Biografía fabuladora

Biografía fabuladora
Escribir o no escribir, esa no es la cuestión sino una actividad. Una labor en ocasiones desagradable. Una llena de sinsabores. Frustrante como pocas. Reiterativa y recursiva como ninguna otra. El hecho de que nos encontremos en la tercera iteración de esta biografía no deja de ser una prueba fehaciente de ello.

El “quid” tampoco está en narrar o dejar de hacerlo. Se trata más de un requerimiento. De un obstáculo a superar. De una obligación si lo que buscamos es la interacción.

La dicotomía entre fantasear o ceñirse a “lo real” (sea lo que sea eso) puede que se acerque un poco más al corazón del asunto, aunque tampoco termina de dar en el blanco. Fabular… por otro lado (y pese a las conclusiones que se podrían sacar a partir del epígrafe bajo el que se publica todo esto)… tampoco es el tema. Demasiado ambiguo. Demasiado dependiente de la interpretación de quien lee la palabra.

Lo importante son las historias. Lo son a todos los niveles. Tanto las que tienen lugar ante los ojos y oídos del receptor como las que han acontecido más allá sus fronteras. No tienen mayor relevancia unas que otras. Porque no es más importante lo que se cuenta que el cómo se hace. Porque, en ocasiones, puede llegar a ser más interesantes saber del camino recorrido que del destino que se ha alcanzado. Saber de los errores cometidos y de los obstáculos superados en lugar de centrarse en el resultado en sí mismo. Obtener esta clase de conocimiento puede resultar más enriquecedor tanto para uno mismo como para quien se encuentra “al otro lado”.

Las historias nos acompañan a diario. Formamos parte de ellas lo queramos o no. Forman parte de nosotros sin que lleguemos a ser plenamente conscientes de sus respectivos contextos. Lo impregnan todo. Les debemos todo lo que somos y lo que nunca llegaremos a ser. Todo a cuanto aspiramos y cuanto evitamos. Todo lo que aborrecemos e idolatramos.

Una vez dicho esto, permíteme que me presente. Hola, me llamo Javier Albizu y, en un acto de ostentación de mi capacidad para soltar obviedades, me dispongo a proclamar que creo historias.
Seguro que nadie lo ha visto venir.

Junto palabras de una manera anárquica. Las hacino unas sobre otras tratando obtener frases comprensibles. Lo hago en un intento por dotarlas de coherencia y contexto. Aspirando a que sus formas y sonidos logren despertar emoción y / o / u comprensión en quienes las reciben.

Me gustaría decir que entre mis múltiples aficiones se encuentra la de la escritura. En serio. Me encantaría decirlo. Pero mentiría. A nada que hayas estado un poco atento te habrás dado cuenta de que tal afirmación entraría en conflicto directo con parte de lo anteriormente expuesto.

Aun así, siempre vuelvo a ello. No importa durante cuánto tiempo lo deje, siempre termino regresando hasta la pantalla en blanco. Me sumerjo una y otra vez en esta espiral de agonía marcándome objetivos que sé imposibles de cumplir. Fracaso tras fracaso siempre regreso para arrojarme a esta vorágine masoquista. A este bucle infinito de inseguridades y angustia existencial.

Sí. De vez en cuando también me pongo hiperbólico y melodramático. También tiendo al circunloquio y la repetición. Nunca sé cuándo ha quedado claro lo que pretendía contar.

Si te preguntas acerca de las razones que me llevan a regresar una y otra vez, mi respuesta cambiaría dependiendo del momento en el que me pilles. Así pues, podría decir muchas cosas, pero tampoco es que se trate de algo que yo mismo tenga demasiado claro. Hay tantas razones a favor y en contra, tantas respuestas posibles, que no soy capaz de decantarme por ninguna de ellas.

Si me pides que escoja alguna te mandaré a paseo pero, dado que aquí el que está preguntando soy yo, supongo que optaré por un “lo hago porque se trata del menor entre muchos males”. Porque, de no hacerlo, aquellas ideas e historias que sólo habitan en mi cabeza jamás serían contadas (que esto sea algo bueno o malo escapa al ámbito de esta disertación).
Podría decir que lo hago porque como orador mis carencias son aún mayores.

Porque, ¿qué le vamos a hacer? Por más que las maltrate, por más que se pierda en la traducción, mis historias me gustan. Deseo que lleguen hasta otros y mucho más. Busco a gente con las que hablar acerca de ellas.

Otra pregunta que nos podríamos hacer podrían ser… ¿cómo has llegado hasta aquí?

Y ahí comenzaríamos a acercarnos al meollo del asunto. Al quid de la cuestión. A la excusa sobre la que se construye esta “Biografía fabuladora”.
Porque, por más que habiten en mi cabeza, no todas estas historias son “ficticias”. El mundo está lleno de historias. Nuestro pasado también está llena de ellas. Por algo “la Historia” tiene ese nombre. Cosas del lenguaje, supongo.

Porque todos somos eso; historias. La suma de las elecciones que hemos tomado y la consecuencia más o menos indirecta de las decisiones que han tomado otros. De nuestros errores y aciertos.

Vayamos pues hasta la última pregunta:
¿Qué pretendes con todo esto?

Dado que me he dedicado a divagar un poco, supongo que esta es una pregunta pertinente. Las cosas han de tener una razón de ser, ¿no? Un motivo. Una aspiración.

Pues bien. Mi propósito es hablar de la historia y de las historias. De las que creado y las que he vivido. De aquellas que han confluido e influido en mi camino. Busco que mis errores sirvan para algo. Que aquellos que lleguen hasta aquí con unas dudas similares a las que me han asaltado a lo largo de mi trayectoria vital sepan que no están solos. Ahorrarles, si está en mi mano, el cometer algunos de los errores que he cometido.

Así pues, aquí he venido a hablar del cómo y el quién(es). Acerca del camino. Del mío en concreto y del de quienes me han precedido. De aquello caminos que se han cruzado con el mío de forma más o menos directa. De aquellas historias con las que he convivido de alguna manera. De cómo me ha afectado a mí, a mi manera de ver el mundo, y a mi manera de construir historias.

Todo un tanto ambiguo, lo sé.

En fin. Contaré lo que cuente de la mejor manera que sepa.
Porque no puedo hacer otra cosa.

Javier Albizu

Biografía fabuladora I: Pre-Historia

Biografía fabuladora I: Pre-Historia
¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?

O lo que es lo mismo ¿Por dónde empezar?
Empezaremos por… antes del principio. Por el tiempo antes del tiempo. Al menos antes de “mí” tiempo. Porque no todas las historias que nos impactan son propias, contemporáneas a nuestras existencias. No todas son “reales” ni todas ellas son “ficticias”. No todos los autores sobre cuyo legado construimos el nuestro han vivido lo mismo que nosotros.

Empiezo divagando. Vaya novedad.
Pero, bueno, antes de continuar (empezar), vayamos con una pregunta retórica sin demasiada relación aparente:
¿Puede uno tener recuerdos de tiempos que no vivió?

La respuesta, por supuesto, es “sí”.
Bueno. Depende.
Depende… de ti (y de las historias… y de lo que se considere un recuerdo).

Empezamos bien.

¿Y a cuento (guiño, guiño) de qué viene todo esto?
¿Qué tiene que ver con “el tema” de la historia y la pre-historia?
Dame un segundo. A ver si soy capaz de llegar hasta él.

Todos poseemos “recuerdos heredados” de una u otra manera. Hechos transformados en historias. Ecos de las vivencias de otros. Imágenes y experiencias reflejadas. Eventos procesados por nuestra percepción del mundo. Interpretaciones propias de las vivencias ajenas. Aproximaciones personales hacia universos que nacieron en las mentes de otros, pero que no podemos evitar el hacer nuestros.

Con todo esto supongo que quiero decir…

¿Quién soy?
¿De dónde vengo?

Si alguien insertase una sonda entre las memorias de mis primeros años mientras me pregunta acerca de los recuerdos más viejos que conservo, cuando se adentrase en los territorios del ocio y la ficción no encontraría imágenes en movimiento. No encontraría entre ellas deportes, cine o televisión. A buen seguro, lo primero con lo que se encontraría sería con un gran número de figuras estáticas acompañadas por globos rellenos de texto. Portadas y viñetas pertenecientes a obras creadas antes de mi nacimiento. Tebeos cuya publicación dentro de nuestro territorio precede a mi llegada hasta él1.

Por otro lado, acceder hasta las memorias de nuestros primeros años no deja de ser un ejercicio fútil. En mi caso, y por más que trato de hacer memoria, la mayoría de los recuerdos asociados con estas “historias heredas de los primeros días” son ciertamente vagos. Aquellos que han logrado sobrevivir hasta la persona en la que me he convertido me resultan muy difíciles de ubicar cronológicamente. No se trata únicamente de que no sepa a qué edad aprendí a leer o a la “edad” de las propias obras, si no a que no encuentro nada a lo que anclarlos. La gran mayoría de estos “magdalenazos primigenios” pertenecen a la casa de mis abuelos paternos. A veranos que se mezclan.

Así pues:

¿Cuándo vi por primer vez aquellas imágenes?
¿Cuándo fui capaz de leerlas?
¿Cuántas veces leí cada una de aquellas historias?

A su vez, cuando me da por pensar en ciertos aspectos relacionados con estas obras me surgen toda una nueva serie de dudas. Cuestiones que no se relacionan únicamente con el tema cronológico (que también) y nostálgico, si no que se extienden hasta el logístico e industrial. Hasta temáticas que se intersectan y adquieren sus sus propias historias. Hasta los intereses de mi yo de hoy.

Porque, veamos. Ante la enorme cantidad de editoriales2 que sacaban material, ante todas las reediciones que han existido de algunas de ellas, ante todo lo que he leído e investigado con posterioridad, no sé hasta qué punto me puedo fiar del recuerdo del dibujo de una portada o una rotulación en concreto.

¿Cómo puedo saber en qué momento llegaron aquellas cosas hasta mis manos?
¿Cómo puedo saber si realmente fueron “heredadas”?
¿En qué momento fueron compradas?

Es más (y regresando a mis intereses presentes):

¿Cuántas distribuidoras había?
¿Cómo funcionaba la distribución durante aquellos días?
¿Era posible encontrarse en un kiosko cualquiera (o en una librería, o en un estanco) un tebeo publicado diez años atrás?
¿Qué tirada se hacía de cada ejemplar?
¿Existía algún tipo de política de devolución?

Lo único que puedo hacer es suponer. Asumir que, dentro de margen razonable, existe la posibilidad de que fuesen heredadas de padres, tíos y, viendo algunas fechas de publicación, es probable que incluso abuelos.

Porque, admitámoslo, nuestros padres y abuelos también fueron jóvenes y, oh sorpresa, también tuvieron sus propias aficiones. También necesitaban de pequeñas distracciones que les proporcionasen momentos de levedad en tiempos muy diferentes a los que nos ha tocado vivir. Quizás aquellas vivencias tuviesen lugar en “otro mundo” que nos resulta desconocido, pero eso no les convierte en seres tan diferentes de nosotros. Quizás viviesen dentro de un contexto en el que se carecía del acceso a recursos y privilegios que hoy consideramos básicos y damos por sentados pero, los más afortunados, también tenían a su disposición pequeñas píldoras de escapismo. Portales mágicos hacia otros lugares que terminarían en nuestras manos. En nuestras memorias.

Llevo mucho tiempo pensando en cómo afrontar la narración de esas historias, y he tenido alguna que otra conversación con ellos a este respecto… pero finalmente he optado por no hacerlo.

Por un lado, este no es el lugar más adecuado para ello. Por otro, no tendría que ser yo quien las cuente. No tendría que ser yo quien elija las palabras. No tendría que ser yo el filtro a través del que lleguen hasta otros. Si algún día doy con la tecla adecuada, haré que sean ellos mismos quienes las cuenten.

En fin.
Hasta que llegue (si es que llega alguna vez) ese momento… supongo que seguiremos con lo que sea en lo que termine convirtiéndose esto.

Enlaces:

1. Memorias de otros tiempos
- El hombre enmascarado (1944)
- Hazañas bélicas (1949)
- Capitán Trueno (1956)
- Tintin - Editorial Juventud (1958)
- El Aguilucho (1959)
- Pumby - Editorial Valenciana (1959)
- Películas Disney (1964)
- Steve Pops, Operación Relámpago - Editorial Oikos-tau (1967)
- Daredevil / Dan Defensor - Editorial Vértice (1969)
- Mortadelo y Filemón - Editorial Bruguera (1971)
- Tex – Buru Lan Editores (1971)
-
Conan - Editorial Vértice (1972)
- Jinete Fantasma - Editorial Vértice (1972)
- Lucky Luke - Editorial Bruguera (1972)
- Sir Tim O`Theo (1973)
- Tumbita (1973)

2. Editoriales
- Ediciones Vértice en Wikipedia
- Ediciones Vértice en Tebeosfera
- Vértice, la editorial que popularizó los cómics de Marvel en España
- Editorial Bruguera en Wikipedia
- Editorial Bruguera en Tebeosfera
- Editorial Valenciana en Wikipedia
- Editorial Valenciana en Tebeosfera
- Ediciones Manhattan en Tebeosfera
- Editorial Ferma en Wikipedia
- Editorial Ferma en Tebeosfera
- Producciones Editoriales en Wikipedia
- Producciones Editoriales en Tebeosfera
- Editorial Novaro en Wikipedia
- Editorial Novaro en Tebeosfera
- Ediciones Recreativas en Tebeosfera
- Hispano Americana de Ediciones en Wikipedia
- Hispano Americana de Ediciones en Tebeosfera
- Editorial Maga en Wikipedia
- Editorial Maga en Tebeosfera
- Ediciones Toray en Wikipedia
- Ediciones Toray en Tebeosfera
- Editorial Juventud en Wikipedia
- Editorial Juventud en Tebeosfera
- Oikos-Tau Ediciones en Tebeosfera
- Buru Lan Ediciones en Wikipedia
- Buru Lan Ediciones en Tebeosfera

Javier Albizu

Biografía fabuladora II: El papel de la palabra

Biografía fabuladora II: El papel de la palabra
Como ha podido deducir el sagaz lector a partir de los datos de la anterior entrada, tengo una cierta filia por los tebeos desde siempre.
Sí. Me sigo refiriéndome a ellos como “tebeos” en la intimidad.
No. La batalla semántica1 que se ha ido construyendo alrededor de esta palabra no podría importarme menos.

Dicho esto, no deja de parecerme curiosa la manera en la que evoluciona el lenguaje. Las historias que se crean a su alrededor. Cómo la pronunciación de un acrónimo que realmente no significa nada termina convirtiéndose en algo que define un medio. Cómo se podría trazar una simetría entre su historia y el camino recorrido por el término “Comic” allende los mares hasta convertirse en lo que es hoy en día.

Porque “Comic” viene de las “Comic Strips”. Esto es; de las “tiras cómicas” que aparecían en los periódicos. O lo que es lo mismo, en origen tenía una traducción literal. Tanto es así que algunos se referían a ellos también como “funnies”.
Curiosamente, lo que terminó por desaparecer de aquella expresión fue la parte que podría ser más “representativa”. La parte de “tira” que se podría interpretar como una referencia hacia su secuencialidad.
No hay quien entienda a estos humanos.

Por supuesto, la cosa no termina ahí porque, más adelante, y una vez alejadas del entorno de la prensa, el camino del palabro / concepto continuaría. Con el trasvase de soporte las “tiras” pasarían a ser conocidas como “Comic Books”, o “Comic magazines” (y, mucho más tarde, Webcomics. Así, sin separación alguna entre las palabras). Esto es; libros y revistas… cómicas… pero no. Al final se quedaron con la parte “cómica”… solo para cambiarle el significado. Un “Comic” no tenía que ser necesariamente “humorístico”.
Lo dicho. No hay quien entienda a estos humanos.

Pero el camino no terminaba ahí. Porque, por supuesto, no todo el mundo se sentía representado por término / concepto. Había autores que consideraban que aquella palabra no servía para describir lo que ellos hacían o querían hacer. También había gente que afirmaba que, pese a hacer lo mismo que el resto, su obra era algo “todo_nuevo_todo_diferente”.
Lo que ellos hacían era algo serio o provocador. Algo elegante o elevado. Algo “adulto”. No una cosa “para niños”. Y es posible que parte de aquella gente tuviese una intención sincera, pero también había una necesidad de “establecer una marca”. Algo orientado hacia el marketing. La “necesidad” diferenciar “lo suyo” de lo que hacía el resto. Lo necesitaban para salir del “gueto” y aspirar a ligas mayores.
Porque, por supuesto, el problema radicaba en la palabra utilizada, no en la obra.

Pero no. Aquello no servía esto para cambiar el significado real del “tebeo”, el “cómic”, el “manga” o el “fumetti”. Lo que hacían podía ser englobado dentro de aquellas palabras de las que tanto trataban de alejarse.

Siempre me ha parecido que el nacimiento de conceptos como los de “novela gráfica”, “línea clara” o “álbum europeo” hablan más de quienes introdujeron estos términos que del medio en sí mismo. De los complejos que arrastraban asociadas al medio. De su visión personal o de negocio. De un intento por tratar de establecer un orden jerárquico. Una nueva magnitud.

De cualquier manera, todo esto no deja de venir dado por sus propios contextos. Porque, lo queramos o no, vivimos en sociedad, y las sociedades y sus constructos culturales pueden llegar a ser muy puñeteras.

Por otro lado, claro está, más allá de los términos que he usado hasta el momento, a buen seguro cada país tiene su propia manera de referirse a ellos. Cada palabra tendrá su propia historia. Una historia que tendrá menos que ver con su significado original que con el que ha ido adquiriendo con el transcurrir de las décadas.

Por supuesto, nada de esto es algo exclusivo del mundo del tebeo. Es algo que se extiende a todos los contextos humanos. Cada persona tiene su propia interpretación de las palabras, y rara vez los diccionarios sirven para zanjar ciertas discusiones.

Porque no es lo mismo decir “dibujos animados” que “cine” o “película”. Según a quién le preguntes, te dirá que una cosa no está contenida dentro de la otra. Que no es lo mismo “el anime” que “la animación”. Todo el mundo sabe que los dibujos son para niños. Cada medio es algo limitado definido por sus primeros exponentes. Lo que hizo Tron no eran “efectos especiales” porque usaban ordenadores2.

En fin, me desvío y me disperso.

Pero, a lo que iba. Por más que pueda parecerlo, este no es un tema sencillo. Si algo evoluciona lo suficiente termina por convertirse en otra cosa. La pregunta es… ¿en ese momento también rompe con su legado? ¿Rompe todo lazo con el sustrato de que le precedió? ¿Las obras y medios que fueron sus cimientos dejan de formar parte de su esencia? ¿Toda evolución implica el surgimiento de algo “nuevo”? ¿Cuánto de esto es mercadotécnia y cuánto evolución espontánea del lenguaje?

Pues, igual que con todo lo referido al lenguaje, todo dependerá de a quién le preguntes. Dependerá de la obra. Dependerá del momento, el lugar y el contexto en el que se formulen las preguntas.

Al final las palabras no dejan de ser algo traicionero. El lenguaje es… lo que es. Lo único que tenemos. Para unos será un mal necesario. Algo a controlar. Para otros será algo evocador. Una fábrica de caos y ambigüedad. Algo inexacto e incontrolable.

Las palabras hablan más acerca de quien las pronuncia que de los conceptos a los que se refiere pero, al mismo tiempo, su significado depende por entero del receptor.

Vaya. Igual que las historias… que están compuestas de…

En fin. Tanta palabra solo para terminar diciendo que, por lo que a mí respecta, no hay ninguna intención “reivindicativa” en el uso del término “Tebeo”. Cada cual se puede referir a ellos de la manera que le resulte más natural.

Tanto texto para terminar diciendo tan poco.

Enlaces:

1. Los muchos nombres de …
- Tebeo en la RAE
- TBO en Tebeosfera
- TBO en el buscador de Tebeosfera
- TBO en la Wikipedia española
- TBO en la Wikipedia inglesa
- Cómic en la RAE
- Historieta - Cómic en la Wikipedia española
- Cómic en la Wikipedia inglesa
- Historieta en la Wikipedia inglesa
- Comic book en la Wikipedia inglesa
- Comic strip en la Wikipedia inglesa
- Sunday comics en la Wikipedia inglesa
- Novela gráfica en la Wikipedia española
- Novela gráfica en la Wikipedia inglesa
- Manga en la Wikipedia española
- Manga en la Wikipedia inglesa
- Manhua en la Wikipedia española
- Manhua en la Wikipedia inglesa
- Fumetti en la Wikipedia española
- Fumetti en la Wikipedia inglesa
- Bande dessinée en la Wikipedia española
- Bande dessinée en la Wikipedia inglesa

2. Tron
- Tron en Wiipedia
- Tron en IMDB

Javier Albizu

Biografía fabuladora III: Érase una vez

Biografía fabuladora III: Érase una vez
Tras tanto preámbulo, supongo que ha llegado el momento de empezar con esta cuento. Así pues, comencemos de la forma canónica. Ciñámonos al arquetipo. Demos inicio a esta historia con un…

Chica conoce chico.
Chico se casa con chica.
Chica y chico son padres en el setenta y uno.
Chico y chica son padres por segunda vez en el setenta y tres.
Niño número dos nace en un hospital de Pamplona.

Como supongo que habrá sido capaz de adivinar el sagaz lector, yo soy el niño número dos (de tres).

El el momento de mi nacimiento mi padre tenía veintinueve años y mi madre… diremos que alguno menos (no por apelar a su dignidad, sino porque soy un desastre con las edades y ella no acostumbra a anunciar ese dato con la misma frecuencia que su partenaire).

Antes de llegar hasta este momento (y supongo que entre otras muchas ocupaciones), mi madre había sido:
- Maestra rural.
- Dependienta de una tienda de ropa (porque la educación siempre ha sido algo muy valorado dentro de nuestra sociedad)

Por su parte, mi padre había ejercido de:
- Pastor de cerdos.
- Trabajador de una fundición.
- Músico ambulante en bicicleta.
- Electricista.
- Músico de la orquesta “Los Diamantes”1.
- Vendedor de cassettes a gasolineras.

Más allá de este breve currículo, en el momento en el que da inicio esta historia, ambos habían abandonado las villas que les viesen nacer para mudarse a Alsasua2. A la urbe en la que se convertirían en los propietarios y residentes de la sala de fiestas “Paraíso”.

Efectivamente y sí. Vivían (vivíamos) en la sala de fiestas (aka “discoteca”). En la buhardilla para ser más exactos. Muy probablemente, y si nos ponemos técnicos, el primer suelo sobre el que se posaron mis pies (y el resto de mi cuerpo) fue aquel. De ser yo alguien dado a la frase ocurrente y el chascarrillo fácil, podría decir que el primer firme sobre el que me apoyé fue el del Paraíso. Pero, al no ser yo alguien que practique tales aficiones, te ahorraré semejante carencia de originalidad.

En fin.

Sí, mi primer hogar fue una discoteca. Como consecuencia de esto, suelo bromear diciendo que sólo he pisado ese tipo de locales para dormir o para trabajar… aunque he de reconocer que esta afirmación no puede ser considerada como un hecho objetivo. Quizás no haya pruebas gráficas que puedan demostrar este desliz, pero esto no convierte tal afirmación en algo cierto. Porque no recuerdo haber dormido allí, esta parte solo la conozco de oídas, pero sí que recuerdo haber visitado aquel lugar con otros intereses más lúdicos. Recuerdo haber visitado aquella discoteca para beber. Más concretamente; para beber batidos por la gorra.

Nepotismo, es mi síndrome.

Pero, bueno. Como decía, no recuerdo haber dormido en la sala de fiestas. Y no lo recuerdo porque nos mudamos antes de que fuese capaz de generar recuerdos permanentes. Nos mudamos hasta una casa. Hasta otro edificio de la misma villa. Hasta el local dividido en dos. Por un lado estaba la vivienda, por otro “Musical Tomás”; el nuevo negocio que, sin abandonar el viejo, había montado mi padre. Con esto, pasábamos de “vivir sobre un trabajo” a “vivir pegados a otro”.

De cualquier manera, en lo que a mí respectaba cualquiera de ellos no dejaban de ser centros de ocio. El trabajo seguía siendo algo “de otros”. Aún quedaba muy alejados de mis pensamientos conceptos como nóminas o llegar a fin de mes. Mis intereses, necesidades y preocupaciones eran otros.

El dinero llegaba a casa mágicamente, y la porción de aquello que se posaba sobre mis manos era dilapidado en la oferta local. En un mundo muy pequeño. Dentro de una realidad que tampoco llegaba a comprender. Mis prioridades, como las de cualquier otro niño, no atendían a contextos ni lógicas. Estoy convencido de que aquel “mundo mágico“ y el recuerdo que conservo de él tiene muy poco que ver con el que recuerdan mis padres (o mis hermanos).

Porque aquellos tiempos que apenas conocí pertenecían a “otro mundo” a varios niveles. Los días transcurrían en un universo pre-internet, pre-negocios especializados y… pre… preocupaciones. Un universo en el que habitaría durante gran parte de los primeros ocho o nueve años de mi existencia.

Y añado ese “gran parte” y no “la totalidad de aquel periodo” porque no todo “mí” tiempo transcurrió en Alsasua. Mi infancia más remota se repartió también en otras dos ubicaciones geográficas; Araia (el pueblo de mi padre) y Ecay (el de mi madre). Dos lugares donde, al igual que el primero, puedo encontrar ciertos emplazamientos cuyas coordenadas se encuentran más cercanas a los territorios de lo emocional que a los de lo real3.

Porque aquellas fueron unas realidades que, a pesar de haber sido habitadas sumido en la feliz ignorancia, quedaron parcialmente grabadas en mi imaginario. Partes de su legado permanecen fijadas en mi mapa mental y sentimental. Porque quizás yo no haya leído a Proust, pero sí que empatizo mucho con su gusto por la repostería4.

Así pues, aquellos años iniciáticos sirvieron para comenzar a alimentar mi mente. Para ir llenándola de recuerdos. De memorias muchas de las cuales se encuentran asociadas a lugares muy concretos.

No deja de sorprenderme y resultarme curiosa la manera en la que funcionan la memoria y la nostalgia. Lo sencillo que me resulta recorrer sus calles a través de la visión de satélite para llegar hasta los fantasmas de aquellos lugares. Lo natural que me resulta saber hacia dónde he de dirigirme desde casa. Dónde he de girar para llegando hasta cada uno de ellos.


Lugares que existen y que no

Solo he tenido que ubicarme en mi segundo hogar y seguir unos recorridos que parecen formar parte de mi ADN. Con esto, una vez realizados estos recorridos, y marcados los lugares con sus… X… cuadradas, si miro la foto de izquierda a derecha, puedo ver que el kiosko que visitaba aún existe. Que el taller de recreativas que se encontraba junto a la vaquería ya no. Que de la librería solo queda un espectro. Que del salón de juegos y el otro kiosko ya no queda ni siquiera eso.

Como decía, aquellos eran tiempos más sencillos. Los lugares que recuerdo eran principalmente mis fuentes de ocio (aunque también guardo el recuerdo los caminos que llevaban hasta los distintos colegios en los que comencé a formarme, la casa de uno de mis amigos, la tienda de deportes de su tío o la sala de fiestas). No sé qué sensación es la que me impacta con mayor fuerza. Si es la sorpresa que me provoca que uno de aquellos lugares aún parezca mantenerse en pie, la duda que me genera el no encontrar nada en los lugares donde “deberían estar” aquellos que ya han dejado de existir o la tristeza de ver que uno de ellos se encuentra en una situación de indefinición entre ambos estados.

Sea como fuere. Nuestro camino ha de llegar hasta un nuevo y breve alto antes de continuar.
¿Con qué nos sorprenderá nuestro héroe la semana que viene?

Enlaces:

1. Los Diamantes

2 Alsasua

3. Otros lugares (seguramente ficticios)
- Araia
- Ecay

4. De repostería y otros asuntos
- Devolvedme mis magdalenas (cabrones)
- Devolvedme mis magdalenas (cabrones) II (La secuela binaria)

Javier Albizu

Biografía fabuladora IV: De momentos y lugares

Biografía fabuladora IV: De momentos y lugares
En anteriores capítulos de “Biografía fabuladora”1:

...por más que trato de hacer memoria, la mayoría de los recuerdos asociados con estas “historias heredas de los primeros días” son ciertamente vagos. Aquellos que han logrado sobrevivir hasta la persona en la que me he convertido me resultan muy difíciles de ubicar cronológicamente.

Muy bien. Sigamos desde ahí.

Por más que esto sea cierto, no es menos cierto que, al mismo tiempo, una gran parte de esas historias sí que puedo asociarlas a ciertos lugares. Con espacios físicos… de los que, en su gran mayoría, tampoco guardo una imagen muy clara.

Si me pongo a ello, puedo recordar con cierto nivel de detalle la distribución de mi primera casa. Puedo hacer un esquema en el que se muestre la disposición de las habitaciones. Hacia dónde llevaba el pasillo central. La situación de los sofás y la tele en el salón. A qué pared daba la mesa de la cocina. La distribución de la tienda. Hay ciertos detalles que no terminan de cuadrar cuando trato de crear el esquema completo del tirón en mi cabeza. Piezas que, por separado, son correctas pero que, a la hora de montar el puzle, no soy capaz de lograr que encajen. Que no consigo “rotar” mentalmente por más que sepa que era imposible que fuesen tal y como las encajo entre mis neuronas. Por otro lado, si me pongo con un papel delante, la cosa sale con bastante fluidez. Esas inconsistencias mentales permanecen, y generan una cierta extrañeza al ver el dibujo final, pero sé qué parte es la que está mintiendo. Cosas de la memoria.

Eso sí, no me preguntes por formas o colores, esa es una información acostumbra a desaparecer de mi memoria. Esta es una carencia que no solo se aplica a los recuerdos lejanos. Salvo que me dedique a memorizar este tipo de detalles conscientemente, rara vez duran mucho ahí dentro. A su vez, una vez memorizo el detalle eso es lo único que queda. Una serie de elementos inconexos incapaces de conformar un todo cuando trato de unirlos. Mis engranajes mentales funcionan asín.

Pero me estos saliendo del tema. Regresemos al asunto original.

Si repasamos el listado de tebeos que compartía en esa entrada, la división resultante entre cada uno de ellos y el entorno al que los asocio quedaría tal que así:

Araia:
1944 - El hombre enmascarado
1949 - Hazañas bélicas
1956 - Capitán Trueno
1964 - Películas Disney
1967 - Steve Pops, Operación Relámpago - Editorial Oikos-tau
1969 - Daredevil / Dan Defensor - Editorial Vértice
1971 - Mortadelo y Filemón - Editorial Bruguera
1972 - Conan - Editorial Vértice
1972 - Jinete Fantasma - Editorial Vértice
1973 - Sir Tim O`Theo

Ekay:
1959 - El Aguilucho

El resto:
1958 - Tintin - Editorial Juventud
1959 - Pumby - Editorial Valenciana
1972 - Lucky Luke - Editorial Bruguera
1973 - Tumbita

se encuentran más difusos en mi memoria.

La división de personajes no deja de ser un tanto arbitraria porque, por ejemplo, no recuerdo haber leído nunca un tebeo entero de Tumbita o un tomo dedicado a Sir Tim O`Theo. La imagen que conservo del primero siempre ha ido unida a las contracubiertas de los tebeos de Vértice. Dado que aquello dejó de publicarse en el setenta y cuatro, todo parece apuntar a que ninguno de aquellos números fue comprado con la intención de que yo lo leyese.

Claro está, como también indicaba en la primera entrada, aquí tenemos ciertas incógnitas irresolubles. Porque, por más que en la actualidad las tiradas tienden a tener una vida muy corta, las comunicaciones (y muy probablemente las tiradas) en aquella época eran muy distintas. Si las devoluciones no estaban a la orden del día, igual un tebeo se pegaba en u kiosko varios años.

A su vez, en aquellos días dudo que se pensase en el coleccionista o el completista, y el nivel de especialización de los vendedores finales dudo que fuese muy elevado. A buen seguro los kioskeros se tragaban lo que les llegaba en el paquete de la distribuidora sin entrar al detalle de si había huecos en la numeración. Durante bastantes años tras asumir el consumo de ficción en viñetas como una de mis aficiones “conscientes”, si no conseguía el ejemplar de alguna colección en el mes de su publicación, podía dar aquel número por perdido (salvo que la distribuidora lo volviese a poner en las tiendas los sobrantes de las tiradas en un retapado). Pero desconozco cómo sería la situación antes de aquello.

Regresando al listado, tanto a Tintín como a Lucky Luke o Pumby los asocio con lugares más alejados. El primero a una casa en la que pasamos unas vacaciones. El segundo a Fustiñana; el pueblo donde mi madre iba a recibir tratamiento para su hernia de disco.
También recuerdo asociado a una casa ajena mi primer contacto con el cowboy de Morris y “El Jueves”2. No sé si estos tres encuentros serían concurrentes o si coincidirían con mi primer acercamiento a Tintín pero, de ser así, en ese caso ya estaríamos adentrándonos en los ochenta (lo que también lo vincularía con la época fustiñanesa)

Para terminar, supongo que la falta de asociación de Alsasua con los tebeos, y su aglutinación en Araia, tiene cierto sentido. Ekay era (es muy pequeño) y nunca llegó a tener una tienda expendedora de tales lujos. Por lo que me cuenta mi madre, en los tiempos previos a mi nacimiento tenían un pequeño ultramarinos llevado por un matrimonio de Irutzun, e incluso un colegio, pero yo nunca conocí ninguno de estos establecimientos.

Bueno, miento. La antigua escuela se terminó convirtiendo en “la sociedad” del pueblo. El lugar en el que los esposos esperaban a sus señoras mientras estas iban a misa, y uno de los centros de ocio principales durante las fiestas del pueblo.

Por su parte, Araia es un pueblo más grande. Un pueblo con su ayuntamiento (donde se encontraba también la biblioteca), su cine, plaza, “practicante” (médico), “cooperativa” y… tienda de chucherías (y tebeos). Mi padre y tíos tenían un acceso más cómodo a según qué tipo de ocios.

De cualquier manera, guardo recuerdos y sensaciones similares de los primeros tebeos que llegarían hasta mis manos publicados después de mi nacimiento. En su gran mayoría estos se encuentran vinculados a Araia… y para aquel entonces dudo que mis tíos siguiesen viviendo en cada de mis abuelos.

Pero todo es muy vago. En su gran mayoría apenas conservo algún recuerdo de sus historias. Solo sensaciones e imágenes mezcladas y descontextualizadas que no servirían que nadie llegase a hacerse una idea acerca de sus tramas.

No recuerdo ninguna historia de Tintín, solo las siluetas y poses de alguno de sus personajes. Lo mismo podría decirse de Pumby, o del conjunto de personajes que Bruguera publicaba en sus revistas. Si me preguntas ahora sería incapaz de concretar nada acerca del tono que solían tener las aventuras de Sir Tim, o de aportar el más mínimo detalles de sus historias más allá de la gorra de golfista del protagonista y el bombín de su ayudante.

Por poner un ejemplo, no sé muy bien cómo llegué hasta los tebeos de Steve Pops tras el advenimiento de internet. Sé que fue a través de una búsqueda bastante larga en Tebeosfera… pero no recuerdo los criterios que seguí (que fueron muchos y distintos). La única secuencia que permanecía grabada en mi cabeza era una en la que el protagonista volaba sobre una salchicha. Algo que sería el resultado de mezclar varias escenas que se producían a lo largo del tebeo. Una escena que sí que sale en el tebeo:


Cabalgando la salchicha

Pero que no se corresponde con lo que yo recordaba ya que la estaba mezclando con oras dos que la precedían.
Cuando releo muchas de estas historias se mezclan la extrañeza con el reconocimiento. El “magdalenzo” con la pregunta de si realmente llegué a leer aquellas historias.

Enlaces:

1. Bbiografía fabuladora I Pre-historia

2. El Jueves

Javier Albizu

Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel

Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel
Pongamos una fecha arbitraria. Una frontera al azar. Una edad y momento en los que ya había comenzado a desarrollar uno conocimiento básico. Donde ya empezaba a saber el papel de ciertas cosas dentro del mundo en el que vivía. Cuando pude empezar a ser considerado como alguien… “consciente”.

Elijamos, por ejemplo, los seis años. El setenta y nueve. El año en el que, entre otras cosas (y si las matemáticas y la memoria no me fallan), me operaban de apendicitis y terminaba mi educación preescolar.
Y digo “si no me fallan” porque sigo tirando de “sensaciones direccionales”. Recuerdo (o creo recordar) que, cuando llegué a casa con molestias en el estómago que llevarían al diagnóstico de mi enfermedad… lo hacía desde “el colegio que estaba a la derecha de casa”. Así pues, no podían ser “las monjas” que lo precedieron (que estaba a la izquierda y hacia arriba) o el edificio donde cursé primero y segundo de EGB (izquierda y “hacia abajo”).

A partir de esto, he hecho una suma inversa y las cuentas me han ido cuadrando con ciertos eventos. Si vamos hacia atrás desde mi último año de formación reglada (tercero de FP, que “sé” que fue a los dieciocho porque recuerdo una conversación en aquel instituto en la que bromeaba diciendo que ya podía ir a la cárcel) la cuenta atrás iría como sigue:

1991 - 3º FP Electrónica - Úlcera, Se acabó el estudio
1990 - 2º FP Electricidad - Repetimos
1989 - 2º FP Electricidad
1988 - 1º FP Electricidad
1987 - 8º EGB - Reuma, Crisis en tierras infinitas
1986 - 7º EGB
1985 - 6º EGB
1984 - 5º EGB
1983 - 4º EGB - Primer año en Pamplona, golpe contra la mesa de cristal del salón durante el partido España 12 - Malta 1,
1982 - 3º EGB - Primera comunión, Érase una vez el espacio.
1981 - 2º EGB
1980 - 1º EGB
1979 - Preescolar - Apendicitis

Porque mi cabeza funciona así…

En fin. A lo que íbamos.

La formación reglada se iba viendo complementada por otras fuentes… llamémoslas más “irregulares”. Por los descubrimientos personales.

Muy bien. ¿Qué habíamos descubierto hasta aquel momento?

Por lo pronto,… es probable que para aquel momento ya hubiese comenzado a generar algo similar a un “criterio propio”. Que, para aquel entonces, ya hubiesen dado inicio los debates relacionados con “quién es mejor que quién” dentro de la escuela Bruguera.

Los bandos eran claros: Ibañez contra Escobar.
Por supuesto, ni mis hermanos ni yo eramos conscientes de que aquellas personas se encontraban detrás de los personajes que veíamos impresos, pero el debate que subyacía era aquel.

Aquello llevaba a discusiones absurdas entre nosotros acerca de qué tebeo era “mejor” de acuerdo a… a ningún criterio claro u objetivo formado de manera consciente. Un debate que, con el paso del tiempo, ha resultado que sí que tenía una base (dado que aquellos tebeos estaba creados por personas diferentes). Pero, como con todo lo relacionado a lo que sucede con tan tierna edad, la cuestión no era el fondo sino la forma. Había que tomar un bando.
Con esto, mientras que mis hermanos optaban por Zipi y Zape o Carpanta, yo era un acérrimo defensor de Mortadelo y Filemón o Rompetechos.

Pero el de la autoría sólo era uno de los muchos misterios aún por desentrañar. Los tebeos ocupaban un espacio físico en nuestros cuartos y salones, y un lugar especial en mis sinapsis, pero no dejaban de ser entidades cuasi mágicas. El mundo del tebeo no era una industria. No había autores ni editores. No había distribuidoras o tiendas. Aquellos conceptos quedaban muy lejos de mi pensamiento.

Lo único que existía era “las casas”. La cornucopia de lecturas. La “herencia recibida” de padres y tíos. Mi afán exploratorio no conocía otras fronteras que no fuesen las del miedo a la oscuridad o a lo desconocido. Un miedo que recuerdo haber superado gracias a leves arrebatos de “valentía”. A impulsos fugaces que me permitieron adentrarme en lugares recónditos de las casas de mis abuelos. Recorrer todas las habitaciones, todos los armarios y cajoneras del lugar en busca de lectura. Ser capaz de subir hasta la buhardilla a la caza de nuevo material cuando ya había terminado por vigésima vez lo que tenía entre manos.

Si hago un repaso de los tebeos que me vienen a la memoria, y los ubico cronológicamente entre el momento de mi nacimiento y el punto de corte que hemos establecido1, es probable que aquello fuese así hasta el setenta y siete. Hasta que cumplí los cuatro años (o esto puede ser una mera proyección, a saber). Todo aquella ignorancia permaneció dentro del terreno de lo asumible hasta que llegó el fatídico día en el que mi mirada y mi entendimiento fueron conscientes de la existencia de “otros lugares”. Hasta un sábado o un domingo igual que tantos otros en Araia. Uno de esos días en los que nos tocaba ir a misa con los abuelos. Siguiendo con la tradición, al salir de la iglesia se nos permitía ir a la tienda que había junto a ella a comprar alguna chuchería, globo o (si se acercaban las fiestas) algún petardo.

El recuerdo de aquel local se me hace difuso. Lo cierto es que casi todo lo perteneciente a la realidad ajena a la casa de mis abuelos durante aquellos primeros años se me hace un tanto irreal. Una especie de mezcla extraña entre el realismo mágico, lo onírico y lo mítico. Así pues, advertiré que la descripción que viene a continuación no será especialmente fiable.
Pero, oye, aquí hemos venido a fabular.

Es probable también que ya hubiese visitados “lugares” de aquel estilo con anterioridad. Es más, y como ya comentaba, también es muy probablemente que aquel no fuese el momento del descubrimiento o la historia que desencadenó lo que vendría después, pero esa es la manera en la que lo ha encadenado mi mente.

