Biografía computeril: PCverso VII (Ventana sobre ventana)

Por Javier Albizu, 4 Junio, 2010
Pues sí, tras la larga espera, por fin estaban entre nosotros: Ventanitas de colores. No era la primera vez que Microsoft intentaba colarlas, pero las anteriores versiones no es que fueran malas, sino que eran más inestables que un demonio mal invocado en el Warhammer.
Pero bueno, como se suele decir, a la tercera parecía que era la vencida (más o menos, porque la primera versión que corrió como la pólvora, al menos por mi entorno, fue la tres punto uno)
Las malas lenguas hablaban de “copia”, “plagio” y “robo” (no, de taquiones no hablaba aún nadie, el advenimiento de ROB se había producido, pero aún no se había terminado de asimilar toda su Genialidad en toda su magnificencia) pero sólo hablaba la envidia. Que las teclas rápidas fuesen las mismas que las del MacOS no era casualidad, nada tenían que ver el azar o la mala praxis. El señor Gates, en su magnanimidad se había apiadado de los pobres usuarios de Mac y les había permitido hacer las cosas de la misma manera, así no perdían tiempo aprendiendo el nuevo sistema (más adelante les daría una “Tecla Windows” en homenaje a la “Tecla Manzanita” para hacerles aún más sencilla la adaptación)
Aquel Windows primigenio cabía en ¡cuatro disketes! (más los tres que eran necesarios para instalar el MsDOS, que sin él no podíamos hacer nada) y podía hacer cosas increíbles. Podías instalar de manera gráfica y sencilla cualquier dispositivo, ya fuese un CD o una tarjeta de sonido (claro está, sí antes las habías configurado en los archivos de configuración de DOS)
Seguías sin poder cargar las cosas adecuadamente en memoria ¿Quién necesita más de seiscientos cuarenta Ks de RAM de base? Podías arrancar los juegos haciendo doble click desde tu administrador de archivos (otra cosa es que funcionasen)
Pero bueno, no todo eran innovaciones imprescindibles y alucinantes. También había pequeñas concesiones, inútiles para los usuarios de PC de toda la vida, pero utilizadas por los caprichosos usuarios de Mac como el porta papeles para copiar texto entre aplicaciones o (paparruchas) programas creados para el entorno gráfico. Eso no eran cosas para hombres, sino para vagos que lo querían todo mascadito. Para nenazas (… como yo) Los hombres de verdad usaban linea de comandos y, los superhombres Unix. Linux empezaba por aquellos tiempos, pero yo aún estaba lejos de que ni siquiera me sonase el nombre.

Así pasaría del Word Perfect al Word (a secas, que no sería “perfect” pero era mucho más cómodo) del Musicator para Dos al Pro 4 (un diskete), Encore (dos) y Finale (tres disketes. Entonces si que tenían que currárselo para hacer los programas) al Cubase y el Logic aún les quedaba tiempo para aparecer para PC). Aparte de eso programas también usaba... también usaba... vaya, parece que no usaba ningún otro programa (y no os creáis que a los que he mencionado les daba mucho uso). Por lo demás, tampoco es que jugase demasiado al PC. La MegaDrive aún seguía por casa, pero estaba en la habitación de uno de mis hermanos y había caído un poco en desuso, así que mi única vía de escape jugón era la Game Gear (y el rol tradicional, que casi había copado mi tiempo de recreo y esparcimiento)

Mientras hacía la PSS y, gracias al una versión primitiva del spam que consistía en mandar faxes de publicidad de cualquier cosa a todo cristo, llegaría hasta la tienda publicidad de una gente de Madrid que vendía ordenadores a unos precios de los más razonables. Así que me animé a hacerme con uno (y logré convencer a mis dos hermanos para que me echasen una mano para pagarlo).
Así me haría con mi primer ordenador (pagado con mi dinero): Un fantabuloso 486 DX2 66 con un monitor SVGA de catorce pulgadas y ocho megas de Ram y doscientos diez de disco duro.

La cosa prometía, aunque empezó con un pequeño problemilla: Sólo venía con un diskete y este diskete traía sólo el command.com (de algún lado tenían que rascar ese precio) En aquel momento me sentí de nuevo como aquel lejano día con el primer Commodore, esperando a que... no sé, que hiciese algo, lo que fuese.
Pero bueno, esta vez ya tenía un poco más de callo y logré hacerme con una copia de los disketes de instalación del MsDOS 6.20 y del Windows 3.1 (ya que con el ordenador que había comprado la tienda no venían los discos para reinstalar el sistema) y liándome la manta a la cabeza me curre la instalación completa desde cero (previa brasa a los colegas “ilustrados” sobre cosas como un fdisk y demás)

Aún me quedaban algunos miedos electrónicos por superar, pero aquel fue un gran paso para mi. Pero eso os lo iré contando otro día.

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