Tipo Listo llega hasta el callejón en el que se encuentra Tipo Duro. Su cuerpo está cubierto de quemaduras que funden piel y ropa, pero respira. El hombre que acaba de dejar el cuerpo ahí se cruza con él y le guiña un ojo de manera cómplice antes de continuar con su camino.
Esto no era bueno. No es nada bueno. Y lo peor era que él sabe como acabaría todo.

Definitivamente, el mundo “real” no le gusta nada.

Dicho esto volvemos al...

**********************

Microverso

- Vale ¿Y ahora, qué?
Javi estaba tumbado sobre la cama. No creía estar soñando, pero todo podía ser. Lo que sí que agradecía era que Mike no estuviese tocándole las narices en aquel momento.
Por muchas vueltas que le diese no terminaba de tenerlo claro. “Ella” no estaba. Bueno, más concretamente no sabía dónde estaba (lo cual, debía reconocer, que era algo de lo más normal) pero Antagonista, su novio, tampoco sabía nada y, para terminar de redondear la cosa, le decía que él tenía que resolver aquello. La verdad, todo sea dicho, aquello no tenía ningún sentido. Ni siquiera para los cosas que solían pasarle a diario.
Finalmente cerró los ojos y no tardó en dormirse.
- Ya te ha costado - una voz le hablaba en sus sueños. Le sonaba pero no era capaz de identificarla. Parecía que la noche no iba a ser mejor que el resto del día.
- Dime lo que quiera rapidito - en otra ocasión igual habría respondido mejor, pero estaba bastante hasta los mismísimos de todo aquello - No estoy de humor.
- Vale. Salta.
- ¿Qué?
- Que saltes, membrillo.
Sin saber porqué, saltó. Como era de esperar, sus pies se separaron del suelo. Pero parecía que no iba a caer. Aquello no era normal, pero era un sueño, así que siguió a la espera de lo que venía después. Continuó ascendiendo, y su velocidad aumentaba por momentos. Vale, era raro pero, hasta cierto punto, esperable; no era la primera vez que volaba (o algo parecido) en sus sueños.
Su ropa comenzó a deshacerse, a esta le siguió la piel y después los músculos, nervios, órganos y huesos. Al final sólo quedó su forma astral y dejó de ascender. Se dio la vuelta y contempló la tierra. La había visto muchas veces en fotos o la tele, pero aquella vez le parecía distinta. Nada que ver con las “Oooooohs” ni “Aaaaaaaahs” ni expresiones diversas de asombro o deslumbramiento. Nada de eso. Aquella esfera (¿Era una esfera?) le parecía pequeña, irrelevante e... ¿incompleta?
- Te ha costado llegar - una mano astral se apoyó sobre su hombro etéreo. Era Deux ex.
- Muy bien ¿Y ahora, qué? - sólo quería que aquello terminase y descansar de una vez. Además, le asaltó una pequeña sensación de deja vu.
- Tranquilo, ya falta poco. Pero antes hay que hacer unos últimos ajustes - le empujó.
No tenía cuerpo físico, pero notó el impulso y comenzó a precipitarse en picado. Notaba el aire sobre su ¿esencia? Y contemplaba la tierra acercándose a una velocidad de vértigo. Cuando más caía, más cambiaba lo que tenía ante él. Finalmente atravesó una especie de bruma que parecía cubría lo que tenía ante sí... ¿O aquella neblina había estado siempre cubriendo sus ojos?
Aquello parecía “real”. Los colores más nítidos, la luz más brillante... el tortazo que se iba a pegar más doloroso que ninguno que se hubiese dado antes. Mientras se decía que aquella acción era estúpida e inútil (y no iba a evitar que se matase (por supuesto, siempre y cuando una forma astral, dentro de un sueño, pudiese morir) se cubrió la cara con ambos brazos y se preparó para el impacto.
El mundo (y sus brazos) desaparecieron y se encontró mirando un techo. No era el suyo, pero se le hacía familiar.
Trató de mirar sus manos, pero no lo vio claro. La luz de la habitación estaba apagada y estaba muy oscuro, pero aquella oscuridad era distinta. Más... ¿oscura?
Sus manos tantearon la pared en busca de un interruptor. Aquella sensación también se le hacía extraña. Trató de incorporarse y su cuerpo también se le hizo extraño. Pesado y ligero al mismo tiempo, como si no fuese completamente suyo. Aquellos conceptos parecían obtener un nuevo significado en aquel momento. El tacto de la pintura de la pared, las sabanas bajo su espalda. Absolutamente todo despertaba interrogantes en su mente. Aquellas preguntas y su imposibilidad para convertirlas en afirmaciones le estaban produciendo migrañas... e incluso aquellas migrañas era incapaz de definirlas con las palabras que aparecían en su cabeza. Decidió dejar de pensar en aquello, pese a ser perfectamente consciente de que tampoco lo lograría.

Logró encender la luz y levantarse. Aquella no era su habitación... ¿o igual sí? Se abofeteó mentalmente por aquella pregunta. Levantó la persiana y, mientras lo hacía, una pregunta más trataba de aflorar en su mente, pero la metió en un pozo, puso una montaña encima y dinamitó aquel mundo. La pregunta se quedó malherida y huyó de su mente.
La luz proveniente del exterior le golpeó como un ariete. No esperaba que fuese de día. Aquel golpe pareció expulsarle de su cuerpo, y se encontró de nuevo flotando sobre el mundo.

- Ahora ya lo sabes - dijo la voz - Ella está allí.
- Cojondo ¿Y ahora, qué?