La cosa es que, tras adentrarte en un pequeño callejón, nos esperaban los pocos peldaños de piedra que daban acceso al local. Una vez superado este obstáculo, te recibía una puerta de madera vieja (verde, creo recordar) que en nada se diferenciaba de la de las casas que la rodeaban. A su izquierda, un ventanuco que siempre estaba entrecerrado, pero que permitía que un haz de luz proveniente de la calle iluminase de manera insuficiente su interior.

Una vez dentro te encontrabas con un mostrador, también viejo y también de madera. Un tablero recorrido por desconchones en la pintura y astillas. Tras aquel pedazo de madera y entre la penumbra... alguien aguardaba. Si bien este hecho es uno del que no tengo una certeza absoluta, la lógica adulta así lo indica. Al acecho de nuestro dinero tenía que haber alguien. Una persona sin rostro ni voz, o al menos, sin una cara o una voz que haya sobrevivido al paso del tiempo en mi memoria. Alguien cuyo dedo extendido se dirigía hacia los objetos que le pedíamos. Asumiré, siendo como soy el protagonista de esta historia, que mis hermanos pidieron lo habitual.

–Unos globos –pudo decir uno.
–Cromos –quizás dijo el otro.
Pero mis ojos habían sido atraídos por otra cosa.
–¿Qué hay en esa balda? –pregunté.
O igual no. Lo dicho, no me tomes por un narrados confiable en este relato.
Mientras el resto del mundo parecía continuar igual, mi mirada se dirigía hacia un lugar en el que nunca se había fijado con anterioridad. Surgidos de un vórtice que da acceso a otra dimensión, amontonados sobre una mesa, entre las tinieblas más allá del mostrador, podía ver revistas, periódicos y... lo que parecían ser... Tebeos.

Portadas de López Espí2 por todos lados. Rotulación y “apaños” de Tunet Vila3. La era Vértice y de Novaro en todo su esplendor. Porque el mundo del tebeo se extendía mucho más allá de Bruguera (tanto es así que incluso la misma Bruguera se extendería mucho más allá de la “escuela de autores” a la que se les acabaría asociando su nombre).

Todos publicando al alimón cosas de diferentes editoriales foráneas. Vértice y Bruguera publicando indistintamente colecciones tanto de Marvel como de DC, como de otras tantas. Novaro sacando cosas de Tarzán, Spirit, Superman Batman o el “Círculo Justiciero” (donde alternaban La liga de la justicia y la Sociedad de la justicia), Blackhawk, Disney, Warner, Yoko Tsuno o… “Conoce tu misa” (de acuerdo, esta es muy anterior a aquella época, pero no deja de parecerme chocante)

Eso y, a buen seguro, alguna que otra cosa más. “Otras cosas” como las que publicaba Toutain4 que no descubriría hasta mucho más adelante.

La tele estaba bien. Los tebeos viejos estaban bien. Pero aquello lo cambiaba todo. Descubría un mundo mucho más grande. Empezaba a desvelar los grandes misterios. Nuevas preguntas comenzaban a surgir en mi mente. ¿Cuántos sitios como aquel existían?

A su vez, descubría también otro tipo de historias. Narraciones que no tenían por qué acabar en cada número. Que un tipo bueno, llamado Capitán América, se podía aliar con un tipo malo, llamado Doctor Muerte, para luchar contra otro tipo aún peor llamado Cráneo Rojo (también andaban por ahí un individuo llamado Mortaja y un elfo en calzoncillos, llamado Namor que quería que limpiasen los ríos, o algo así, pero aquello no me interesaba demasiado).
Lo cierto es que nunca antes había leído nada tan emocionante como el combate final en la luna entre el los dos villanos (con el resto de la cuadrilla haciendo cosas por alrededor).


Doctor Muerte vs Cráneo Rojo

Aprendí a continuar todas aquellas historias inconclusas en mi cabeza. A armarme de paciencia. A esperar mientras confiaba en que, “mágicamente”, en alguna tienda apareciera ese número que concluía la historia que empecé a leer meses atrás.

Pero casi nunca era así. Yo podía pedir a mi padre que me comprase “el siguiente número”. Y él, por supuesto, “me lo compraba”. Compraba otro tebeo que me dejaba con otra historia que continuar en mi cabeza.

Nacía también en mí el ansia. La ilusión que tanto echo de menos por el “¿que ha pasado después?”. La búsqueda por kioskos, librerías, estancos y todo local en el que viese asomar una hoja de papel. La necesidad de hacerme con más material con el que alimentar mi imaginación. Historias muchas de las cuales no he sido capaz de releer hasta tiempos recientes.

Hasta hace relativamente poco no descubrí que había visto ilustraciones de Mike Grell mucho antes de descubrir a Mike Grell. Lo único que recordaba era un tebeo con un montón de personajes volando en formación (para descubrir que realmente había bastantes menos de los que creía recordar).


La legión en acción

Hasta hoy mismo no he sabido a qué colección pertenecía la historia en la que conocí por primera vez a Sandy “el ayudante de Sandman5” (de Wesley Dodds, el primero, no del tipo gótico ese que fue el cuarto en quedarse con el nombre)

También he tenido que esperar hasta hoy mismo para saber a qué las historias contenidas en “La historia de Superman” fueron publicadas originalmente entre cincuenta y dos y el sesenta y uno (y que todas ellas tenían guión de Jerry Siegel)

Por otro lado, veo que gran parte de los tebeos que aparecen en el listado que he compartido fueron publicados en el setenta y nueve. Esto es, en el año de mi apendicitis, lo que me lleva a sospechar que mi convalecencia estuvo rodeada de muchas páginas. De héroes que me ayudaron a vencer al miedo del hospital. A no dejarme vencer por la oscuridad, la sensación de soledad e indefensión y lo desconocido. A despertarte a oscuras y aún sedado en una habitación que no conoces.

Aparte de todo eso, si padecer todo aquello me sirvió para conocer de golpe a Los Vengadores, George Perez, Jim Starlin y Thanos (en el anual 80 nº 2 de Los Vengadores)… oye, pues ni tan mal.

Enlaces:

1. Un pequeño repaso
- Spider-man, contra el Hombre de hielo - Editorial Vértice (1974)
- Doctor Muerte vs Cráneo Rojo - Editorial Vértice (1977)
- Sandman, JSA y JLA - Círculo Justiciero - Editorial Vértice (1978)
- Los Pitufos - Editorial Bruguera (1978)
- Johan y Pirluit (1979)
- Legión de Súper Héroes - Editorial Bruguera (1979)
- Los Vengadores, Anual 80 nº 2 - Editorial Vértice (1979)
- Patomas - Editorial Montena (1979)
- Quena y el Sacramus (1979)
- Spider-man, y Viuda negra contra Samurai de Plata - Editorial Vértice (1979)
- Superman - Editorial Novaro (1979)
- Superman - Editorial Novaro - Contenido
- Yoko Tsuno - Editorial Novaro (1979)

2. Rafael López Espí
- En Wikipedia
- Y en su web

3. Tunet Vila
- En Wikipedia
- La viñeta adaptada en “El blog ausente”

4. Toutain Editor
- En Wikipedia
- En Tebeosfera
- Los comicx de Toutain (Documental)

5. Los “Sandmen” de DC

Javier Albizu

Biografía fabuladora VI: La edad de los descubrimientos II - Mira que está lejos Japón

Biografía fabuladora VI: La edad de los descubrimientos II - Mira que está lejos Japón
Regresemos al punto arbitrario que establecíamos la semana pasada (y, muy probablemente, a sus inmediaciones). Volvamos hasta una fecha indeterminada ubicada entre el final de una década y el comienzo de la siguiente.

¿Qué más cosas podemos asumir que había descubierto mi mente infante hasta aquel momento?

Por ejemplo… ¿qué quería ser de mayor?

En aquellos tiempos algunos niños querían ser doctores al crecer. Otros querían ser astronautas o deportistas. Pero el mío no era uno de los casos englobado dentro de aquel espectro. Tras alcanzar la edad adulta (o, a ser posible, antes de llegar hasta ella) yo lo que quería ser era piloto. Piloto de súper robots.

Aunque, ahora que lo pienso, es muy probable que el deseo real fuese otro. Que mi aspiración real fuese la de convertirme en un súper robot.

La culpa de esto no la tenían los tebeos, sino la tele. La tele y los héroes de metal y grafito. Las creaciones de Go Nagai. Un tema sobre el que ya he hablado por aquí (y en algún que otro lado) con anterioridad1.

Porque fui un niño de los setenta. Uno que no sentía especial afición por la lectura de cualquier cosa que no fuese acompañado de dibujos. Alguien para quien las musas llevaban mallas o misiles. Que volaban o lanzaban rayos. Para quien tanto los personajes de la tele como los del papel impreso se movían al mismo ritmo.

Se podría decir que mis primeros referentes, quienes resultaron ser mis “musas” en aquellos tiempos, fueron todos los autores que he ido mencionando hasta el momento. Por supuesto, entonces no sabía ni necesitaba saber lo que eran las musas, el arte, la creatividad o el deseo de contar historias. Ante mis ojos no existían los autores o las tramas. No había separación alguna entre soportes o medios. Solo sabía que todo aquello que se encontraba ante mí era emocionante. Algo de lo que quería ser partícipe. Se podría decir también que estos impulsos y referentes apenas han cambiado desde entonces. En todo caso se han ido ampliando. Aunque, admitásmoslo, tampoco se han ampliado demasiado. El señor Nagai siempre ha tenido un lugar preferente. Lo obras surgidas de su imaginario a las que me vi expuesto durante mi juventud2 parecen haber adquirido una mayor facilidad para convertirse en algo que me acompañase durante el resto de mi vida.

Porque nunca he buscado la inspiración. Nunca he buscado referentes. Me he limitado a procesar lo que tenía frente a mí. A interiorizar aquello con lo que he conectado a un nivel más emocional que racional. Así pues, ante mis ojos resulta más relevante la obra de los autores que he ido glosando en estas entradas que gente “importante” que he leído con posterioridad. Que dentro de mi panteón personal tanto Nagai como Starlin o Kirby se encuentran muy por encima de Shakespeare o Cervantes. Por supuesto, tengo claros los valores y el impacto histórico de cada uno de ellos, pero esto no les hace más atractivos a la hora de escoger que ver, leer o recordar.

También tengo claro que estoy siendo injusto. Que, de haber sido adulto la primera vez que me vi expuesto a sus obras, mis visión sería muy diferente. Que tendría que acercarme a ellas con un interés y una mirada arqueológicas para poder apreciar y comprender lo que significaron. Pero nada de eso importa.

Yo estaba ahí cuando Mazinger voló por primera vez.
Iguala eso, Romeo.
Supera eso, Alonso Quijano.
En fin.
Retomemos el asunto antes de que empiece a desvariar demasiado.

Casi se podría decir que la llegada de la Súper Aleación Z hasta mi vida fue un regalo de cumpleaños. Llegó con un adelantó dos días al momento en el que cumplía cinco años (aunque, por lo que parece indicar la web de “el doblaje”, la cosa ya llevaba rondando por los cajones de TVE un par de años) y lo hizo arrasando. Porque aquello no dejaba de ser un comienzo.

Aquel mismo año teníamos tebeos (seguramente sin ningún tipo de licenciamiento) de la mano de un sub-sello de una gran editorial (y, a buen seguro, sin indicar en sus páginas quienes habían participado en su elaboración. Menos mal que siempre nos queda Tebeosfera para estas cosas). Recuerdo atesorar durante mucho tiempo un pañuelo de Mazinger que jamás usé para el propósito para el que había sido creado. Recuerdo poseer un álbum de cromos que nunca llegué a finalizar (aunque ahora descubro que hubo dos… o igual lo supe en su momento y ambos se fusionaron en mi memoria). Recuerdo que la tele de mis abuelos comenzó a echar humo mientras veía uno de los capítulos, y que mi preocupación no era la tele o el posible fuego, sino perderme el final de aquel episodio. Recuerdo llorar en el cine viendo Súper Mazinger Z (y que aquella fuese probablemente mi primera experiencia ante la pantalla grande). Recuerdo la emoción al ver que se anunciaba su participación en el circo en unas fiestas de Alsasua… y la decepción al descubrir el engalo. Aquello no era Mazinger.

Y… supongo que aquí terminan las certezas y comienza la especulación. Porque puedo tener fechas más o menos aproximadas de los años en los que salieron al mercado ciertos productos pero, una vez más, esto no significa que aquel fuese el momento en el que se produjo mi primer contacto contacto con ellos.

En Wikipedia indican que la película de Groizer X (a la que los avispados distribuidores llamaron “Maxinger X” por misteriosas razones) se llegó a estrenar en cines, pero esa película nunca llegó hasta Alsasua (o se me escapó completamente). Tendría que esperar hasta la llegada de un reproductor de VHS a nuestra casa para poder verla… una y otra vez.

Así pues, y dado que desconozco el año en el que llegó el vídeo hasta nuestra casa, lo único que puedo hacer es elucubrar a este respecto. Por la misma, desconozco cuándo llegaron hasta mis ojos otras obras procedentes del lejano oriente3. Desconozco si, pese a sus fechas de publicación en nuestro idioma, tendría que esperar hasta la década posterior para verme expuesto a ellas. A ellas y al resto de obras catódicas que atravesarían mis córneas y tímpanos. Eso sí, llegase cuando llegase aquel aparato hasta mi vida, aquel fue otro de los grandes hitos de mi infancia.

De cualquier manera, he de reconocer que, en el caso de estos dos parientes lejanos del “Japanium”, el impacto causado sobre mi memoria emotiva no fue el mismo. Y esta es una afirmación que sí que soy capaz de certificar.

Con la llegada de la adultez y la independencia económica, Mazinger fue una de las primeras cosas cuya recuperación busqué. Tras ver a comienzos de los noventa en la revista Fotogramas que una distribuidora reeditaba la serie, no dudé a la hora de hacerme con la ella. Tampoco dudé a la hora de ponerles el primer capítulo a mi cuadrilla tras una partida de rol (del señor de los anillos, si no recuerdo mal) en casa de mis padres.
Recuerdo las bromas, los aspavientos y las señales de “horror” por su parte al contemplar lo que se presentaba ante sus ojos. Recuerdo las críticas. Recuerdo estar de acuerdo con ellas. Pero nada de aquello importaba. La serie podía no ser “para todos los públicos”. Podía no ser “perfecta”. Pero una parte de mí volvía a tener cinco años mientras la veía.
Lo mismo sucedería tiempo después con Súper Mazinger o Groizer cuando logré hacerme con ellas a través de la red de redes. Cada vez que las pongo me quedo con ellas hasta que terminan.

Por supuesto, una vez llegada la adultez también busqué recuperar el resto de películas que me habían marcado durante mi juventud.
Logré hacerme con una copia de Tarzerix en un vídeo club que cerraba. Por otro lado. Para recuperar Alas Doradas fue necesaria la llegada de las redes P2P. Pero la emoción terminaba ahí. Ninguna de ellas logró “hacerme volver”. Las veía como un adulto (del siglo XXI) y, como tal, he de reconocer que son bastante indigestas.
Por supuesto, esto no ha impedido que trate de verlas completas en más de una ocasión pero, hasta el momento, no he tenido éxito en esas misiones.

Y supongo que con esto lo dejaremos por hoy, pero eso no significa que los “la edad de los descubrimientos” finalice en este punto. Porque aún queda un “tercer descubrimiento” que ubicar en esta franja temporal. Porque los personajes trazados no fueron lo único que llegó hasta mí a través de aquellos medios.

Enlaces:

1. Anteriormente en este mismo canal
- Go Nagai
- Devilman
- Getter Robo
- Carta abierta a mi primer amor
- Cuando los crossovers molaban
- La evolución del Super Robot

2. Referente preferente
- Mazinger Z, la serie (1978)
- Mazinger Z en Wikipedia española
- Mazinger Z en Wikipedia americana
- Súper Mazinger en Filmafinity con datos mal contrastados
- Mazinger Z, el tebeo - Grijalbo - Ediciones Junior (1978)
- Mazinger Z, Álbum de cromos 1
- Mazinger Z, Álbum de cromos 2
- Maxinger X contra los Monstruos (1978)
- Goizer X en Wikipedia española
- Goizer X en Wikipedia americana

3. Y allegados
- Tarzerix (1978)
- Alas doradas / Korean metal hero en IMDB
- Alas doradas / Korean metal hero, del setenta y seis según unos
- Alas doradas / Korean metal hero, del setenta y ocho según otros

Javier Albizu

Biografía fabuladora VII: La edad de los descubrimientos III - Tocando de oídas

Biografía fabuladora VII: La edad de los descubrimientos III - Tocando de oídas
No sé cuándo se utilizaría por primera vez la expresión “Los niños pasan mucho / demasiado tiempo delante de la tele”, una expresión que, a buen seguro, sustituiría al “Cuidado con los tebeos” de Wertram1.
Tampoco sé cuándo la palabra “tele” fue sustituida por “pantallas”. De la misma manera, tengo claro que, de aquí a un tiempo, “pantallas” será sustituida por “realidad virtual” (o lo que surja).

De lo que no cabe duda es de que, en los tiempos modernos, y no tan modernos, la capacidad de los padres para pasar tiempo de calidad con sus hijos es muy limitado. Una situación que dudo mucho que cambie en el futuro cercano.
Pero, bueno, ese es otro tema. Aquí hemos venido a hablar del pasado.
Volvamos a la “fecha horizonte de sucesos”.

¿Cuando llegaba hasta aquel momento había visto mucho la tele?

Espera. Mejor concretemos un poco más la pregunta. Sustituyámosla por una que puede parecer igual, pero que no es lo mismo.

¿Había pasado mucho tiempo delante de la tele?
Pues seguro que sí, pero tengo claro que mucho menos tiempo del que pasaría una vez superado aquella frontera temporal.

¿Había estado de cuerpo presente mientras se emitían muchas cosas no tendría que haber visto?
Pues seguro que también.

¿Me acuerdo de algo de todo aquello?
Pues, y aquí está el quid de la cuestión… de casi nada.

Y no digo “nada” porque hay algo de lo que sí que me acuerdo: de la música de entradilla de aquellas series.

Haciendo memoria he logrado llegar hasta seis series con humanos que veo que se emitieron entre mi nacimiento y el setenta y nueve2:
Dallas
Hawaii 5-0
Los hombres de Harrelson
Orzowei
Sandokán

Seis series cuya “intro” despierta recuerdos pero cuyos argumentos no recuerdo en absoluto. Su contenido no provoca en mí el surgimiento de nada. Niente. Cero absoluto. No al menos de nada que pueda asociar con aquellos días.

Por supuesto, conozco las proto-memes que han surgido a partir de ellas. Las expresiones que se han convertido en coletillas. Las “herencia recibida” bajo la forma de frases hechas.

Ya sabes, cosas como “TJ, al tejado” o “Eres más malo que JR”. Pero eso es lo único que hay. No llegué a desarrollar ningún tipo de apego emocional hacia ninguna de ellas. Igual la cosa tenía que ver con que lo que se presentaba ante mí eran señores de carne y hueso, pero a saber.

Con el paso del tiempo he realizado el ejercicio de ponerme alguno de sus episodios y, con la excepción de Sandokán (que aguanta bastante bien el paso del tiempo), el resto me han dejado totalmente frío.

Pero escuchar sus tonadillas sí que activa algo en mi interior. Incluso en series como “Los hombres de Harrelson”, que se emitió cuando apenas tenía yo tres años, el resorte es automático. De todas formas, no hay en este acto reflejo ni apego ni nostalgia. No hay añoranza ni “morriña”. No recuerdo esperar la llegada del siguiente episodio. Ni siquiera soy capaz de trazar unas coordenadas geográficas, físicas o anímica. Solo son meras marcas de tiempo. Reconocimiento. El saber que “yo estaba por ahí”. Un registro mental que parece marcado de manera indeleble. Otro de esos datos que no sirve para nada que se acumulan en mi cabeza.

Seguro que si me esfuerzo un poco más llegaría hasta alguna otra serie más ubicada en estas coordenadas cronológicas (porque gran parte de las que han ido saliendo, tras su correspondiente investigación, han resultado ser posteriores), pero dudo que el resultado con ellas fuese diferente… y esto hace que me surjan dudas sobre las afirmaciones que he ido realizando hasta el momento.

Porque, por otro lado, también hay cosas que escaparon a mi radar. Durante muchos años un par de amigos han hablado de una serie que vieron de jóvenes; La frontera azul3. Una serie que, dado que son algo mayores que yo, siempre había asumido que me había pillado “más joven”. Pero cuando me he puesto a investigar he visto que se emitió por estos lares en el setenta y ocho. El mismo año que Mazinger.
De acuerdo a lo que indica en la Wikipedia, me pude perder los primeros episodios ya que se emitieron durante las noches de los domingos, pero el resto se encontraban accesibles” en un horario apto para mí.

Ante esto tenemos tenemos tres posibilidades a la hora de tratar de explicar este desliz:
1. Tenía otros planes en aquella franja horaria.
2. La vi y la he olvidado por completo.
3. Hubo censura paterna.

Supongo que la opción más probable es la 1.

Aunque, claro. Gran parte de los tebeos de los que he hablado hasta ahora me acompañaron durante mucho más tiempo que cualquier serie. A su vez, películas como Súper Mazinger o Groizer las vi en repetidas ocasiones gracias al vídeo, así que estaban mucho más disponible que cualquier cosa de la tele. Todas estas obras tuvieron mucha más ocasión de calar que aquellas que a las que únicamente tenía acceso a través de horario de emisión en la caja tonta.

Así pues:
¿Cuándo comenzaron realmente a formarse los recuerdos, y cuándo pasaron a transformarse en apego? ¿Cuál fue la causa? ¿Fue cuestión de “fuerza bruta”? ¿El mero acceso y la repetición constante de estímulos?

Y alguno se podrá preguntar… ¿importa realmente?

A lo que yo respondería… pues… probablemente… sí.
Porque, en gran medida, estamos hablando los cimientos fabuladores. De la base sobre los que he ido construyendo la ficción que he desarrollado con posterioridad.

Aunque, claro, tengo dos hermanos que se vieron expuestos a las mismas influencias y cada uno hemos salido como hemos salido.

Así que, a saber.

Enlaces:

1. Seduciendo al inocente
- La seducción del inocente en Wikipedia
- El libro en Archive.org

2. Esto me suena
- Orzowei en la Wikipedia española
- Orzowei en la Wikipedia americana
- Orzowei, ficha en “El Doblaje” (1978)
- Dallas en la Wikipedia española
- Dallas en la Wikipedia americana
- Dallas, ficha en “El Doblaje” (1979)
- Sandokán, el personaje en la Wikipedia española
- Sandokán, el personaje en la Wikipedia americana
- Sandokán, la serie, en la Wikipedia española
- Sandokán, la serie, en la Wikipedia americana
- Sandokan, ficha en “El Doblaje” (1976)
- Los hombres de Harrelson en la Wikpedia española
- Los hombres de Harrelson en la Wikpedia americana
- Los hombres de Harrelson, ficha en “El Doblaje” (1976)
- Hawaii 5-0 en Nostalgia 80
- Hawaii 5-0 en la Wikpedia española
- Hawaii 5-0 en la Wikpedia americana

3. Esto no
- La frontera azul en la Wikipedia española
- La frontera azul en la Wikipedia americana
- La frontera azul, ficha en “El Doblaje” (1978)
- La frontera azul, la fotonovela
- La frontera azul, el álbum de cromos

Javier Albizu

Biografía fabuladora VIII: La edad de los descubrimientos IV - Solo en la oscuridad

Biografía fabuladora VIII: La edad de los descubrimientos IV - Solo en la oscuridad
¿Cuál es la primera ocasión en la que recuerdas haber tenido miedo?
Complicada pregunta.

Según cuenta mi padre, durante mi primer mes de vida no dejé de llorar en ningún momento. Supongo que se trata de una exageración y, obviamente, no soy capaz de recordar la razón por la que lloraba, pero me puedo hacer una idea. De acuerdo, lo cierto es que cualquiera se puede llegar a hacer una idea. Otra cosa es que ninguno de nosotros llegue a acertar en su aproximación.

Si me he de aventurar, asumiré que la memoria más antigua que conservo a este respecto se remonta, probablemente, al momento en el que recuerdo ver alejarse a mi madre por primera vez. A mi primer día en “Las monjas”. Asumo que fue a los cinco años porque sé que aquello fue previo a pre-escolar. A su vez, al no saber durante cuánto tiempo se prolongó mi estancia en aquel lugar, ni cuánto tiempo permanecí en el otro, lo único que puedo hacer es elucubrar (de acuerdo, podría preguntarlo, pero me vale con esto)

¿De qué tenía miedo?
Pues… de nada en concreto. No era nada racional. El miedo rara vez lo es. Mi madre se iba y me dejaba con una desconocida. Me recogería de nuevo unas horas después, pero aquello era algo que yo aún no sabía (aunque supongo que me lo repetirían una y otra vez, ese es un recuerdo que no conservo). Por otro lado, había muchos niños alrededor, pero aquel era un detalle que carecía de cualquier importancia.

Mi yo adulto puede tratar de transformar esto en otra cosa. En un relato. En algo que enlace con la historia que voy construyendo. Podría decir que me sentía solo. Indefenso. Atrapado en un lugar que no conocía. Prisionero de un contexto que no había elegido. Rodeado de gente, pero totalmente aislado.

Podría decir todo esto, pero quien hablaría sería el narrador de historias. El creador de personajes. Quien planta semillas y planifica el camino hasta las siguientes revelaciones. Lo único cierto es la sensación de indefensión. Todo lo demás no dejaría de ser la preparación para lo que llegaría mucho más adelante.

Así pues, no sé ni la causa ni la duración de aquella sensación. Lo único que sé es que, si bien su intensidad ha sido mitigada con el paso del tiempo, el recuerdo de aquello me ha acompañado hasta el día de hoy.

Sigamos. Vayamos hacia atrás y hacia delante en el tiempo al alimón. Regresemos al el alfa y el omega de esta “Edad de los descubrimientos”1. Volvamos hasta ahí, pero cambiemos el foco. Alejémonos del “papel” para centrarnos lo que da inicio y concluye esa entrada:

El año en el que, entre otras cosas (y si las matemáticas y la memoria no me fallan), me operaban de apendicitis y terminaba mi educación preescolar.

Esto es, en el año de mi apendicitis, lo que me lleva a sospechar que mi convalecencia estuvo rodeada de muchas páginas. De héroes que me ayudaron a vencer al miedo del hospital. A no dejarme vencer por la oscuridad, la sensación de soledad e indefensión y lo desconocido. A despertarte a oscuras y aún sedado en una habitación que no conoces.

Ahí volvemos a encontrar algunas de las palabras que han aparecido por aquí:
Indefensión.
Soledad.

Aparecen esas palabras, pero no vienen solas. Se les une otra más: Oscuridad.

El despertar posterior a la operación es otra de esas sensaciones que me ha acompañado hasta la adultez.
A su vez, parte del mensaje que aparece entre esas líneas está un tanto desubicado. Porque digo que los súper héroes me ayudaron a superar aquellos miedos, pero aquella sería una batalla muy larga. El combate que tuvo lugar aquella… noche… mañana… tarde… lo que fuese, se saldó con una derrota.

La imagen que ha quedado grabada en mi memoria es difusa. Algo que se parece más a cualquier escena sacada de una película que a lo que seguramente me rodeaba. No sabía dónde estaba. No sabía qué hacía allí. La oscuridad no era total, pero aquello lo hacía todo peor. A mi alrededor había… lo que parecían camillas. Formas apenas dibujadas iluminadas por una tenue luz esmeralda (iba a poner simplemente “verde”, pero eso desluciría un poco la descripción, al que ya me he encargado de hacer con este pequeño apunte).
Pero las camillas no estaban desocupadas. Sobre ellas había… cosas. Formas cubiertas por sábanas. Por pliegues que proyectaban sombras. No sabía que podía haber debajo de aquello. Tampoco es que importe. Fuese lo que fuese, era “algo” lo suficientemente evocador como para alimentar mi imaginación. Y no podía moverme.

Seguramente continuaba adormecido por la anestesia de la operación. Es posible que ni siquiera me hubiese llegado a despertar. Que todo fuesen constructos de mi imaginario. Pero eso tampoco importaba. Aquellas… formas sin forma aún me acompañan. Ya no me dan miedo, con el tiempo han perdido ese poder, pero siguen ahí.

No recuerdo que antes de aquello la oscuridad me diese miedo. Aunque, claro, no puedo saber a ciencia cierta si tal afirmación es cierta. Por otro lado… no es tan sencillo. No todos los… “tipos de oscuridad” generaban en mí la misma reacción. No recuerdo tener miedo mientras estaba a oscuras en mi habitación. No al menos de la oscuridad.

El problema estaba con lo que se encontraba “fuera”. Si hago memoria de cosas triviales… mientras viví en Alsasua no recuerdo haberme levantado nunca con ganas de ir al baño de noche. ¿Quiere decir esto que nunca lo hice, o que era tan trivial que no ha quedado registrado?
Podríamos elegir la opción “B”. Sería lo más racional… de no ser por un pequeño detalle. Sí que recuerdo alguno de esos despertares en Araia. Recuerdo el miedo a salir de la habitación. A bajar aquellas escaleras.

Era el mismo tipo de miedo que me invadía cada vez que me mandaban ir a la despensa a traer algo. La misma sensación que, una vez que atravesaba el umbral de la puerta que separaba la casa de la tienda, me hacía correr a oscuras detrás de las estanterías hasta alcanzar el interruptor más cercano. La misma urgencia que únicamente conseguía que me golpease con todo cuanto se cruzaba en mi camino.

¿A qué tenía miedo?
A… nada en concreto. Sabía que no iba a surgir nada de la penumbra. No esperaba fantasmas o demonios. No había formas ni sombras.

Simplemente, estaba solo en la oscuridad.
Y aquello era más que suficiente.

Enlaces:

1. Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel

Javier Albizu

Biografía fabuladora IX: Más papel, es la guerra

Biografía fabuladora IX: Más papel, es la guerra
Avancemos un poco más en nuestra línea temporal. Veamos que pasó entre el momento en el que nos habíamos detenido y “la gran migración”. Entre mi hospitalización y la mudanza a Pamplona. Vámonos de kioskos. A por las historias en grapa y tomo a las que me vi expuesto durante mis tres primeros años de la EGB.

¿Cuáles se quedaron grabadas a fuego en mi memoria?1
¿Por qué?

Vayamos por partes, y tratemos de seguir algún tipo de orden, porque esto puede llegar a ser un auténtico pifostio.

Por lo que puedo ver, en el ochenta Griajalbo2, los mismos que antaño publicasen (entre otras muchas cosas) los tebeos “pirata” de Mazinger, comenzaban a sacar por aquí las historias de Asterix y Obelix. Poco que decir a esto… porque quien más quien menos ya tiene una idea aproximada acerca de estos personajes y sus historias.

Sé que leí alguno de ellos, que me gustaron, pero no recuerdo haber tenido ninguno de aquellos tebeos, así que no sé dónde llegaría a leerlos.
Como curiosidad, decir que, tiempo después, y con la excusa de aprender inglés3, comencé a pillarme el curso que sacó Ediciones del prado con sus correspondientes casetes. Una intentona que no llegué a finalizar. Por otro lado, creo que tampoco llegué a leerlos en aquel momento.
Mucho tiempo después (hará cosa de unos 22 años si hago caso al copyright… aunque yo diría que no fue hace tanto), pedí a mi colega el librero que me trajese la colección completa. En aquella ocasión lo publicaba Salvat. De cualquier manera, y al igual que sucedió con la anterior versión, lo único que hicieron aquellos tebeos fue ocupar espacio en mis estanterías.

Hace un par de años, cuando decidí pegarle un repaso a mi biblioteca, finalmente les abrí sus tapas y… pues sí, el dibujo muy bien y todo eso. Hay chistes y coñas con gracia… pero he de reconocer que me dejaron un tanto frío. Será que estoy mayor.

Una cosa que sí que llegaba a mi casa, y cuya historia ha superado “la prueba del tiempo” era la edición de lujo de “El vástago de los cuatro fantásticos” que publicó Montena. El que sería mi primer contacto a lo bruto con el arte de Kirby. Seguramente ya se hubiese cruzado en mi camino con anterioridad, pero pocas cosas se habían quedado tan grabadas en mis retinas como el “collage” fotográfico que daba acceso a la Zona Negativa, el diseño de Annhilus y sus criaturas o las páginas en la que los 4F eran “probados” por el villano. Tal era la fuerza de estas últimas imágenes que, en mis recuerdos, se habían consolidado como una única “splash-page”. Una imagen que no han conseguido borrar las sucesivas relecturas posteriores.


Kirby on fayer

La última relectura de esta historia fue hace un par de años a través de la Biblioteca Marvel de los 4F que publicó Forum. La emoción sigue siendo la misma y, una vez finalizada la lectura, la splash-page continúa ahí dentro.

En el apartado de “grabado a fuego pero un poco menos” podríamos meter los tebeos que publicó Mundis. Esto es; Papyrus, Sammy o Spirou y Fantasio. Con la excepción de esta última, del resto apenas ha sobrevivido entre mis sinapsis poco más que sus portadas. Por otro lado, de la obra de Franquin las imágenes que con mayor fuerza había perdurado en mi recuerdo habían sido las del Marsupilami, y un par de viñetas de las historias en las que aparecía Zorglub.

A su vez, esta es la única obra que he recuperado con el paso del tiempo (quizás ha tenido algo que ver con esto que es la que más veces se ha vuelto a publicar). En el dos mil dos compré la reedición en blanco y negro que sacó Planeta, y este año pasado llegó el momento de releerla… sin erótico resultado.
Sí, Franquin mejora una barbaridad desde sus primeros números en cincuenta y dos. Sí, Ibañez le debe una barbaridad a muchos niveles. Pero las historias no me terminan de funcionar.
Será que estoy mayor.

Yendo una vez más al territorio de las anécdotas, decir que la primera vez que me encontré ante la recreativa española Big Karnak4, lo primero que vino a mi cabeza fue Papyrus. Por otro lado… ando tentado de comprarme la reedición que está sacando ahora Dolmen… pero tengo un problema con estas ediciones en tapa dura. No están pensadas para que se las puedas dejar a un crío sino para el coleccionista. No están pensadas para crear nuevos aficionados, y eso me da mucha rabia (aunque eso no me ha impedido picar con las reediciones Quena y el Sacramus, Gastón el gafe, o ese desastre que está siendo la de Yoko Tsuno).

Para terminar con el año ochenta, en aquel año llegaba también Súper López… y ya. Me gustó. Lo he recuperado (hasta “Viaje al centro de la tierra”). Los he releído y todo bien. ¿Qué más se puede pedir?

Avancemos hasta el ochenta y uno.
Estrenamos año con un tebeo que estuvo en todas las casas navarras aquel año; Amaia, los vascos en el siglo VIII, de Rafa Ramos. Si no recuerdo mal, aquello lo debía regalar alguna caja de ahorros y lo leí en casa de mis tíos en Barañain. De él se me habían quedado grabadas dos cosas; la escena con el dragón, y la celebración final (que en mi cabeza se había convertido en algo similar a la última página de los tebeos de Asterix).
Tras mucho buscar, logré hacerme con él gracias a una reedición que se hizo en dos mil trece, pero no ha sido hasta este año que le he dedicado tiempo y… menudo desastre. No sé qué fumaba Navarro Villoslada, o cuán fiel fue la adaptación de Ramos, pero no hay por dónde pillar esto.

Dando un nuevo salto temporal llegamos hasta Oumpah-pah… de quien no puedo decir demasiado. La información que conservaba se vio contaminada cuando supe que también era obra de Uderzo y Goscinny… con lo que el piel roja ha pasado a verse y moverse (aún más) como los personajes de Asterix, y no como las imágenes que he visto de él con posterioridad. Sí que reconozco las portadas y recuerdo imágenes sueltas, pero de las historias en sí mismas apenas ha quedado nada.

Quizás te preguntes a qué se debe el salto temporal que acabo de dar.
¿Acaso no hay nada del ochenta y uno que me volase la cabeza?
Au contraire, mon ami. Lo hubo, y mucho, pero he decidido agruparlo por editoriales.

En el ochenta y uno nacía Mundicomics, un sub-sello de Vértice que publicaba… pues lo mismo (pero mejor Bueno, al menos en color) y alguna que otra cosa.

Dentro de “lo mismo” meteremos a la gente con pijamas de colores (y allegados).

Dentro de la gente con pijamas tenemos a dos de mis personajes favoritos de siempre; el Caballero luna de Moench y Sienkiewicz (no acepte imitaciones), el Motorista Fantasma de Fleisher y Perlin (o lo que es lo mismo; la época buena) y una de mis historias favoritas de “Los héroes más poderosos de la tierra”; Los Vengadores contra Rojo Ronin (el cual es muy probable que sea el primer tebeo que me compré con mi dinero).

Por supuesto, y tras mucho rebuscar (casi) todos estos tebeos se encuentran en la actualidad entre mis manos. Por supuesto, (casi todos) también han caído en la relectura que comencé hace un par de años.

Gracias a Ebay logré hacerme hace tiempo con los tres primeros “Essentials” del Caballero luna y el Motorista fantasma… aunque de buenas a primeras se quedaron comiendo polvo en mis estanterías (igual que había hecho antes que ellos la “Biblioteca Marvel” de Los vengadores que sacó Forum)

Los primeros en caer en esta tanda fueron los de los Vengadores y… todo normal. Las historias viejas son… viejas, para no pensar demasiado sobre ellas, pero con encanto y, para sorpresa de nadie, las que más me han gustado han sido las que leí de crío (Korvac, Nefaria, Wundagore)

Por otro lado, no me he puesto a releer los tomos del Caballero luna porque, hará cosa de cinco años presté el primero tomo y aún estoy esperando a que me lo devuelvan. En fin. Toca esperar.
Lo que sí que he de decir acerca de este personaje es que, de acuerdo, es una copia (con algún pequeño giro) de Batman, pero siempre se he encontrado muy por encima de su originador dentro de mi estima.
Mientras hacía este listado me he dado cuenta de que es posible que conociese a la copia antes que al original, y que esto puede tener que ver con esta preferencia. Sea como fuere, ser consciente de esto y haber reflexionado sobre ello no ha servido para cambiar en lo más mínimo mi opinión. De acuerdo, Batman tiene historias muy buenas, eso no lo voy a negar, pero también tiene montones de ñordos infectos.
De cualquier manera, aquí no estamos hablando de eso.

Por último, la relectura del Motorista fantasma ha caído entre la semana pasada y esta… y ha sido extraño. Las primeras historias no se parecían nada al personaje que recordaba. Han tenido que pasar cincuenta números para llegar hasta lo que comenzó a publicar por aquí Vértice, y ahí la cosa ha hecho “click” en mi cabeza. Ahí estaba las volteretas en el aire con la moto que recordaba. Ahí estaba la lucha entre Johnny Blaze y el motorista. Ahí estaban las harpías encerradas en arcones en medio de una montaña cualquiera en un desierto perdido de los USA.
Todo encajaba.

De todas formas, lo que más me ha sorprendido ha sido el dibujo de Perlin. Y me ha sorprendido porque es un gran narrador. Casi te podías leer los tebeos del tirón sin necesidad de pararte en los bocadillos. Todo se entendía a la perfección. Nunca le había tenido en gran estima, pero he encontrado un aspecto suyo en el que no había reparado antes.
A ver. Las historias son muy tontas y formuláicas, pero el vínculo emocional con ellas no se ha resentido en lo más mínimo.

Hasta aquí la parte pura de la gente con pijamas de la rama Vértice.
En la parte de “allegados” tendríamos las franquicias de jugueteras. Esto es; Los Micronautas y Rom. Personajes que llegarían a interactuar en el universo pijamero de la Marvel… pero que los jaleos de derechos con la jugueteras hacen casi imposible que sus historias clásicas se reediten.

En mi mente los elementos de estas colecciones que han permanecido con mayor viveza son sus elementos más icónicos; Acroyear y el Barón Karza por parte de los Micronautas y, de Rom… ¿pues qué va a ser? el propio Rom (y el resto de los caballeros del espacio). Dame roboces, o armaduras que parezcan roboces, o dame muerte.

Como digo, está complicado hacerse con aquellas historias… pero no es imposible. Hace unos años me hice con los primeros números de los Micronautas en su edición americana, y su relectura cayó hará cosa de tres meses.
El veredicto es que… bien, aunque se le notan mucho las costuras (y la narración de Golden a veces se hace un poco confusa). Por supuesto, se le notan las costuras para un casi cincuentón que ya ha visto y leído muchas más cosas que las personas para las que iba dirigido… pero me pregunto cuál sería en su día la reacción de los lectores que hubiesen visto Star Wars.

Por su parte, a Rom lo tengo un poco más fresco que los Micronautas. Durante finales de los ochenta y comienzos de los noventa Forum lo publicó como complemento de los Transformers, y yo fui un fiel comprador de aquello.
Por otro lado ¿cómo no iba a calar en mi imaginario? Dibujaba Sal Buscema, así que molaba infinito (algo que lo que también ayudaban las tintas de Akin y Garvey, que muy posiblemente fuesen los primeros entintadores cuyos apellidos me aprendí).

Aun así, hasta el momento no he podido hacerme con ellos en formato físico (aunque sí que la tengo descargada en digital), por lo que es altamente improbable que esta colección entre dentro de esta tanda de relectura.
Una pena.

Dentro de la categoría de “otras cosas” que también publicó Mundicomics durante aquellos años encontramos a los personajes de la IPC. O lo que es lo mismo; Kelly “ojo mágico”, Mytek y Zarpa de acero. Otro grupo que veo complicado que entren en esta tanda (más que nada porque tampoco los he buscado con demasiada fuerza).
Sí, los “props” (zarpa, ojo y mono gigante) molaban (aunque la zarpa, en ocasiones, me daba miedo), y volver a ver alguna de aquellas portadas hace que se despierte ese “algo” que me dice que tengo que volver a darles un tiento. Pero hay tiempo.

