Biografía computeril: PCverso XX (Échale la culpa al Diablo)

Por Javier Albizu, 18 Enero, 2011
Si la semana pasada nos poníamos sentimentales hablábamos de Proust y las propiedades nostalgiadoras de sus proveedores calóricos, hoy hablaremos de los mios.

Quizás, debido a mi falta de olfato y mi defectuoso sentido del gusto, mi principal detonante emocional no tiene que ver con las sensaciones olfativo-gastronómicas, sino que se centra en otro par de sentidos; la vista y el oído. Estos dos se harían que mi cerebro se pusiese a producir endorfinas como loco a finales del año en del que llevo hablándoos en las últimas entradas de esta biografía computeril

Así llegamos hasta la zona álgida de ese año noventa y siete.
¿Qué pasó en esas fechas para que se despertase en mi tal euforia?
Pues pasó el Diablo. Bueno, no. Ese es sólo un pequeño componente de la historia que pretendo contaros hoy.
Sucedieron también los “Días de juego de Madrid”. Jornadas roleras a las que también acudiría, pero que también representa un mero papel tangencial en las eventos que os voy a contar.
Pero me estoy precipitando y liándolo todo, así que centrémonos y vayamos por pasos.

El Diablo del que os hablaba por ahí arriba poco tiene de mitológico (salvo para algún que otro friki de la computación que lo adoran como si de un regalo de los dioses se tratase) sino de un juego de ordenador. Sí, “ese” Diablo, la criatura de los señores de Blizzard.
Lo cierto es que el juego había salido el año anterior, pero yo no lo vería hasta pasados unos cuantos meses de su advenimiento.

Fue verlo y decir... Vaya timo, esto es un Gauntlet mal hecho, sólo que en perspectiva isométrica. Con todo el bombo que le habían dado, verlo en funcionamiento fue más bien decepcionante. Ahí no había rol ni había nada. Era bonito, sí, pero después de jugar diez minutos con él me pareció un coñazo.
Pero, como las cosas son así, y las asociaciones de ideas van por donde les place, surgió en mí una pregunta trascendental: “¿Hace cuanto que no miro el tema de los emuladores?”
A lo que me respondí “Hey, igual algún generoso internauta se ha pegado el curro de pasar de-cinta-a-PC el Gauntlet del Commodore”. Incluso me atreví a aspirar a un poco más “Oye, igual hasta hay algún emulador completo-y-gratuito” (y no shareware como lo habían sido los que había encontrado en mis anteriores pesquisas)

Casi cinco años, amigüitos, durante un lustro, un quinquenio, o como prefiráis llamarlo, había tenido abandonada, latente y languideciendo en un pequeño recoveco de mi interior mi vertiente retro (el lo que tiene el rol, que cuanto te da, consume todo lo que le eches) Pero aún resistía, vive Crom que a aquel reducto de nostalgia aún le quedaban energías para continuar dando guerra durante mucho tiempo.

Primero lo retomaría con pasos tímidos. Recorriendo de nuevo los caminos ya conocidos y transitados. Pero luego llegaría de nuevo la audacia, la curiosidad y... y “esa” sensación que creía ya perdida: El “¿Y sí...?”
Desconfiando de la euforia proveniente de aquella nueva esperanza, fui un poco menos específico. Nada de “Gauntlet Commodore” en el buscador. Dejémoslo en “Gauntlet emulator”, a ver que sale.
Y vaya si salió algo. Salió esto: http://www.neillcorlett.com/mge/ bueno, no esta dirección exacta, sino esta otra: http://lfx.org/~corlett/ que ya no existe, pero el emulador y su autor son el mismo. El Gran (aunque tristemente desconocido) Neil Corlett y su M(ulti) G(auntlet) E(mulator)
Mi (re)despertar a la emulación había llegado en el día “D” y hora “H”. El amigo Neil había hecho el emulador ese mismo año. Y no sólo él. Otro montón de personas habían coincidido en sacar otro montón de emuladores para todo tipo de máquinas ese mismo año.

Amigos, el noventa y siete fue el año del BOOM de la emulación de recreativas y, como me parece muy mal tan magna fecha no aparezca en los libros de historia, en la siguiente entrada haré un repaso por su historia.

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