**********************

Día: Lamentablemente, el mismo.
Hora: Un poco (muy poco) más tarde
Lugar: Mundo “real”

- Hola - Sandra ha vuelto. Esta vez están sentados frente a frente en un lugar público, y su atuendo es menos sugerente. Al menos en en este inicio de conversación se ha ahorrado el “guapo”
- Hola. Gracias por venir.
- No hace falta que me des las gracias. No estoy aquí.
- Vale, ya lo sé, pero no hace falta que te cebes - está soñando y, obviamente, esta no es la Sandra real, sino un constructo de su mente ante el que poder explicarse. De todas formas, nada parece indicar que esta recreación sea especialmente afortunada o conseguida. Le falta ese “algo” que acostumbran tener sus avatares mentales.
- Pues nada, cuando tú quieras.

Por lo normal, la cosa no suele suceder así. Él acostumbra a acceder a la ensoñación con la conversación ya comenzada y la retoma desde un punto específico. Pero hoy ha sido todo bastante extraño y ni siquiera podía intuir que esta conversación no va a desentonar con el conjunto. Va a tener que comenzar la escena desde el principio. Con lo que odia ser él quien inicie las conversaciones... ya sean reales u oníricas.

- Estooo, vale...
- ¿Interrumpo? - Daimon, otro de sus personajes recurrentes, se cuela en el sueño.
- Sí, interrumpes. Lárgate.
- Disculpe el señor, pero agradecería que me remates de una vez o me permitas vengarme. Que uno puede ser estoico y casi imbatible, pero la paciencia nunca ha sido mi fuerte.
- Que sí. Pesado. Fuera, fuera - en este momento no le apetece bucear en las desgracias de sus personajes, lo cual es raro. Se le ocurrían pocas ocasiones más propicias para mandar su cabeza a otro universo pero, al parecer, el tren para aquellos lugares ha salido sin él. Nunca ha andado falto de inspiración para diseñar nuevas maneras de traumatizar a sus creaciones, pero paree que la musa estaba de vacaciones o en otros asuntos.
- Cuando quieras comenzamos - Sandra parece divertida - No es que tenga nada mejor que hacer, pero seguro que quieres que terminemos cuanto antes.
- Que sí, que sí - no acaba de entender por qué trata de ganar tiempo ante esta escena. Puede repetirla tantas veces como quiera, pero está realmente nervioso. Aún dormido nota como su cuerpo real comienza a sudar - No me atosigues.
- ¿Crees que vas a solucionar algo haciéndote esto?
- Contigo, bueno, con Sandra, no.
- Aham.
- Esto es más una preparación que otra cosa.
- Aham.
- Ya sabes, por si se presenta una situación similar.
- Aham.
- ¿Quieres dejar ese “Aham”?
- ¿Prefieres un “Aja” o “Aha” a secas?
- No, prefiero que me ahorrases el sarcasmo.
- Pues nada, es muy sencillo; ahórratelo.
- ¿No crees que, de poder, lo haría?
- Pues deja de echarle la culpa a esa pobre chica.
- No le estoy echando la culpa de nada.
- ¿Entonces para qué la has puesto aquí delante?
- Ahora mismo no te pareces mucho a ella. Es más, cada vez te pareces más a...
- ¿A ti?
- Aaaaaaaaaaaarg. Déjalo ya.
- Hola - Sandra ha vuelto. Blablablabla. Comenzaba el segundo asalto.
- Hola, gracias por venir.
- Pues bien. Tú dirás - mierda, sigue teniendo que comenzar la conversación él. ¿Por qué no empieza ella con las preguntas, como suele ser la costumbre?
- ¿Interrumpo? - ahí está Kinrase, otro de los habituales.
- ¡VETE A TOMAR POR... POR... POR AHÍ! - ¿por qué ni siquiera en sueños puede lanzar un buen juramento?
- Vale, vale, ya me voy.
- Venga, te lo voy a poner fácil.
- Te lo agradecería.
- ¿Por qué me dijiste (bueno, le dijiste) que no?
- Me alegro que me hagas esa pregunta.
- ¿Ahora vas a empezar a tomártelo a broma?
- Perdona, son los nervios.
- Venga, a ver si empieza a tener todo esto algún sentido.
- Pues verás. Ya te dije que me parecías muy guapa y muy simpática...
- Sí, ya me lo dijiste, ya lo sé, no te repitas.
- Bien. La cosa es que, por lo poco que sé, somos muy distintos...
- ¿Y por qué no averiguas algo más antes de abrir la bocaza?
- Espera, las cosa no funcionan así. Empiezas con una pregunta para la que yo tengo respuesta y, después, continuas con otra para la que también estoy preparado. Así hasta que me quedo contento.
- Ya, pero eso no va a servir para nada.
- Sirve para que yo me sienta mejor y me reafirme en mis decisiones.
- Ya. ¿Y si estás equivocado?
- Pues... Hala, otro más. Bueno, pues (y dale) si estoy equivocado...
- Si estás equivocada ya te lo descubrirá algún otro.
- Más o menos.
- Entonces no quieres arreglar nada, sino perpetuar tu auto-engaño.
- Vale. Parece que lo vas pillando. Pero no tendrías que decir estas cosas en alto, porque pones a prueba mi burbuja de auto complacencia.
- Que digas estas cosas en alto tampoco creo que ayude mucho.
- Me parece que no vamos a sacar nada en claro esta noche.

La luz del sol golpeándole directamente en los ojos abiertos le despierta. En este momento confluyen tres nuevos factores de extrañeza: Está de pie, con los ojos abiertos, y sus brazos se encuentran en posición de levantar la persiana. Para estar dormido se encuentra de lo más activo.
Mira el reloj. Son las dos de la tarde, y continúa siendo domingo.
Definitivamente, este fin de semana estaba resultando, citando la maldición china, de los más interesante. Espera que se termine cuanto antes.

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