Cambiando de editorial, regresamos hasta Bruguera, quienes en el ochenta y uno comenzaban a publicar sus “Poket de Ases”. Un formato en el que le hacían cosas muy feas a los tebeos originales, pero donde descubrí la existencia de Estela Plateada cuando Spider-Man y él se enfrentaban (y revisando las historias que contenía aquel número veo que también contenía un “team-up” en el que aparecía el Motorista fantasma. Qué cosas).

Hablando de trepamuros, entre los números sesenta y setenta de su colección regular Bruguera publicó como “complemento” mis sagas favoritas de los Cuatro fantásticos. Esto es; el regreso de los 7 de Salem, Zorba vs Muerte, y La Esfinge vs Galactus (con “Los campeones de Xandar” por ahí en medio). Una saga esta última que dejaron inconclusa.

A ver, las desgracias de Peter Parker estaban bien, y las páginas de John Romita Sr. da gusto verlas, pero a nivel de historia, emoción y escala no había color.

Por otro lado, Bruguera también publicaba las historias de “La Masa” tanto en formato “Poket de ases” como en grapa. No recuerdo que las siguiese con especial devoción, pero las dos que enlazo por ahí abajo sí que dejaron huella (espacio y roboces. Quizás haya un patrón por ahí por detectar).

Para terminar con este repaso, mencionar también que en el ochenta y dos daba sus primeros pasos una editorial que luego ganaría en importancia; Zinco. Aun así, no la menciono por lo que serían, sino por lo que fueron. O por lo que no fueron. O yo qué se. Porque, lo que es “ser” en aquel momento… no es que llegase a ser gran cosa en lo que a mí respecta. No al menos en el ámbito de la lectura. Aun así, las portadas de las series que publicaban siempre llamaron mi atención5. Creo que nunca llegué a picar (bueno, más exactamente, diría que ni padre ni tíos me compraron nada de aquellos personajes), pero la curiosidad se quedó ahí hasta que les eché un vistazo a algunas de sus páginas este siglo.

No sé cómo habría reaccionado mi yo de nueve años ante aquello, pero al cuarentón le aportaron más bien poco más allá del mero ejercicio arqueológico.

Vaya, esto ha quedado un poco largo.
La semana que viene nos vamos al vídeo club Telman.
A ver cuánto cunde.

Enlaces:

1.
- Asterix y Obelix - Editorial Grijalbo(1980)
- Los 4 Fantasticos - El vástago de los cuatro fantásticos - Editorial Montena (1980)
- Papyrus - Editorial Mundis (1980)
- Sammy - Editorial Mundis (1980)
- Spirou y Fantasio - Editorial Mundis (1980)
- Súper Lopez - Editorial Bruguera (1980)
- Amaia los vascos en el siglo VIII (1981)
- Caballero Luna - Editorial Vértice (1981)
- Kelly ojo mágico - Editorial Vértice (1981)
- La Masa contra el parásito del espacio - Editorial Bruguera (1981)
- La Masa contra hombre quintronico - Editorial Bruguera (1981)
- Los Micronautas - Editorial Vértice (1981)
- Mandrake el mago - Editorial Bruguera (1981)
- Motorista Fantasma - Editorial Vértice (1981)
- Mytek - Editorial Vértice (1981)
- Poket de Ases (1981)
- Rom - Editorial Vértice (1981)
- Spider-Man, contra Estela Plateada - Editorial Bruguera (1981)
- Zarpa de acero - Editorial Vértice (1981)
- Oumpah-pah - Editorial Bruguera (1982)
- Los Vengadores, contra el Rojo Ronin - Editorial Vértice Enero (1982)
- Spider-Man Bruguera 60 (Cuatro Fantásticos 196 USA) (1982)
- Spider-Man Bruguera 70 (Cuatro Fantásticos 206 USA) (1982)

2. Grijalbo / Junior / Penguin / Mondadori / Suarez Madrid-Barajas-Tombuctú
- Grijalbo en Tebeosfera
- En la Wikipedia española

3. Tebeos franceses para aprender inglés
- Cosecha del 88
- Cosecha del 90

4. Big Karnak
- En Wikipedia inglesa
- En recreativas.org
- Gaelco en Wikipedia española (prácticamente nada)
- Gaelco en Wikipedia americana (más o menos lo mismo)

5. Casi pero no
- Mister NO - Editorial Zinco (1982)
- Martin Mystere - Editorial Zinco (1982)
- Zagor - Editorial Zinco (1982)

Javier Albizu

Biografía fabuladora X: Tardes de vídeo

Biografía fabuladora X: Tardes de vídeo
Durante los últimos años de vida en Alsasua, los viajes de mi padre hasta Pamplona fueron algo diario. Trayectos que podían atender exclusivamente a la gestión del negocio, pero de los que no solía regresar con las manos vacías. Volvía con tebeos y juguetes. Con aparatos mecánicos y electrónicos. Con cualquier cosa que pudiese animar nuestro tiempo de ocio.

Nos hablaba de lugares mágicos. De las cornucopias de las que surgía todo aquello. En ocasiones incluso nos llevaba hasta los emplazamientos de los que habían surgido aquellos artefactos. Hasta los núcleos de los que nacía nuestra diversión. Hasta lugares que a día de hoy ya no existen.

No tengo la más mínima idea de cuándo llegó el VHS hasta mi vida. Por la misma, desconozco cuántas historias llegaron hasta mí a través de aquel medio. Desconozco también la cantidad de negocios de aquella índole que existían en Pamplona durante aquellos días, o cuántos solía recorrerse mi padre antes de encontrar algo con algo que considerase “adecuado” para nosotros.
Aún no se había producido “la gran explosión”, pero seguramente serían varios. De todas formas, nada de esto importa. Para mi yo de aquel entonces solo existió uno.

A pesar de esto, tampoco sé en qué momento pisé aquel lugar por primera (y posiblemente única) vez. Ni siquiera soy capaz de ubicar a ciencia cierta cuál de los locales que se encuentran en esa calle perteneció a este negocio. Pero sé que estuvo ahí. Sé que de entre sus estanterías surgió parte de mi educación fabuladora. Que allí se alojaron gran parte de mis filias iniciáticas. Sé cuánto le debo y, supongo que por eso, siempre dirijo mi mirada hacia el lugar que mi memoria direccional me indica que un día ocupó.
Entre los muchos fantasmas que se cruzan en mi camino cada vez que recorro las calles de Pamplona, quizás el que me ha acompañado durante más tiempo haya sido el del Vídeo Club Telman.

De la misma manera en la que no soy capaz de crear una línea temporal que ordene la cronología en la que llegaron hasta mi vida las historias de las que voy a hablar, no me cabe duda de que puedo ubicarlas sin temor a equivocarme dentro de la misma franja de tiempo de la entrega anterior.
Por la misma, también es muy probable que alguna de las que mencioné con anterioridad (Super Mazinger, Groizer X o Tarzerix), o todas ellas, pertenezcan a estas mismas coordenadas temporales.

Pero aquí no hemos venido a ser exactos. Hemos venido a hablar de universos ficticios. De historias como las que, por ejemplo, protagonizaron Carlo Pedersoli y Mario Girotti1.

No. La verdad es que no puedo ser demasiado exacto cuando se trata de Bud Spencer y Terence Hill. No sé cuál fue la primera de sus películas que se cruzó en mi camino. Tampoco sé cuáles vi en Alsasua y cuáles vería con posterioridad una vez ya en Pamplona. Tampoco voy a descubrir a nadie quiénes eran estos dos, o qué hacían.

Lo único que puedo afirmar a ciencia cierta son dos cosas:

La primera es que siempre empatizaba más con los personajes del señor Pedersoli. Siempre estaba del lado del tipo serio y contenido. El “gracioso” me resultaba cargante.
Pero supongo que no era (y sigo sin ser) el “espectador objetivo”. De haberlo sido, los personajes de Girotti se habrían llevado muchos más bofetones.

La segunda cosa que puedo afirmar es que nadie comía tan bien y con tantas ganas como ellos. Aun a día de hoy, tras ver sus películas “del oeste” siempre me quedo con el antojo de comer judías de una sartén y untar después lo que queda con pan de hogaza.

Por otro lado, mi mente tiende a hacer fusiones raras con las películas de imagen real que vi durante aquellos días. Mezcla las de artes marciales con las italianas. Tengo el vago recuerdo de vaqueros saltando como ninjas a los tejados de las casas mientras suena una flauta de émbolo.
No sé. Quizás tiene que ver con ciertas coproducciones, o con algunos actores secundarios. Quizás tenga que ver con una de esas películas por las que ponías las comillas en “adecuado” hace un momento. Quizás sea por “Las amazonas contra los supermanes”2. Por esta cosa que tanto me costó recuperar y que ahora, al menos por el momento, incluso se encuentra disponible en Youtube.

La magia de la interné.

Cuando la encontré en DVD, allá por el dos mil ocho (y a buen seguro de una editora pirata) apenas había información de ella. Hoy… sigue sin haber apenas información sobre ella, pero incluso se puede encontrar un DVD en castellano (a buen seguro de otra editora pirata).

Tras verla de nuevo… pues todo muy bien. La misma musiqueta que recordaba, la misma trama, la misma flauta de émbolo cada vez que hacían saltos imposibles… y algo más de sangre, mujeres ligeras de ropa, y trucos de cámara y montaje que le cantan bastante a un señor de mi edad.
Al final cada uno se quedaba con lo que se quedaba.

En fin, una explotación en toda regla. Ya se sabe, Italia y sus cosas. Aunque no hace falta irse tan lejos para buscar trucos rastreros para colar cosas como lo que no son. Porque aquí teníamos cosas como “La otra película de Mazinger”3. Una película que “misteriosamente”, salía al mercado patrio en mismo año que la serie de dibujos. Que tendría su propio tebeo, obra de Sanchís. Porque de explotaciones por aquí también sabemos un rato.

En su día ver esta película supuso toda una decepción. Obviamente, no daba lo que prometía. Pero, a pesar de esto, sí que le guardo algo de cariño de puro ridícula. La he vuelto a ver, aunque no la he comprado… por el momento. Sigo tentado. Seguramente terminará cayendo si la encuentro de oferta.

Otra cosa que también se podría considerar una explotación podría ser las primeras encarnaciones que conocí de Grendizer, Capitán Futuro o Ultraman4. Versiones recortadas y remontadas de sus respectivas series. Pastiches que agrupaban a modo de películas (como ya se había hecho antes con Groizer) arcos de diferentes duraciones.
Porque no solo Europa sabe de hacerle cosas feas a lo que viene de fuera.

¿Quiere decir esto que me horroriza lo que se hizo con ellas?
La verdad es que debería. Lo que les hicieron no tiene nombre… pero nada de esto importa. El afecto sigue ahí. Se impone sobre lo demás. Conocer la desvergüenza de esta gente no ha impedido que trate de recuperarlas. Y la verdad es que no me lo han puesto fácil. Pero aquí hemos venido a jugar.
Porque la nostalgia es así de insensible y tenaz.

Las dos primeras películas de esta lista son las que más complicadas de recuperar me han resultado.
Por un lado, la copia que tengo de “Grendizer”, obtenida en dos mil ocho gracias a las redes P2P, tiene una calidad lamentable. Por otro, logré dar con la del Capitán Futuro hace un par de semanas… aunque no se trata “exactamente” de la película que vi en su día. Pero vayamos por partes.

Desde el momento en el que tuve acceso a Internet, la búsqueda de estas películas (al igual que el intento por recuperar cualquier fragmento de mis ocios del pasado) fue una constante. Con la llegada de las redes de intercambio sí que logré encontrar episodios de Grendizer… aunque solo en árabe. Por otro lado, y en paralelo, antes de dar con la copia que conservo, había logrado hacerme con varios VHS de la serie original doblada a castellano gracias a la web (hoy grupo de Facebook) de “El trastero de mi abuelo”. A su vez, tiempo después de las primeras pesquisas, también había descargado unos cuantos capítulos en japonés.
Que llegase a verlos ya es otro asunto.
Sí que comencé con el visionado de los VHS pero, entre que no se trataba del doblaje que conocía, y lo formulaico de la serie, terminé por verla en diagonal (más que nada para tener contexto para los últimos episodios). También fue el momento en el que descubrí que por allí andaba Koji Kabuto. No sé cuál habría sido la reacción de mi yo infante de haberlo sabido en su momento.

De cualquier manera, al hacerme con la película de Grendizer la búsqueda no cesó. Sí. Se trata de la película con doblaje latino que llegó hasta mis tiernos ojos de juventú… pero de una copia apenas visible (lo cual no me impidió verla). Una ripeo de VHS que me permitió saber que la película fue “obra de” Jim Terry, con lo que estaba relacionado con el programa contenedor “Jim Terry Force Five” sobre el que ya había ido leyendo con anterioridad.
Por otro lado, también sigo buscando el tebeo francés que llegó hasta mis manos durante aquellos días. No. En aquellos días no sabía francés.
No. A día de hoy sigo sin saberlo.

Por otro lado, mientras investigaba para escribir esto he ido descubriendo cosas sobre el Capitán Futuro que me han resultado del todo inesperadas (como el hecho de que se trate de un personaje pulp americano de los años cuarenta).

La película que llegó hasta aquí debió ser un doblaje latino de la versión que Robert Barron (sea quien sea, no he encontrado nada acerca de este hombre) hizo para Harmony gold. Sí que he encontrado la película en inglés… y los cuatro capítulos que engloba con doblaje latino, pero no he logrado dar con el combo que llegó a mi yo de antaño.

Por último dentro del terreno de la explotación, tenemos “Las aventuras de Ultraman”. A lo que es lo mismo, los capítulos del cuarenta y siete al cincuenta (la saga final) de la serie del setenta y nueve “Ultraman Jonias”.
De nuevo nos encontramos con algo que no he sido capaz de ver “como antaño” hasta hace un par de semanas. No hay como empeñarse.

Eso sí, allá por dos mil ocho (supongo que me dio muy fuerte aquel año con el tema de “recuperar las esencias”) logré hacerme con una copia en DVD de la película en inglés (que, como sucede con la de “Las amazonas contra los supermanes”, seguramente sea obra de un editor pirata). Antes de aquello lo único que había encontrado era una versión en alemán. No. Tampoco esprejen ese idioma.
También tengo alguno de aquellos capítulos en japonés… sin subtítulos. En fin. Tiempo al tiempo.

En estas tres películas he encontrado los elementos que recordaba. Esto es; sus músicas así como las escenas e imágenes que me habían impactado. A su vez, he de reconocer que no todas ellas han conservado el mismo impacto en mí. La victoria de Ultraman sobre las demás es aplastante.

¿Es la mejor película?

Pues yo diría que sí… aunque también es cierto que es la que he visto más veces, y la única de la que encontré una copia cuando ya vivía en Pamplona (lo que parece reforzar la teoría de “afecto por repetición”).
En otro orden de cosas, recuerdo perfectamente el vídeo club en el que encontré aquella cinta. Es otro de esos “locales fantasma” con los que me encuentro al pasear por la ciudad. Otro de esos lugares hacia los que no puedo evitar dirigir mi mirada.

Para terminar con esta enumeración, iremos hasta la única película de esta lista que no puedo “certificar” que se corresponda con una de aquellos tiempos. Hasta “Las aventuras de Hols príncipe del Sol”, “Little norse prince” o “La princesa encantada” (como la llamaron aquí inicialmente).

Y digo que no puedo certificarlo porque… sí, tiene elementos que me recuerdan a una de esas películas de animación que “me impactaron”… pero.
La escena de la lucha contra los espectros en la nieve quiere hacer ese “click”, pero… falta algo. Falla algo. Es lo único a lo que puedo aferrarme. No recuerdo su música. No hay reconocimiento o conexión a ese nivel… y eso es lo que me genera la gran duda.

Y no digo que falle la película. Con mucho será la mejor de todas las que he mencionado en esta entrada. Pero no logro esa conexión.
Quiero reconocerla… pero no sé si eso es todo.
No sé hasta qué punto el deseo se impone sobre el reconocimiento real.
Porque carezco de las herramientas necesarias para buscar esa hipotética “otra”.

Enlaces:

1. Carlo y Mario
- Bud Spencer y Terence Hill (1967)
- Carlo Pedersoli en la Wikipedia española
- Carlo Pedersoli en la Wikipedia americana
- Mario Girotti en la Wikipedia española
- Mario Girotti en la Wikipedia americana

2. Las amazonas contra los supermanes
- En IMDB
- En Youtube

3. El “Otro”
- La película (1978)
- El tebeo (1978)
- En la Wikipedia española
- Sanchís en la Wikipedia española

4. Explotando
- Grendizer en Wikipedia española
- Grendizer en Wikipedia americana
- Grendizer, el tebeo en francés (1978)
- Jim Terry
- Jim Terry Force Five
- Capitán Futuro en Anidb.net
- Capitán Futuro en Wikipedia española
- Capitán Futuro en Wikipedia americana
-
Capitan Futuro (1978)
- Captain Future and the Space Emperor en Archive.org
- Captain Future v01n02 (1940) en Archive.org
- Harmony Gold en Wikipedia
- Ultraman en Anidb.net
- Ultraman en IMDB
- Ultraman en Wikipedia española
-
Ultraman en Wikipedia americana
-
Ripeo del VHS en Youtube con el audio latino

5. Príncipe o princesa
- Las aventuras de Hols príncipe del Sol (1968)
- La princesa encantada (1980)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XI: El espectro electromagnético

Biografía fabuladora XI: El espectro electromagnético
Tras el repaso que hemos dado al papel y el cabezal del vídeo, toca echar un vistazo a las historias que llegaron hasta mis neuronas a través de la tele dentro del mismo marco temporal.

¿Qué recuerdo de aquellos días?
Dentro del maremagnum de productos audiovisuales ¿cuáles me han acompañado desde entonces y, muy probablemente, han condicionado mi manera de entender la creación de historias?1

Muy bien. Vayamos por orden, este vez sí, cronológico. Bueno, sigamos esta cronología en la medida de lo posible. Porque algunos de estos productos son fáciles de ubicar, pero otros no lo son tanto. Claro está, no lo son… a menos que me ponga a mirar día a día la programación de los dos canales de televisión entre el setenta y nueve y el ochenta y dos. Pero no. No voy a hacer eso.

Así pues, no puedo saber con certeza cuándo se cruzó mi mirada por primera vez con la de Bugs Bunny, el Pato Lucas y compañía, de la misma manera en la que tampoco sé cuándo se cruzó con la del Inspector Clouseau o la Pantera Rosa.

Dadas las fechas de grabación de estas series, asumo que todos estos encuentros se produjeron en la tele y no en vídeo (y es posible que incluso antes de las fechas que manejamos), pero no puedo tener la certeza sin realizar una investigación más exhaustiva de la que estoy dispuesto a llevar a cabo.

Sea como fuere, estas, que no dejan de ser las obras más antiguas de cuantas mencionaré hoy, son también las que he consumido con mayor frecuencia.
Ironías de la vida, y lo que tiene que se hayan convertido en clásicos. Así pues, poco o nada que decir sobre ellas, más allá de certificar su atemporalidad.

Por otro lado, en el caso de las versiones animadas de Mortadelo y Filemón la duda tele / vídeo es aún mayor. Y lo es porque sé que aquellas colecciones de cortos sí que llegaron a casa en VHS… pero, siendo todas ellas del setenta y uno, no sé si para aquel entonces ya se habían llegado a emitir en televisión.

Siguiendo con el tema de las ironías, sí que recuerdo que, cuando los escuché por primera vez, las voces elegidas para el doblaje se me hicieron raras. Obviamente, era imposible que se pareciesen en lo más mínimo a las voces mentales que les había asignado mientras leía los tebeos. Por otro lado, mi mente terminó por asignarles aquellas voces por lo que, cuando llegaron las versiones en imagen real, se volvió a generar de nuevo ese mismo conflicto (algo que, por otro lado, también ha sucedido cada vez que se ha vuelto a doblar a los personajes de la Warner).

De cualquier manera, supongo que esta es una reacción de lo más normal.

Siguiendo la línea temporal, nos encontramos con la primera instancia de la saga de Albert Barillé. Hasta la primera en el tiempo, pero segunda en mi afecto.

Recuerdo que Érase una vez… el hombre me gustó… pero, por más atractivo que me resultase lo que se mostraba ante mis ojos, no logró despertar en mi yo de seis años el amor por la historia.
Más suerte la próxima vez.

Continuando con las ironías de la vida, llegamos hasta otra serie que me enamoró en su momento… pero que a día de hoy me deja bastante frío; La batalla de los planetas / Comando G / Gatchaman. Una serie que parece reforzar la teoría de “afecto por fuerza bruta”.

Recuerdo seguir aquello con devoción cuasireligiosa. Llegar a poseer alguno de los tebeos, el álbum, los cromos y, finalmente, comprar aquel mismo álbum ya completado por otra persona.

Pero algo pasó después de aquello. No hubo VHS y no sé qué llegó a pasar con los tebeos (quizás los leyese de prestado). El tiempo pasó y tuvieron que transcurrir más de veinte años hasta que se produjese un nuevo encuentro con aquellos personajes. Hasta la llegada de la “Fuerza G” en el canal Locomotion de Vía Digital. Un encuentro cuyo impacto resquebrajó el armazón de la nostalgia.
No logró romperlo por completo… pero sí que le afectó de una manera extraña.

Tiempo después llegarían hasta mis manos otras iteraciones de aquella obra. Versiones más modernas y en otros medios. También llegaría a recuperar alguno de los capítulos que había visto durante mi infancia, pero no fui capaz de verlos con los ojos de antaño. El cariño por la serie y sus personajes permanece… pero no así el gusto por los productos que ha ido generando la franquicia. Una situación ciertamente rara que me hace seguir buscando nuevas iteraciones a la espera de encontrar una que selle o termine de romper esa grieta.

Hablando de ironías… y de cosas que te rompen un poco, no deja de ser curioso cómo podemos llegar a generar recuerdos de cosas que no hemos visto.

Como ya mencionaba hace unas entradas, el valor no era uno de mis atributos más desarrollados en aquellos días. El miedo era un instinto imperante en mí. Un resorte capaz de ser accionado por los orígenes más inesperados.

En el caso que nos trae hasta aquí, este vendría dado por una película como “Los crímenes del museo de cera”. Por una película del cincuenta y tres que, a buen seguro, hoy vería sin sobresalto alguno.
Pero entonces no era así. Bastó el título, la música inicial, y el plano en penumbra de un museo para que me alejase del salón. Eso fue todo. Todo cuanto sé de ella. Todo cuanto he visto (porque sí que llegué a escuchar voces distorsionadas a través de dos paredes cuyas palabras era incapaz de entender).

Y, sin embargo, el recuerdo permanece intacto.

Siguiendo con la ronda de ironías llegamos hasta “Las vidas secretas de Waldo Kitty”. Una serie que mezclaba imagen real y animación y que parece haber quedado en el olvido. Curiosamente, estaba convencido de que aquello lo había visto en vídeo hasta que en la versión archivada de “Animecion” leí que había sido emitida en “La 2”.

De cualquier manera, la nota de ironía no viene por ese lado. Viene de no recordar para nada la parte de imagen real. Lo único que permanecía era lo referente a la versión animada de su protagonista. Lo relacionado con ese un gato que se disfrazaba y corría aventuras. La parte con animales de verdad había desaparecido por completo de mi mente. Aunque, por otro lado, dado que nunca me han llamado la atención las mascotas, quizás no sea algo tan raro.

Para terminar, llegamos finalmente hasta el territorio de “ironía cero”. Hasta tres series que rompen el paradigma. Que parecen desmentir el axioma defendido por “afecto por fuerza bruta”.

Empezaremos hablando de aquella de la que conservo un recuerdo más neblinoso. Llegamos hasta “Dentro del laberinto”. Hasta una serie de la que únicamente recordaba dos nombres; Rodgo (que veo que no se escribía así) y Belor. También recordaba cavernas y una cierta sensación de inquietud, pero no a los niños ni su misión de encontrar “el Nidus”. Tampoco recordaba lo teatral y de cartón piedra que era todo. No deja de resultarme curioso lo que retenemos y lo que dejamos escapar.
Sin embargo, volver a ella me ha hecho querer profundizar. Recuperar eso que algún día albergué. Hay encanto detrás del cartón piedra. Hay una cierta magia en la teatralidad. Hay intriga en su planteamiento. A buen seguro terminará cayendo entera.

Seguimos con mi obra preferida de Barillé. Con la serie que, muy posiblemente, sirviese como ignitor de mi animadversión hacia la iglesia. Llegamos hasta “Érase una vez… el espacio”. Hasta una serie que hablaba de ciencia usando la ficción. Que era capaz de ocultar que te educaba detrás de unas tramas sencillas y uno personajes cuyo bienestar me preocupaba.

Pero no, el paquete a la iglesia no llegó porque surgiese en mí un súbito interés por la ciencia. El resquemor fue consecuencia de mi primera comunión. De verme obligado a perderme el final de uno de sus capítulos para asistir a una de las sesiones de preparación de aquel rito absurdo.

De acuerdo, gracias a aquello conseguí la nave M7X de los Madelman2, pero eso es todo cuanto recuerdo de la ceremonia en la que desembocaría aquello. Por otro lado, Pedro, Gordo, Pedrito, Kira y Metro han logrado perdurar en mi memoria. Quizás sus aventuras quedasen un tanto diluidas entre mis sinapsis, pero parece que esta es la tónica habitual de lo que voy contando por aquí.

¿O quizás no?

Porque las historias de la última serie de este listado son las que han sobrevivido con mayor claridad. Ulises 31 abandonó mi vida en el ochenta y dos y no regresó hasta la era del P2P (y, posteriormente, la compra de su versión en DVD), pero el afecto ha permanecido intacto. Tanto es así que soy capaz de verla con ojos de infante y adulto. Una rara combinación que pocas han logrado.
Por supuesto, no es una serie perfecta ni algo apto para “cualquiera”. Por más que sea capaz de comprender la necesidad de un personaje como el robot Nono para el público infantil, esto no lo hace menos cargante.

Pero estamos hablando de la Odisea con naves espaciales. De dioses habitando el cosmos. De unos diseños que, al igual que los de “Érase una vez… el espacio”, aguantan el paso de las décadas sin despeinarse.

¿Cómo no va a molar infinito todo eso?
¿Cómo no va a superar la prueba del tiempo?

Y supongo que eso sería todo.

Sí. Lo sé. Me he dejado montones de series3.
Sí. Falta el Miyazaki pre-Ghibli. Faltan las cosas de Hanna Barbera. Las de Filmation. Pero… ¿qué quieres que te diga? No hicieron mella. No voy a negar que viese aquellas series… pero no las seguía. No tenía la “necesidad” por saber qué pasaría en el siguiente episodio. Tampoco negaré la posibilidad de que algo de lo que me mostraron no haya quedado grabado por ahí adentro, pero no se trata de nada sobre lo que vuelva de manera consciente.

Enlaces:

1. Los que sí
- La obra de Chuck Jones para la Warner (1938)
- El show de la Pantera Rosa en “El doblaje fandom wiki” (1964)
- El show de la Pantera Rosa en la Wikipedia española (1964)
- El show de la Pantera Rosa en la Wikipedia americana (1964)
- 1er festival de Mortadelo y Filemón, agencia de información (1971)
- 2º festival de Mortadelo y Filemón, agencia de información (1971)
- El armario del tiempo (1971)
- Albert Barillé en la Wikipedia española
- Albert Barillé en la Wikipedia americana
- Érase una vez... el hombre ficha en El doblaje (1979)
- Érase una vez... el hombre en la Wikipedia española (1979)
- Érase una vez... el hombre en la Wikipedia americana (1979)
- La Batalla de los planetas aquí mismo; Kagaki Ninja Tai Gatchaman
- La Batalla de los planetas, la serie (1980)
- La batalla de los planetas en Wikipedia española (1980)
- La batalla de los planetas en Wikipedia americana (1980)
- La Batalla de los planetas, el álbum de cromos (1980)
- La Batalla de los planetas, el tebeo (1980)
- Los crímenes del museo, ficha en “El Doblaje” (1981)
- Los crímenes del museo en “Mis terrores favoritos” (1981)
- Los crímenes del museo en la Wikipedia Española (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en IMDB (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en la Wikipedia americana (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en la versión archivada de Animecion (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en Youtube
- Dentro del laberinto ficha en El doblaje (1982)
- Dentro del laberinto en la Wikipedia española (1982)
- Dentro del laberinto en la Wikipedia americana (1982)
- Dentro del laberinto en Youtube (1982)
- Érase una vez... el espacio ficha en El doblaje (1982)
- Érase una vez... el espacio en la Wikipedia española (1982)
- Érase una vez... el espacio en la Wikipedia americana (1982)
- Ulises 31 ficha en El doblaje (1982)
- Ulises 31 en la Wikipedia española (1982)
- Ulises 31 en la Wikipedia americana (1982)
- Ulises 31, el tebeo en grapa (1982)
- Ulises 31, el tebeo en tapa dura (1982)

2. Nave “Cosmic M7X” de los Madelman

3. Los que no
- Ruy, el pequeño Cid Wikipedia española
- D'Artacán y los tres mosqueperros Cid Wikipedia española
- Heidi
- Marco
- Los Picapiedra
- Los Supersónicos
- Maguila Gorila
- Los autos locos
- El osito Misha
- Belfy y Lillibit

Javier Albizu

Biografía fabuladora XII: Dudas, olvidos y temas sueltos I

Biografía fabuladora XII: Dudas, olvidos y temas sueltos I
Como esto va saliendo de la manera en la que sale, pues termina pasando lo que pasa. Que voy soltando las cosas al vuelo y buscando información según la voy escribiendo. Una dinámica que tiene un tipo de riesgos y consecuencias perfectamente predecibles; que se quedan muchas cosas en el tintero, que dejas para más adelante temas que ya tendrías que haber tratado, y que genera otro montón más de “divertidas consecuencias”, que diría Ignatius.

Así que vamos a hacer por aquí la primera repesca de elementos (quizás) olvidados y (quizás erróneamente) postergados. De eso y de alguna otra historia que no está relacionada con el terreno de la ficción.
Así pues, empecemos con los… desubicados1. Como de costumbre, trataré de seguir… algún tipo de… orden arbitrario / cronológico para tratar estos asuntos.

Si ordeno las referencias que he ido recopilando antes de ponerme a escribir de acuerdo a los años que les he asignado en la hoja de cálculo, el primero que ha de aparecer en este listado es el señor Armando Matías Guiu (1925-2004).
Oye, ni tan mal.

Con anterioridad a este momento ya había buscado (sin erótico resultado) información acerca de este buen señor. En esta ocasión… pues lo cierto es que el resultado no ha variado en demasía. Eso sí, me ha hecho ilusión que tenga una ficha en la “Real academia de la historia” (al menos en su versión “virtual”). Lo que ya no me ha hecho tanta ilusión ha sido que su ficha sea tan escueta en todos los sitios que he ido encontrando algo.

Muy probablemente este caballero y, más concretamente, sus “Diálogos para besugos”, fuesen mi primer acercamiento “consciente” al humor surrealista. De acuerdo, antes de que se cruzasen en mi camino, a buen seguro ya había visto en la tele algo de Tip y Coll, pero dudo que llegase a entender nada de lo que pretendían aquellos señores tan elegantes.

Por otro lado… no sé en qué momento me crucé con él. Por lo que veo, los “Diálogos” fueron publicados en el cincuenta y uno en la revista DDT. Una fecha y una revista que me quedan muy lejanas. Juraría que lo leí en algún Mortadelo (la revista, no los tebeos “con lomo”), pero no sé con qué edad fui capaz de comprender la intención de aquello que leía. Tampoco sé qué tal aguantarían aquellos diálogos a día de hoy, pero me gustaría tener alguno a mano para comprobarlo.

Siguiente.
Flash (Aaaaah)

¿Cuándo conocí a Flash Gordon?
Recordaba haber leído sus historietas por primera vez en las páginas de los “Héroes de papel” que publicó Círculo de lectores. Así pues, mi apuesta inicial era esa; el ochenta y cuatro.
Pero, claro, cuando la semana pasada mencionaba a la Filmation, una vez publicada la entrada me vino a la mente la serie animada que dedicó a este personaje. Una serie que comenzó a emitirse en los estates en el setenta y nueve y que, de acuerdo a la ficha del Wiki de Fandom, ya contaba con doblaje latino en el ochenta. Un doblaje que es el que recuerdo. Así pues, la duda está ahí.

No he conseguido encontrar dónde o cuándo se emitió por estos lares y, de su ausencia en la web de “El Doblaje”, asumo que no llegó a contar con un doblaje foráneo. Lo que sí que recuerdo es ver en la tele una y otra vez a Flash correr y realizar el mismo salto rotoscopiado contra distintos fondos.

Por otro lado, el mismo año en el que se realizaba aquel doblaje salía la película de Sam Jones. Una película que vi en el cine de Araia. Esto es, en un cine de verano en un pueblo. De esto deduzco que, para cuando llegó hasta allí, ya llevaba tiempo fuera de cartel (al igual que la otra película que recuerdo haber visto en aquel cine; una protagonizada Bruce Li. Por uno cualquiera de los múltiples clones de Bruce Lee, lo que tampoco es de mucha ayuda para ubicarla cronológicamente).

En fin. Sigamos moviéndonos.

¿Cuando conocí a Lucky Luke?
Si he de atenerme a la serie de Dibujos, tendría que haber esperado hasta el ochenta y cinco. Pero, por otro lado, las portadas de la edición de Grijalbo del setenta y siete me resultan familiares. Con esto volvemos a entrar en ese bucle sin salida de “cuándo se publicó, quién lo compró, cuándo tuve acceso a ellos”. De todas formas, lo que más grabado se ha quedado en mi memoria de la obra de Morris siempre han sido los hermanos Dalton. Recuperar alguna de aquellas historias es otra de esas tareas que tengo pendientes.

Dentro del terreno de los olvidados (ya no sé si justa o injustamente) se encontraría la versión animada del Quijote que realizó el estudio de Cruz Delgado.
Sí, la vi.
Sí, conservo algún recuerdo.
No. No ha dejado demasiada huella ni generó nostalgia, morriña o las ganas de volver a ella.
Tres cuartos de lo mismo se podría decir de la las aventuras de “Naranjito” y su “Fútbol en acción”.

Una vez finiquitado el tema de la ficción, vayamos a por los últimos flecos de aquello relacionado el mundo tangible durante los últimos años de mi estancia en Alsasua.

Antes de mudarnos a Pamplona ya se había revelado ante nosotros “el gran secreto de la navidá”. Las pistas estaban ahí, solo teníamos que juntarlas. Como consecuencia de aquello, en una ocasión nuestros padres nos llevaron (como mínimo supongo que a mi hermano mayor y a mí) hasta una tienda de juguetes para que fuésemos nosotros quienes eligiésemos nuestros propios regalos. Aquella tienda resultó ser la juguetería Irigoyen. Más concretamente al local que tenían frente al ayuntamiento. El mismo comercio en el que, años después, compraría mis primeros juegos de rol. Otro de esos fantasmas que me hace girar la cabeza cada vez que paso junto a él.

Recuerdo aquella primera visita como algo apabullante. Estanterías sin fin repletas de cosas a elegir. Un espacio casi imposible de abarcar o recorrer para mi yo de ocho o nueve años. Más de lo que era capaz de concebir mi mente a partir de los datos de los “locales proveedores de ocio” que conocía de Alsasua.
Seis o siete años después la cosa cambiaba mucho. Todo era mucho más pequeño. El espacio entre las estanterías se me hacía casi asfixiante.
Cosas de la vida y el crecer en todos los sentidos.

De cualquier manera, la primera vez que recuerdo “ahorrar” no fue para comprar juguetes, sino algo mucho más “adulto”. Mis hermanos y yo habíamos hecho el firme propósito de hacernos con unos walkie talkies. Una fijación que no sé muy bien a cuento de qué podría haber venido, pero que recuerdo con claridad. Durante lo que nos parecieron siglos todos nuestros ingresos estuvieron destinados a aquella sagrada misión; recopilar mil quinientas pesetas.
Eh, eran aparatos de calidá contrastada.
Una vez cumplida tamaña hazaña, y si no me falla la memoria, creo que aquellos aparatos no lograron sobrevivir a la primera sesión que les dimos.

En Alsasua fue también el lugar en el que comencé a aprender inglés. En un movimiento totalmente fuera de personaje, fui yo quien pidió que me apuntasen a clases. No tengo ni idea de la razón que me llevó a tomar aquello decisión. Tampoco sé qué esperaba conseguir con ello. La cosa es que luego me vendría bien… dentro de lo desastrosos que serían mis estudios una vez que llegase a la capi.

Supongo que nuestra mudanza vino como consecuencia del cambio climático. Más concretamente, del paulatino aumento de la temperatura (política) de Alsasua. Un ola de calor que hizo que mi padre sacase a mi hermano mayor de la ikastola, y que logró que la Sala de fiestas entrase en una combustión nada espontánea.

No sé lo precipitado o planificado que sería aquella mudanza, pero me da la impresión de que la opción seleccionada sería la “A”. Y supongo esto porque recuerdo que antes de aquello mi padre había estado mirando una promoción de pisos nuevos en Alsasua, e incluso habíamos llegado a visitarlo. Y lo recuerdo porque me hacía ilusión cambiar de casa. Lo que no sabía era que iba a terminar yéndome tan lejos de la gente que conocía.

Enlaces:

1. Ahí va eso
- Armando Matías Guiu en la Wikipedia
- Armando Matías Guiu en Tebeosfera
- Armando Matías Guiu en la Real academia de la historia
- Diálogos para besugos en el Centro virtual Cervantes
- DDT en Tebeosfera
- DDT en Wikipedia
- Tip y Coll
- Flash Gordon en la Wikipedia española (1934)
- Flash Gordon en la Wikipedia americana (1934)
- Las nuevas aventuras de Flash Gordon en la Wiki de Fandom (1979)
- Las nuevas aventuras de Flash Gordon en Youtube (1979)
- Flash Gordon, la película, ficha en El Doblaje (1980)
- Flash Gordon de Círculo de lectores (1984)
- Círculo de lectores (1962-2019)
- Luky Luke en la Wikipedia española (1946)
- Luky Luke en la Wikipedia americana (1946)
- Luky Luke y sus diferentes publicaciones por aquí (1963 - 2017)
- Luky Luke - Grijalbo (1976)
- Lucky Luke, la serie, ficha en El Doblaje (1985)
- Don Quijote de la Mancha de Cruz Delgado (1979)
- Fútbol en acción (1981)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XIII: Cambiando de contexto

Biografía fabuladora XIII: Cambiando de contexto
No recuerdo la llegada hasta Pamplona como algo traumático. No conservo en la memoria ningún dato o suceso al que pueda asociar un punto de inicio. Nada a lo que pueda atribuir el camino que tomaría mi historia después de aquello. El declive que comenzarían a sufrir ciertos aspectos de mi vida.

Así, de buenas a primeras, el mayor “shock” que recuerdo es el de encontrar en el frigorífico leche en una bolsa de plástico. Eso, y el poder usar un ascensor (para llegar hasta la primera planta en la que vivíamos).
Están locos estos de la gran ciudá.

Sin embargo, algo pasó. Algo debió pasar(me). Aunque igual fue simplemente cosa de la edad. Probablemente aquello fuese algo que tenía que llegar antes o después independientemente del lugar en el que me encontrase.

Mi rendimiento académico se desplomó. Antes de aquello, aunque llevaba las cosas al día, no recuerdo haber sido un gran estudiante. Pero en cuarto de EGB, en mi primer año escolarizado en Pamplona, dejé cuatro asignaturas para recuperar en septiembre. Un número que iría creciendo de manera pareja al curso en el que me encontrase. En un momento dado llegué a suspender hasta gimnasia.
Los veranos, ya fuesen en los pueblos o las ciudades de vacaciones, se irían convirtiendo en una sucesión de momentos de estudio. Las tardes en clases de apoyo. En tiempo dedicado a sacar “in extremis” el curso adelante. En una dinámica que no abandonaría hasta que llegase el final de mi periplo dentro de la educación reglada.

Pero me estoy adelantando. Habrá tiempo para explorar mis dramas escolásticos más adelante. Porque hemos llegado al ochenta y tres. Hasta el año en el que moría (parte de) lo viejo y (re)nacía algo que me acompañaría durante muchos años1.

Por un lado, moría Vértice y, de sus cenizas, nacía Surco… solo para morir aquel mismo año (no sin sacar antes algunos números de Rom, como su crossover con una para mí desconocida Patrulla X). Por otro, Bruguera dejaba de publicar los tebeos de la Marvel (con la excepción de los que aparecían en sus “Poket de ases”… que morirían al año siguiente)

A su vez, nada de esto era casual. Todo esto sucedía por una razón muy sencilla. Planeta daba un nuevo uso a su sello de “Ediciones Forum”. Aquella dejaba de ser una etiqueta con la que llevaba hasta los kioskos la PlayBoy y alguna que otra revista erótica, para pasar a convertirse en la marca bajo la que se publicaban los tebeos de la Marvel en España durante algo más de dos décadas.

Con esto, Dan Defensor pasaba a llamarse Daredevil, y lo hacía a lo grande. Casualidades de la vida (supongo yo), la edición de Vértice terminaba con los últimos números del tandem Roger McKenzie / Frank Miller, y aquello era lo que retomaba Forum (aunque aún pasaría tiempo hasta que aquellos números llegasen hasta mí).
Los Cuatro Fantásticos contaban con cabecera propia y, con ella, llegaba también la conclusión de la saga de Nova, Xandar, la Esfinge y Galactus.
Llegaban también algunas de mis sagas favoritas de Los Vengadores.
Se publicaba Dios ama, el hombre mata de “La Patrulla X” (aunque, curiosamente, hasta dos años después no se comenzaría a publicar su colección regular) o la miniserie de Lobezno de Claremont y Miller .

También volvía de su mano Conan en color, cuyas aventuras en blanco y negro, por lo que puedo ver, ya había comenzado a publicarse como “revista para adultos” el año anterior.
De cualquier manera, ya fuese en color o en escala de grises, ninguna de aquellas historias llegarían hasta mí en aquellos momentos. Con nueve o diez años aún no estaba preparado para aquello. El miedo seguía siendo muy fuerte en mí. Tanto es así que la primera vez que se puso en mi casa el VHS de su primera película no fui capaz de pasar de la escena de la serpiente. Algo parecido a lo que me sucedió con “El señor de las bestias” tras la primera aparición de “las brujas”.

Si no me falla la memoria, la primera película que veía en un cine de Pamplona era “Las aventuras de Enrique y Ana” en el Teatro Gayarre… aunque no sé si aquello sería algún tipo de reestreno, ya que la llegada hasta los cines de aquello se producía en el ochenta y uno.
A su vez, otra de las primeras películas que recuerdo haber visto en una sala grande de Pamplona sería ET, esta vez en el Carlos III y con unas colas que daban la vuelta al edificio. De nuevo, las fechas no me terminan de cuadrar, viendo que se dobló al castellano en el ochenta y dos (y dudo que durase en cartel cosa de un año, pero vete tú a saber).

Por otro lado, recuerdo haber ido a ver la versión animada de Robin Hood a los Cines Iturrama… y no poder acceder a su visionado porque no quedaban entradas. Qué tiempos aquellos. Obviamente, no me cabe ninguna duda de que, en aquel caso, no se trataba de una película de estreno.

Para la que no tuve problemas de acceso fue para “El señor de los anillos”, en este caso en los Golem. Fui a ver aquella película gracias a la “Topelibreta” de la Caja de Ahorros (algo que debe ser tan arcano que ni Google ni la Wikipedia parecen tener información a ese respecto)

Así pues, supongo que la primera película “de estreno” a la que puede que tuviese acceso en Pamplona podría ser “El retorno del Jedi”, una vez más, en los Cines Iturrama. Una película (y una saga) de la que probablemente no supiese nada en aquellos momentos. Veo que tanto Bruguera como Surco habían publicado algunos de sus tebeos, pero no tengo el recuerdo de haberlos leído antes de aquel momento. Es más, recuerdo que la razón que me llevó a querer verla eran los comentarios en clase.
“Hay una escena en la que van con unas motos voladores por un bosque y parece que conduces tú”, decían.
Aquello era mentira, claro. O al menos se trataba de una experiencia no compartí aquella gente, pero probablemente fuese todo culpa del Jaip. Aún pasaría un tiempo antes de que viese la primera / cuarta parte de aquella saga en vídeo.
No. Tampoco me pareció gran cosa. Qué le vamos a hacer.

De cualquier modo… y como no dejo de repetir en estos desgloses, una cosa es la fecha de publicación / estreno de los productos, y otra mi fecha de acceso.
Había apuntado por aquí el juego de MSX de Buck Rogers. Un juego que salió aquel mismo año, y que recuerdo que compré en el único viaje que hicimos a Andorra. Pero, claro, recuerdo volver en el coche de aquel viaje escuchando en mi walkman el “Nikita” de Elton John, y ese tema pertenece a su álbum del ochenta y cinco.

Sea como fuere, todo parece indicar que aquella fue una buena época en lo que a lo que a mis ocios se refería… otra cosa sería todo lo demás.

Enlaces:

1. Editoriales
- Editorial Surco en Wikipedia
- Editorial Surco en Tebeosfera
- Editorial Surco en "UniversoMarvel"
- Editorial Forum en Wikipedia
- Editorial Forum en Tebeosfera
- Editorial Forum en "UniversoMarvel"

2. Tebeos y otras cosas
- Robin Hood Disney (1973)
- El señor de los anillos (de Bakshi) (1979)
- Topegallos (198x)
- Las aventuras de Enrique y Ana (1981)
- Conan el bárbaro (la película) (1982)
- Conan el bárbaro (el tebeo) (1983)
- La espada salvaje de Conan (1982)
- ET (1982)
- El señor de las bestias (1982)
- El retorno del jedi (1983)
- Buck Rogers, el vídeo juego (1983)
- El Dan Defensor de Vértice
-
Daredevil de Frank Miller (1983)
- El retorno del jedi (1983)
- La guerra de las galaxias de Bruguera (1979)
- La guerra de las galaxias de Surco (1983)
- La Patrulla X, Dios ama el hombre mata (1983)
- Lobezno, Extra Súper Héroes (1983)
- Los 4 Fantásticos de Wolfman, Buscema, Pollar, Byrne (y Sinnot) - Comics Forum (1983)
- Los Vengadores, contra el Conde Nefaria - Comics Forum (1983)
- Los Vengadores, la saga de Korvac - Comics Forum (1983)
- Rom - Editorial Surco (1983)
- Rom y la Patrulla X - Editorial Surco (1983)
- Nikita - Elthon John en Wikipedia (1985)
- Nikita - Elthon John en Youtube (1985)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XIV: Tribus urbanitas

Biografía fabuladora XIV: Tribus urbanitas
Nunca he sido una persona especialmente sociable. Mi relación nunca ha estado marcada por el concepto de “cuadrilla”, sino siempre ha estado focalizada en alguno de los individuos que las componen. Dentro de mis aspiraciones jamás se ha encontrado la de “ser o estar” dentro de “lo popular”. Tiendo a desaparecer cuando me encuentro dentro de grandes grupos sin importar la relación que tenga con sus miembro o el afecto que sienta por ellos. No recuerdo haber “peleado” o haberme esforzado nunca por pertenecer a ningún grupo.

Cuando pienso en las relaciones que establecí en Alsasua solo soy capaz de acordarme del nombre de uno de mis amigos. Seguro que llegué a establecer lazos con más gente de mi edad… pero no soy capaz de acordarme de nadie más. Cuando pienso en Araia o Ecai me vienen a la mente nombres o apellidos. Tengo claras ciertas ubicaciones geográficas. Casas, puertas y portales. Datos concretos que no soy capaz de asociar entre sí. Cuando pienso en mi llegada a Pamplona la información es algo más rica. Recuerdo quién tenía el Oric Atmos y le gustaba dibujar. Quién tenía el MSX. Quién tenía unos padres propietarios de vídeo club. Sus nombres y una vaga idea acerca las relación que me unía con ellos. Cómo llegar hasta la casa de alguno de ellos. La disposición de sus habitaciones.

Por otro lado, recuerdo algún nombre y dato más. Sí que sería capaz de recitar unos cuantos nombres y apellidos adicional. El rol que cumplían dentro de la “estructura social” de la clase, pero no la relación que llegué a desarrollar con todos ellos. Qué vínculos se establecieron entre nosotros.

Pero nada de esto importa. Una vez que abandoné Larraona, independientemente de la cercanía geográfica de sus casas, sin importar lo que pudimos llegar a compartir, mi relación con aquellas personas finalizó. No fue algo intencionado. Simplemente pasó.

No recuerdo hablar con ellos acerca de las series de la tele, aunque seguro que aquellas conversaciones tuvieron lugar. No recuerdo qué películas fui a ver con ellos al cine, aunque, sin duda, aquellos hecho acontecieron. No recuerdo hablar con ellos acerca de tebeos, recreativas, súper héroes o roboces gigantes… y aquí ya me entra la duda acerca de la posible existencia de tales conversaciones.

Sí que recuerdo que hasta mis oídos llegó que, en alguna localización remota de la ciudad, existía un lugar en el que se podían cambiar tebeos. Un mercadillo mágico que se montaba los domingos pero al que nunca fui capaz de acceder hasta aquella quimera. No sé si aquello desapareció como consecuencia de la apertura de TBO1 el mismo año de mi llegada hasta la ciudad (aunque no conocería aquel lugar hasta mucho más tarde), o si aún perduraría algún año más.

Sea como fuere, el mito perdura en mi imaginario. Una imagen que seguro que no se acerca para nada a la realidad.

Tampoco sé a través de quién llegó aquella información hasta mí. Si el canal fueron los mitos y leyendas de los adultos o los dimes y diretes del colegio.
¿Quién sabe?, quizás llegó a través de quien muy probablemente fuese mi primer amigo en Pamplona. La primera persona con la que se dirigió hasta mí cuando hacía cola para entrar a clase el primer día de colegio. Recuerdo que se llamaba igual que otro compañero de clase. Que cuando me refería a ellos lo hacía utilizando también sus apellidos. Pero no recuerdo los datos de ninguna de estas dos personas. Y he de reconocer que esto sí que me da un poco de pena.

Lo que sí que tengo claro es que no formaba parte de ningún grupo concreto. Podía relacionarme indistintamente con miembros de los “empollones” o los “populares”. Con los “deportistas” o los “graciosos”. Pero yo no era nada de aquello. Como mucho, y ante la ausencia de nada parecido a los “nerds” americanos que veíamos en las películas, con los noventa kilos que llegué a pesar en aquellos días cuando aún no había pegado el estirón, como mucho podrían haberme metido dentro del conjunto de los “gordos”.

Conociéndome a día de hoy, y a tenor de lo que he ido contando hasta este momento, alguien podría pensar que, de haber existido algo como “los nerds” americanos que mostraban las películas en aquellos días, o los “frikis” actuales, mi entorno me podría haber incluido dentro de estos grupos. Pero no. Dudo que nadie me hubiese etiquetado con cualquiera de estas categorías.

Porque pude que conociese a Asimov sin saberlo relativamente pronto, pero aquello no dejó de ser un espejismo. Llegué hasta él a través de los recursos del colegio. Gracias al que probablemente sea el único libro que he sacado de una biblioteca; Las aventuras de Lucky Starr2. El único amasijo de páginas mecanografiadas que sería capaz de finalizar en bastante tiempo.

Y no fue por no intentarlo. Traté de leer tanto “El Hobbit” como “El señor de los anillos”. Tras ver la película de Bakshi insistí a mis padres para que pidiesen aquellos libros a Círculo de Lectores, pero no pude con ellos. Más o menos lo mismo que sucedía con Momo o La historia interminable.

Sí que recuerdo que me animé a crear mis primeros personajes de tebeo, Tarugh el troglodita y Sir Tontorrón (sigh) por envidia. Porque a uno de mis compañeros de clase (el del Oric Atmos) se le daba bien dibujar. Pero más allá de los diseños iniciales creo que no llegué a terminar ninguna tira con ellos.

Por otro lado, no recuerdo cuándo fue la primera vez que escribí algo con la intención de contar una historia propia, pero sé que fue durante aquellos días. Durante los primeros años de mi educación primaria en Pamplona. Aun así, no sería capaz de concretar cuál fue mi primera intentona, si pudo existir alguna previa, o si en mi mente ya existía la semilla o la necesidad de contar otras historias. Tampoco cuál fue mi sensación al terminar aquellas.

Hasta donde me alcanza la memoria, podría acotar la lista de sospechosos hasta dos trabajos para clase:
Una historia “de romanos” en la que dos amigos (cristianos para más señas) se veían obligados a enfrentarse en el circo para decidir quién sobrevivía.
Otra en la que un niño encontraba un “cofre del tesoro” en el fondo del río.

A buen seguro la extensión de cualquiera de ellas no llegaría a superar una página, y tanto la preparación como el trasfondo de sus protagonistas no habría superado los diez minutos.
No sé qué nota recibiría por aquellos trabajos… aunque, si no me falla la memoria, supongo que la respuesta sería “ninguna” ya no formaban parte de ningún examen. Tampoco sé que reacción (de haberla habido) provocó la primera de estas historias en aquel colegio de curas (ya fuese entre los profesores o el alumnado).
Sí que he de reconocer que de vez en cuando vuelvo hasta aquellos personajes. Me hago más preguntas. Trato de averiguar la serie de eventos que les llevaron hasta allí. No creo que la reescriba nunca, pero vete tú a saber.

Así pues, no. Dudo que nadie me hubiese etiquetado durante aquellos días como un “nerd” (de haberlos habido en el contexto dentro del que me movía). Sí, de acuerdo, se podría decir que era un lector ávido, pero solo lo era cuando el papel que tenía frente a mi estaba repleto de viñetas.
Por otro lado, y más allá de la ausencia de gafas de pasta sobre mi nariz o bolis en el bolsillo de mi camisa, estaban el tema de mis notas.

A su vez, carecía del nivel de “pasión”, “obsesión” o “dedicación” que se atribuye a los llamados “frikis”. Leía lo que llegaba hasta mis manos y quería hacerme con el “siguiente número”, pero no investigaba. No me movía más allá del terreno que ya conocía. No terminaba las cosas que me animaba a empezar.

Había construido mi hogar en tierra de nadie. En un territorio árido lleno de barreras. Un lugar que, probablemente, resultaba poco atractivo para los demás.

Enlaces:

1. TBO
- Su blog
- Y un poco de su historia

2. Lucky Starr y los océanos de Venus

Javier Albizu

Biografía fabuladora XV: Lugares por asociación

Biografía fabuladora XV: Lugares por asociación
Revisando datos y fechas, no me queda otro remedio que re-evaluar la estructura de estas entradas. Veo que los cálculos que había realizado antes de empezar estaban muy equivocados. Que alguno de los lugares que asociaba a mis “primeros tiempos en la ciudá” se encuentran bastante alejados en el tiempo. Así pues, al final he optado por realizar una organización más temática que cronológica.

Porque toda llegada hasta un lugar nuevo siempre está ligada a la irrupción de espacios por descubrir. A la exploración. A la excitación y el miedo que genera lo desconocido. A un camino que se desarrolla en varias fases.

Por supuesto, el camino recorrido por cada individuo es único. Se encuentra vinculado iremediablemente a su manera de ser y de afrontar lo que tiene ante sí. Las primeras etapas siempre dependen por entero de su experiencia vital. En mi caso, esta experiencia estaba dominada por el miedo. A su vez, el hecho de alcanzar una cierta “independencia” en cuanto a la movilidad no implica que todo nuevo lugar al que llegues se encuentre libre de la “influencia externa”.

Así pues, podríamos decir que, durante mi periodo de adaptación y descubrimiento de / a Pamplona, la exploración se limitó a lo que me mostraban las visitas guiadas. Mi casa y el colegio. La tienda así como sus aledaños y protuberancias. Las casas de amigos y, como consecuencia de mis fabulosas calificaciones, también las de unos cuantos profesores particulares.
Con el paso del tiempo todo esto se extendería hasta nuevos locales, nuevas casas de amigos y conocidos, nuevas academias y nuevos colegios. Hasta lugares que llevan hasta otros lugares. Hasta experiencias que llevan hasta otras experiencias.

Muy bien, una vez (des)acotado el planteamiento, vayamos por partes.

Pamplona, año 0. Nueva vida, nuevo hogar, nuevas dudas, nuevos miedos.

Al llegar hasta la nueva casa, la división de habitaciones dio lugar a una duda trascendental; decidir dónde dormiría cada uno de los hermanos. Las literas desaparecían del mapa. Eramos tres y teníamos dos habitaciones a repartir. Alguien tenía que separarse del grupo.

El azar, la falta de planificación, o quizás los cursos que se daban en Larraona, quiso que los tres hermanos no pudiésemos ir al mismo colegio, así que supongo que esta fue el criterio que determinó la distribución de estos espacios. Mi hermano mayor y yo dormiríamos en la misma habitación. Nuestro hermano pequeño, que empezaría en cursaría su primer año (creo que) en Escolapios, dormiría solo en la otra.

Esta fue una decisión que me llenó de gozo. A mi yo de aquel entonces no le atraía nada la idea de dormir sin compañía.

Una cosa de la que me he dado cuenta mientras pensaba en los diferentes lugares “de la familia” que mencionaré hoy, ha sido un patrón curioso. En todos ellos tendía a esconderme / aislarme. Recuerdo tener diferentes recovecos en los que pasaba tiempo a solas.

¿De quién o qué huía?

Pues la verdad es que no lo sé muy bien.

En el caso del hogar familiar recuerdo esconderme en armarios y almohaderos. En ocasiones esta actividad tenía lugar durante cumpleaños y similares. Durante eventos en los que jugábamos al escondite dentro de casa con la gente que venía. Pero yo diría que también lo hacía fuera de tales fechas.

Lo pienso a día de hoy y se me hace algo impensable. No se trata tanto de la oscuridad como de la sensación de claustrofobia que me invade solo de pensar en lugares en los que apenas puedo moverme. No sé qué desencadenaría este cambio. Quizás esto tenga que ver con los meses que pasé inmovilizado por el reuma. Quizás por la manera en la que llegaría a conceptualizar la muerte (tema para otra entrada).
En fin. Crecemos y cambiamos.
Ley de vida.

Otros dos lugares en los que recuerdo haberme escondido / buscado aislamiento son la tienda y uno de los almacenes que llegamos a tener.

En el caso de la tienda esta actividad la llevaba a cabo en la sala en la que se guardaban las fundas de guitarra. En una habitación extraña. Una que ha quedado grabada en mi memoria como una especie de caja fuerte. Aquella que tenía una puerta circular que se cerraba con una especie de timón. No sé hasta qué punto puedo fiarme de este recuerdo.

Porque la tienda cambió mucho a lo largo de los años. Se expandió y fundió con los locales que la rodeaban. Su distribución mutó una y otra vez. Se reformuló tanto que no soy capaz de recrear mentalmente un mapa completo de su interior. Todo lo que conservo son retazos inconexos de sus diferentes iteraciones. Las diferentes posiciones del mostrador y las oficinas. La sección de hi-fi donde copiaba los juegos de ordenador. La zona de la academia. El sobrepiso del almacén en el que me aislaba de vez en cuando. El baño en el que descubrí accidentalmente la masturbación.

Otro lugar en el que recuerdo haberme alejado del mundo estaba un poco más lejos… en todos los sentidos. Porque el concepto de “la tienda” es amplio. No todos sus añadidos estaban en la misma manzana o el mismo barrio. Quizás ni siquiera en la misma ciudad.
A día de hoy no soy capaz de ubicar el primero de estos lugares. Creo recordar que estaba en la zona de las Oblatas… pero imagen mental que conservo no se parece en nada a lo que he ido conociendo con el paso del tiempo, así que igual estaba mucho más lejos. Creo recordar que frente a él había una fábrica o almacén de Danone. Una especie de polígono industrial pegado a la ciudad. Pero no he logrado encontrar nada a ese respecto por la red.

En aquel lugar mi padre montaría unos locales de ensayo para grupos. Allí también tendríamos un taller. Aquel sería el lugar donde aprendería a soldar. El lugar en el que mi tío se dedicaba a clavar sobre una tabla de madera varios clavos para que yo fundiese torpemente estaño y cobre sobre ellos.

Me gustaba aquel lugar. Era enorme. Tan grande y espacioso que me parecía que se podía llegar a jugar a pala en alguna de sus secciones. Creo que no duró demasiado. Sus funciones (con la excepción de la parte de salas de ensayo) se terminarían llevando hasta un local que estaba mucho más cerca de la tienda. Hasta el lugar desde cuyo sobrepiso, mientras ordenaba altavoces, escuchaba los programas de Radio 31 acerca de los que apenas he logrado encontrar información.

Claro está, no sé cuánto tiempo separa un recuerdo del otro. Porque aquel taller duró tanto como la tienda de la Vuelta del castillo. Si no me falla la memoria, duró más que el que también tuvimos en la calle Monte Lakartxela. Un lugar hacia en el también tenía mi pequeña “fortaleza de la soledad”. Unas coordenadas emocionales hacia las que giro la cabeza a diario cada vez que voy a clase de dibujo.

Y, claro, si me pongo a buscar referentes cronológicos para aquello la cosa se dispara. Uno de los criterios que he usado para ubicar ciertos eventos son las recreativas que recuerdo en los bares de los alrededores2. Sé que en el Ibiza 5, el bar que estaba frente a la tienda, jugué al 1942 y el Commando. Por otro lado, recuerdo que, cuando estaba por aquel local, solía visitar el bar (que ahora veo que se llama Atalaya) en el que tenían la recreativa del Captain Silver. Así pues, como pronto, aquello fue el ochenta y ocho.

Antes de todo aquello, y en un contexto diferente, hacía otro descubrimiento en un ambiente más “familiar”. En casa de uno de los amigos de mi hermano mayor descubría una de mis series favoritas de todos los tiempos; Dreadstar3. Allí encontraba y leía el número 7 de aquella colección. Allí me extrañaba de aquellas páginas sin onomatopeyas. Con los listados de BASIC que aparecían entre las viñetas. Allí me quedaba con ganas de más.

Cambiando una vez más las coordenadas, aquel sería también el lugar en el que mi cabeza comenzaría a crear un nuevo tipo de historias. Donde tendría su origen un nuevo tipo tramas que no se centraban únicamente en la aventura; aquellas eran historias cuyo foco se encontraba en “rescatar a la chica”.

Pero ese, una vez más, es un tema para otra entrada.

Enlaces:

1. Radio 3 y sus cosas
- Radio 3
- Arroz 3 delicias
- Federico Volpini Sisó (Caravana de hormigas)
- El fin de Caravana de hormigas (1989)
- Jack el despertador

2. Referentes y referencias
- 1942 (1984)
- Commando, el vídeo juego (1985)
- Captain Silver (1988)

3. Dreadstar (1985)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XVI: Lugares por elección

Biografía fabuladora XVI: Lugares por elección
Continuando de alguna manera con el enfoque de la semana pasada, hoy dedicaremos algo de espacio a lo que podríamos considerar como su... “imagen refleja”. A los lugares que, en cierta medida, “descubrí por mí mismo”. Aquellos que sirvieron para proveer de sustento a mi ya_no_tan_infante mente. Hablaré tanto acerca de ellos como del tipo de sustento que trajeron hasta mi vida.

Eso sí, en esta ocasión limitaremos la franja cronológica de estos lugares y obras un poco más. Nos ceñiremos a los que pasaron a formar parte de mi mundo entre mi llegada a Pamplona y el ochenta y seis1 (dos fechas que, aunque puedan parecer totalmente arbitrarias, no lo son del todo).

Claro está, y para no cambiar la tónica habitual, preparaos para dar constantes saltos en el tiempo y los contextos.

Ducho esto, empecemos con el celuloide. Empecemos, por ejemplo, con “cómo conocí a vuestro Bond”.

Si no me falla la memoria, la primera película del amigo James que vi fue “Solo para sus ojos”. Por otro lado, estoy convencido de que la vi en el cine pero, a su vez, no me cabe la más mínima duda de que no lo hice en su estreno. En el ochenta y uno tenía ocho años, vivía en Alsasua. Por otro lado, sé que la vi en Pamplona. Más concretamente, los Cines Iturrama (los que quedaban más cerca de mi casa).

Haciendo mis cábalas mentales locas, recuerdo con claridad que, un día que quedé con el señor MF (el compañero de clase que dibujaba y tenía el Oric Atmos), lo hice después de ver el capítulo de turno de Dragones y Mazmorras. También recuerdo con claridad que en “los Iturrama”, tenían Octopussy en cartelera.

Así pues, dado que esa película se estrenó en España en el ochenta y tres, y que la serie de de marras se emitió por estos lares en el ochenta y cuatro, parece claro que las salas de este cine no eran (o al menos no lo eran siempre) “de estreno”.

De todas formas, aunque hubiese sabido esto en su momento, no creo que me hubiese importado. Me gustaban aquellos cines. Me gustaban sus pasillos recorridos de vitrinas repletas de posters. Me gustaba su moqueta. Me gustaban sus máquinas automáticas de palomitas.

Eso sí, “Panorama para matar”, seguramente la primera peli Bond que vi en el cine “de estreno”, no la vi en su interior, sino en los Príncipe de Viana. En el mismo lugar en el que, unos años atrás, y bajo la supervisión de la hija de unos vecinos, mis hermanos y no pudimos ver Gremlins porque la persona que teníamos delante se había llevado las últimas entradas (al final terminamos viendo Indiana Jones y el templo maldito en los Carlos III).

Con el paso del tiempo, ir hasta “el centro” se fue convirtiendo en sinónimo de ocio. Los “lejanos” Teatro Gayarre, Carlos III y “los Príncipe” eran los lugares a los que iba con los amigos del colegio. Donde hacía “vida social”.

Curiosamente (o igual no tanto), no soy capaz de recordar quién me acompañaba en ninguna de las películas que vi en su interior durante aquellos años iniciátcos (más sobre esto en unos momentos).

Cambiando un poco de tercio (pero no demasiado), la llegada hasta mi vida del Vídeo Club Pedro I supuso otra revolución. Dudo que con trece años (la línea de corte que he marcado para esta entrada) llegase a tener la autonomía suficiente como para hacerme socio, pero sé que pasé mucho tiempo en su interior. Aún soy capaz de recordar su estructura interna. La disposición de sus baldas. La situación de mostrador. Afirmaciones que serían extensivas también para los Séptimo arte, el Film, Láser, Urdax, Irache, Bogart o Cinema.

… otra cosa es ya que estas distribuciones pueda ser replicadas en los negocios que hoy ocupan sus antiguas demarcaciones.

Pero me estoy desviando. A lo que iba.

Por otro lado, por más que veo que Remo, desarmado y peligroso entra dentro de la franja temporal en la que nos movemos, probablemente aún tendría que esperar algo de tiempo para que llegase hasta mí ese peliculón. Algo similar a lo que pasaría con otros tantos.

Porque, por ejemplo, si miramos la fecha del primer enlace, vemos con claridad que su estreno precede por mucho las fechas en las que he acotado. Para el momento en el que supe de la existencia de “Kung Fu contra los 7 vampiros de oro”, esta película tenía ya una edad. Por otro lado, el tiempo transcurrido entre que supe de ella y que esta se mostrase ante mis ojos, supera con creces al que separa el momento de su concepción y el instante al que me refiero.

Igual esto me ha quedado un tanto enrevesado.

En resumen, que supe de la película durante la visita que realizamos a unos primos en Durango. Unos primos “mayores” que, según creo recordar, la habían visto en la ETB y no escatimaron en detalles acerca de sus virtudes. Pero, como “A” no siempre lleva hasta “B”, el saber de su existencia no despertó en mi yo de aquel entonces el deseo de verla.

Porque… vampiros, miedo y esas cosas.

Aquella visita supongo que debió ser en el ochenta y seis, ya que recuerdo que nos llevaron a un salón recreativo del lugar. Un mágico local en el que pude jugar al Gauntlet y el Wonder boy.
Con estos datos podemos ser capaces de determinar que había pasado una década desde que aquel crossover loco de las IPs de la Hammer con la Shaw Brothers podía ser escuchado en nuestra lengua y mi encuentro con él.
Pues bien, aún tendrían que pasar algo más de quince o veinte años antes de que fuese capaz de verla.

Pero este no es el único caso de películas experimentadas vicariamente.

Otra obra de la que llegué a saber mucho antes de poder verla (o de saber su título) fue Terminator. En aquella ocasión, ni siquiera supe de ella en primera persona. En un campamento del colegio, uno de los “chicos malos” contaba a sus amigos de manera bastante gráfica cómo un robot arrancaba las tripas a un matón. Tendrían que pasar cerca de cuatro años antes de que pudiese asociar aquella descripción con unas imágenes no tan gráficas como las descritas.

Aun así, este no sería el caso más extremo o inverosímil de “simulaciones en diferido de una experiencia fílmica”, sino que esta sería la que afecta a Cazafantasmas y La historia interminable.

La pelea que teníamos en casa entre mi hermano mayor y yo acerca de “cuál era la mejor” no tenía nada que ver con sus historias o cualidades narrativas. En el momento de aquellas disputas ninguno de los dos las habíamos visto. La pelea venía como consecuencia de sus bandas sonoras. Yo era defensor de Ray Parker Jr, y él de Limahl. Ambos extrapolábamos nuestras preferencias musicales a la hora de posicionar las películas.

Problemas de la pre-adolescencia en el primer mundo.

De cualquier manera, se podría decir que aquella era una pelea que no tenía lugar por primera vez (aunque el contexto sí que era diferente). Ya en Alsasua habíamos discutido acerca de quién era mejor, si Yuri (mi elección) o Nikka Costa. A su vez, nuestras discrepancias no terminarían con aquello. Después vendrían el Sandra vs Modern Talking o el Basil Poledouris (o Alan Silvestri) vs Hans Zimmer.

Cambiando, ahora sí, de tercio, vayamos al territorio del papel impreso.

Un, dos, tres, responda otra vez.
¿Qué tienen en común estas palabras?:
Gonzalo, Bosco, Biblos, Mafalda, Nerea, Macoe, Ortzi, Moven o Perseo.

No. No son nombres propios de personas (al menos no en el contexto en el que lo estoy usando). Son los establecimientos que vendían tebeos entre mi casa, la casa de mis amigos de clase, y la tienda.

Los lugares gracias a los que conocí de verdad el universo Marvel (a través de las publicaciones de Forum), DC, (a través de Zinco) o la 2000AD (a través de Zinco y MC Ediciones).
Soy capaz de recordar dónde compré (o, a buen seguro, dónde dije que apuntasen a la cuenta de mi padre) cada uno de los tebeos que me descubrió alguna de las colecciones que he enlazado por aquí abajo.

Curiosamente, los tebeos de nueva hornada de Bruguera (Jan Europa, Manos, etc...) no los asocio a ninguna de estas tiendas, sino a un estanco que había cerca del colegio.

A esto podríamos sumar también, aunque algo más a desmano, los stands del Día del libro. Una vez al año, “el centro” (una vez más) se convertía en un concepto literal. En un nexo donde encontrar lo que no estaba disponible en los kioskos. Donde rebuscar hasta dar con retapados, Extras súper héroes, novelas gráficas o cosas que ni siquiera sabías que existían.

Por otro lado, la colección de Camelot 3000 tampoco la asocio a ninguno de estos sitios. Porque la mente es así.

Por un lado, vinculo su lectura a Fustiñana. A las esperas para que mi madre saliese del masajista que había logrado que volviese a andar tras más de medio año sin poder levantarse de la cama. Recuerdo el miedo que me daban los ojos y los dientes que les dibujaba Bolland a los monstruos.

Por otro, asocio la lectura de la obra completa a unas vacaciones. No recuerdo el lugar ni el año. Solo estar en una terraza descubriendo cómo terminaba aquello gracias a los dos retapados de lomo dorado.

Dando un nuevo salto, vamos hasta los vídeo juegos. Hasta la noche de navidades en la que escondí mis notas en una funda de guitarra para tratar de evitar la bronca, y me encontré con un ordenador en el salón… con el que ninguno supimos que hacer. Hasta el trayecto inicial C64, Spectrum, Spectrum, MSX. De cualquier manera, eso se trata (y tratará) con más detalle en otra bio2 (que tengo que volver a retomar desde el principio cuando finalice con esta).

Así pues, a los nombres de juegos que menciono por ahí abajo, me limitaré a decir Electrodomesticos Noain, Arevalo Micro Sistemas, Supermercado del Cassette (I, II y III), Paymo, Audio, Radio Frías, Vídeo Club Urdax, Ramar e Igúzquiza. A más fantasmas y espectros3 cuyos nombres sumar a los que he mencionado en esta y otras entradas anteriores. Fantasmas a los que, aunque técnicamente no podríamos añadir los de los bares Chelsey, Moby Dick, Edurne, Payvi, Ibiza 5 (que ha cambiado tantas veces de nombre que ahora ya no sé cuál tiene) o Principe de Viena (ahora Café de Pio), en la práctica han pasado a formar parte de ese mismo calificativo. Porque las recreativas murieron hace mucho. Larga vida a las recreativas.

Retomando el hilo que he dejado antes abierto, lo mismo que decía con referencia a mis visitas al cine sería aplicable cuando pienso en las películas alquiladas que veía en casa o la lectura de libros o tebeos. Estoy convencido de que no las veía solo. Únicamente había una tele y dormía en una habitación compartida. A buen seguro, las películas eran vistas en familia y mi hermano estaba ahí mientras leía. Pero mi imagen mental es la de estar “solo con ellas”. La misma sensación que me acompaña cuando pienso en los ratos que pasaba jugando al ordenador.
Podían estar ahí, pero no podía compartir con ellos todo lo que me despertaban. Ni con ellos ni con la gente de clase.

Y es así, con esta alegría, con lo que llegamos hasta el final de la entrada de hoy… pero con un “girito”. Porque finalizamos con un “lugar trampa”.

Porque no todos “mis lugares” estaban “fuera”. No todos los descubrimientos implican algo nuevo. No todos los refugios se encuentran ocultos. La capacidad de uno para el aislamiento no requiere de la ausencia de compañía. De la soledad física.

A esta larga lista de lugares especiales ya desaparecidos podríamos sumar mi habitación. Aquella que ocupé en casa de mis padres. La que fui transformando en mi hogar dentro del hogar. Donde creé mi “base secreta” entre estanterías y cajones. Entre escritorios y armarios. Donde me imaginaba ser como Jupiter Jones. Rodeado de lo que otros consideraban chatarra y cosas inútiles a la espera de la siguiente aventura.

Enlaces:

1. Tiempos y descubrimientos
- Kung Fu Contra los 7 Vampiros de Oro (1976)
- Solo para sus ojos (1981)
- Octopussy (1983)
- Camelot 3000 (1984)
- Conan el niño del futuro (1984)
- Dragones y Mazmorras, la serie (1984)
- Gremlins (1984)
- Indiana Jones en el templo maldito (1984)
- Jan Europa (1984)
- Juez Dreed - Ediciiones Zinco (1984)
- Los Vengadores, la saga de Wundagor - Comics Forum (1984)
- Manos, Guerrero indómito (1984)
- Nuevos Titanes de Wolfman y Pérez (1984)
- Road Fighter (1984)
- Sky Jaguar (1984)
- Tetris (1984)
- La historia interminable (1984)
- Los cazafantasmas (1984)
- Terminator (1984)
- Thor. contra el Cruzado (1984)
- MicroHobby en la Wikipedia española (1984)
- MicroManía en la Wikipedia española (1985)
- MicroManía en la Wikipedia americana (1985)
- Los Hollister (1985)
- Panorama para matar (1985)
- Camelot Warriors (1985)
- Dragones y Mazmorras, el tebeo de la serie (1985)
- Gauntlet (1985)
- Ghosts n Goblins (1985)
- Green Beret (1985)
- Hulka, la "novela gráfica" (1985)
- La Patrulla X, Kitty Pryde vs Alien (1985)
- Los nuevos vengadores, Extra Súper Héroes (1985)
- Magic, Extra Súper Héroes (1985)
- Nuevos Titanes - ¡Todos los titanes Juntos! (1985)
- Secret Wars (1985)
- Terra Cresta (1985)
- Thor de Walter Simonson (1985)
- Alpha Flight (1985)
- Transformers (1985)
- Yie Ar Kung Fu (1985)
- Sandra y su “María Magdalena” (1985)
- Modern Talking y su “Cheri, Cheri Lady” (1985)
- Regreso al futuro (1985)
- Los 3 investigadores (1986)
- Dragon's Lair en la Wikipedia española (1986)
- Capitán América; ¡La tumbra del Barón Sangre! (1986)
- Dentro del laberinto (1986)
- Espías como nosotros (1986)
- Remo, Desarmado y peligroso (1986)
- Rogue Trooper (1986)
- Xain'd Sleena (1986)
- M.C. Ediciones (1986)
- Juez Dreed - MC Ediciones (1986)
- 2000 AD Presenta (Juez Anderson, Harry Twenty, Dan Dare) - MC Ediciones (1986)
- Robo Hunter - MC Ediciones (1986)
- La nave espacial perdida (1986)

2. Biografía computeril

3. De magdalenas (y cabrones)
- Devolvedme mis magdalenas (cabrones)
- Devolvedme mis magdalenas (cabrones) II (La secuela binaria)

Javier Albizu

César Viteri (no verificado)

Hace 2 años 1 mes

¡Cuántos lugares compartimos! Fantástica esta tanda de magdalenas, amigo. Tu habitación, debo decir, les dio sopas con honda a todos esos lugares.

Comparto un punto en particular: los cines Iturrama tenían un encanto especial, y recuerdo haber visto también Octopussy en ellos, creo que con mi padre, aunque no puedo estar seguro.

Mi habitación siempre ha sido mi pequeña "fortaleza de la soledad", un rol que ha terminado heredando mi casa en su conjunto (que hace ya tiempo que ha pasado a ser el lugar en el que más tiempo he vivido).

Los cines pequeños terminan siendo los que más encanto tienen (y, si están cerca de tu casa, aún con más razón).

Biografía fabuladora XVII: Aprendiendo de los héroes

Biografía fabuladora XVII: Aprendiendo de los héroes
En la anterior entrada establecía una línea divisoria para mi cronología en el año ochenta y siete. Una línea que nada tiene que ver con el final de mi etapa formativa en la EGB. Que nada tiene que ver con ese hito en mi currículo escolar que fue dejar ocho asignaturas para septiembre. Que nada tiene que ver con el ocio que se encontraba a mi disposición en kioskos, librerías, cines o bares.
Porque aquel fue un año especial. Uno que finalizaría conmigo en la cama siendo incapaz de moverme.

Reuma a los catorce. Siempre he sido alguien adelantado a mi tiempo.

Así pues, aquel también fue el año en el que decidí plantarle cada al miedo… porque no me quedó otra alternativa. Porque la inmovilidad hizo mucho más que limitar mi capacidad para relacionarme con mi entorno. Me hizo descubrir nuevos miedos al tiempo que servía para potenciar otros ya existentes.

Como ya he dicho en más de una ocasión en este mismo canal, mi relación con la oscuridad no siempre ha sido amistosa. Antes de aquello, cada vez que tenía que salir de mi habitación de noche, lo primero abandonar aquel “espacio seguro” era siempre mi brazo. Una protuberancia semi-inteligente que se dedicaba a palpar la pared en busca de un interruptor. Un mecanismo quasi automático e imperfecto que buscaba a otro. Porque mi imaginación siempre iba más rápida que mi capacidad para contenerla. Más rápida que la realidad. Más rápida que lo que tardaba el interruptor en lograr que “se hiciese la luz”. Y aquello era cuando aún me movía en un contexto “confiable”. En uno que estaba a punto ser destruido.

Por un lado, la enfermedad cambió todo aquello a peor. Mi situación obligó a que se llevase a cabo una redistribución en nuestras camas. Mis hermanos pasaban a compartir habitación… y yo me quedaba la otra en exclusiva.

Ya nada ni nadie me protegería de la oscuridad.

Por otro lado, durante parte del día me quedaba solo en casa.

¿Solo?
No.

Tenía compañía. Convivía con los ruidos extraños que siempre habitan las casas cuando estas se encuentran en silencio.
Por más que en mi mente fuese capaz de crear y salvar universos ficticios, por más que fuese capaz de derrotar ejércitos de monstruos, era incapaz de enfrentarse a estas nuevas compañías cada vez más íntimas. Mi mente se encontraba mucho más activa que en cualquier otra situación, pero la emoción primaria se imponía sobre la razón o la lógica.

Estamos hablando de un tiempo sin internet. De un tiempo sin televisiones en cada cuarto de la casa. De un tiempo en el que “ordenadores” y “portabilidad” eran conceptos antagónicos. Lo único que tenía a mi disposición para enfrentarme a aquello era la lectura. Tebeos y libros de todo tipo (entre los que podríamos incluir un par de enciclopedias y los libros de clase).

Haciendo memoria, veo que aquel fue un buen año en lo que respecta a mis ocios. Salieron un montón de cosas molonas1. Algunas, como son los casos de G.I. Joe, el Annual 1 de los Nuevos Mutantes, las mini series englobadas bajo la cabecera “Marvel Héroes” (Lobezno y Kitty Pryde, Patrulla X vs Vengadores, etc.), Legión, Legends o el Superman de Byrne (alguien cuyo nombre ya era capaz de buscar en los títulos de las colecciones para aquel momento) recuerdo haberlas comprado personalmente (es más, si hablamos del caso concreto como los especiales de las Guerras Asgardianas, puedo señalar sin dudar el local en el que los compré). Otros, como son los casos de El Mercenario, Watchmen, Ronin o El imperio de Trigan, aún tardarían un tiempo en llegar hasta mis manos. Tres cuartos de lo mismo sucedería a buen seguro con las recreativas y juegos que aparecen en el listado.

Por otro lado, hay tres tebeos que recuerdo que llegaron hasta mí durante mi periodo de convalecencia. Tres historias que tendrían una recepción dispar por mi parte. Dos de ellos; un número suelto de los nuevos mutantes de Claremont y Sienkiewicz y el el primer tomo de “El regreso del señor de la noche” no llegaron a conectar lo más mínimo con mi yo postrado. Pero el tercero. Ay, el tercero. Ese merece una categoría aparte2 (en mi vida).

Crisis en tierras infinitas es una de mis piedras de toque (y posiblemente el tebeo del que poseo un mayor número de ediciones). También es la obra que, tras sus 4F y sus Titanes, confirmó a Marv Wolfman como la persona que mayor influencia ejerció sobre mí durante esa etapa de mi vida. No tendrán tanto glamour como otros. Quizás su(s) argumento(s) nunca tendrán el mismo tipo de análisis que han despertado (los de) otros “eventos historietísticos” coetáneos y sus autores (otra cosa es todo lo bueno y todo lo malo que supondría para el devenir de la industria y sus patrones editoriales). Pero eso no les resta un ápice de su valor ante mis ojos. Llegaron cuando más los necesitaba, y esto es algo que ningún otro fue capaz de lograr.

¿Qué haces cuando te enfrentas a una fuerza imparable?
¿Qué haces cuando todo parece perdido?
Aprendes de los héroes.
Luchas.
Te enfrentas a ello.
Sobrevives.

Mensajes sencillos para edades que requieren de menos complejidades.

Mundos morirían, mundos vivirían, y mi universo nunca volvería a ser el mismo. Y no lo sería a múltiples niveles. Porque, a través de sus páginas también obtendría nuevo conocimiento. Saber concerniente al pasado. A través de las fichas que se incluían en los números de su primera edición patria, supe de la historia del universo DC. De sus personajes y mucho más. Obtuve un contexto del que carecía.

Y, al final, aquello también pasó.
Pude volver a doblarme. Pude volver a caminar. Lo que no logré fue que mi enfrentamiento con la formación reglada finalizase en aquel momento. Aún quedaban batallas por librar. Batallas de las que no saldría indemne.

Enlaces:

1. Los otros
- El Imperio de Trigan (1986)
- Mask - MC Ediciones (1987)
- Doctor Extraño de Roger Stern (1987)
- El Mercenario (1987)
- G.I. Joe (1987)
- La Patrulla X vs los Vengadores (1987)
- La Patrulla X, el cuento de Kitty Pryde (1987)
- Las Guerras Asgardianas parte 1 (Nuevos Mutantes) (1987)
- Las Guerras Asgardianas parte 2 (Patrulla X) (1987)
- Last Ninja (1987)
- Legión de Súper Héroes - Editorial Zinco (1987)
- Lobezno y Kitty Pryde (1987)
- Los nuevos mutantes Annual 1 (1987)
- Los nuevos mutantes, La saga del oso demonio (1987)
- Watchmen (1987)
- Psych 5 (1987)
- Ronin (1987)
- Shinobi (1987)
- Thorgal - Editorial Zinco (1987)
- Ufo Robo Dangar (1987)
- Wardner (1987)
- Wonder Boy in monster lannd (1987)
- Zillion (1987)
- Legends (1987)
- Legends - Flash (1987)
- Superman de John Byrne (1987)
- El señor de la noche (1987)

2. Crisis
- El tebeo
- Mi crítica “objetiva”
- Las fichas de la edición española

Javier Albizu

Biografía fabuladora XVIII: En busca del tiempo despistado

Biografía fabuladora XVIII: En busca del tiempo despistado
Como ya decía la semana pasada, Crisis me abrió muchos frentes inexplorados. Provocó el surgimiento de mucha preguntas. Me hizo consciente (si es que no lo sabía ya) de la existencia de universos (y multiversos) complejos. De líneas temporales que se remontaban hasta remotos pasados, y que se entrelazaban más allá de lo que me habían mostrado los kioskos. Aún quedaban muchas “X” por descifrar, pero aquello era un comienzo. Porque en los estantes que miraba allí por donde pasaba tenían siempre una menestra de colecciones y editoriales. Una suerte de elementos que no siempre se podían combinar. Una cosa era que compartiesen estantes, otra muy diferente que la gente de MASK pudiese llegar a compartir cabecera con Don Miki, Watchmen, Dossier Negro, G.I. Joe o Rogue Trooper (aunque la primera y la última compartiesen editorial patria).

Vamos, que había un pifostio majo, majo (y muchos datos que mi cabeza aún no era capaz de ordenar).

Como muestra, un par de botones.

Vayamos primero por la parte fácil. Por el índice de publicación de colecciones de Marvel que hizo Forum (y que se puede seguir con comodidad gracias a las fichas de Universo Marvel1)

Muy bien. ¿Qué nos encontrábamos en la primera hornada de colecciones encabezadas por los “pesos pesados de la casa”?

Cuando Planeta se hizo cargo de la publicación de Spiderman por estos lares en enero del 83… lo hacía con una historia que había salido en los EEUU allá por junio de 78.

Con los 4 Fantásticos pasaba algo parecido:
España: Enero 1983
EEUU: Diciembre 1978

Con el número 1 de “Los Vengadores” nos íbamos un poco más atrás:
España: Febrero 1983
EEUU: Octubre 1977

Dos años más tarde llegaban los números uno de varias colecciones más:
En marzo del 85 volvían a los kioskos el Capitán América y La Patrulla X.

En el caso del primero se empezaba con la historia que había salido allende los mares en diciembre del 78. En el segundo caso, una de mayo del 75.
Claro, para terminar de enrevesar más las cosas, en el segundo número se mezclaría el final de aquella historia, con otra de octubre del 80 (la que el punto de partida de la línea temporal de la colección a partir de aquel momento) y otra de abril del 68.

En mayo de aquel mismo año llegaban Alpha Flight, acercándose bastante a la fecha de salida de aquella colección en los estates (agosto del 1983).
En junio llegaban las Secret Wars… pero lo hacían con una historia de complemento de Caballero Luna. La “colección madre” había salido en su tierra natal en mayo del 84, pero el número de la otra que salía como complemento (el 35, así, porque ellos lo valían) era de octubre del 83.

En marzo del año siguiente llegaban los Nuevos mutantes… también con un regalo arbitrario a modo de complemento; el Doctor Extraño.

Los pupilos más jóvenes de la Escuela Xavier se habían estrenado al otro lado de charco en marzo del ochenta y tres. El número del mago con bigotón que lo suplementaba (el 48), lo había hecho en agosto 81.

Más allá de sus historias autocontenidas, casi todas estas colecciones tenían momentos en los que las unas se habían entrelazado con las otras. Historias que, por norma general, acostumbraban a ser igualmente autocontenidas pero que, en el caso de las Secret Wars, tenían un punto de ruptura (el cambio de traje de Spiderman, Coloso enamorándose de una alien y rompía a su regreso con Kitty Pryde, Ben Grimm era sustituido por Hulka en los 4F, llegaba una nueva Spider-Woman, Hulk comenzaba a perder poco a poco el control sobre su parte bestial, etc.).

Todo aquello había estado coordinado por los editores en su país de origen. Era un momento que quedaría reflejado en sus colecciones, teóricamente, en los números que salían el mismo mes. Obviamente, aquello no sucedió de la misma manera por aquí. Era técnicamente imposible aunque algunas colecciones (las que tenían más éxito) tuviesen cadencia quincenal que les permitiese ir recuperando parte del tiempo perdido.

Por otro lado, el “casi” del “casi todas estas colecciones tenían momentos en los que las unas se habían entrelazado con las otras” que he mencionado antes tenía una excepción clamorosa; la familia mutante. Con Claremont como cabeza pensante gestionando las colecciones de La Patrulla y los Nuevos mutantes, sus cruces eran más frecuentes que los del resto. Había historias que se iniciaban en una colección y terminaban en la otra. La distancia temporal que las separaba suponía un problema bastante serio que se ampliaría unos años después con la llegada de Factor X (enero del 88 por aquí, y febrero del 86 por allí), o con Excalibur marzo del 89 vs junio del 88)

Recuerdo los momentos de “ah, así que era eso” que llegaban años después de haber leído algo que hacía referencia a sucesos acontecidos en otro lugar y momento (como el regreso de Jean Grey… que sucedería en los 4F, que serviría para el nacimiento de Factor X, pero que afectaría tiempo después a La Patrulla).

Una fiesta, vamos.

Ahora vayamos a la Distinguida Competencia que publicaba Zinco. Hasta una tarea de seguimiento que resulta un tanto más complicada.

Tirando un poco del hilo y extrapolando a partir de lo que he ido encontrando, creo poder afirmar que el primer número de Crisis pudo haber sido publicado en abril 1987.

¿Que cómo he llegado hasta esta conclusión?

Pues veamos.
En el número cuatro de esta colección comenzaba a publicarse la alineación de series con las que compartía editorial. En él se puede ver lo siguiente:

Crisis 4:
Watchmen 5
Infinity Inc 9
Superman 4
Nuevos Titanes 36
Vigilante 17
Green Lantern 15
Batman y los Outsiders 17
Dossier negro 211
Batman especial 1
Nuevos Titanes especial 1

A su vez, en el número nueve, tenemos una alineación que nos permite encontrar una obra cuya fecha de salida sí que he podido trazar:

Crisis 9:
Ronin 1
Legends 1
Shadow 4
Green Lantern 20
Legion 3
Batman 4 (Año 2 - 1)
Superman 12 y 13 (Quincenal)
Watchmen 10
Infinity Inc 14
Nuevos Titanes 41
Vigilante 22
Batman y los Outsiders 22

Así pues, aunque no he encontrado en Tebeosfera la fecha de publicación concreta de ninguna de las colecciones “normales”, sí que he logrado dar con la de Ronin. Por otro lado, sus datos parecen cuadrar con lo que he visto en Wakhoom. Yo diría que XII-1987 y Diciembre de 1987 atienden a lo mismo.

Aunque, claro, no todos los datos que he encontrado en ambas plataformas coinciden de la misma manera. Si me voy a la ficha de “El regreso del señor de la noche” en ambas plataformas, la cosa difiere un poco (aunque no gran cosa).
Según Tebeosfera, la colección se publicó entre febrero y mayo del 87. Según Whakoom, entre febrero y Junio. Supongo que podemos aceptar la desviación de cualquiera hacia cualquiera de estad dos partes.

Así pues, si asumimos que el número tres de Crisis salió en junio, que por aquel entonces se estaba terminando de publicar “El regreso del señor de la noche”, y que en abril se empezaba a publicar “La saga del oso demonio” de los Nuevos mutantes… todo parece indicar que mi convalecencia reumática pudo empezar aquel verano. O sea, antes de que comenzase el curso. O lo que es lo mismo, antes de lo que creía recordar.

Ya sabes, nunca te fíes de tu memoria. Más de esto dentro de unas cuantas entradas.

Una vez aclarado esto, vamos al turrón. Lo que parece claro es que Zinco ajustó mucho más las fechas de sus colecciones a la hora de comenzar con la publicación de DC… aunque también podemos ver alguna que otra desviación.

Así pues, cosas como Superman - Man of Steel, Batman - Año 1 / Año 2, o Legends, que eran obras que aparecieron en origen con posterioridad (y como consecuencia más o menos “directa”) a las crisis, aquí se simultaneaban.

Las Crisis terminaban en marzo 86, y habría que esperar hasta noviembre de aquel año para la llegada del primer número del Man of Steel de Byrne o las Legends (también con Byrne). Por su parte, las historias ambientadas en los primeros años de Batman no llegarían hasta febrero y junio del ochenta y siete.

Volviendo a las publicaciones que coincidieron aquí con el número cuatro de Crisis (o lo que es lo mismo, abril del 85 allí, abril 87 aquí), tienen un generoso y disperso baile cronal.

Las historias de los Titanes y Green lantern que salían aquel mes se correspondían a las publicadas originalmente en marzo y Septiembre del 84. Por su parte, las de Infinity Inc, Batman y los Outsiders y el Vigilante lo hacían en marzo, julio y noviembre del 85.

Al igual que sucedía con las Secret Wars, todas aquellas historias terminaban confluyendo de alguna manera en las Crisis. Muchas de sus historias se fundirían durante varios meses. Tejerían un tapiz cuyas ramificaciones serían mucho más drásticas y duraderas que las surgidas el evento de Marvel.
Ya saber, colecciones morirán, colecciones vivirían, colecciones se renumerarán y todas esas cosas.

Muchas cosas cambiarían (algunas para bien, otras para mal, y otras para volver donde se habían dejado)… pero, en un mundo pre-internet, nosotros aún tardaríamos mucho en darnos cuenta.

Enlaces:

1. Universo Marvel

2. Tebeosfera vs Whakoom vs DC Fandom
- Ronin en Tebeosfera
- Ronin 1 en Whakhoom - Diciembre 1987
- El regreso del señor de la noche en Tebeosfera
- El regreso del señor de la noche 1 en Whakoom
- El regreso del señor de la noche 4 en Whakoom
- Crisis on infinite earths 04
- Crisis on infinite earths 12
- Superman, Man of steel 4
- Legends 1
- Batman Year One
- Batman Year Two
- Batman and the Outsiders 23
- Batman y los Outsiders 17
- New Teen Titans 40
-
Nuevos Titanes 36
- Vigilante 23
- Vigilante 17
- Infinity Inc. 12
- Infinity Inc. 9
- Green Lantern 180
- Green Lantern 15

Javier Albizu

Biografía fabuladora XIX: Rescatando a la chica

Biografía fabuladora XIX: Rescatando a la chica
La vida es una sucesión de ciclos. De edades que te moldean. De eventos que perfilan quien has sido y eres. Que condicionan a la persona que llegarás a ser.

El flujo de estos ciclos es irregular. No son uniformes ni exclusivos. No son excluyentes ni antagónicos. Pueden desaparecer de la misma manera en la que tienen la capacidad de resurgir sin previo aviso. Algunos pueden llegar a solaparse solapan. Coincidir momentáneamente en el tiempo. Pero no por ello el inicio o el final de cualquiera de ellos tienen que verse ligado con los de aquellos con los que conviven.

Así pues, y comenzando con el tema que nos ha traído hasta aquí, llegamos hasta el ochenta y ocho. Hasta el momento en el que se solaparon varios de estos ciclos. Alguno venía de lejos, y otros nacerían en aquel momento. A su vez, alguno finalizaría en breve, y otros se prolongarían durante mucho más tiempo. Ley de vida.

Por un lado, aquel año terminaba el periodo que englobó mi primera convalecencia por problemas de espalda. Algo que debería haber supuesto la llegaba el un momento de calma, pero que solo resultó poner fin a una parte del dolor y el sufrimiento. Porque, por otro lado, se abría un nuevo ciclo formativo. Quizás me quedasen cuatro o cinco asignaturas por aprobar, pero la EGB terminaba para mí. Abandonaba Larraona y los compañeros de clase, pero no así mi periplo por la formación reglada. Sin importar mis protestas, mis padres se ciñeron a la legalidad y me hicieron continuar con los estudios.

Con esto, tocaba elegir un nuevo camino. Uno en el que no disponía de ninguna opción que me resultase apetecible. Podía optar entre “la formación de los listos”; BUP o “la de los tontos” (o, teóricamente, la de aquellos que “no querían estudiar”); FP.

Obviamente, elegí la opción “B”.

Muy bien. Una vez determinado esto, abramos un nuevo árbol de decisiones:

- Contabilidad (para trabajar en la oficina del negocio familiar)
- Electrónica (para trabajar el el taller)
- Informática (para cacharrear con los ordenadores)

Una vez más, la opción elegida fue la “B”. La “A” no me atraía en lo más mínimo, y la “C” se me hacía demasiado compleja y pegada a las matemáticas tras el poco erótico resultado de las clases particulares de programación a las que había asistido con anterioridad.

Así pues, terminé estudiando la opción “D”; Electricidad. Mis notas eran tan malas que no podía optar a prácticamente nada. El único sitio donde me admitieron fue en el instituto de Potasas (situado en las instalaciones que ocupa a día de hoy la “Escuela de Seguridad de Navarra”1). Fuera de Pamplona. Abandonaba el poder ir hasta clase andando.

Y es aquí donde se comenzaban a enlazar varias cosas. El momento en el que el título de esta entrada comienza a tener algo de sentido. Cuando retomamos un ciclo que comenzaba tiempo atrás. Uno al que hacía mención en anteriores capítulos de esta “Biografía fabuladora”1 cuando decía:

“Cambiando una vez más las coordenadas, aquel sería también el lugar en el que mi cabeza comenzaría a crear un nuevo tipo de historias. Donde tendría su origen un nuevo tipo tramas que no se centraban únicamente en la aventura; aquellas eran historias cuyo foco se encontraba en “rescatar a la chica”.”

Pues sí. Las chicas.
Las chicas del autobús, para ser más exactos.
Del autobús que me llevaría a clase cada día.
Personas con las que tendría una interacción mínima, pero con las que no llegaría a tener ningún tipo de relación.
Porque aquella chica no iba a mi clase. Ni ella ni ninguna otra. En electricidad solo había tíos.

Por supuesto, aquel no era el primer momento en el que me fijaba en una fémina. Había tenido “crushes” antes de aquello. Mucho antes de que esta palabra fuese algo de uso común aquel concepto ya era algo antiguo. Mis hormonas ya se habían alterado con anterioridad tras conocer a una chica que respondía al exótico nombre de “Sheila”. Una persona que, entre otras características, era extranjera. También era algo mayor que yo. Pero el mayor problema de nuestra relación siempre fue que se trataba de un dibujo animado3.

Antes de aquello… lo cierto es que la cosa había estado complicada. Sí que recuerdo haberme relacionado con féminas de mi edad en Alsasua, Ecai o Araia, pero parece que por aquellos entonces aún no se había iniciado mi ciclo hormonal. Por otro lado, Larraona era un colegio de curas, ergo, no había alumnas.

Supongo que mi primer “crush” con una persona real tendría lugar también en aquella misma época. De cualquier manera, al igual que con Sheila, la persona que captó mi atención era alguien a quien no veía con frecuencia. En aquella ocasión se trataba de la hermana de un amigo de mi hermano mayor (el mismo en cuya casa había descubierto a Dreadstar y el Tutankhamun4). Una persona a la que me dedicaba a rescatar de ataques arbitrarios e imaginarios de ninjas en su casa, la nuestra, o los lugares a los que nos llevaban nuestras familias.
Y aquello era todo. Yo la(s) salvaba, ella(s) me daban las gracias y, en alguna rara y loca ocasión, incluso en beso en la mejilla.

Y, no. No se trataba de una necesidad de sentirme “poderoso” (en mi mente) ante sus ojos. No tenía la necesidad de mostrarme como alguien “superior” físicamente en mi imaginario. No se trataba de ellas, sino de mí. De mi incapacidad para encontrar una manera en la que interactuar con ella (o, al menos, de una manera que considerase razonable, lógica y no forzada).
Así pues, luchaba contra hordas de ninjas y orcos. Contra dragones y tipos con alas y faldas que tiraban bolas de energía. Quizás incluso contra roboces gigantes.

El único lugar en el que podía relacionarme con ella era en la ficción. Creando un contexto en el que yo fuese otra cosa y ella… supongo que ella también. Porque no la conocía lo suficiente. No tenía una manera de saber si aquel personaje que creaba se parecía en lo más mínimo a la persona real. Si la persona real podría llegar a interesarse por mi o, en el caso de que esto sucediese, si se podía tratar de alguien con quien me habría gustado estar (aunque, a buen seguro, esta última es una reflexión que en aquellos lejanos días no pasaba por mi cabeza).

Y regresamos al ochenta y ocho. Regresamos hasta un escenario similar aunque distinto. Hasta el autobús que me recogía en la calle Esquiroz y me dejaba en Potasas. El mismo vehículo que la recogía a ella en Noain. Hasta otro lugar constantemente atacado por amenazas de todo tipo. Hasta otra persona que no conocía y tampoco llegaría a conocer. Cierto es que sí que llegaríamos a intercambiar alguna palabra, pero aquello fue más consecuencia del mero azar que de mis acciones voluntarias, mis méritos o mis capacidades.

Lo dicho. Un nuevo ciclo daba inicio. Uno que se entrelazaba con otros tantos. Uno que se prolongaría a lo largo de los dos cursos que duró mi paso por Potasas.

Enlaces:

1. Biografía fabuladora XV: Lugares por asociación

2. Escuela de Seguridad de Navarra

3. Dragones y Mazmorras, la serie

4. Tutankhamun

Javier Albizu

Biografía fabuladora XX: Reajustes cronológicos

Biografía fabuladora XX: Reajustes cronológicos
Ayer (todo lo ayer que puede ser algo publicado en internet), un compañero del trabajo me hizo llegar una foto en la que me preguntaba si yo era alguno de los que aparecía en ella. Mi respuesta fue:
“pues para serte sincero... ni idea
aunque todo podría ser”

Al final la cosa terminó siendo que no, pero me llevó hasta el origen de aquella foto. Hasta la web de Ex-Alumnos de Larraona1.

Así pues, ya con esta información, me puse a investigar. Lo cierto es que no tenía muy claro cuál era el criterio que seguía aquella web (por más obvio que me resulte ahora). Tras darle alguna que otra vuelta, decidí pinchar en la sección correspondiente a los integrantes de la decimoquinta promoción de este colegio (o lo que es lo mismo, aquellos nacidos en el setenta y tres).

Una vez allí y, nuevamente, sin terminar de entender aún lo que se me mostraba (puedo llegar a ser muy lento a la hora de encajar según qué piezas), vistos los pies de foto, y dado que cuarto había sido mi primer año en aquel colegio, el siguiente paso fue pinchar en la foto “CURSO 1982 1983 EGB 4A”, más por el “4” que por los años que se mostraban junto a él.

Es así como llegué hasta esta foto que tienes ante ti:


Larraona, clase de cuarto A, cosecha del 82 / 83

Muy bien, echemos un vistazo a este momento indeterminado congelado en el tiempo. Hasta esta instantánea que nos sitúa entre los años ochenta y dos y ochenta y tres.

Primero, lo primero. Me ha resultado muy complicado localizarme a mí mismo. Tanto es así que tuve que pedir a mis padres que me confirmasen lo certero o erróneo de mi asunción inicial.

Una vez comprendida la estructura de la web, procedí a buscarme entre los integrantes de la clase “A” de los siguientes cursos. Una tarea que he logrado realizar con éxito (aunque no sin que se genere en mí cierta duda tras cada intentona y suposición).
En el único lugar en el que no he sido capaz de localizarme con certeza es en la clase de octavo de EGB. Esto es algo que, por otro lado, puede tener sentido todo el sentido del mundo. Ya que falté el último trimestre de aquel curso por mi reuma, y esa instantánea es la que tiene menos gente, podemos sumar dos y dos con un cierto grado de confianza. Aunque no sé en qué momento del curso se realizaban aquellas fotos, así que puedo andar por ahí sin ser consciente de ello.

Una vez dicho esto, he de reconocer que hay gente a la que he sido capaz de reconocer sin problemas a pesar de todo el tiempo transcurrido. Nombres (bueno, más bien apellidos) y relaciones que han resurgido entre mis neuronas. Conexiones que han vuelto a establecerse entre mis sinapsis tras largo tiempo separadas.
Por otro lado, el reconocimiento de algunos de esos rostros se ha quedado a medio camino. Puede haber un mote, nombres o apellido asociado. Puede haber algo parecido a un impulso tratando de trepar hasta la punta de un recuerdo. Pero nada completo o concluyente.
Por último, también hay diversas caras que, pese a haber conseguido que se despierte algo… no han logrado que no sea capaz de asociar a ellas nombre, apellido o relaciones. A su vez, también hay nombres que recordaba a los que no he sido capaz de asociar un rostro de los que tenía ante mí.

Porque los caminos de la memoria son misteriosos.

En fin.
Soy el cuarto individuo con el que se encuentra uno al comenzar a mirar en el sentido normal de lectura (de izquierda a derecha y de arriba a abajo).

Quizás te preguntes de qué manera afecta este descubrimiento al tema acerca del que he venido hablando en esta serie de entradas.

Vayamos un poco hacia atrás2 y analicemos algún que otro dato expuesto por aquí mismo.

Por un lado, esto me sirve para confirmar que la “ingeniería inversa de mi vida escolar” que hacía en la quinta entrada no falló por demasiado:

Elijamos, por ejemplo, los seis años. El setenta y nueve. El año en el que, entre otras cosas (y si las matemáticas y la memoria no me fallan), me operaban de apendicitis y terminaba mi educación preescolar.
Y digo “si no me fallan” porque sigo tirando de “sensaciones direccionales”. Recuerdo (o creo recordar) que, cuando llegué a casa con molestias en el estómago que llevarían al diagnóstico de mi enfermedad… lo hacía desde “el colegio que estaba a la derecha de casa”. Así pues, no podían ser “las monjas” que lo precedieron (que estaba a la izquierda y hacia arriba) o el edificio donde cursé primero y segundo de EGB (izquierda y “hacia abajo”).

A partir de esto, he hecho una suma inversa y las cuentas me han ido cuadrando con ciertos eventos. Si vamos hacia atrás desde mi último año de formación reglada (tercero de FP, que “sé” que fue a los dieciocho porque recuerdo una conversación en aquel instituto en la que bromeaba diciendo que ya podía ir a la cárcel) la cuenta atrás iría como sigue:

1991 - 3º FP Electrónica - Úlcera, Se acabó el estudio
1990 - 2º FP Electricidad - Repetimos
1989 - 2º FP Electricidad
1988 - 1º FP Electricidad
1987 - 8º EGB - Reuma, Crisis en tierras infinitas
1986 - 7º EGB
1985 - 6º EGB
1984 - 5º EGB
1983 - 4º EGB - Primer año en Pamplona, golpe contra la mesa de cristal del salón durante el partido España 12 - Malta 1,
1982 - 3º EGB - Primera comunión, Érase una vez el espacio.
1981 - 2º EGB
1980 - 1º EGB
1979 - Preescolar - Apendicitis

Porque mi cabeza funciona así…

Por otro, sirve también para confirmar que la desviación que detectaba hace un par de entradas no iba desencaminada:

Así pues, si asumimos que el número tres de Crisis salió en junio, que por aquel entonces se estaba terminando de publicar “El regreso del señor de la noche”, y que en abril se empezaba a publicar “La saga del oso demonio” de los Nuevos mutantes… todo parece indicar que mi convalecencia reumática pudo empezar aquel verano. O sea, antes de que comenzase el curso. O lo que es lo mismo, antes de lo que creía recordar.

Ya sabes, nunca te fíes de tu memoria. Más de esto dentro de unas cuantas entradas.

Así pues, si añadimos lo que he descubría ayer a todo lo anterior, esto sirve para corregir aquella pequeña desviación y terminar de encajar los sucesos.

Dado que cuarto de EGB fue el curso 82/83, y no el 83/84 (como inicialmente había asumido), todo encaja finalmente.
Cursé octavo fue entre el 86 y el 87, por lo que el final de aquel curso que pasé en cama coincide con las fechas de publicación de los tebeos que asociaba con aquella convalecencia.
Con esto, todo parece indicar también que la úlcera que desencadenó mi abandono de la formación reglada debió llegar cuando el curso estaba cerca de acabarse.

Por un lado, oye, ni tan mal por mi primera aproximación.
Por otro, niñas y niños, fiaros siempre de los datos contrastables y poned a prueba vuestra memoria cuando surja la duda.

Enlaces:

1. Fotos y cursos

2. Anteriormente por aquí mismo
- Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel
- Biografía fabuladora XVIII: En busca del tiempo despistado

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXI: De papel y bits

Biografía fabuladora XXI: De papel y bits
Después del pequeño reajuste consecuencia del descubrimiento de la semana pasada, me ha dado por profundizar un poco más en ciertos datos. Más concretamente, he tratado de rellenar otros huecos de mi memoria. Aquellos que hacen referencia a las obras que se pudieron añadir a mi imaginario durante aquellos días y que no se han ido mostrando en el primer nivel de mis recuerdos.

Para tal fin, me he dedicado a recorrer dos fuentes de información1: Tebeosfera (cómo no), y los escanéos de la primera época de la Micromania que se pueden encontrar en Archive.org. Dado el periodo de tiempo que pretendía cubrir, me he centrado en los datos que se corresponden al año ochenta y siete (aunque, en el caso de la Micromanía, he comenzado mirando el número de diciembre del ochenta y seis para… cosas mías, y para saber cuáles de aquellos juegos se encontraban disponibles en nuestro mercado con anterioridad, en he centrado principalmente en los números del 19 al 30).

Ante este perspectiva, alguno se podrá preguntar… ¿y qué pinta aquí la Micromanía?
A lo que mi respuesta sería… pues mucho. Mucho más de lo que pueda parecer en primera instancia. Porque aquella revista se convirtió en una especie de “mercado secundario” en lo que a ficción se refería. Ante mis ojos, las caratulas de los juegos que se mostraban en su interior resultaban tan evocadoras con las de los VHS que poblaban las estanterías de los vídeo clubs o los carteles que aparecían en el cine.

Más allá de esto, también llegué a descubrir ciertas obras de ficción antes por sus adaptaciones a los 8 bits que por sus encarnaciones originales.

Por otro lado, en aquellos días aún no había comenzado a comprar revistas de cine, por lo que la carpeta que llevaba a clase estaba repleta de estas caratulas. De recortes que me dedicaba a extraer de los catálogos de Erbe, Proein o Dro Soft que aparecían en ella de vez en cuando (generalmente para la campaña de navidad).

Sí, es probable que gran parte de la información que va a aparecer por aquí no desentone en la “Biografía computeril”2, pero es lo que hay. Las aficiones y filias no son compartimentos estancos. Los vasos comunicantes están ahí y, en (muchas) ocasiones, se mezclan de tal manera que no es posible separarlos.

De todas formas, y tras haber realizado esta aclaración, tampoco negaré que la info que he ido recopilando hoy me vendrá muy bien para el momento en el que decida rehacer esa bio (aunque solo de pensar en toda la documentación de la que dispongo actualmente, y a la que no tenía acceso en su día, me entran sudores fríos a la hora de plantearme dónde poner el punto de corte cuando lo haga).

Muy bien. Una vez aclarado esto, a ver cómo articulo lo que viene a continuación sin que se convierta en una mera enumeración de obras.

Empecemos.

Lo primero que me ha saltado a la vista al revisar Tebeosfera… ha sido la cantidad de tebeos erótico / porno que salían por aquel entonces. Supongo que me ha llamado la atención porque dudo que aquello se mezclase en las baldas que solía mirar yo en los kioskos.

Otra cosa que me ha llamado la atención ha sido la cantidad de adaptaciones de series que había3. Algunas de las portadas que se me muestran sí que han despertado recuerdos, pero muchas de ellas me han dejado con las neuronas un tanto torcidas.
El hecho de que se realizasen adaptaciones al tebeo de “Los Aurones” constata muchas cosas. Por un lado, queda claro que la maldad de algunos no conoce límites. Por otro, tras este descubrimiento nadie podrá negar que algunas galletas son malas para la salud (y no solo para la física).

Si no me falla la memoria, el único tebeo que llegué a poseer de los que aparecen entre estas adaptaciones fue el de Robocop.

Por otro lado, la aparición de ciertos títulos en el listado también ha hecho que regrese hasta mis neuronas el recuerdo de otras cosas. Cosas que no llegué a comprar en su día pero que, más adelante, terminarían llegando hasta mis manos4.
Recuerdo que el apellido de “El rey furia” que acompañaba al título de Slaine siempre me llamó la atención, pero supongo que las ilustraciones de su interior le parecieron demasiado “bárbaras” a mi yo de catorce años (algo similar a lo que le sucedía con casi todo lo que salía de la gente de 2000AD).

A su vez, veo que aquel año también tuvieron lugar otros nacimientos y recuperaciones5 que, pese a haber aparecido ante mí en diversas fases de mi crecimiento, no tenía la más mínima idea de su llegada hasta este mundo había tenido lugar en aquellas coordenadas cronológicas.

Por último, y entroncando con lo que comentaba al principio, tenemos las referencias cruzadas6. Aquellos personajes de cuya existencia supe por primera vez a través de los vídeo juegos… para más adelante saber que aquel no era su medio de origen (como era el caso de los Gobots, Bravestarr o Nemesis the warlock) o que, (como en el caso de los Masters y su película) su (re)aparición en un medio servía para generar todo tipo de productos derivados.

Como colofón a todo esto, el garbeo que me he dado por la Micro me ha servido para centrar un par de tiros que no tenía del todo ajustados.

No sabía a ciencia cierta (aunque tampoco es que pueda “certificarlo” ahora mismo) cuándo se produjo en mi casa el cambio del MSX al Commodore 128, o cuándo llegó la Master System, pero todo apunta a que estos eventos tuvieron lugar entre el 87 y el 88 (posiblemente el primero el en año en curso y el segundo el siguiente).

Dado los juegos que recuerdo haber disfrutado en el C128, sus años de salida7, y comprobar que la llegada hasta nuestras tierras de aquellas cintas era casi inmediata (por lo que he podido ver en los anuncios de la revista), parece que aquel fue “el año del sorpasso”.
También he visto que el minitebeo que acompañaba al Skyfox era obra de Bill Mantlo y Butch Guice. Parece claro que los vasos comunicantes entre los diferentes medios eran más profundos de lo que podía parecer en primera instancia, y que las jugueteras no eran las únicas tiraban del mundo tebeístico.

A su vez, veo que la Master System comenzó a anunciarse en julio de aquel año, y hasta diciembre no aparecen anuncios de la NES. Así pues, todo parece indicar que, en esa carreta, al menos en lo que respecta a nuestro país, Sega le ganó la carrera a Nintendo (aunque la otra consola salió al mercado mucho antes8).

Enlaces:

1. Cosecha del 87
- Colecciones que aparecen en Tebeosfera
- Micromanía primera época

2. Biografía computeril

3. Va de adaptaciones al papel
- Los aurones
- Los aurones (Cuétara)
- Daniel el travieso
- El coche fantástico
- El equipo A
- El inspector gadget
- Robocop
- She-Ra
- Star Trek iV
- Heidi
- Espinete
- Érase una vez la vida
- La llamada de los gnomos
- Correcaminos
- Buggs Bunny

4. Olvidados a medias
- Groonan el vagabundo
- Los nuevos vengadores
- The shadow
- Slaine
- Sturmtruppen
- Olafo

5. ¿Cómo tú por aquí?
- XL Semanal
- TMEO
- El Jabato, edición histórica
- Capitán Trueno, edición histórica
- El corsario de hierro, edición histórica

6. Adaptaciones cruzadas
- Bravestarr en la Wikipedia española
- Bravestarr en la Wikipedia americana
- Bravestarr, el tebeo
- Bravestarr, el juego
- Challenge of the Gobots, el tebeo (1986)
- Challenge of the Gobots en la Wikipedia española
- Challenge of the Gobots en la Wikipedia americana
- Challenge of the gobots, el juego
- Turbo Chess
- Masters del universo
- Masters del universo (álbum de cromos de la película)
- Masters del universo, el juego arcade
- Masters del universo, el juego de la película
- Nemesis the warlock, el juego
- Nemesis the warlock en la Wikipedia americana

7. Jueguicos
- Archon (1983)
- One on One (1984)
- Skyfox, Electronic Arts (1985)
- Skyfox, DroSoft (1985)
- Frankie goes to Hollywood (1985)
- Terra cresta (1986)
- BMX Simulator (1986)
- Cauldron II (1986)
- Sentinel (1986)
- Antiriad (o “Rad Warrior”), el juego (1986)
- Antiriad, el tebeo
- Nebulus (1987)
- Exolon (1987)
- Rana Rama (1987)
- Barbarian (1987)
- Pirates (1987)
- Airborne Ranger (1987)
- Combat School (1987)
- La abadía del crimen (1987)
- International Karate + (1987)
- Trantor (1987)
- Thundercats (1987)
- Platoon (1987)
- Rygar (1987)
- Deflektor (1987)
- Last Ninja (1987)
- Black Magic (1987)
- Zillion (Master System) (1987)
- Wonder Boy (Master System) (1987)

8. Va de consolas
- NES
- Sega Master System

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXII: ¿Qué pasa con el cine?

Biografía fabuladora XXII: ¿Qué pasa con el cine?
Supongo que esta puede ser una pregunta que le surja a cualquiera que se pase por aquí. Y sería una pregunta lícita. La teoría detrás de estas entradas es realizar un recorrido por las historias y obras que, de uno un otro modo, puedan haber influido en mi manera de entender “la creación”, y el medio audiovisual siempre ha estado ahí.

Si centro mi atención en el segundo monitor, en el documento que tengo aquí al lado con los enlaces, los números parecen claros. A la hora de llevar a cabo mi primera reflexión, la presencia de imágenes en movimiento es mínima. Cuando apunte las obras que iban viniendo hasta mi cabeza cuando me planteaba hacer esto, apenas superan el diez por ciento. Hagamos un pequeño desglose de la información.

Veo que tengo cuatrocientos treinta y nueve enlaces. Estos enlaces contienen obras comprendidas entre los años treinta y cuatro y el noventa y uno. Esto no quiere decir que esta bio vaya a detenerse en ese año final (ni que naciese en el inicial), sino que la primera iteración de este documento la creé mientras estaba desarrollando mi Biografía Daegonita1 y, hasta donde he sido capaz de trazarlo, aquel proyecto comenzó en el noventa y dos.

También es cierto que, en aquella primera iteración, decidí detenerme al llegar a los doscientos enlaces (así que mientras escribía esto ya los he duplicado). Pero, como de costumbre, me estoy desviando del asunto.

De todos estos enlaces (los actuales), solo cuarenta y cuatro apuntan a la web de “el doblaje” (ergo, pertenecen a obras fílmicas). A su vez, de este medio centenar, veintiséis pertenecen a películas y el resto a series (o “ñapas” del estilo de Súper Mazinger o Groizer X).

Este pequeño análisis sirve para determinar que algo falla. Sí, es cierto, pasaba mucho tiempo delante de los tebeos, pero dudo que el porcentaje que arroja este pequeño cálculo se acerque para nada a la realidad. Por más que en esta pequeña criba que he llevado a cabo no aparezcan todas las entradas de Wikipedia que he compartido relacionadas con series, no creo que el porcentaje cambiase demasiado tras un análisis más pormenorizado. Así pues, veo altamente improbable que la división de mi tiempo de ocio, una vez descartado el rato que podría pasar con compañeros de clase y amigos, se dividiese en una proporción de nueve a uno entre las duplas “tebeos y videojuegos” vs “tele y cine”.

Por otro lado, si hago un nuevo desglose, de esos cuarenta y cuatro títulos, catorce los vi en el cine, otros catorce en la tele, otros catorce en VSH… y los otros dos aún no los he visto (La frontera azul y el Robin Hood de la Disney). Curiosa división, y curiosa simetría la que surge de ella.

Mirando en otra pestaña del mismo documento, veo que hay alguna cosa por ahí perdida que, ya sea por cronología, ya sea porque no encajaba muy bien con el enfoque que había adoptado para la entrada, ya sea porque no he sabido muy bien dónde meter2, la cosa es que se han ido quedando fuera. Programas infantiles en su mayoría que tampoco sirven para cambiar el equilibrio de la balanza.

Por último, si me pongo a mirar en IMDB todas las películas que salieron un año cualquiera (como el 87 en el que nos hemos detenido3)… pues la cosa se complica. Tres mil setecientas cuarenta y dos películas. Ahí es nada.

Si dejamos el orden tal y como aparece por defecto, el de “popularidad”, sí que aparecen títulos que, obviamente, he visto en un momento u otro. Dándome un garbeo por las primeras tres páginas de esa búsqueda diría que me suena el título de más del noventa por ciento de ellas, que de cerca del ochenta por ciento podría dar algún que otro detalle… pero creo no llegué a ver ninguna de esas películas en el cine. Esto quiere decir que han ido cayendo entre la tele y el vídeo… por lo que tampoco sabría decir en qué momento llegaron hasta mí.

A su vez, también he de decir que algunas de esas películas las he visto más de una vez (aunque no todas ellas por las mismas razones). Así, mientras que puedo decir que Depredador, Una historia china de fantasmas, Monster City, Amazonas en la luna, El príncipe de las tinieblas, El chip prodigioso, El corazón del ángel, Aventuras en la gran ciudad, Arizona baby, Arma letal, Los intocables de Eliot Ness, La loca historia de las galaxias, Jóvenes ocultos, Robocop, Superdetective en Hollywood II o La princesa prometida son películas que “me gustan y disfruto”, de otras como Miami Conection, El guerrero americano II, Yo soy la justicia II, Perseguido o Masters del universo puedo decir que “las disfruto” (en un ambiente adecuado), aunque eso no implica necesariamente que “me gusten”.

De añadir los enlaces a estas películas a listado de enlaces (y de hacer este mismo ejercicio para los años previos y posteriores), obviamente la proporción sí que cambiaría sensiblemente. Es más, seguro que si buceo algo más en la lista me encuentro con alguna que otra sorpresa… pero…

No podemos negar un hecho que no es trivial. No han salido “espontáneamente” mientras pensaba en aquellas obras que me “han impactado”. Creo que es significativo. Todo parece indicar que, cuando pienso en mis referentes, se puede detectar un claro sesgo hacia las obras surgidas en otros medios. O al menos es así en cuando he tratado de centrar estas pesquisar en el periodo de tiempo transcurrido hasta que alcancé la mayoría de edad.

Ya veremos si esta es una tendencia que se mantiene más adelante.

Enlaces:

1. Biografía Daegonita

2. ¿Donde meto yo esto?
- La cometa blanca (1981 - 1983)
- Barrio Sésamo (1979 - 1988)
- Tocata (1983 – 1987)
- Sabadabada (1981 - 1984)
- Planeta imaginario (1984)
- El Kiosko (1984 – 1987)
- La bola de cristal (1984 - 1988)
- Vampiros en la habana (1985)

3. Lo que dice IMDB de 1987

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXIII: La cuarta musa

Biografía fabuladora XXIII: La cuarta musa
¿Por qué no quinta o tercera?
¿Por qué no vigésima?
¿Cómo medir el qué y el cuándo?
¿Cómo saber el porqué?
¿Cómo asignar un orden de prioridad?
¿Cómo determinar qué dejamos entrar y qué nos negamos a aceptar?

No. Aquí no encontrarás respuesta a estas preguntas.
Porque las fuentes de inspiración son asín. Difusas y esquivas. Subjetivas y, en cierta medida, involuntarias. No las buscas, sino que son ellas quienes te encuentran.

En fin.

Supongo que, ahora sí, podemos asumir que hemos llegado hasta el ochenta y ocho. Hasta el año en el que (probablemente) se produjo el descubrimiento de mi última gran afición; los juegos de rol.

Y es la cuarta si asumimos que las tres primeras fueron los tebeos, el audiovisual y los vídeo juegos.
Aunque, claro, el audiovisual también podría incluir al mundo binario. O podríamos dividirlo aún más. Cine, tele y… música (siendo muy laxos en la parte “visual” del término).

Pero, bueno, las divisiones arbitrarias es lo que tienen.

En fin (una vez más).

Aunque ya tenemos una zona dedicada a este medio aquí mismo1, narraremos una vez más la historia de origen. Porque no por nada uno ha sido desde siempre fan de las historias de súper héroes, y si hay una cualidad que comparten casi todos ellas, y algo en lo que son infinitamente pesadas, es a su manía de (re)contar una y otra vez sus historias fundacionales.

Dicho esto, comenzaremos diciendo que (para sorpresa de nadie) todo empezó de la manera más inesperada.
Con un compañero de clase de mi hermano pequeño. Un chaval2 algo pesado que, en un momento dado, comenzó a pasar por casa con mayor asiduidad. Unas visitas que no requerían de la presencia de mi hermano en el recinto.

Porque venía por otra cosa. Lo hacía utilizando excusas de lo más peregrinas. No quería ni mi mente ni mi cuerpo. Quería mis tebeos.

Recuerdo un sábado a la tarde de una semana indeterminada (posiblemente) de aquel año. Uno de esos días en los que mi rutina marcaba que tenía que pasarme por los Multicentros Roncesvalles a practicar mis rituales binarios. Poco tiempo atrás había descubierto la existencia de “el centro”3. Pero no solo eso. Allí había encontrado un lugar donde hablar acerca de una de las cosas que me gustaba. Así pues, tenía que visitar Ramar, charlar con el dependiente, y volver a casa con un nuevo juego para mi flamante Commodore 128 (ya fuese tras desembolsar las pertinentes 875 pesetas, o para probar alguna cinta para aquella máquina que le hubiesen intentado colar como defectuoso).

Pero no podía salir. Tenía que quedarme en casa porque aquel chaval había venido a “ordenadme los tebeos”. Recuerdo estar ahí mirando, esperando y odiando. Temiendo que aquel día no llegaría a tener mi charla semanal con aquel dependiente (que quizás se llamase Ramón). Mi yo de quince años daba vueltas a todo aquello sin pensar en que cabía la posibilidad de que aquel “señor” (que, a buen seguro, no llegaría a los treinta) pudiese llegar a alegrarse de aquella ausencia. Que aquel día tendría un crío menos al que aguantar.

En fin (¿a la tercera irá la vencida?)
Para no faltar a la tradición, me estoy desviando del asunto.

Retomemos.

No puedo saber cuál fue el momento exacto de aquello… pero sí que puedo hacerme una idea de las fechas aproximadas en las que se produjo un nuevo encuentro con aquella persona. Un encuentro que tenía lugar en el mismo espacio físico, pero dentro de un contexto muy diferente. El día en el que aquella misma persona me invitaba a participar mi primera partida de rol. Cuando, sin saber muy bien el porqué, respondí afirmativamente a aquella pregunta en diferido (porque no me la hizo él, sino que utilizó a mi hermano como proxy).

Y no sé muy bien el porqué de aquella respuesta, ya que los juegos de tablero o azar, los deportes u otro tipo de actividades competitivas, nunca me habían atraído. Ganar, perder o, simplemente, participar en ese tipo de entretenimientos nunca me había aportado nada en lo personal. Sí. Cierto. Podía haber disfrutado de la compañía de quienes practicaban aquellas actividades conmigo, pero la actividad en sí misma me resultaba del todo irrelevante. Y digo “irrelevante”, donde podría decir de manera indistinta “molesta”. Me incomodaba el ansia de “ganar”. Los piques. La manera en la que se sitúa la “victoria” por encima de lo demás. Cómo este deseo se impone sobre las ganas de pasar un buen rato charlando o haciendo ejercicio.

Nunca he buscado estar “por encima” de otro. No quiero, ni pretendo, ni me importa, ser “mejor que otros”. Mi única aspiración es la de ser “mejor” (con todas las comillas del mundo) de lo que era hace un rato en lo que sea que hago.

No me gustan “los juegos” porque en ellos me encuentro siempre persiguiendo unos objetivos pensados por y para otros. Unos objetivos que, generalmente, no me importan lo más mínimo.

Reflexionando acerca de este respecto, y analizando el tema bajo este prisma, supongo que tiene sentido que, ya desde muy temprana edad, los juegos electrónicos fuesen uno de mis entretenimientos favoritos.

De cualquier manera, de la misma manera en la que afirmo esto, también he de informar al lector de que, en la practica del muy noble y lúdico arte de machacar botones, tampoco he encontrado un juego, ya sea de ordenador, consola o recreativa, cuya finalización haya ansiado con desmesura.

En lo que a mí respecta, la parte lúdica del entretenimiento electrónico siempre se ha reducido a una cuestión de reflejos, coordinación, concentración y adrenalina. Ver hasta donde soy capaz de llegar y, quizás, llegar un poco más lejos en la siguiente partida. Con esto, siempre he sido más amigo de los juegos de plataformas que de los de gestión o exploración. En este ámbito, la acción siempre me ha resultado más interesante que la historia.

Por otro lado, esto no quiere decir que sea bueno enfrentándome a ese tipo de retos, pero esa es ya otra historia.

En fin (y van cuatro).
Me he vuelto a desviar.

Reconduzcamos esto por (espero) última vez.

Saco a colación el tema de los juegos, ya sea en su vertiente electrónica o en la social, por otra razón más afín a esta sección de mis textos; Historias, personajes e implicación personal (eso que acabo de afirmar que no me importaba demasiado dentro de un contexto muy concreto).

Ni entonces, ni con posterioridad, he encontrado nunca un juego de ordenador cuyos personajes o historias hayan llegado a engancharme a un nivel emocional. No he sentido miedo, tristeza o alegría por ninguno de ellos.
Tebeos sí, libros sí, películas sí, juegos no... hasta que conocí los juegos de rol.

Pero, por encima de esto, y entroncando finalmente todo esto con el tema acerca del que tratan estas columnas, mi manera de entender la creación de historias se ha moldeado alrededor de la mesa de juego. Sin el rol, dudo que hubiese sido capaz de escribir. De plantearme cómo deben ser las estructuras narrativas. De crear algo más complejo que meras anécdotas. Podríamos decir que mi historia como juntaletras no comenzó hasta se inicio aquel camino.

Sí, y como ya he comentado en las entradas que preceden a esta, antes de aquello había escrito algún relato como trabajo para el colegio. Tramas que, mientras las repaso mentalmente, sirven para que me dé cuenta de que ya tenían implícitos algunos de mis tics personales. Textos que me gustaría tener a mano para comprobar si mi recuerdo es fiel, o ha sido corrompido por el paso del tiempo. Si la historia es como la cuento o si su recuerdo no deja de ser otra invención.

De cualquier manera, aquel tampoco fue este un salto directo. Como con todo, el proceso fue lento y, en gran medida, inconsciente (e inconsistente). Mis primeras historias no dejaban de ser lo que comentaba antes; anécdotas. Podían estar más o menos estiradas, pero carecían de continuidad, estructura o contexto. De un pasado o una historia “reales”. De razones de peso que moviesen a los personajes. De una idea aproximada acerca del “¿qué pasará después con ellos?”.

Hasta que no comencé con mi propia “criatura”, hasta que no empecé “en serio” con Daegon5, gran parte de las preguntas necesarias para la creación de historias complejas no se habían formulado en mi cabeza. La necesidad de ahondar en las imágenes que habitaban en mi imaginación, de estructurarlas para que pasaran de ese estado al de ideas concretas, de tratar de convertirlas en historias coherentes, siempre había estado ausente.

Antes de aquello, todo lo referente a las palabras, así como las diversas maneras en las que se podían utilizar para crear y transmitir ideas, quedaban restringido únicamente para la comunicación verbal (un medio al que tampoco daba demasiado uso).

Mucho que agradecer a una decisión y a una persona. A una experiencia. A la primera vez en la que aquel chaval mataría a mi personaje dirigiendo una aventura de “La llamada de Cthulhu”5.

Dado que la primera edición en castellano de aquel juego llegaba en septiembre del ochenta y ocho, todo parece indicar que aquel evento tendría alugar a finales de aquel mismo año.

Con todo esto, y como colofón a esta entrada, indicar lo poco que podía imaginarme mientras le clavaba puñales imaginarios al individuo que se sentaba en el suelo de mi habitación rodeado de tebeos, que se iba a convertir en la persona con la que, si excluimos a la familia, he mantenido una relación más duradera. Podríamos decir que se convirtió en mi primer “amigo electo”. El primero de una lista de personajes con los que comenzaría a relacionarme gracias al rol (y al resto de nuestras aficiones compartidas).

Enlaces:

1. Biografía rolera

2. Gente especial

3. Devolvedme mis magdalenas (cabrones) II (La secuela binaria)

4. Daegon

5. La llamada de muchas cosas

Javier Albizu

Esto de hacer que me salten las carcajadas y las lágrimas a la vez sin advertencia previa no se hace, hombre. Tú también eres mi amigo más antiguo, y te quiero. Ojalá siga siendo así muchos años. Nunca te voy a agradecer suficiente tu generosidad, sobre todo considerando lo pesado que era yo XD

Biografía fabuladora XXIV: Cambiando el paradigma

Biografía fabuladora XXIV: Cambiando el paradigma
La realidad es algo en constante evolución. Una entidad que se empeña en no quedarse quieta. Que se presenta ante cada uno de nosotros de diferentes maneras. Que escapa por completo a nuestros intentos por controlarla.

Tengo que dejar de simultaneas la escritura de esto y de la novela, porque las cosas me se empiezan a mezclar.

Pero vayamos al tema.

El curso del ochenta y siete / ochenta y ocho supuso mucho más que un cambio de ciclo formativo. Como ya comentaba, supuso también un cambio de colegio, de compañeros de clase, de relaciones, de horarios... de ordenador... de editoriales de tebeos... de dinámicas en general.

Comenzar en el instituto llevaba implícitos varios cambios. Alteraciones en mis patrones de comportamiento de los que nos quedaremos únicamente con un par (para que esto no se eternice).

Por un lado, daba inicio de la jornada intensiva en el colegio. O lo que es lo mismo; la ausencia de clases por la tarde.
Por otro, el ir a estudiar “fuera de Pamplona” conllevaba otro efecto derivado más; mis compañeros dejaban de ser gente que vivía en las cercanías de mi casa.

Muy bien. Analicemos las consecuencias más inmediatas de estas pequeñas cadenas de acción / reacción. Echemos un vistazo a las consecuencias provocadas por estos dos hechos.

En lo que respecta al primero de ellos, el concepto de “tarde libre” no se prolongaría durante demasiado tiempo. Cuando no había exámenes a la vista, estas pasaban a estar dedicadas a echar una mano en la tienda (algo que, en vacaciones, se extendía también a las mañanas).
Por otro lado, como no hay acto que no desemboque en su propia consecuencia, la cadena de cambios no se detenía ahí.
Ir a meter horas en la tienda (aunque, en aquellos días, pasaba más tiempo en el taller o el almacén que en la propia tienda), implicaba un aumento en la paga semanal (lo que, inevitablemente, implicaba un mayor gasto por mi parte en vicio y subcultura).

En lo que respecta a las consecuencias del segundo de estos cambios, la lejanía de mis compañeros me hacía explorar otros lugares de la ciudad. Me permitía conocer de otra manera el entorno en el que vivía.
Ahora que lo pienso, es posible que esta fuese una de las causas que, indirectamente, me permitiese alcanzar la confianza necesaria como para llegar hasta Ramar, Igúzquiza, la librería Gómez, Radio Frías, el salón de juegos Carlos III o, más adelante, T.B.O y el re-descubrimiento de la juguetearía Irigoyen.

El círculo se ampliaba.

A su vez, y nuevamente uniendo los puntos en mi cabeza mientras escribo, seguramente no me habría convertido en alguien asiduo a aquellos locales de no haber dispuesto del dinero extra que tenía gracias al punto anterior.

Todo encaja. Es lo que tiene esto de la escritura. Puedes atar todos los cabos que te de la gana siempre que la información de la que dispongas sea lo suficientemente difusa y vaga.

Porque, claro, no recuerdo que ninguno de mis “nuevos”compañeros de clase (al menos no aquellos cuyas casas llegué a visitar) viviesen por el centro. Tampoco recuerdo cuál fue el orden de descubrimiento de los locales que he mencionado (aunque los he plasmado siguiendo el orden de descubrimiento que creo más aproximado a la realidad). Toda esta construcción que me voy montando no deja de ser un castillo de naipes con una base muy poco sólida. Seguramente, a todo lo que voy mencionando, habría que sumar un número de factores mucho más amplio y diverso. Mucha más información de la que soy capaz de recordar o concretar.

A su vez... tampoco es que descubriese “el centro” durante aquellos años. Como ya he mencionado en entradas anteriores, había estado por allí para ir al cine. También recuerdo haber visitado ciertos barrios de “lo viejo” con anterioridad. De buenas a primeras me viene a la cabeza el haber comido con mis padres en el “Self-Service” de la Estafeta. Aunque carezco del marco cronológico concreto en el que ubicar aquellas visitas, yo diría que eran previas a todo aquello.

Así pues...
¿Se quedó algo dando vueltas por mi cabeza durante aquellas visitas?
¿Realicé aquellas expediciones “a tiro fijo” como consecuencia del comentario de alguien ajeno a mi círculo más cercano, o se trataba de decisiones que tomé guiado por “mitos, leyendas y habladurías”?

Lo único que puedo afirmar a ciencia cierta es que no conservo el recuerdo de haber estado en aquellos lugares por primera vez en compañía de nadie. Hasta donde soy capaz de recordar, aquellos fueron caminos que tomé por iniciativa propia. En el interior de los autobuses que me llevaron hasta ellos no se hallaba nadie conocido que me ofreciese apoyo, compañía o consejo. Aún quedaba mucho tiempo (mucho tiempo “relativo” para alguien de aquella edad) hasta que encontrase a gente con la que compartir aquellas expediciones.

Por lo menos... un año.

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXV: Cómo conocí a vuestro Moorcock

Biografía fabuladora XXV: Cómo conocí a vuestro Moorcock
Volvamos a ponernos en contexto. El ochenta y ocho. Llegamos hasta él inmersos en un nuevo mundo. En uno mucho más grande que aquel que lo precedía. Uno que no dejaba de expandirse. Y vaya si se expandía (y se complicaba).

Si nos fijamos en la parte tebeística (o, lo que es lo mismo, lo que dice Tebeosfera1), para no faltar a la tradición, nacían otro montón de colecciones nuevas. Un aluvión de títulos que asimilar. De búsquedas adicionales a llevar a cabo junto a todo lo que ya venía rastreando en cada librería, kiosko, multi-centro y estanco que se cruzaba en mi camino. De gastos adicionales a sumar a una lista cada vez más abultada.

Cuando, en su día, me puse a hacer memoria, el listado de colecciones cuyo nacimiento estaba situado dentro de aquel año era un tanto escaso2. A su vez y, por más que fuese un listado a todas luces incompleto, dejaba fuera bastantes colecciones que llegué a ver por aquellos expositores3. De cualquier manera y, a pesar de que llegué a comprar muchas de estas “colecciones olvidadas”, parece claro que no todas llegaron hasta mi memoria, no las encajaba en aquel marco temporal, o no habían quedado grabadas de la misma manera en mi memoria.

Aunque todo esto no deja de ser un mero ejercicio fútil que realizo domingo a domingo del que no se pueden sacar conclusiones demasiado representativas. Alguno de los ejemplares de esta “lista de no recordados” que compré durante aquellos días permanecen a día de hoy en mis estanterías, mientras que otros de la “lista buena” fueron vendidos para, posteriormente, volver a ser comprados. Una cualidad que comparten todos los integrantes del grupo que me dispongo a desglosar.

Porque aquel mismo año nacía un nuevo (sub)sello editorial de breve recorrido. Un subsello de otro subsello de una editorial de periódicos que había comprado el fondo de catálogo de otro sello más viejo aún. Porque el mundo de las empresas es asín.

El el ochenta y ocho nacía Tebeos S.A.4. Un nombre al que mi memoria vincula de manera indeleble a varias palabras; First Comics, Nexus, Badger, Dynamo Joe y... Mazin Saga. Porque en las páginas de sus tebeos aparecían también noticias de los USA. En ellas descubría que existía Dreadstar más allá de lo que se había publicado aquí. Que había Mazinger más allá de la serie y la película. Que había editoriales más allá de Marvel y DC (un conocimiento que también sería expandido gracias a las grapas que comenzaba a publicar aquel mismo año Norma Comics).

Pero, por encima de todo esto, hay otro nombre que quedó grabado en mi memoria asociado a aquel logo. El de Michael Moorcock. Y, he de reconocer, que mi relación con Moorcock empezó siendo raruna, y ha ido cambiando con el tiempo (aunque no siempre para mejor).

Por lo que veo, sus personajes (bueno, más concretamente, Elric) ya habían aparecido en otros tebeos con anterioridad5. En colecciones que quizás había llegado a tener ante mí, aunque parece que siempre habían escapado a mi radar. A su vez, también he de reconocer que, de buenas a primeras, las colecciones de Elric, Corum y Hawkmoon fueron las que menos me interesaron del pack que traía Tebeos S.A.6. Tanto es así que, pese a empezar comprando las tres, la única de aquellas series “moorcockianas” que continué comprando regularmente fue la de Hawkmoon (porque tanto Nexus como Dynamo Joe se ganaron mi HAMOR desde que comenzaron y las compré con gran devoción hasta sus repentinos finales).

Siempre he pensado que el culpable de que me quedase con Hawkmoon fue su dibujo, lo que no deja de ser curioso. En lo que respecta al Mignola de Corum... pues lo cierto es que nunca he sido un “fan fatal” de Mignola (y podría afirmar que fue en aquel Corum donde más me ha gustado). Por otro lado, si a día de hoy me dan a elegir entre Kayanan y P. Craig Rusell, seguramente elegiría al segundo. Aunque, como con todo, supongo que la decisión dependería principalmente del proyecto en el que se embarcasen, y lo bien que se ajustase a sus estilos. Sea como fuese, la cosa es que en aquella ocasión sucedió justo lo contrario. El amigo Rafaél se impuso sobre todos los demás.

¿Y por qué dice este “siempre he pensado”?, podrá preguntarse el avezado lector. Pues que no se preocupe, porque me dispongo a responder a esta pregunta.

He añadido esa coletilla porque aquello era lo que pensaba entonces, y este es un hecho que ha cambiado con el transcurrir del tiempo, y la adquisición de conocimiento. Porque, si ya no pienso lo mismo se debe a reflexiones y análisis llevados a cabo con posterioridad en base a estos nuevos conocimientos. Me da la impresión de que, más que el dibujo, lo que me atrajo fue su entintado (bueno, eso y las portadas). A buen seguro aquel era mi primer contacto con la escuela filipina de entintadores7 (de la que luego me enamoraría en las páginas de los “Súper Conan”).

Y puedo llegar a afirmar esto dado que, con su partida de Rico Rival en el último arco la serie, la cosa decayó un poco, pero para aquel entonces ya les había pillado cariño a los personajes, así que no me supuso ningún esfuerzo acompañarles hasta sus trágicos (y súbitos) finales.

Como premio, mientras investigo esto me acabo de fijar en que el colorista de los primeros números fue Tom Luth, colorista de Groo (y ahora de Usagi Yojimbo). A su vez, veo que la persona que ponía el color también cambió en los últimos números (los que, como decía hace unas líneas, me resultaron menos atractivos visualmente). Qué cosas. Va a resultar que había más elementos de los que pensaba afectando a mi decisión.

De todas formas, mi relación con Moorcock y sus personajes podría haber terminado ahí tranquilamente... pero la cosa es que no lo hizo. Y esta relación no terminó por nada que sucediese en las propias colecciones, sino por conversaciones que iban teniendo lugar en “el mundo real”. Conversaciones con gente más versada que yo en las cosas de texto sin dibujos.

Para el momento en el que aquellas colecciones llegaban a su final, año y medio después, ya había comenzado a jugar a rol. Había comenzado a relacionarme con tente nueva. Gente que sabía mucho más acerca de sus orígenes, de su autor original, y de otras obras derivadas surgidas de aquellas creaciones. Para aquel entonces mi hermano pequeño y yo nos habíamos comprado los juegos de rol “Stormbringer” y “Hawkmoon” en nuestra primera visita a una “tienda de rol de verdad” (Jocs & Games) durante un viaje a Barcelona con nuestros padres. Ya había muerto en más de una ocasión víctima de hachas lormirianas o cuchillos demonio. Ya había pasado horas y más horas hablando acerca del multiverso, el campeón eterno y las cosas que se debía meter entre pecho y espalda el padre de todos aquellos conceptos mientras los concebía. Para aquel entonces, incuso nuestro amigo el SRViteri8 había “entrevistado” al propio Moorcock en una visito que hizo a la Universidad de Navarra.

A su vez, ya había comprado a través del Círculo de lectores “El bastón rúnico” (aunque aún faltaba bastante tiempo para que me lo leyese). A este libro, aunque mucho más tarde, le seguiría la saga de Elric (también a través de Círculo de lectores) y la de Corum (en su edición de Minotauro).

Y, no. Nada de esto tiene que ver con que Moorcock me parezca un gran escritor (más que nada porque me parece que tiene carencias bastante serias a ese respecto). Tiene que ver con que sí que me parece es un gran autor y demiurgo. Un gran creador de ideas y mitologías. Alguien que no tiene miedo a romper con lo establecido o dar una vuelta de tuerca más a lo que ha creado. Cualidades que me parecen mucho más importantes que la mera pericia formal a la hora de juntar letras.

Aunque igual esto no deja de ser una excusa para ensalzar aquellas características que creo que he heredado de él. Igual solo estoy tratando de justificar mi propia torpeza en la parte meramente formal.

En fin. Sea como fuere, la cosa es que este buen señor no solo me abrió el camino hacia otro tipo de tebeos, también me abrió la mente a otro tipo de historias, y esto es algo que jamás le podré agradecer como se merece.

Enlaces:

1. Cosecha del 88
- Lo que dice Tebeosfera

2. Las que sí
- Flecha Verde - El cazador acecha
- Historia del universo DC
- Justice
- Liga de la justicia
- Los Vengadores, las guerras Kree Skrull
- Nick Furia - ¿Quién es Scorpio?
- Question
- Star Brand
- Wonder Woman

3. Las que no
- La cosa del pantano
- La patrulla condenada
- Clásicos del terror - Drácula
- James Bond
- Millenium
- Modesty Blaise
- Príncipe Valiente
- PSI Force
- El Castigador
- Superman IV
- Superman - Los ladrones de la tierra
- NAM
- La Visión y la Bruja Escarlata
- Factor-X
- Classic X-Men
- Batman - El hijo del demonio
- Batman - La broma asesina
- Norma empieza con la grapa
- Mot Pequeño País

4. De Tebeos y “Eseas”
- Ediciones B en la Wikipedia
- Ediciones B en Tebeosfera
- Grupo Z en la Wikipedia
- Grupo Z en Tebeosfera

5. Fuera del radar
- Conan vs Elric en Vértice (1973)
- Conan vs Elric en Bruguera (1981)
- Elric - La ciudad de los sueños en EPIC 3 (1982)
- Novela gráfica Elric - La ciudad de los sueños (1984)
- Conan vs Elric en Forum (1985)

6. Moorcock y cosas chulas
- Hawkmoon
- Elric
- Corum
- Dynamo Joe
- Nexus

7. Poder filipino
- Alfredo Alcalá
- Rico Rival

8. 153 confesiones roleras y una tirada de dados desesperada

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXVI: Lo urbano, lo mundano y lo elevado

Biografía fabuladora XXVI: Lo urbano, lo mundano y lo elevado
Mientras el ochenta y ocho parece resistirse a ser dejado atrás, hoy pasamos a fijar nuestra mirada en un par de los enlaces que aparecían en el listado que compartía en la anterior entrada1. Dos colecciones que eran escritas por autores “clásicos”2 pero cuyo acercamiento me resultó de lo más “nuevo” en aquel momento. Y aquello me resultaba “sorprendente” porque no estaba acostumbrado a tener entre mis manos tebeos en los que la gente no hacía cosas imposibles. Tebeos urbanos en los que los trajes de colores casi molestaban. Historias en las la gente se enfrentaba a dilemas morales cuya resolución requiriese de una reflexión mínimamente compleja. Tebeos en los que la gente moría.... en ocasiones a manos del propio héroe. Narraciones en las que sus protagonistas se veían obligados a vivir con las secuelas que les habían dejado sus decisiones.

Por supuesto, aquellos no eran los primeros tebeos que se habían publicado utilizando aquel tono. Tampoco eran los primeros “de súper héroes” en realizar aquel acercamiento. De haber buscado con anterioridad algo similar, no tendría que haberme ido muy lejos para tener acceso a alguno de ellos. Aunque en aquellos momentos aún no habían pasado por mis manos, tanto Watchmen como el “Año uno” de Batman ya habían publicados poco antes por parte de la misma Editorial Zinco. Por otro lado, ahora que lo pienso, sí que había tenido acceso a otras obras similares en cuanto a su “crudeza” como había sido el Caballero oscuro de Miller. Así pues, si bien es cierto que aquellas colecciones no eran las que me proporcionaron mi primer acercamiento al tebeo que se ha venido a llamar “oscuro y realista”, sí que resultaron ser los primeros cuya lectura finalizaba con erótico resultado.

Por otro lado, y con el transcurrir de los tiempos, estos han sido dos términos que han pasado a estar en todas partes. Que han sido utilizados para generar una falsa sensación de “adultez” en la historieta o el cine. Que se mencionan como “argumento imbatible” a la hora de justificar cualquier barbaridad en una obra de ficción... “porque el mundo es asín”. Se han terminado por convertir en dos términos que he llegado a aborrecer.

Pero nos estamos adelantando mucho. Mi animadversión hacia el “Grim and Gritty” aún tardaría algo en llegar.

Así pues, a lo que íbamos.
¿Qué tenían de especial aquellas historias?

Si bien es cierto que los personajes3 eran muy diferentes, y que habían tenido unas trayectorias vitales dentro del mundo editorial de lo más peculiar, como suele suceder, la distancia que los separaba tenía más que ver con los autores que los habían escrito que con las personalidades con las que habían nacido.

Ante mí tenía a dos personajes que no tenían nada que ver con sus fuentes originales. Me encontraba con un Oliver Queen que nada tenía que ver con la copia de Batman de sus primeras historias, o al “rojeras” de la etapa del propio O'Neil en los setenta. Me daba de bruces con un Vic Sage en cuyo primer número parecía seguir la senda del origina, pero que en su segunda grapa pasaba a dar un giro radical. Dejaba de ser el personaje “objetivista” que había creado Ditko dando rienda suelta a sus tendencias randianas4 para transformarse casi en su antítesis.

Por otro lado, no deja de parecerme curioso (y muy significativo) el papel que desempeñó Dennis O'Neil en el crecimiento de ambos personajes, o que en la colección del Question se produjese un cross-over entre ellos.

A su vez, y de la misma manera en la que me sucedía con Moorcock, mi apreciación sobre ambas obras ha cambiado con el paso tiempo.

He de reconocer que a mi yo de quince años le resultó más atractiva la “crudeza” que se mostraba en las páginas del arquero que las disquisiciones que se dejaban ver en la del periodista.
Releídos con casi cincuenta (y tras haber pasado muchas más historias por mis retinas), mi apreciación por esas historias se ha invertido. Las historias de Grell me resultan hoy muy maniqueas y simplistas, mientras que el acercamiento filosófico de O'Neil (y el elenco de secundarios del que dotó a la serie) se me ha mostrado como algo más “atemporal” y “complejo”. Como algo a tener en cuenta a la hora de crear mis propias historias.

Esta es una afirmación que se podría extender hasta la parte artística5. Mientras que durante mi primer acercamiento me dejé encandilar por el realismo pictórico de Grell en la miniserie, y por la fidelidad hacia este estilo que demostraron tanto Hannigan como Jurgens (en los que me sigue pareciendo lo mejor que ha hecho), a día de hoy me quedo de calle con la suciedad y la línea rota de Cowan y Rick Magyar.

Así pues, tengo claro que, pese a que nunca se ha encontrado entre mis guionistas predilectos, debo mucho a Dennis O'Neil. Se lo debo tanto por esto colección como por la creación del personaje de Ra's al Ghul en las páginas de Batman a comienzos de los setenta. Quizás la relectura de aquellas historias del señor de la noche solo haya servido para hacer mella en la imagen que tenía de ellas y de “La cabeza del demonio”, pero eso no ha impedido que me siga pareciéndo el mejor villano que se ha creado para el murciélago.

Enlaces:

1. Las obras
- Flecha Verde - El cazador acecha
- Question

2. Los autores
- Mike Grell
- Dennis O'Neil

3. Los personajes
- Flecha Verde
- Question

4. Otra clase de personajes
- Steve Ditko
- Ayn Rand

5. Y los dibujeros
- Ed Hannigan
-
Dan Jurgens
- Denys Cowan
- Rick Magyar en DC Fandom Wiki
- Rick Magyar en Marvel Fandom Wiki

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXVII: Acción y reacción

Biografía fabuladora XXVII: Acción y reacción
¿Qué es un acto voluntario y qué resulta ser una mera consecuencia los movimientos que tienen lugar en tu entorno?
¿Como puedes llegar a ser capaz de diferencias una cosa de la otra?

Por otro lado... ¿realmente importa esta distinción?
Ya está hecho y no existe una combinación de teclas que nos permita cambiar lo qué hemos hecho o la razón detrás de cada acto.

Una manera un poco rara de empezar, lo sé.

La cosa es que, por un lado, cuando más lo pienso, más me voy dando cuenta de todas las piezas que comenzaron a moverse durante aquel año ochenta y ocho. Por otro lado... si le dedicase un esfuerzo similar, estoy convencido de que, a buen seguro, encontraría engranajes similares moviéndose en cualquier fecha en la que me fije.

Así pues, quizás en primero de FP conociese a mi profesor favorito (o, al menos, del que conservo un mejor recuerdo); el Pastor, pero esto poco tiene que ver con una elección voluntaria.
A su vez, no es que tuviese ninguna relación con él más cercana a la que tenía con cualquier otro de los profesores, pero sí que logró despertar en mí algo que no habían logrado otros. Fue mi profesor de historia y lenguaje durante aquel curso. Alguien que consiguió que, por primera vez, aquellas asignaturas no me resultasen aburridas. Quien me descubrió que la historia era... pues eso, una serie de historias.
Eso sí, no recuerdo qué notas saqué en sus asignaturas. No tengo la más mínima idea de cuántas suspendí aquel curso. Tampoco es que tenga demasiada relevancia.

Más allá de eso, siempre me pareció un tipo curioso. El único profe que recuerdo que llegase hasta el instituto en bici, y el único que se dedicaba a hacer dibujos en la pizarra durante los exámenes.

Pero me estoy desviando. A lo que iba con todo esto es a que... ya ves dónde nos encontramos ahora. Historia y lenguaje. Uno podría llegar a afirmar sin temor a equivocarse que por estos lares hay un poco de todo eso.

Claro está, todo esto aún tardaría en llegar. La reacción a todo esto (de ser aquel su origen primigenio) estaba lejos de ser algo inmediato. En el terreno de la lectura aún me mantenía con una dieta casi exclusiva de viñetas, aunque alguna cosa caía de vez en cuando sin ellas. Cosas que, en su gran mayoría no llegaban como consecuencia de lo que veía en el colegio, sino fuera de él. Hablo, por supuesto, de los libgrojuegos1.

Por otro lado, veo que muchos de los que llegaron hasta mis manos fueron publicados con anterioridad a aquel año, lo que podría llevarnos a pensar en un primer contacto más temprano con el género. Si bien es cierto que esto podría llegar a ser así (me viene a la cabeza la serie de Dragones y Mazmorras como un posible ignitor), veo altamente improbable que me preocupase en buscarlos con anterioridad a mis primeras experiencias con el rol.
De cualquier manera, aquel brote fue breve y no se prolongó durante demasiado tiempo. Porque no importaba lo que prometiesen sus portadas. En su interior nunca encontré lo que buscaba. Se acercaba, pero “no estaba ahí”. Quizás por eso la fecha de publicación por estos lares de los libros “más nuevos” de ese listado coincidan también con el año ochenta y ocho.

Una vez que nos salimos del contexto meramente literario, podemos ver que aquellas no fueron las únicas lecturas “de nuevo cuño” que llegaban hasta mis manos. La ampliación de mis horizontes geográficos hacia “el centro” también servía para que obtuviese acceso a nuevas fuentes de información. Quizás el ámbito de las revistas2 que compraba no cambiase, pero sí que lo hacía su relación con conceptos como los del espacio y el tiempo.
Gracias a las revistas inglesas se me abrían nuevos mundos3. Lugares a los que tardaría mucho en llegar (o, más concretamente, que tardarían mucho en llegar hasta mí).

También durante aquel mismo año salía por aquí uno de mis juegos favoritos para el Commodore4. Aquel que, si no me falla la memoria, fue el único que logré terminar en esta plataforma. Un juego que, a su vez, me presentaría con unos cuantos años de antelación al protagonista de uno de mis tebeos favoritos.
¿Me habría fijado en aquel tebeo de no haber conocido antes su juego?
¿Le habría dado una oportunidad a aquellas páginas de no haber contemplado con anterioridad aquellos píxeles?
Una vez más diré ¿acaso importa?

Porque ante mis ojos pasaron muchos otros juegos5. Comenzaba la hegemonía de Hewson en el Commodore, y mi devoción por Sega en las recreativas. La llegada del Altered Beast fue la razón que me llevó a convencer a mi padre para comprar la Master System. Una compra llevada a cabo bajo la (falsa) promesa de que aquel juego iba a ser “igual que la máquina” (y no como los ports para ordenador). Por otro lado, quien me vendió la Master System (alguien a quien había conocido en Ramar o el Salón de juegos Carlos III) fue la misma persona a la que le compré el “Frizer”6 para el Commodore 64. El “cartucho definitivo” que tantos buenos ratos me proporcionaría entonces y tiempo después.

Para terminar, supongo que era en el terreno del audiovisual7 donde la entropía era menor. Donde no tenía tantos influjos externos. Donde llegaban muchas cosas que... aún no podría compartir con nadie ajeno a “la famiglia”.
Al abandonar Larraona abandonaba también la relación con la gente que había conocido ahí. Mi círculo social se reducía aún más allá de su “escualidez” pretérita. Los nuevos vínculos que iba estableciendo no eran lo suficientemente fuertes como para iniciar conversaciones ajenas a lo formativo.

Por otro lado, no deja de parecerme curioso que las dos películas que recuerdo haber visto en el cine aquel año no aparezcan en los resultados de “El doblaje” cuando pones la fecha como criterio de búsqueda (pero que el año sí que aparezca correctamente si vas directamente a esas películas). Cosas de los algoritmos, supongo.

En fin, y como colofón antes de volver a desviarme.
¿Qué vino antes, el huevo o la gallina?
¿Fue mi libre albedrío el que me llevó a tomar las decisiones que tomé?
¿Fueron mis elecciones inalteradas las que provocaron que mi camino se dirigiese hacia donde lo hizo?

¿Qué más da?

Enlaces:

1. Libritos
- El secreto de los caballeros
- La ruta de los piratas
- Los anillos de saturno
- La venganza de los dragones
- Las columnas de Pentegarn
- La nave estelar perdida
- El hechicero de la montaña de fuego

2. Revistas
- Micromanía segunda época
- C+VG
- Commodore User

3. Ultima
- Ultima

4. Usagi
- Samurai Warrior

5. Juegos
- Altered Beast
- Traz
- Cybernoid
- Eliminator
- Netherworld
- Marauder
- Impossible Mission II
- Frightmare
- Shoot 'em up Construction Kit
- Inside Outing
- Wonder Boy in Monster Land (Master System)

6. The Final Cartridge III

7. Cine y tele
- Estrenos TVE en la Wikipedia (1988)
- Películas dobladas en 1988 según el buscador de “El doblaje”
- Willow - El tebeo
- Willow - La película
- Willow - La novela
- La jungla de cristal

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXVIII: Un pequeño paso para el hombre

Biografía fabuladora XXVIII: Un pequeño paso para el hombre
Cuando llegamos al ochenta y nueve la cosa no cambia demasiado con respecto a cómo había finalizado el año anterior. Aunque, claro está, esta no deja de ser una verdad a medias. Una condicionada por el contexto que nos dispongamos a analizar. Porque a mediados de aquel año sí que llegarían varios cambios significativos.

Dentro de la parte “sin grandes cambios” podríamos incluir todo lo referente a mi currículo académico. Continuaba cursando segundo de FP. Un curso en el que se cristalizó aquello que se llevaba fraguando desde hacía ya mucho. Un curso “raro-pero-no”.

Y, no, la parte “rara” no tenía que ver únicamente con el hecho de que, pese a seguir yendo a Potasas, cambiase el recinto en el que se impartían las clases. Tampoco se podemos concretarlo en las nuevas dinámicas que se generaban como consecuencia del nuevo contexto. Tampoco con el hecho de que aquel fuese el primer curso que me vería obligado a repetir, o con que, después del verano, mi segundo - segundo lo llevase a cabo en un instituto de Pamplona.
Todo aquello era algo raro y normal al mismo tiempo. Al final no dejaban de ser piezas adicionales en ese suma y sigue de factores ajenos a mis intereses que era la vida académica. Algo accesorio a la par que inevitable. Una serie de trámites y compromisos pasajeros que, pese a mi resistencia, más allá de la incomodidad, la frustración y una leve pátina de conocimientos generales, supongo que también han llegado a formar parte de ciertos aspectos de de mi persona y mi manera de entender el mundo.

Pero hoy no quería hablar de eso. Ya habrá tiempo para sacar conclusiones cuando lleguemos al noventa y uno. Y no quiero hablar de eso porque, por otro lado, durante aquel año llegarían hasta mi vida otros dos lugares que han pasado a formar parte indisoluble de mis recuerdos y afectos. De quien soy. Por supuesto, también se encuentran presentes en ciertas memorias menos agradables, pero eso es ley de vida.

Porque, como ya mencionaba hace unas cuantas entradas, durante el verano del ochenta y nueve se formalizaría mi relación con el rol. Una relación que me llevaría hasta la casa de la juventud. Hasta el lugar en el que comenzaría a formarse mi primera cuadrilla. Donde encontraría a gente con la que ir al cine. Con la que hablar de tebeos. De historia. De juegos. De informática e ingeniería. De filosofía y ética. De las cosas importantes de la vida.

A su vez, aquel mismo verano tenía lugar otro cambio que, a priori, nada tenía que ver con el que acabo de mencionar. Aquel verano el negocio familiar mutaba a varios niveles. Así, “Musical Tomás” pasaba a convertirse en “Musical Tomás Megatienda”. Al tiempo que su ubicación se movía de la Vuelta del Castillo a la Calle Asunción, también se expandía el catálogo de productos y servicios relacionados con la música que ofrecía. A los instrumentos y el Hi-fi se le sumaban los discos y los libros. El taller y el almacén quedaban integrado en el mismo local. A ellos se les sumaría y solaparía poco después la academia.

Lo dicho. Nada que ver con “las cosas importantes”.

Nada... salvo que, con el paso del tiempo, dentro de las tres plantas de aquel antiguo súper mercado, también tendrían lugar otras actividades que nada tendrían que ver con la música. Y, sí, obviamente, una gran parte de las actividades anómalas (aunque no todas) estaban relacionadas con el rol.

Lo primero en ser explotado de manera extra-oficial serían las oficinas de la planta superior. El lugar por el que pasarían varias fotocopiadoras. Diversas máquinas sobre cuyas superficies se apoyarían cientos, sino miles, de páginas pertenecientes a una gran variedad de manuales. Un lugar de reunión para muchas mañanas de domingos.

A su vez, en lo más profundo de aquel local, allí donde llevaban unas inicialmente precarias escaleras y un montacargas que inspiraba aún menos confianza, uno podía llegar hasta el taller, el almacén y las salas de pruebas. Espacios acotados algunos de los cuales aún conservaban las puertas de las antiguas cámaras frigoríficas en las que se encontraban.

Allí estaba el “dungeon”. Los oscuros lugares a lo largo de cuyos pasillos podías encontrar obstáculos cuya peligrosidad oscilaba entre lo simplemente frágil, lo incómodo o lo doloroso (principalmente para tus espinillas).

Fue en aquel “inframundo” donde comenzó mi vida laboral a media jornada de manera oficial... y más cosas. Allí fue donde hice uso de la “barra libre” de llamadas a teléfonos fuera de la provincia para realizar mis primeros pedidos a Jocs & Games o Gigamesh mientras echaba una mano en las diversas labores que allí se llevaban a cabo.

Curiosamente, el recuerdo más antiguo que conservo de aquellos dos lugares está relacionado1. Mi primera visita a “El club” tuvo lugar después de estar ayudando a preparar las cosas para la inauguración de “La Mega”. Porque la realidad y la memoria tienen un extraño sentido del humor.

Por supuesto, pese a unos inicios titubeantes, las actividades que llevé a cabo en aquellos lugares no dejarían de expandirse con el paso del tiempo. Se convirtieron en ubicaciones complementarias. En el comienzo de muchas cosas. El alfa de muchos omegas.

Enlaces:

1. Biografía rolera IV: Ampliando el horizonte

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXIX: Moore vs Morrison

Biografía fabuladora XXIX: Moore vs Morrison
Durante el ochenta y nueve el contador de nuevas colecciones de tebeos no dejó de subir. Viendo los números que muestra Tebeosfera, no parece que la diferencia con los años anteriores fuese excesiva pero, ya sea por la edad, por el aumento de mi poder adquisitivo, la ampliación de mis lugares de consulta, o la suma de todos estos factores, el número colecciones que llegaba hasta mi casa sí que se iba incrementando exponencialmente.

A su vez, y para no variar con respecto a lo acontecido hasta este momento, una cosa es lo que me llegaba hasta mi cabeza cuando hacía memoria1, otra lo que salió aquellos días y me compré aunque no había aparecido en ese rebobinado mental2 y otra las cosas que salieron durante aquel periodo de tiempo pero que aún tardarían en llegar hasta mis manos3.

Se podría decir que cada una de estas colecciones dejó su pequeña muesca en mi imaginario. Que su lectura sirvió para cimentar mi aprecio por algunos autores, matizar el que tenía por otros y generarme algún descubrimiento interesante. Porque, aunque de habérmelo preguntado en aquel momento, muy probablemente no lo hubiese reconocido, el fanboyismo por algún autor o colección no era una constante, sino algo que oscilaba con el transcurrir del tiempo, la madurez, la seguridad en uno mismo y la adquisición de nuevos criterios a través del que analizarlos.

De esta manera, hoy puedo decir que Claremont, Starlin y Byrne bajaban un poco el pistón. Que Wolfman y Pérez se mantenían. Que los Simonson hacían cosas chachis. Que Liefeld empezaba con buen pie. Que Brett Blevins, al contrario que el anterior, no terminaba de conectar con mis gustos (aunque hoy esas mismas páginas me parecen muy jrandes). Que Alan Davies y Mark Silvestri se consolidaban. Que Mignola seguía sin ser un valor seguro. Que las cosas raras que empezaba a hacer Romita aún no eran reclamo suficiente como para que comprase una colección. Veo también que, muy probablemente, aquel fuese el momento en el que conocía (increíblemente tarde) a Bernie Wrightson.

Pero, en el terreno de la novedad, llegabas hasta mí un enfrentamiento que, aparentemente, dividía a la crítica. Habían llegado los guionistas ingleses al tebeo americano, y lo habían hecho para cambiar las cosas.

La primera instancia de este “Combate del siglo” que llegaba hasta mí lo hacía con obras un tanto... fuera de mi “zona de confort”4.

Porque, no. Un tipo con el poder de imitar las capacidades de los animales, y otro “oscuro vengador misterioso” (que encima mataba peña) no eran premisas que me llamasen demasiado la atención. Muy probablemente, de no haberme tragado toda la turra que venía en el correo de los lectores de las colecciones de Zinco, de no haberme hartado a leer los augures que presagiaban las “previews” y de no haber visto todos esos “extractos de críticas” que acompañaban los anuncios a página completa en el resto de colecciones, ninguna de aquellas dos cosas habría llegado hasta mis manos. Pero todo el mundo decía que “eran lo más”, así que había que darles un tiento.

Una vez en plena contienda, y para mi propia sorpresa, el vencedor resultaba obvio tras los primeros asaltos del combate. Morrison y su Animal Man le pegaban una paliza a Moore y su V de Vendeta. El tipo de traje y poderes ridículos llegaría hasta mi habitación mes tras mes hasta el final de su colección, mientras que el trasunto de Guy Fawkes no lograban mantener mi interés más allá de los primeros tres o cuatro números.

Y es que nunca he podido con Moore. Es innegable la huella que ha dejado y lo “redefinitorias” e “influyentes” que han resultado sus obras, pero jamás he logrado conectar con él, su prosa, la manera en la que escribe a sus personajes, o la estructura de sus historias.

Tiempo después de aquello leí completa esta misma V de Vendeta, igual que me he ido leyendo su From Hell, Watchmen, Supreme, Superman, Broma Asesina o Día del juicio. Quería saber si era cosa de madurez o de la necesidad de conocer mejor el contexto de las obras. Pero nada. Que no hay manera. No estamos hechos el uno para el otro.

Mi desapego llega a tales niveles que, a su vez, me parecen más disfrutarles las adaptaciones cinematográficas de varias de sus obras (Liga de hombres extraordinarios, V de Vendeta) que sus versiones tebeísticas.

Pero, bueno, quizás he exagerado un poquitín. He de reconocer que me gustaron sus primeras historias de Tom Strong, algunas cosas de su TOP TEN, y las mini historias iniciales de Jack B. Quick para las Tomorrow Stories.

Por su lado, tampoco puedo decir que todo lo que ha hecho Morrison haya resultado ser un tiro seguro. Por más que me siga encantando su Animal Man, su Patrulla Condenada, o que disfrutase de su Zenith, o su etapa en la JLA (a pesar del escaso favor que le hicieron con el baile de dibujantes), cosas como Arkhan Asylum, Final Crisis, Batman RIP o Multiversity, me siguen dejando muy frío (y no solo por los problemas editoriales de algunos de ellos).
A su vez, con sus X-Men aún sigo teniendo una relación complicada.

Porque, claro, el señor Morrison posiblemente sea el tipo que más ideas locas suelta por página, y eso conlleva un riesgo. Ideas extraordinarias tienden a requerir de explicaciones extraordinarias, y lo segundo siempre es más complicado de conseguir que lo primero. Una lección que siempre trato de tener presente cuando me enamoro locamente de alguna idea.

Enlaces:

1. Las unas
- Excalibur
- Las 7 vidas del gavilán
- Mot
- Mundo de Krypton
- Nick Furia contra S.H.I.E.L.D.
- Nuevos Titanes - ¿Quién es Wonder Girl?
- Prestigios Forum

2. Las otras
- Batman - The cult
- Capitan Atom
- Christmas con los superheroes
- Escuadrón Suicida
- La Cosa
- Estela plateada
- What if
- Lobezno
- Halcón y paloma
- Daredevil (de Nocenty y Romita Jr)
- Inferno
- Liga de la justicia Europa
- Cosmic odyssey

3. Las de más allá
- Súper Conan
- La espada salvaje de Conan (2ª edición)
- Batman vs Hulk
- Conan (Tiras de prensa)
- Spiderman (Tiras de prensa)
- Kiusap
- Humor en rojo (Oroz Diario de Navarra)
- Viaje a Tulum
- Krazy Comics
- Las 7 vidas del gavilán
- Burton y Cyb

4. Los contendientes
- Animal man
- V de vendetta

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXX: Borotando

Biografía fabuladora XXX: Borotando
Segundo de FP había llegado el año anterior con un gran número de novedades.

Por un lado, y como ya comentaba en otra entrada, cambiaba el emplazamiento del instituto y abandonábamos “la periferia” de Potasas para movernos hasta “el centro” del pueblo. Por otro, la parte de mecánica desaparecía del currículo técnico para hacer que este se centrase por entero en la electricidad.

Pero aquello no era todo. Porque aquel fue el curso en el que “rompería la ley escolar” por primera vez. Aquel sería el curso en el que haría mis primeras borotas1.

¿Puedo estar esto relacionado de alguna manera con el hecho de que tuviese que repetir curso?
Pues, ciertamente, lo dudo.

Pero vamos por partes.

Como con casi todo, existe una razón detrás de cada acción. Una narración. Una excusa argumental. Una historia que comenzaba durante un examen de inglés. Probablemente la única asignatura para la que no necesitaba estudiar.

Y no lo necesitaba porque, tras años de clases particulares, mi nivel se encontraba bastante por encima del de una gran parte de mis compañeros de clase. Es muy probable que, con la excepción del profesor, yo fuese la persona más versada en el habla de la Pérfida Albión. Un hecho que, a su vez, me había servido para granjearme la simpatía (interesada) de varias de las personas que compartían aula conmigo.

Así pues, durante los exámenes tenía la costumbre de poner las respuestas en una hoja, pasársela a la persona que tuviese detrás y hacer otra vez el examen desde cero. La cosa me resultaba tan sencilla que, por lo general, incluso me solía sobrar tiempo. Tan sencilla que no siempre prestaba toda la atención que debía. Una carencia que me llevó a terminar uno de esos exámenes mucho antes de lo esperado cuando el profesor me pilló con la hoja de respuestas en la mano, asumió que era una chuleta, me echó de clase y me suspendió aquel trimestre automáticamente.

Como no podía ser de otra manera, ofendido ante tamaño agravio, me rebelé. Mi yo de quince o dieciséis años tomó la decisión de no volver a pisar aquella clase en lo que que quedaba de curso. Solo me presentaría a los exámenes. Se iba a enterar aquel tipo. Vaya si se iba a enterar de quién era yo. Que buscase tanto como quisiese chuletas en el resto de pruebas, que seguro que no encontraría ninguna.

Así pues, ahí estaba yo durante unas cuantas horas a la semana aburrido en un pueblo en el que no conocía a nadie. En un mundo sin Internet ni teléfonos móviles. En un lugar cuyo único ocio2 (para mí) consistía en la recreativa del Rygar que tenían en la tienda de chucherías, o el Cabal en un hotel. En el improbable caso de poder quedar con alguien, tenía que pillar un autobús para ir de vuelta a Pamplona, y otro de regreso para no perderme la siguiente clase. No, ciertamente aquello no era lo que se dice un planazo. Pero mi honor estaba en juego y de ahí no me movía.

Por otro lado, sí que recuerdo haber pillado en alguna ocasión el autobús que salía de la plaza del pueblo para venir hasta Pamplona. Creo que fue aquel mismo año en el que tuvo lugar la primera “huelga estudiantil” por la que me vi afectado. Posiblemente antes de aquello alguna ya hubiese pasado por la cercanía de mi espacio vital, pero siempre había logrado no enterarme.

La cosa es que todo aquello no me parecía bien (un sentimiento que se extendía también a mis propias ausencias). Lo peregrino de las excusas que se usaban para convocarlas (cuando alguien sabía la razón existente detrás de alguna de ellas) rara vez me resultaban vagamente coherentes. Es más, mi estómago se resentía ante cada una de aquellas “rebeliones ante la autoridad”. Ante la posibilidad de que “me descubriesen haciendo algo indebido”.

Porque, a pesar de lo flagrante de mi expediente académico, era un chico formal. Alguien que nunca había dejado de ir a clase voluntariamente con anterioridad.

El año anterior, y con el fin de no perderme demasiadas clases del día, había pagado un taxi con mi dinero después de perder el autobús.
Aquel mismo año, y tras la suspensión del servicio de autobuses después de una serie de nevadas bastante fuertes, algunos de los profesores se ofrecieron voluntarios para llevar a los chavales que así lo quisiesen en sus vehículos personales. Yo fui uno de los pocos que aceptó aquellas ofertas. Uno de los que se metió en la furgoneta de la profesora de... química, creo, durante un par de días. Una de la media docena de personas que fue a clase mientras todo aquello se normalizaba.

Pero, al final, nada de aquello sirvió para cambiar el resultado. El curso terminó y pasó lo que tenía que pasar.
Suspendí un número indeterminado (aunque excesivo) de asignaturas (entre las que no estaba la de inglés). No llegué a recuperar las suficientes en septiembre. El siguiente curso que empezaba aquel mismo año terminó siendo el que acababa de dejar.

Pero no todo sería lo mismo. Cambiaba de instituto. Cambiaba de compañeros. Volvía a Pamplona. A su vez, aquel sería un curso en el que el tema de las “borotas” se normalizaría y extendería legalmente gracias a las convalidaciones. El que me permitió conocer nuevos lugares de la ciudad. El que me dio la oportunidad de descubrirla en un horario durante el que nunca antes no la había transitado.

Enlaces:

1. Navarrismos
- En el Foral Telegraph
- En el Centro Virtual Cervantes

2. Matando el tiempo
- Rygar (1986)
- Cabal (1988)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXI: Los sueños borrosos de algunas noches de verano

Biografía fabuladora XXXI: Los sueños borrosos de algunas noches de verano
Biografía fabuladora XXXI: Los sueños borrosos de algunas noches de verano

Y llegó el verano y llegaron las notas. La debacle de unos mundos y el nacimiento de otros nuevos. La consolidación de lo que se venía anunciando a lo largo de los meses que lo habían precedido. Donde el camino de esta narración converge definitivamente con el de otras1.

Porque ya no había espacio para la duda. Ya no había marcha atrás. Durante el curso el rol había ido ganando predominancia en mi vida, pero era aquel verano cuando todo explotaba.

Aun así, he de admitir que, cuando me pongo a revisar los recuerdos y trato de convertirlos en datos, las cosas no siempre son fáciles de ubicar. A la hora de establecer una cronología de sucesos, una acción para cada reacción, no siempre estoy completamente seguro del orden en el que se producía la secuencia de eventos.

Conservo el recuerdo de haber dirigido una aventura de “la llamada de Cthulhu”. Una aventura que, dado que nunca había leído nada de Lovecraft, tenía como antagonistas a unos vampiros. Recuerdo también que aquella aventura la dirigí durante una clase de dibujo. Este es un hecho que mi “memoria posicional” siempre ha ubicado en Potasas.

A su vez, esta afirmación llevaría implícita la asunción de que habría dirigido una aventura por mi cuenta antes de haber ido a la casa de la juventud por primera vez. Si bien es cierto que cabe la posibilidad de que fuese así, ya que “La llamada” fue el primer juego de rol al que jugué, esto es algo que me resulta altamente improbable.

Porque, por otro lado, siempre he dicho que la primera partida que había dirigido había sido una de Toon. Un evento que sé que se desarrolló en la oficina de mi padre en “La Mega”.
Dado que aquel local no existiría para mí hasta el verano de aquel año, esto indicaría que, o bien el primer recuerdo es falso, o que la segunda afirmación siempre lo ha sido.

Durante aquellas fechas es probable que también realizásemos nuestra primera visita a una tienda rolera. El viaje en el que profundizaría en el conocimiento de la obra de Moorcock2, y en el que juraría que también habíamos comprado o visto el Players Handbook del AD&D Segunda edición.

Si nos ceñimos a las fechas de publicación de estos libros, los datos podrían cuadrar pero, por otro lado, también tengo asociado ese Players Handbook a un viaje que realizó mi hermano menor a Inglaterra. Un viaje del que regresaría también junto a las cajas de Jorune y Top Secret S.I..
Una vez más, las fechas cuadran, pero el espacio de tiempo en el que sucedió todo aquello se me hace muy breve.

Por otro lado, y revisando mi propia hemeroteca, sabedor como soy de que ya he escrito con anterioridad sobre estos mismos eventos, veo que el orden de los factores cambia3. Así pues, ¿en quién he de confiar?. ¿He de hacerlo en mis dudas presentes o en la certeza de antaño?

No lo sé. No conservo la misma seguridad de la que hacía gala hace cuatro años mientras escribía aquella entrada de mi “Biografía rolera”, o hace diecisiete cuando escribía sobre este mismo suceso en “Vamos de incursión” (en la cual, uno de los comentarios puntualiza alguna parte de la información que presento ahí sin datos).

Una vez más, no es que nada de esto tenga una especial relevancia, pero no deja de resultarme molesto el no ser capaz de establecer el orden de esta cadena de sucesos. Constatar la fragilidad de la memoria.

Lo que sí que recuerdo con claridad es la sensación de “pertenecía” que suponía haber encontrado un grupo de gente con aficiones similares. El ansia, la anticipación y el “jaip” (alimentados por revistas y tebeos) con las que esperamos la llegada del Batman de Burton4. El ir a verla dos veces con el mismo grupo de gente. El quedar con esa misma gente el domingo a la mañana para ir a la tienda a hacer fotocopias mientras hablábamos de lo humano y lo divino. Las recomendaciones cruzadas. El intercambio de juegos, libros y tebeos. Descubrir una literatura fantástica poblada por novelas que me resultaban sencillas y agradables de leer5. La lenta consolidación de la casa de la juventud como un lugar al que acudir sin necesidad de haber quedado con nadie previamente.

Según se fueron consolidando aquellas nuevas dinámicas, otras comenzaban a deshacerse. Se acabarían las tardes de sábado visitando Ramar o Igúzquiza. Las de domingo dedicadas a juegos como Lords of the Sword6 (que, aunque había salido en Japón el año anterior, veo que llegaba hasta Europa aquel mismo año) a solas con mi consola. El no tener a nadie con quien hablar sobre las colecciones que iban saliendo.

Todo cambiaba de una manera no prevista o elegida, pero de un modo que me hacía fácil el no resistirme. El viejo mundo moría sin hacer mucho ruido. Sin esperpento. Sin dolor. Moría para ser sustituido por uno nuevo. Por uno mejor.

Enlaces:

1. Sitios a los que regresamos una y otra vez
- Biografía rolera
- Biografía rolera IV: Ampliando el horizonte

2. De sitios y cosas
- Biografia Fabuladora XXV Cómo conocí a vuestro Moorcock
- Hawkmoon
- Stormbringer

3. Cosas inglesas
- Biografía rolera V: De compras
- Vamos de incursión
- Papa cadillac
- ¿Quién es Harry Crumb?
- AD&D Segunda
-
Top Secret S.I.

4. Batman sin poderoso giro de cintura

5. La leyenda de Huma

6. Lord of the Sword (Master System)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXII: Repetimos

Biografía fabuladora XXXII: Repetimos
No deja de resultarme curioso que, cuando más cercano en el tiempo es el curso acerca del que escribo, más difuso se me hace su recuerdo. Por otro lado, bien es cierto que durante los cuatro últimos años de mi formación reglada pasé por cuatro institutos diferentes, así que la cosa también podría estar relacionada con esto.

Sea como fuere, lo cierto es que apenas conservo “nada” de mi paso por el San Juan Donibane1. Poco más allá de una peculiaridad anatómica de uno de los profesores o la ubicación de los talleres, el gimnasio o las pistas de baloncesto. Ni siquiera soy capaz de recordar las asignaturas que me tocó estudiar allí. Esto es, las que no me habían convalidado del año anterior. Así, de buenas a primeras, todo parece indicar que electricidad fue una de ellas y que gimnasia fue otra (más que nada porque recuerdo los recintos en los que se impartían). Por otro lado, seguramente también cayeron las de ciencias y... ¿religión?

Hay una historia que he contado alguna que otra vez en la que mencionaba que, en un curso indeterminado, ante la opción de elegir que se me daba de elegir entre religión y ética, opté la segunda. Por desgracia, al no haber cupo suficiente para dar aquella asignatura, al final no quedó otra que regresar al catecismo. Este es un recuerdo que siempre he tenido asociado a este curso pero que, al pensar sobre ello, ahora mismo me genera una gran extrañeza. Y lo hace porque a mi yo de hoy no le entra en la cabeza que en un instituto público y laico se impartiese aquella asignatura. Me resulta tan contra intuitivo que provoca que llegue a dudar de la veracidad de esta anécdota.

Por otro lado, también es cierto que no recuerdo absolutamente nada de lo que se estudiaba en las clases de religión. Nada del temario que se incluía se incluía en aquella (hipotética) asignatura durante la FP, o en el currículo de las clases que (a ciencia cierta) recibí durante los cuatro años en Larraona (y que suspendí repetidas veces). A su vez, tampoco conservo recuerdo alguno de haber tenido aquella asignatura en alguno de los cursos a los que asistí durante mi estancia en Alsasua.

La religión como asignatura es algo que ha desaparecido por completo de mi mente. El conocimiento que acumulo acerca de este tema viene de la tele, el cine, los juegos de rol, así como de mi interés por la mitología y la(s) historia(s). Cierto es que mis abuelos nos hacían ir a misa los veranos que pasábamos con ellos y que, como consecuencia de esto, aún conservo fragmentos de rezos de aquellos días (bueno, más concretamente de aquellas noches, ya que nos hacían recitarlos antes de ir a dormir), pero nada que haya logrado enraizar en condiciones. Siempre he sido totalmente refractario a los ritos asociados. Cuando acudo a bodas y similares no hay en mí actos reflejos o automatismos propios, me limito a observar a los que me rodean y actuar por imitación.

En fin. Volvamos al insti.

Hay pocas cosas de cuantas sucedieron dentro de aquel recinto que conserve en mi memoria. El trolleo de alguno de mis compañeros de taller durante uno de los ejercicios que me hizo fundir varios fusibles. Un partido de baloncesto en el que todo el mundo se dedicaba a centrar sus esfuerzos sobre mí, dado que era el más alto, dejando libres a los que sabían jugar de verdad. Hacer el imbécil con mi “crush de la FP”2 la última vez que la vi. Porque, aunque ella no había ido a aquel instituto, sí que vino hasta él, entiendo que visita a alguna ex-compañera de clase. Así pues, y haciendo alarde de mi ineptitud social (y mi falta de cabeza) al verla subiendo unas escaleras le agarré brevemente el pie por detrás para que trastabillase y “hacerme notar”. Y eso, niños y niñas, es a lo que se llama dejar una buena última impresión.

En fin (de nuevo).

Recuerdo mucho más el Bar Biurdana donde pasaba parte del tiempo entre clases. Sus bocadillos de chorizo frito y su recreativa con el Rainbow Islands3. La tienda de chucherías que tenía enfrente donde tenían el Commando y un premio de cinco mil pesetas a quien lograse mantener el record a final de mes.

Pero la gran mayoría de mis recuerdos de aquellos días (lo que incluye los horarios lectivos) se encuentran más alejados de aquellas coordenadas. Recuerdo comenzar a familiarizarme con el interior y los recovecos de la tienda, el taller, el almacén y la casa de la juventud. Comenzar a frecuentar las casas de los conocidos que empezaba a considerar como amigos. El Salón recreativo Carlos III. La librería Gomez y Xalbador. La juguetería Irigoyen.
A buen seguro, debió ser también durante aquellos días (y en horario lectivo) cuando comencé a visitar T.B.O. (la cual había descubierto con anterioridad, pero siempre había encontrado cerrada).

Por su parte, únicamente recuerdo el nombre de uno de mis compañero de clase. De alguien que incluso llegué a llevar a la casa de la juventud en una ocasión, y que también comenzó a hacer un programa en Basic para la tienda cuando el Commodore 128 de casa, tras ser sustituido por un Atari 1040, terminó allí. Mi memoria posicional recuerda estar cruzando Pio XII de camino a clase mientras discutíamos acerca de “cuál era mejor”; si su PC (un 286 con tarjeta de sonido que me contaba que a su padre le había costado un millón de pesetas) o mi Atari. Recuerda estar subiendo la cuesta de la calle Orcoyen de regreso a casa mientras me enseñaba la hoja de personaje que había creado en su ordenador para “Demon World”. Para lo que podríamos entender como el antecesor de Daegon. Porque el flipamiento ya empezaba su asalto sobre mi persona.

Y el flipamiento era algo que no dejaría de ir a más.

Enlaces:

1. Otro instituto más

2. Rainbow Islands

3. Biografía fabuladora XIX: Rescatando a la chica

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXIII: El flipamiento

Biografía fabuladora XXXIII: El flipamiento
Muy bien, supongo que viene siendo hora de cambiar de año. Ha llegado la hora de empezar “oficialmente” con el noventa. Y digo lo de “oficialmente” porque, a buen seguro, y de manera “extraoficial”, alguna que otra porción de las cosas que he ido contando en esta últimas entradas estaban ubicada dentro de estas coordenadas cronológicas.

Por la misma, y por más que esta entrada sirva para aglutinar ciertos elementos / filias que pudieron tener su inicio durante aquellos días, no deja de ser eso; un aglutinador temático (cuyo alcance no queda limitado a este momento en concreto).

Porque el concepto del flipamiento (o el “molonismo” como también es conocido) no es algo con un inicio y final acotados en el tiempo. Es un camino con sus altibajos. Uno que no tengo manera de saber a ciencia cierta cuándo comienzo, cuándo terminó, o cuál de cada una sus distintas variantes sigue aún por ahí.

Así pues, y dentro de lo que sí que soy capaz de acotar dentro de esta fechas, podría afirmar sin miedo a equivocarme que “el lejano noventa” fue el momento en el que esto comenzó a llegar hasta mi casa:

Coleccionando cosas

Y lo sé porque sus tomos se vinieron hasta mi casa tras la emancipación, lo que me ha permitido ver su fecha de publicación. Eso sí, por más que algún amigo las devoraba con devoción, yo nunca pasé de mirar las foticos y leer alguna anécdota curiosa sobre el M-60 en Vietnam o el SR711.

Por otro lado, no tengo manera de saber cuando compré otras cosas (que también se vinieron conmigo en la mudanza de hace veintidós años):

Otras cosas

Más allá de esto, también llegué a tener una maqueta del SR71 (a fin de cuentas, aparte de molarlo todo estéticamente, también era el avión de la Patrulla X) que se vino conmigo, pero la regalé hace cosa de cuatro años a un compañero de trabajo.

Porque, las armas, los “paratos” y los que las manejaban. Vaya tema.

“Ay”, la gente que “matá por el bien” y los artilugios que usan. “Mía” que son bonicas las formas y mecanismos de las joías. “Mía” que se puede perder uno en las coreografías de patadas, puñetazos, tajos y cabriolas. “Mía” que te podías llegar a dejar pasta en pijadas relacionadas con el asunto para luego tenerlas guardadas en armario, baldas y cajones para no volver a hacerles caso.

En fin.

La cosa es que aquel era un “HAMOR compartido”. Una filia y un camino que casi todos admirábamos desde la lejanía. Uno que, en muchos casos, ya venía de lejos.

Porque (en mi caso concreto), las películas de artes marciales ya me habían hecho apuntarte a Judo en la EGB. Pero había cosas para las que aquellas películas no te preparaban. No te decían lo cansado y complicado que era aquello. Tampoco lo que pasaba cuando te cruzabas con algún compañero de clase que tenía ganas de “hacer las cosas de verdá”. Tampoco te avisaban de la facilidad que tenemos algunos para rompernos.

Tiempo después, aquel mismo impulso me haría apuntarme al gimnasio en más de una ocasión... solo para abandonarlo poco después de que quienes se habían apuntado contigo dejasen de ir (o, como en la última ocasión hace cosa de seis años, porque me rompí una vez más).
Porque una cosa es que tengas el deseo de “poder hacer cosas que de normal no eres capaz”, y otra muy distinta que estés dispuesto a dedicar el tiempo y el esfuerzo para ser capaz de hacer eso algún día (en el caso de que sea humanamente posible).

Pero me estoy desviando un poco (para no variar).

Los “errores de cálculo” tampoco es que importasen demasiado. A pesar de los tropezones, el camino estaba claro. Era una ruta que te marcaban el cine y en la tele. Anuncios, como el del coleccionable2 donde se te prometían emoción a raudales. Anuncios como el de una revista (sobre la cual no he logrado encontrar nada) que te preguntaba algo por el estilo de “Cuando el enemigo te rodea y estás solo detrás de las líneas enemigas, ¿sabrás sobrevivir?”.

Cada semana tenías revistas en los kioskos donde te prometían que las artes marciales eran algo casi mágico que estaba al alcance de tu mano. Tenías las armas y a sus portadores en la calle, en el salón y en tu habitación. Los tenías en los carteles y posters de los cines. Los tenías en las caratulas de videoclub. Los tenías en los tebeos y “infantiles” y en los “adultos”. En los juegos de rol, sus ilustraciones y sus aventuras.

Estabas rodeado.

Allí donde posase uno su mirada encontraba imágenes en movimiento, fotos o ilustraciones de policías o justicieros. De soldados o mercenarios. De samurais o ninjas. De cosas imposibles e implausibles que molaban infinito.

Por más que no sea capaz de identificar una ruta concreta qué llevase de una cosa a la otra, supongo que al final aquel camino sería el resultado de una mezcla de todo. El “paso a la acción” parecía ser el camino de menor resistencia. Algo que llevábamos inscrito en nuestro ADN. Bueno, al menos en el ADN de los personajes que existían en nuestra imaginación, en la pantalla y delante de la mesa de juego.

Porque, por otro lado, y centrándonos nuestra mirada una vez más en el terreo de los juegos de rol, también tenías las tablas. Lo primero que leía cuando llegaba uno nuevo hasta mis manos. Tablas que te indicaban las posibilidades que tenías de sobrevivir a X o Y. Colecciones de números de los que, tras un estudio más o menos exhaustivo, podías sacar cuál era la mejor combinación de armas y armaduras para enfrentarte a los diferentes bichos que te podían salir. Y todo aquello también molaba infinito pero, a su vez, también te daba una visión un poco diferente del asunto. Aunque, como yo, no fueses alguien muy ducho en las matemáticas, todo parecía indicar que los números rara vez estaban a tu favor.

El “paso a la acción” (al menos a la acción física de golpear a alguien) no siempre era lo mejor opción. Es más, rara vez lo era. Quizás pudiese servir para “desatascar” una aventura, pero no servía para que tus personajes sobreviviesen durante mucho tiempo. Al menos no en el caso de juegos como La llamada de Cthulhu, RuneQuest o Warhammer, cuyos reglamentos eran “poco amistosos para tu capacidad de recibir daño”.

Porque, al igual que el lado oscuro, el combate podía ser la opción más fácil, podía ser la más tentadora, pero si era tu única herramienta, el azar lo convertía en algo que rara vez servía para llevar a tu personaje hasta un futuro demasiado halagüeño.

Lo mejor era que el flipamiento se quedase a buen recaudo dentro de tu cabeza.
Que permaneciese confinado dentro del terreno de la ficción.

Enlaces:

1. De armas y cosas
- M-60
- El pájaro negro

2. Anuncio de “Armas de guerra”

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXIV: Viñetas cosecha del noventa

Biografía fabuladora XXXIV: Viñetas cosecha del noventa
Si echamos un ojo al listado que nos muestra Tebeosfera de las cosas que salieron en el noventa1, vemos que aquel año se producía la gran explosión de Zinco. El número de colecciones de DC que se publicaba por estos lares aumentaba casi exponencialmente. Claro está, si nos quedamos únicamente con la información correspondiente a aquel año, sin tener un cierto contexto de lo que ya llevábamos encima, uno podría llegar a asumir que la Distinguida Competencia le estaba ganando la carrera a Marvel. Que Forum estaba “de capa caída” por estos lares. Pero nada más lejos de la realidad (bueno, igual no tan lejos).
Es cierto que DC estaba pegando con fuerza (al menos en la lista de la compra), pero veníamos de donde veníamos. Ahí solo se nos muestra las colecciones que comenzaron a publicarse aquel año. No se incluyen las que continuaban publicándose desde tiempo atrás.

Por supuesto, yo no me compraba todo lo que salía. Ni siquiera todo lo que comenzó a publicarse aquel mismo año. Aun así, si juntamos el listado de cosas que aparecieron en el primer repaso mental que llevaba a cabo hace unos años2 con lo que ha aparecido en este repaso general3 (que, en su gran mayoría, son colecciones que pensaba que habían salido más tarde), el resultado que nos sale es de más de sesenta colecciones / números únicos de cuantas salieron en aquellas fechas. Si a esto le sumamos lo que ya me pillaba de antes, lo cierto es que me dejaba una pasta gansa en tebeos (a lo que había que sumar lo que me dejaba en juegos de rol y ordenador). Menos mal que curraba a media jornada en la tienda y no tenía otro tipo de gastos.

Analizando un poco por encima ese listado podemos hacernos una idea un poco somera de las cosas que se movían por el mercado más “mainstrim” (porque el underground no me llamaba la atención en lo más mínimo). Así, a vuelapluma, podríamos decir que:

Uno: Se producía el primer advenimiento medio en condiciones (aunque un poco de aquella manera) del manga y del Manhua (que no del Manhwa). Los primeros pasos de lo que no tardaría mucho en explotar.

Llegaban Akira, Tigre Wong y Drunken Fist... y llegaban con sus luces y sus sombras. Porque lo hacían con el formato de lectura occidental y, al menos en el caso de Akira, con un tamaño de página algo más grande que el de sus edición original (porque no me las voy a dar de listo realizando afirmaciones acerca de los formatos de la edición de tebeos en China).
También en el caso de Akira, nos llegaba la edición coloreada en estados unidos (un color de Steve Oliff5 que le quedaba la mar de bien, todo sea dicho).

Ya en el terreno de lo personal, Akira es una de esas colecciones que recuerdo perfectamente el momento en el que me encontraba y compraba su primer número. Recuerdo dónde lo compré, la posición en el revistero y hacia dónde me dirigía cuando lo descubrí (camino a la academia de inglés).

Veo también que aquel mismo año salieron varias colecciones (seguramente pirata) de Campeones / Caitán Tsubasa6 (Oliver y Benji) pero, al igual que me sucedía con todo lo relacionado con los deportes, no conservo el más mínimo recuerdo de haber visto nada de aquello en los kiokos.

Dos: Planeta / Forum parecía querer diversificar un poco publicando cosas alejadas de la Marvel tradicional con la línea de Eclipse (Airboy, Total Eclipse, Lost Planet, Liberty Project, Miracleman, Scout, Total Eclipse y Valkyria). Con una serie de colecciones que dejaban un regusto raro de batiburrillo. Una mezcla de colecciones que compartían universo que aparecían bajo el mismo logo y diseño de portadas que otras que no tenían nada que ver con ellas.

Tres: El tema de tener a Batman hasta en la sopa no es algo de ahora mismo.

Cuatro: Norma expandía el número de colecciones procedentes de los estates con Hard Boiled, Give Me Liberty, Black Kiss y Cormac Mac Art. Unas selección de colecciones y unas decisiones a la hora de asignarles formatos de lo más dispares (y que, en el caso de Black Kiss, provocó un hermoso mosqueo por parte de su autor durante una sesión de firmas en un Salón del Cómic).

Cinco: Los guionistas ingleses (y los dibujantes “feistas”) se iban haciendo su hueco en DC. Nos encontramos con “Vértigo7 antes de Vértigo”. Llegaban (publicadas a la manera en la que Zinco hacía algunas cosas, o lo que es lo mismo, con decisiones de agrupación y formatos un tanto cuestionables) Sandman, Orquídea Negra, Hellblazer, Wasteland y la Doom Patrol de Morrison.

Seis: Se consolidaba el mal. La era de los “crossovers masivos” ganaba fuerza con “Invasión” (después de Crisis y Millenium)

Siete: El formato “prestigio” ganaba fuerza en todas las editoriales (Gilgamesh II, Capitán Britania, Batman Luz de Gas, Deadman, Give me Liberty, Hawkworld, Juez Dredd, Lex Luthor, Orquídea Negra, Starjammers) y aprovechaban para meterte ahí cualquier cosa, mientras probaban otros formatos “con lomo pero sin papel satinado” para sacar colecciones normales como la de Namor.

Curiosamente, muchas de las colecciones que inicialmente trataron “malamente” (como Sandman o la Doom Patrol), luego pasarían a salir en formato “prestigio”.

Más allá de todo esto, yo comenzaba a fijarme en los suplementos semanales de los grandes periódicos8. Lugares en los que te podías cruzar con historietas sueltas como las de de Goomer (recientemente re-publicado en unos volúmenes un tanto inmanejables) o Leo Verdura mezcladas con el “Burton & Cyb” de Segura y Ortiz o el “Viaje a Tulum” de Fellini y Manara (que, más allá de las tetas, siempre me dejó bastante frío).

Vista la fecha de publicación de los tomos originales por parte de Norma, y lo complicado que resulta el tratar de seguir cuándo y dónde se publicaron en la prensa, es complicado acotar “qué” pasó “cuándo”, pero todo parece indicar que la inclusión de aquellas páginas en los semanarios era posterior a la salida al mercado de los libretos. Da la impresión de que aquello era algún tipo de maniobra de la editorial para ver si conseguía acercar hasta las librerías a algún lector ajeno al fandom.

Muy probablemente debió ser durante aquellos días que conocí a Thorgal tras haber pasado bajo mi radar cuando lo sacó Zinco. Esto posiblemente se deba a que, por aquel entonces, solo se distribuía el librerías especializadas y yo aún no había llegado hasta T.B.O.

Por último, es posible que aquel mismo año se abriese Xalem9 aunque, dependiendo de las fuentes que consultemos, quizás abriese sus puertas al año siguiente. No sé si la fecha de constitución que aparece se corresponderá a su primer emplazamiento (“empotrado” en la misma manzana de los cines Golem), o al segundo (justo en frente del primero).

Muy probablemente, aquel sería también el año en el que diese su inicio una tradición que se prolongaría durante bastante tiempo; las llamadas a T.B.O. cuando salía del trabajo para que me esperase (ya que teníamos el mismo horario) y el ir después de aquello a la Casa de la juventud para leer comunalmente lo que habita comprado con quien estaba por allí hasta que nos echaban a las once de la noche.

Enlaces:

1. El listado

2. Lo que sí
- Airboy
- Akira
- Capitán Britania
- Cinder y Ashe
- Dragones y Mazmorras, el tebeo
- Dragonlance, el tebeo
- Drunken Fist
- Give me liberty
- Hard Boiled
- Hulka, la serie
- L.E.G.I.O.N. 90
- La feria de los inmortales
- Liberty Project
- Miracleman
- Nick Furia agente de S.H.I.E.L.D.
- Omaha
- Sandman
- Scout
- Tigre Wong
- Total Eclipse

3. Lo que no
- Batman - Arkham Asylum
- Batman - Justicia digital
- Batman - Leyendas de
- Batman - Luz de gas
- Batman - Año 3
- Black Kiss
- Caballero Luna
- Ciudad
- Clásicos DC
- Cormac Mac Art
- DC Premiere
- Deadman
- Desafía Total (el tebeo)
- Doc Savage
- Escuadrón supremo
- Excalibur
- Flash
- Gilgamesh II
- Groo
- Hawkworld
- Hellblazer
- Indiana Jones (el tebeo)
- Invasión
- Jovenes eternos
- Juez Dredd - Archivo del crimen
- Lex Luthor - Biografía no autorizada
- Lobezno y Nick Furia
- Lost Planet
- Mister Miracle
- Namor
- Orquídea Negra
- Robocop (el tebeo)
- Slash Maraud
- Spiderman (Macfarlane)
- Starjammers
- Studio
- Superman vs Spiderman
- Thorgal (Norma)
- Time Masters
- Tortugas Ninja
- Valkiria
- Wasteland

4. Cosas de oriente
- Manga
- Manhua
- Manhwa

5. Steve Oliff y los olyópticos

6. Campeones
- En “El Doblaje”
- En Wikipedia
- Entre las cosas que emitía TeleCinco en el noventa

7. Vértigo

8. La prensa
- Goomer
- Leo Verdura
- Burton y Cyb
- Viaje a Tulum - New Comic / El País semanal
- Viaje a Tulum - New Comic / El País semanal (1989)
- EL PAIS SEMANAL 1990 N 665 7/01/90

9. Xalem
- En “Memorias del viejo Pamplona”
- En “empresia.com”

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXV: Violencia en acción

Biografía fabuladora XXXV: Violencia en acción
Tarde indeterminada (seguramente viernes) del verano del noventa (algo después de la hora de comer). Vuelvo a Pamplona junto a un compañero del trabajo después de haber hecho una instalación (seguramente un equipo de sonido en un bar cualquiera de algún pueblo de Álava). Cuando a nuestra izquierda aparece el desvío para pasar por Araia (uno que no tomamos) mi cabeza está centrada en una cosa. En la planificación de los pasos a dar antes de ir al cine. Ya se ha estrenado una película que llevo tiempo esperando; Desafía Total1, así que toca ir a verla con “esta gente”.

Cosas que se le quedan a uno grabadas en su memoria direccional sin que esto sirva para aportar nada especialmente relevante.
¿O igual sí que que nos sirve para hacer un poco de encaje de bolillos?

Porque, el hecho de mis ganas de verla estaba ligado a varios factores. A que sabía con bastante antelación que se iba a estrenar y a que le había ido realizando un seguimiento porque era “la siguiente del Cuache”.

Lo primero viene ligado a que ya había comenzado a comprar revistas de cine (principalmente Fotogramas2). Lo segundoo a que, para aquel momento ya había visto otras películas de aquel buen señor. Ya me había llevado del vídeo club las que se me habían escapado (o había estado demasiado asustado como para ver)3. Gracias a mis nuevas relaciones se había producido mi primer contacto con cosas como Terminator, Comando, Ejecutor o Perseguido. Finalmente, también había sido capaz, no solo de terminar Conan sin tener pesadillas, sino también de disfrutarla. Pero no solo eso. Me empezaban a sonar los nombres de los directores como Millius, Carpenter o Verhoeven. Como Mulcahy, Zemekis o Dante. Comenzaba a rebuscar por las estanterías de VHS por criterios algo más “complejos” que los de su cartel o protagonista.

Aquel año también se ampliaba la oferta de televisión 4 (en algunas partes). Se estrenaban las “teles privadas”... para quien tuviese la capacidad de acceder a ellas. Porque, si bien es cierto que no soy capaz de determinar cuándo pudimos verlas en casa, lo que sí que recuerdo es trastear con todo tipo de antenas para tratar de sintonizarlas. De cualquier manera, dados los estudios y el trabajo de las tardes, mi consumo televisivo se limitaba casi en exclusiva al lo que se emitiese el fin de semana (o entre semana a la hora de comer o más allá de las nueve de la tarde).

Pero no se vayan todavía, que aún hay más. También se producía el regreso de la manera asiática de ver, entender y presentar la narrativa y la acción hasta mis retinas5. En un vídeo club que quedaba cerca de “La Mega” (y donde ahora hay un PC Vox) encobraba unas cintas del “otro Conan”. Sí, ese, el niño. No. El detective no. El del futuro. El de Miyazaki. Por otro lado, pese a no tener acceso aún a “las privadas”, las públicas también me daban algo a lo que hincarle el diente. A las hostias “a la asiática” de la maño de Bioman y Los caballeros del zodiaco.

Curiosamente, siempre había creído que existía una gran separación en la llegada de estas series hasta mí. Bioman siempre lo he asociado a Araia y las visitas de fin de semana a mis abuelos. A verla en su cocina. Por otro lado, “Los caballeros” siempre los he asociado “al Club” y las charlas con la gente de Mordor. Nuestra mente nunca se cansa de hacerlos jugarretas extrañas a la hora de asociar los recuerdos a lugares y épocas.
Ahora que lo pienso, sí que recuerdo conversaciones de mofa y befa alrededor de este sentai y su intro con “la gente del club”TM, pero siempre pensé que aquello era algo que se había producido muy a posteriori.

Veo también que el año anterior se había estrenado6 “No matarás... al vecino” de Joe Dante, y que aquel mismo año se estrenaba Gremlins II del mismo director. Dos películas que fui a ver al cine sabiendo quién era su director (la primera en los Cines Golem y la segunda en los Carlos III), y que creía que eran bastante posteriores. Esto querría decir que, como poco, había comenzado a comprar el Fotogramas el año anterior.

Lo dicho, la memoria que es asín.
En fin.

Por último, la cosa (y por “la cosa” no me refiero a la de Carpetner, sino a la monetaria) no dejaba de ir a más.

Porque, por un lado, aquel mismo año Zinco comenzaba a sacar otras publicaciones relacionadas con mis aficiones. Desde remixes raros como Comics Scene o Blade Runner Magazine.

Blade Runner Magazine

Hasta versiones patria de revistas americanas como StarLog (StarFicción)7. Publicaciones en las que se alternaba la novedad con la divulgación (y la promoción de otros productos de la propia editorial).

A su vez, el marco de compras se continuaba abriendo porque... hormonas. De vez en cuando por mi casa aparecía la revista MAN que había comenzado a publicarse en el ochenta y siete. Una revista “moderna”, de “buen gusto” y “sofisticada”. Sí, de esas con artículos tochos y desplegable central con una señorita que sugiere pero no muestra. Todo “sutileza y sensibilidad”.

A finales de aquel año mi carpeta del instituto estaba forrada con la portada de Lola Forner.

MAN y otras cosas de HOMBRES

Me gustaría decir que esto lo había hecho porque me había impresionado su actuación en “La armadura de dios”8, pero en aquel entonces no había visto la película (aún quedaba un poco para que Jackie Chan se convirtiese en un lugar común en nuestras conversaciones) y la verdad es que el papel que le habían dado tampoco es que fuese como para permitirle que explayarse mucho.

Enlaces:

1. Desafío total

2. Fotogramas

3. Previamente en sus pantallas
- Conan el bárbaro (1982)
- Rambo I (Acorralado) (1982)
- Terminator (1984)
- Comando (1985)
- Rambo II (1985)
- Aguila de acero (1986)
- Los inmortales (1986)
- Ejecutor (1986)
- Top Gun (1986)
- El chip prodigioso (1987)
- Robocop (1987)
- Los señores del acero (1987)
- El príncipe de las tibieblas (1987)
- Perseguido (1988)
- Rambo III (1988)

4. La tele en el noventa

5. Las diferentes caras de Asia
- Conan, El niño del futuro
- Bioman
- Los caballeros del zodiaco

6. Danteando
- No matarás... al vecino (1989)
- Gremlins II (1990)

7. Stars con cosas
- Star Ficción
- StarLog

8. La armadura de dios

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXVI: Multiclase

Biografía fabuladora XXXVI: Multiclase
Desde que soy capaz de recordar, la autosuficiencia siempre ha sido un objetivo que he perseguido. La capacidad de valerme por mí mismo en el mayor número de áreas posibles ha sido un propósito a alcanzar. Siempre he buscado la versatilidad por encima de la especialización. La capacidad para resultar útil allí donde pueda ser necesario.

Esta es una constante que ha sido trasladado a gran parte de mis personajes cuando jugaba a rol y, en cierta medida, también ha sido una característica de la que he querido dotar a mis creaciones. Un atributo común que he encontrado en las ficciones que he consumido y han generado en mí un mayor grado de atracción. Aquellas historias o entornos que pueden explicarse o resumirse con una frase no tienden a resultarme especialmente interesantes (lo que no quiere decir que no puedan resultarme divertidas).

Supongo que, como consecuencia de esto, tanto en mi casa como a la hora de echar una mano a alguien o en algún que otro trabajo, he realizado tareas de chófer o electricista. De técnico en hardware o carpintero. De pintor o porteador. De programador o técnico de sonido e iluminación. Y todo eso estaba bien.

Por otro lado están mis, ejem, “capacidades como artista bohemio”. Esas que rara vez me han servido para otra cosa que no sea generar frustración en mi persona.

Pero apenas he empezado y ya me he desviando varios parsecs del tema sobre el que pretendía escribir hoy. Porque aquí hemos venido a hablar de un conjunto de habilidades que nunca me han resultado atractivas en lo más mínimo. Me estoy refiriendo a aquellas que se desarrollan a través del acercamiento, llamémoslo “mayoritario”, hacia el deporte.

El deporte en sí mismo no es algo que me repela. Es más, he llegado a disfrutar de alguna actividad relacionada con él... siempre que implicase a otra(s) persona(s) que compartiese(n) el mismo acercamiento que tengo yo hacia él. Por otro lado, la mayor parte del tiempo, lo he visto como un “mal necesario”. Como un medio para un fin muy concreto. Para que tu cuerpo no te traicione. Para que sea capaz de hacer lo que tu mente le pide que haga.

Pero cuando la competición se mete por en medio, todo se va a paseo.

Y, a pesar de esto, hubo un momento en el que formé parte de un equipo de balonmano. El tiempo que pasé como jugador de los juveniles “B” del San Antonio1 (aunque aquello no se trató de nada que hubiese buscado, esperado o deseado).

En algún momento del noventa (antes del verano, supongo, ya que tengo el recuerdo de que aquello se prolongó durante curso y pico) un conocido de mi padre debió verme en la tienda, y pensó que aquel chaval de metro noventa y más de cien kilos podía servir para jugar a balonmano. Mi padre me llevó a un entrenamiento, y aquello fue el comienzo. Tan sencillo como eso. Sin dramas, rebeldía juvenil o discusiones airadas.

Si regresé a aquello fue porque los entrenamientos estaban bien. Me servían para hacer ejercicio y tampoco tuve nunca un problema con ninguno de mis compañeros. Por otro lado... tampoco tenía nada de qué hablar con ellos. En las cenas del equipo mi cabeza casi siempre solía estar en otro lado, y lo que esperaba con más ganas en los entrenamientos de miércoles y viernes, era que terminasen para poder ir a la Casa de la Juventud.

Los partidos... Los partidos ya eran otro asunto.
Porque, por supuesto, aquel señor que me había visto estaba completamente equivocado conmigo. Podía tener un “cuerpo para el pecado” pero mi mente no le acompañaba. Quizás habría podido llegar a “servir” para jugar, pero había fronteras que no estaba dispuesto a traspasar.

En la temporada y pico que estuve allí creo que llegué a jugar poco más de cinco minutos, y aquello me parecía bien. No tenía intención de pegarle un empujón a alguien o de interponerme en su camino para impedir que metiesen un gol. No le iba a clavar el codo en la cara o el estómago a alguien mientras giraba para tratar de meter yo uno. Nunca me ha parecido una razón con el suficiente peso como para hacerle daño a alguien. Mucho menos para arriesgarme a lesionarle (unas reticencias que rara vez eran compartidas por mis compañeros, mi entrenador, y mucho menos mis rivales).

Por otro lado, en ocasiones los partidos suponían salir de Pamplona para jugar en algún pueblo. Esto es, me hacían perder uno de los dos días a la semana que tenía para juntarme con mis amigos. Y aquello no estaba tan bien.

Aun así, aquello no fue lo que me hizo dejarlo al año siguiente. El noventa y uno también podría fin a más cosas, pero ya llegaremos hasta ahí.

Enlaces:

1. Sociedad Deportiva Cultural San Antonio

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXVII: El principio del fin (de otra era)

Biografía fabuladora XXXVII: El principio del fin (de otra era)
Principios y finales. Unos carecen de sentido sin los otros.
No. No me voy a poner metafórico (bueno, igual un poco sí).

Comienzo así porque, cuando llegamos hasta el último cuarto del noventa, cuando llegamos al final del verano (académicamente hablando), alcanzamos un nuevo comienzo. Damos inicio al que resultaría ser un punto y final. Nos situamos en el momento en el que comenzaría a fraguarse el final de mi periplo dentro de la formación reglada.

A su vez, y de manera ineludible, del mismo modo en el que el comienzo del verano había supuesto el final de tres ciclos, su final venía acompañado por tres nuevos inicios. Por varios cambios adicionales (solo uno de los cuales venía “de serie”).

Pero vayamos por partes.

Tras haber aprobado (por los pelos) todas las asignaturas de segundo de FP de electricidad que me quedaban, finalizaba la “FP1” y obtenía el título de “Técnico Auxiliar” (un papel que no me preocuparía en recoger hasta veintisiete años después). A su vez, con aquello se me convalidaba la EGB.
Con esto, de golpe y porrazo, pasaba a tener también el Graduado escolar.

Por otro lado, al mismo tiempo que cambiaba de ciclo formativo (lo esperable e inevitable), y comenzaba con la “FP2”, este acontecimiento tenía lugar dentro de otro instituto diferente; Donapea1.

A su vez, no solo cambiaba el lugar al que tendría que acudir a diario, sino que también daba mis primeros pasos en un currículo diferente. No seguía con la rama de electricidad sino que pasaba a la de electrónica.

Por último... lo cierto es que no recuerdo muy bien a cuento de qué vino este cambio. Si fue a petición mía o decisión de mi padre.

Sin duda, aquel cambio era “ideal” para el negocio. Dado que no quería estar de cara al público, y que los números nunca se me habían dado bien, estaba claro que mi sitio natural dentro del ecosistema de la “empresa familiar” eran el taller o el almacén. Por otro lado, siempre me ha gustado montar cosas y hacerlas funcionar.

Sea como fuere, viniese de quien viniese la idea, en primera instancia supongo que aquello nos pareció el mejor camino a todos. Desde mucho tiempo atrás tenía claro que el taller iba a ser el lugar en el que terminaría mi vida (laboral).

El transcurrir de los años terminarían demostrando lo erróneo de algunas de estas afirmaciones y lo errado de muchas de mis “certezas” de la época. Pero tiempo al tiempo.

Por lo pronto, la cosa empezaba bien. Los hipotéticos primeros días de clase... no llegaron a serlo. Había huelga por vete tú a saber qué, y nos quedamos todos sin poder entrar al recinto. Una vez superado este trámite, tocaba entrar en el nuevo mundo. En un mundo... del que no conservo muchos recuerdos.

Mi memoria posicional tiene una idea un tanto difusa de las ubicaciones de las oficinas de inscripción, el gimnasio y la cafetería (más que nada porque a mi yo de entonces siempre le resultó extraño, que no malo, que un “colegio” tuviese un local de ese estilo en su interior). Por otro lado, también conservo el recuerdo de uno de los bancos de trabajo en los que me dedicaba a mirar una serie de componentes electrónicos que no era capaz de identificar. Una clara señal de que algo no terminó de ir bien en aquel lugar. Por otro lado, también quedan retumbando por el interior de mi cabeza los ecos de un aula en la que un ente humano emitía sonidos y mensajes lingüísticos que mis redes neuronales se mostraron incapaces de procesar.

Más allá de esto, no recuerdo a ninguno de los profesores que me dieron clase. A su vez, y en lo que respecta a mis compañeros de aula, solo mantengo el recuerdo a dos.

En el caso del primero de ellos podría decirse que hago trampa, porque se trata del autor de la “hoja de personaje de Demon World”. Alguien que había migrado de instituto y currículo al mismo tiempo que yo. Posiblemente una de las razones que me llevaron a aceptar aquel cambio sin verme consumido por la duda y el temor. Por otro lado teníamos a un repetidor. A alguien que, aparte de eso, ya había hecho “la mili”. Un individuo que no solo es que fuese mayor que cualquiera de nosotros, sino que también era más grande a todos los niveles que cualquier otro de la clase. Sé que entre los tres formamos un pequeño grupo en aquel lugar pero..., más allá del pelo a cepillo y los pantalones de camuflaje que acostumbraba a llevar... no conservo mucha más información referente a él entre mis sinapsis.

Eso es todo. Supongo que esta es la razón por la que guardaba la sensación de que mi estancia allí había sido más corta de lo que realmente fue.

Por otro lado, está claro que tampoco le había dado demasiado a la sesera en lo referente a este asunto. Porque, una vez que le he dedicado algo más de procesa mental, todo resulta bastante obvio. Encaja de manera inequívoca. Si cumplí los dieciocho, y, por ende, “podían meterme en la cárcel”2 mientras estudiaba allí, tenía que se por narices el curso noventa – noventa y uno.

Pero los números nunca han sido lo mío.

Enlaces:

1. Donapea

2. Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXVIII: Llenando huecos I

Biografía fabuladora XXXVIII: Llenando huecos I
La memoria y los momentos en los que uno escribe. No hay manera de conseguir que se pongan de acuerdo para trabajar de forma sincronizada cuando deben. Si a esto le añadimos todo lo que puede aportar Internet a la hora de intentar poner cada porción de recuerdo en un momento del tiempo, nos encontramos con un trabajo que nunca termina.

Desde el principio de... de cualquiera de mis “narraciones biográficas”, he sido consciente de que, en el caso de tratar de tenerlo todo cerrado antes de publicar una entrada, nunca publicaría ninguna. Que esta es una tarea llena de lagunas. Que “ya encontraré otro lugar más adelante donde poner este dato que se me quedó en el tintero”. Pero, a pesar de esto, la cosa es que no dejan de surgir a diario cosas que, o no tienen la suficiente entidad como para dedicarles mucho espacio, o que no sabes muy bien en qué momento ubicarlas. Ante este escenario, he optado por inventarme este “Llenando huecos” (que, a pesar de nacer con un número, no sé muy bien cuántas instancias tendrá, o si su estructura será algo cerrado).

Dicho esto, vamos ya al turrón. Terminemos de una vez con el noventa.
A lo largo de esta semana he ido recopilando datos de películas (y alguna que otra cosa) que no aparecían en el listado que ya tenía y he ido publicando. Una colección de más de trescientas películas surgidas entre el cincuenta y siete y el dos mil dos.

Como no podía ser de otra manera, mientras que las coordenadas temporales de algunas coincidían más o menos con mis estimaciones, en el caso de muchas de ellas el tiro fallaba por mucho. A su vez, de algunas de ellas apenas tengo un vago recuerdo mientras que, de otras, me pregunto cómo es posible que no hayan aparecido por aquí antes.

Lo dicho; la memoria y la situación.

Empezaremos por aquellas películas que fueron estrenadas “este año del que hemos estado hablando”1, para luego seguir con las que precedieron todo aquello2. Porque las cronologías están para romperlas.

Muy bien. Tras pensarlo (no demasiado), en esta primera sección he optado por dividir el asunto por “medio”. Esto es, por el soporte en el que conocí cada uno de estos productos y, dentro de esta división, seguiremos un orden alfabético. Obviamente, solo realizaré algún comentario de las que resulten más significativas porque, si me pongo con cada una de ellas esto se puede eternizar... y tampoco es que tenga mucho que decir sobre todas.

Si no me falla la memoria, “Aquí huele a muerto” la vi en los cines Príncipe de Viana. Fui con muchas ganas (Martes y trece eran “lo más” en aquellos días) y salí bastante decepcionado. Es lo que tienen las expectativas.

Las tres siguientes las vi en los Golem, siendo la inesperada ganadora de este combate improvisado y sin sentido el Cyrano de De Pardieu.
A buen seguro, tanto esta como Dick Tracy fui a verlas por las críticas del Fotogramas (o, quizás, por alguna referencia llegada a través de “El cine de lo que yo te diga”). A su vez, la única razón que me llevó a ver Corazones de hierro fue la presencia de Michael J. Fox. Una presencia que no fue suficiente como para hacer que conserve ningún tipo de apego por esta película.

Interrumpiendo esta narración, y aprovechando que aparece su nombre, he de decir también que mi memoria ubicaba a “El cine de lo que yo te diga” unos cuantos años más tarde. Descubrí esta programa gracias a mi hermano mayor y, con el paso del tiempo, nos lo grabábamos el uno al otro en cintas de dos horas.
Visto que comenzó a emitirse en el ochenta y nueve, cabe la posibilidad de que su presencia en mi vida fuese mucho anterior de lo que yo estimaba.
Me ha alegrado saber que el programa sigue existiendo en formato podcast. A ver si un día de estos le echo un tiento.
Volvemos a lo que estábamos.

Me quiere sonar que “El castigador” la vi en los Carlos III, lo que me resulta muy extraño. Que una película tan pequeña fuese estrenada en la sala más grande de la ciudad no termina de encajar en mi cabeza, así que vete tú a saber cuánto se puede fiar uno de este tipo de “sensaciones”.

Los fabulosos Baker Boys la vi junto al amigo Multimaniaco en los Cines Iturrama en una sala casi vacía... pero siempre he tenido la impresión de que este visionado tuvo lugar mucho más tarde (lo que podría llegar a tener sentido ya que no todo lo que llevaba hasta aquellas salas era “de estreno”). Por supuesto, la única razón que nos llevó a verla fue Michelle Pfeifer.

Para “La guerra de los Rose” volvemos a los Golem. En este caso la razón para verla, más allá de las alabanzas que se podían leer a la labor de Danny De Vito como director, era el tándem Douglas / Turner que tan bien había funcionado en “Tras el corazón verde” y “La joya del Nilo”, pero cuya mera presencia no logró que saliese contento de aquella película.

En el caso de Pretty Woman, no recuerdo haber ido a verla “voluntariamente” sino como parte de alguna actividad del instituto Donapea... y la fecha de estreno por estos lares parece corroborar esto.

Para “Regreso al futuro III” volvemos al Carlos III... y me genera una nueva pregunta. Una cuya respuesta puede condicionar la fecha de inicio de otra actividad. Aún conservo el CD con la banda sonora de esta película (aunque, principalmente, la compré por el tema de ZZ Top que sale en ella). Esto me hace preguntarme si, para aquel entonces, ya había comenzado a comprar bandas sonoras (una actividad a la que, de nuevo, llegó algo antes mi hermano mayor).

La película de “Las tortugas” la vi porque no había alternativa. Tenía los tebeos y el juego de rol. Aquello era un “sí” desde hacía ya mucho tiempo.

Cuando cambiamos de medio, el momento de visionado de estas películas se convierte en algo más difuso. Pudieron caer aquel año o cualquiera de los posteriores.

Sí que recuerdo no haber visto Acero Azul no en cine, por más que sé que la razón que me llevó a buscarla fueron las críticas (una vez más, no sé si del Fotogramas o de “El cine de lo que yo te diga”, o de los dos). Por otro lado, no recuerdo haberla visto (o no haberme fijado en ella) en la cartelera de los periódicos. No sé si, al tratarse de una película “pequeña”, no llegaría hasta las salas de Pamplona.

Tanto “Campo de sueños” como “Dark Angel” o “Ford Fairlane”son el origen de diversas frases que me han acompañado durante mucho tiempo. La primera me proporcionó ese “constrúyelo y vendrán” que yo he “personalizado” para convertirla en ese “si no lo he escrito nadie lo leerá jamás” que tantas veces ha aparecido en esta web. De la segunda el “vengo en son de paz” que soltaron muchos pnj justo antes de tratar de matarnos durante nuestras sesiones roleras. De todas formas, y sin lugar a dudas, la aportación de la tercera a nuestro léxico grupal ha sido la más variada y duradera.

Los expertos fue una peli que no generó un especial revuelo durante su visionado, pero si ha llegado hasta el día de hoy en mi memoria es porque su visionado se complementó con el de un clásico instantáneo. Con una película que vimos unos cuantos en el salón de casa de mis padres cuando estos y mis hermanos se habían ido a fiestas de Ecai. Uno sesión que tuvo lugar durante uno de esos sábados en los que se nos regala una hora de sueño. Una hora extra que fue la que animó a la gente a poner una película más; “Amazonas en la luna”.

A su vez, Temblores, al igual que las amazonas selenitas, no tardó nada en convertirse en otro clásico instantáneo.

En el último cambio de medio vemos que en el noventa fue también el momento en el que empezaba a emitirse en la ETB Dragon Ball. Un hito para muchos, y la razón por la que más de uno decidió ponerse a estudiar euskera.

Como en el caso de “las privadas”, no sé si por aquel entonces la señal de aquella autonómica llegaba hasta casa. Por más que recuerde haber escuchado en euskera a un Goku joven rescatando a Lange, yo diría que mis primeros recuerdos de este personaje lo asocian con alguien “ya crecido” (esto es, la saga de Namek), por lo que es probable que las primeras etapas de aquel personaje las viese con posterioridad a través de los VHS de algún amigo.
Aquel mismo año también se iniciaba otro programa de esos llamados “clásicos”. Uno que daría alguna que otra alegría (y más de un susto) a muchos, pero que yo apenas vería dado que se solapaba con las partidas de los domingos a la tarde. Daba inicio “Noche de lobos”.
La único película que recuerdo haber visto en ese programa (porque unas cuantas de las películas que emitió que sí las he visto antes o después) llegaría dos años después.

Para terminar con la tele, daremos un salto atrás en el tiempo. Un salto hasta el que, sin yo saberlo, sería mi primer contacto con James Cameron, Sigourney Weaver y los áliens. El momento en el que en el telediario daban la noticia de la nominación de Weaver a los Óscars. Con la secuencia de Ripley armándose en el montacargas para ir a rescatar a Newt que se quedaría grabada en mis retinar para toda la eternidad.

Cuando vamos a las películas anteriores a ese año que sí que he visto, la lista es enorme (y, obviamente, ahí no están todas). Por la misma, saber en qué momento llegaron hasta mis nervios ópticos aquellas imágenes resulta una tarea prácticamente imposible. A buen seguro aquellas surgidas en los ochenta habrían caído en vídeo (o cine) antes de la fecha que nos disponemos a cerrar, pero otras tantas, las más clásicas, irían cayendo en la tele durante años posteriores.

Hacer un “top” de ellas no tiene sentido, así que me lo ahorraré, pero sí que considero necesario recalcar una obviedad; la primera impresión no siempre es la que queda.

Películas como Tron, Los caballeros de la mesa cuadrada, Golpe en la pequeña china o La princesa prometida no me gustaron durante su primer visionado y, más adelante, han terminado por convertirse en obras que no tengo problema en ponerme una y otra vez.
A su vez, otras películas de las que guardaba un grato recuerdo, vistas con posterioridad se me han desinflado mucho (cuando no me dan algo de “cosica”) con es el caso de Cortocircuito.

Igual ha llegado el momento de que les de otra oportunidad a aquellas películas que he ido mencionando que me decepcionaron en su día.

Por otro lado, me doy cuenta de que he sido muy parcial en los listados cinematográficos que he compartido hasta este momento. De ellos se podría llegar a interpretar una cierta querencia por ciertos géneros desde un principio, pero la cosa no era así. Por más que, en muchas ocasiones me viese expuesto a obras que me dejasen totalmente frío (aunque, por alguna razón, sus títulos o alguno de sus detalles, como son los casos de “Tobi” o “Jonás”, permanezcan), en otras ocasiones mi aprecio por ellas no ha disminuido (aunque, o quizás porque, haga décadas que no las veo de nuevo, como en el caso de las películas de Esteso y Pajares).

Para terminar, tenemos cosas como “La reina de barbaria”, “Megaforce” o “Ator el poderoso”. Películas cuyas carátulas mentían enormemente, cuya realización era atroz, sus historias lamentables y sus interpretaciones inenarrables... pero con las que no tengo problema en volver a ver dentro de un ambiente adecuado3.

Enlaces:

1. Más cosas del noventa

En cine
- Aquí huele a muerto
- Corazones de hierro
- Cyrano
- Dick Tracy
- El castigador
- El principiante
- Furia ciega
- Ghost
- Los fabulosos Baker boys
- La guerra de los Rose
- Pretty Woman
- Regreso al futuro III
- Tortugas ninja

En vídeo
- Acero azul
- Campo de sueños
- Casi un ángel
- Con la poli en los talones
- Con su propia ley
- Dark Angel, el ángel de la muerte
- Ejecutivo ejecutor
- El novato
- Kickboxer
- Las aventuras de Ford Fairlane
- Los cuasicops
- Los expertos
- Memphis Belle
- Razas de noche
- Revenge
- Robot Jox
- Temblores

En la tele
- Dragon Ball ETB
- Noche de lobos
- Sirenas
- Un médico precoz

2. Antes de eso (o igual después)
- Ivanhoe (1952)
- El temible burlón (1955)
- Los vikingos (1958)
- Robin de los bosques (1965)
- El señor de la guerra (1966)
- Los violentos de Kelly (1971)
- Sueños de seductor (1972)
- El mundo en sus manos (1973)
- El dormilón (1974)
- El halcón y la flecha (1974)
- Jonás, que cumplirá los 25 años en el año 2000 (1976)
- El autobús atómico (1977)
- Los caballeros de la mesa cuadrada (1977)
- Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo* pero nunca se atrevió a preguntar (1977)
- Tobi (1978)
- Aterriza como puedas (1980)
- El misterio de la isla de Tökland (1981)
- Excalibur (1981)
- Blade runner (1982)
- La comedia sexual de una noche de verano (1982)
- Megaforce (1982)
- Ator el poderoso (1982)
- Porky’s (1982)
- Todos al suelo (1982)
- Aterriza como puedas II (1983)
- Juegos de guerra (1983)
- Tron (1983)
- Al este del oeste (1984)
- Conan el destructor (1984)
- El caballero verde (1984)
- Krull (1984)
- La vida de Brian (1984)
- Tras el corazón verde (1984)
- Amadeus, la película (1985)
- Amadeus, la canción (1985)
- El guerrero rojo (1985)
- Exploradores (1985)
- Fletch, el camaleón (1985)
- La reina de barbaria (1985)
- Los goonies (1985)
- Runaway, brigada especial (1985)
- Starfighter (1985)
- Te pillé, gotcha (1985)
- Aliens (1986)
- Cortocircuito (1986)
- El nombre de la rosa (1986)
- FX - Efectos mortales (1986)
- Golpe en la pequeña china (1986)
- Invasión USA (1986)
- La joya del Nilo (1986)
- Subway (1986)
- Arma letal (1987)
- Cocodrilo Dundee (1987)
- Depredador (1987)
- El bosque animado (1987)
- El vuelo del navegante (1987)
- Hellraiser (1987)
- La colina de la hamburguesa (1987)
- La princesa prometida (1987)
- Platoon (1987)
- Quién engañó a Roger Rabbit (1988)
- Bat 21 (1988)
- Danko, calor rojo (1988)
- Un pez llamado Wanda (1988)
- Agárralo como puedas (1989)
- Al filo del abismo (1989)
- Alien nación (1989)
- Amanece que no es poco (1989)
- Amazonas en la luna (1989)
- Arma letal II (1989)
- Cariño he encogido a los niños (1989)
- El cine de lo que yo te diga (1989)
- El guerrero del amanecer (1989)
- Erik, el vikingo (1989)
- Fletch revive (1989)
- Hellraiser II (1989)
- Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (1989)
- La bestia del reino (1989)
- Los gemelos golpean dos veces (1989)
- Muerto al llegar (1989)
- Pathfinder, el guía del desfiladero (1989)
- Red scorpion (1989)
- Regreso al futuro II (1989)
- Slipstream (1989)

3. De momentos, lugares y compañías
- La Cutrecón
- La Monstrua

Javier Albizu

Biografía fabuladora XXXIX: Viñetas desde el noventa y uno

Biografía fabuladora XXXIX: Viñetas desde el noventa y uno
Comencemos el año con un poco de alegría y variedad. Con un escenario un poco más “ecléctico” del que había disfrutado pocos años antes. Con la consolidación de T.B.O. como fuente de material tanto de Europa como de los estates.

Porque, sí, a pesar de los tibios inicios que se dejaron ver el año anterior, Asia aún tenía pendiente hacer su entrada “en serio”* en el mundo de las grapas y lomos patrios. Por otro lado, Sudamérica continuaba siendo un continente prácticamente inexplorado en mis estanterías. Una carencia en mi educación viñetística que, junto al “underground” y el “tebeo de autor patrio”, en gran medida se ha mantenido hasta la actualidad.

¿Que a cuento de qué viene ese asterisco? Pues a que, obviamente, esta no deja de ser una verdad a medias. En las librerías continuábamos teniendo la obra de autores asiáticos. Porque Asia, en lo que al mundo del tebeo respecta, no es solo Japón. Llevaba mucho tiempo presente bajo la forma de los entintadores y “embellecedores” filipinos que habían ayudado a Conan a estar en la posición que ocupaba. Otra cosa es que, en aquellos días, yo fuese consciente de ello (o que las obras que sacasen pudiesen considerarse como algo “suyo”).

Pero, a lo que íbamos. Tebeos del noventa y uno. Ahí tienes la lista de los que me compraba (o los que me compré en algún momento)1.
Por otro lado, ten en cuenta que esto es un “suma y sigue”. Que estas cincuenta y nueve colecciones / miniseries / números sueltos eran algo que se sumaba a lo que ya hemos ido poniendo por aquí hasta el momento (claro está, a todo aquello que no había dejado de comprar o había sido cancelado). Ten en cuenta también que esto es únicamente lo que compré en algún momento, no todo lo que se empezó a publicar durante aquel año2.

Repitiendo lo que ya comentaba en la entrada perteneciente al año anterior, un pastizal. Tanto es así que llegó un momento (ya no sé si aquel mismo año, el anterior o alguno cercano) en el que decidí llevar a cabo un “recorte drástico”. Es más, ya casi no había hueco en mi habitación para nuevas adquisiciones, así que aprovecharía para fabricarlo. A partir de aquel momento solo compraría “cosas de calidá”. Esto es; prestigios, cosas “adultas” como Conan o “libracos europeos”.

Con esto en mente, y armado con un par de bolsas enormes llenar de tebeos en cada mano, junto al amigo Multimaniaco y uno de sus primos acarreando una carga similar a la mía, nos metimos en el autobús para ir hasta T.B.O. con la misión de deshacerme de “lo que ya no merecía la pena”.

Por supuesto, aquello fue una estupidez. La determinación duró muy poco y no tardé en caer en la misma dinámica una vez más. Por otro lado, el dinero que me dieron por aquellos tebeos fue reinvertido en comprar más. A su vez, no sé qué criterios de mierda seguí a la hora de hacer la criba, pero muchos aquellos tebeos he vuelto a comprarlos, otros los sigo buscando, y mucho de lo que se quedó por casa y me han acompañado hasta el día de hoy me pregunto por qué narices no me deshice de ellos.

Esta no sería la última vez que cometería la misma estupidez. Ni siquiera fue la última vez que la cometería con los tebeos. Hay quien dice que soy un “tío raro”, pero en ocasiones como esta, demuestro ser un humano de pura cepa buscando sin cesar la misma piedra para tropezar con ella una y otra vez.

Una vez que hemos terminado con los fustigamientos, veamos qué nos deparó el año en cuanto a las novedades.

La tendencia a los “prestigios” se mantenía (Adam Strange, Batman y Superman los mejores del mundo, El anillo de los nibelungos, El Hobbit, Justice Inc, La flauta mágica, Los libros de la magia, New Statesmen, Twilight) pero se empezaba a jugar con otros formatos “intermedios”.

Aparecía la “grapa con papel satinado” (Alien Legion, Dreadstar, Epic presents, Epic series), una tendencia a la que parecía especialmente abonada Planeta / Forum en sus líneas de tebeos “no Marvel”.
A su vez, Forum también comenzaba con la recuperación de “clásicos recientes” como Born Again o el Thor de Simonson en sus colección de “Obras maestras”, y a traer de nuevo hasta las librerías los “clásicos de toda la vida” con sus “Orígenes Marvel”. Una colección que conseguía que Kirby dejase de gustarme al ver sus primeros números de los 4F. De todas formas, este fue un mal del que me recuperaría con el tiempo.

Zinco se ponía a experimentar con formatos inventándose paginaciones y tamaños según le venía en gana. Sacaba cosas como el As enemigo en tapa dura, o Batman y la novia del demonio en formato de álbum europeo (aunque con más páginas). Sacaba Epicuro, Rocketeer o Superman y la bomba de la paz cada uno con su propio tamaño. A su vez, continuaba sin confiar del todo en la “DC Pre Vértigo”. La publicación de ls obras de los guionistas ingleses de la “Distinguida Competencia” (Sandman, ahora con colección propia y Hellblazer) seguían en grapas con papel normal.

Norma entraba a tropel en el “formato pequeño” con las franquicias que Dark Horse tenía de películas de la Fox (Aliens, Depredador y Terminator) y cosas como New Statesmen, La flauta mágica o El Hobbit. Al mismo tiempo, se salía de su preponderancia hacia los tomos europeos con... “tomos americanos que parecían europeos” como Hard Boiled o ingleses (que pueden ser europeos, pero incluso para su consideración dentro del mundo de los tebeos siempre han ido por su lado) como Slaine.

Más allá de esto, y en mi búsqueda de “racionalizar gastos y centrarme en tebeos güenos”, comenzaba a comprar tebeos europeos “del año” (Anibal cinco y La espada de cristal, ninguno de los cuales lograría engancharme), al tiempo que iba recuperando algunos que habían salido antes como era el caso de “La búsqueda del pájaro del tiempo” (del ochenta y seis). También comenzaba a comprar la Cimoc en su número ciento veinticuatro, pero esto último era algo que no se prolongaría durante mucho tiempo. Las portadas podían estar bien, las historias y las noticias podían estar interesantes, pero al final me iba a terminar comprando los tomos que se publicaban ahí en pedacitos.

Dejamos para el final lo agridulce. Tres colecciones que “me harían daño” por distintas razones. Por un lado, teníamos la recuperación de Dreadstar. Una colección que, otra vez, quedaría inconclusa dejándome a la espera de su final. Por otro lado, tenemos el caso del Nth Man, el ninja definitivo, una colección que venía de tapadillo, que me enamoró, y cuyos problemas de venta en los EEUU provocaron un final apresurado y no demasiado satisfactorio. Por último, tenemos el regreso del Motorista fantasma. De un personaje que llevaba mucho tiempo esperando... pero que no cumplió todo lo que esperaba de él. El dibujo de Saltares y Texeira estaba muy bien, pero la historia, el protagonista y la construcción de mundo y personajes que hacía Mackie siempre me dejaban muy frío. Con el regreso de Johnny Blaze a la colección tiempo después la cosa mejoraría un poco, pero lo convirtieron en un personaje demasiado noventero. Sí, por supuesto, el molonismo del que le dotaron le funcionó a mi yo adolescente de entonces, pero no son historias que haya tenido “la necesidad” de recuperar más adelante.

Enlaces:

1. Más papel, es la guerra
- Adam Strange
- Alien Legion
- Aliens
- Ángeles caídos
- Aníbal cinco
- Batman 3D
- Batman y Superman, los mejores del mundo
- Batman, la novia del demonio
- Butcher
- Cimoc 124 (Abraham Stone)
- Comics Scene
- Doctor Extraño
- Dr. Fate
- Dreadstar
- El anillo de los nibelungos
- El As enemigo
- El Hobbit (el tebeo)
- El Príncipe Valiente
- Epic presents
- Epic series
- Epicurus el sabio
- Escuadrón Supremo
- Hardboiled
- Hellblazer
- Hobby consolas
- Justice Inc
- L.E.G.I.O.N 91
- La búsqueda del pájaro del tiempo
- La coas del pantano
- La espada de cristal
- La flauta mágica
- La Sombra
- Las crónicas de Atlantis
- Liga de la justicia internacional
- Lobo
- Los libros de la magia
- Marvel poster book
- Motorista Fantasma
- New Statesmen
- New Warriors
- Nth Man
- Obras Maestras
- Olaf el vikingo
- Orígenes Marvel
- Predator (el tebeo)
- Predator 2 (el tebeo)
- Revista Gigamesh
- Robin
- Rocketeer
- Saga de la Antorcha Humana
- Sandman
- Secret Wars
- Slaine
- Soldado desconocido
- Starfire
- Superman y la bomba de la paz
- Terminator (el tebeo)
- Twilight
- Zot

2. De todo un poco

Javier Albizu

Biografía fabuladora XL: Jugando en casa(s)

Biografía fabuladora XL: Jugando en casa(s)
–Tienes que salir más de casa –acostumbraban a decirme mis padres.
–Alguna vez tienes que ir por ahí con tus compañeros de clase –y dale.
–De seguir así acabarás solo.

Cierto es que tenía y había tenido amigos. Que sí que había conocido “otros lugares en los que me apetecía estar”. Que había visitado las casas de compañeros del colegio con los que tenía alguna afinidad. Que había ido al cine con ellos. Pero la cosa había terminado ahí. Nunca había “ido de bares” con ellos. Nunca les había acompañado a eventos deportivos. Los conceptos de “La noche” o “El finde”, tal y como son utilizados comúnmente, no tenían el más mínimo atractivo para mí.

Como ya he contado antes por aquí, más allá de mis visitas a las tiendas de ordenadores o a los kioskos que encontraba en mi camino, o el cine, mi “espacio de ocio” estaba contenido en el interior de mi casa.

Por más que insistiesen acerca de estos temas, sus argumentos no me resultaban válidos. ¿Qué razón tenía para querer estar “ahí fuera”? ¿Qué sentido tenía todo aquello?

Todo esto fue así hasta que se produjo el advenimiento del rol hasta mi vida. Hasta que encontré razones (esto es, personas), que me dieron “razones de peso” para “salir”.
Hasta que a mis padres les quedó claro que no “iba a quedarme solo”.

Por supuesto, aquel no fue un proceso inmediato. Siendo como era, la confianza de los demás tenía que “golpearme duro” antes de que la aceptase. Habían de insistir. El muro era recio.
Pero, a base de constancia, la muralla terminó por caer. A saber qué es lo que vieron en mí para que les mereciese la pena el esfuerzo.

Pero la cosa es que, poco a poco, las cosas fueron cambiando. Con el paso del tiempo, pocas eran las tardes de fin de semana en las que me quedaba en casa a solas con el ordenador, la tele o mis tebeos. Pocas eran las tardes en las que mis padres llegaban a casa desde el trabajo y me encontraban ahí solo. Y no. No siempre era porque estuviese en “El Club” (aunque no por falta de ganas). La sala de la “Casa de la Juventud” únicamente nos pertenecía tres tardes y dos mañanas a la semana, así que había que buscar otros lugares en los que interactuar. Otras aficiones que practicar. Actividades tan básicas y satisfactorias como... hablar con tus amigos mientras estáis “en casa”. En un lugar en el que todos se encuentran cómodos.

Porque, no, esto va mucho más allá de las cuatro paredes que conforman el “hogar familiar”.

Cierto es que, en más de una ocasión, mis padres llegaban hasta su casa para ser recibidos por el barullo del “salón pequeño”. Por el ruido generado por la gente que se encontraba conmigo probando algún juego de ordenador nuevo1 (generalmente, juegos de rol que no se podían comprar aquí, sino que había adquirido a través de un pirata gallego). Juegos pensados para un único jugador, pero con los que nos las apañábamos para simular “sesiones de juego más o menos estándar”. Partidas en las que lo de menos era la historia detrás de la aventura. Donde lo que primaba era ver la tontería que decía el que tenías al lado sobre “su personaje” y las tramas y consecuencias que nunca llegaba a mostrarnos la pantalla del ordenador.

En otras ocasiones no me encontraban en casa porque había decidido probar suerte y visitar a alguno de los amigos cuyos habitáculos me pillaban de camino desde la tienda. En un tiempo sin teléfonos móviles aquello no dejaba de ser una apuesta. Si había suerte, podía pillar a alguno de los tres que coincidían con mi ruta de regreso. Si no la había... pues igual decidía retorcer un poco esta.

Por otro lado, no siempre les pillaba ociosos. Dado lo aleatorio de mis criterios, en ocasiones podía pillarles haciendo algo... aunque esto rara vez era un obstáculo para que se iniciase una conversación mientras mirabas qué era lo que tenía en la pantalla2 o mientras mirabais las últimas adquisiciones del otro.

A su vez, y como indicaba hace unos párrafos, el concepto de “casa” no se limitaba a lo que se encuentra delimitado por cuatro paredes. Podía tratarse tanto de un lugar estático como de un trayecto. En ocasiones alguien pasaba a recogerme por el trabajo y dábamos un paseo hasta que me dejaba (o le dejaba yo) en la entrada de portal. Hasta que llegábamos a un umbral que no siempre era traspasado, pero que tampoco suponía el final de la charla. Muchas despedida han terminado durando mucho más que la reunión o el paseo que les dio inicio.

A su vez, cuando todos los interesados sabíamos que los familiares de alguien iban a estar ausentes (porque podíamos conocer a las familias del otro, pero su presencia siempre suponía un pequeño contratiempo) el reloj dejaba de tener una función.

La primera vez que les dije a mis padres que iba a pasar la noche en casa de un amigo jugando a rol me miraron raro y pusieron alguna pega. No, no tenía nada que ver con los comentarios con los que empezaba esta entrada. Tampoco con tuviesen ningún tipo de problema con la actividad que íbamos a llevar a cabo. Es más, conocían a la gente con la que iba a estar, y permitían que aquella misma gente y actividad tuviesen lugar en su casa. Supongo que, simplemente, era eso; extrañeza. No era “lo normal”. No era el camino que habían tomado ellos (o al que les habían habituado mis hermanos)

De cualquier manera, convencerlos fue sencillo. Después de mucho tiempo diciéndome de manera implícita que “debía ir de bares”, no tenían ningún argumento racional que poder sostener para defender que lo que iba a hacer era “peor” o “más peligroso” que aquello que siempre me habían pedido que hiciese.
Con el tiempo, mi propia casa se terminó convirtiendo en el lugar en el que se celebraron múltiples sesiones de juego nocturnas. Y no. No se trataba de algo que hiciese a las espaldas de mis padres. Tanto es así que ellos mismos eran quienes me avisaban cuando iban a faltar para que pudiese montar cosas en su salón.

No sabría decir en cuántos lugares he llegado a estar “como en casa”. En cuántos espacios he llegado a sentirme como alguien que “no es de fuera”. Tampoco sería capaz de afirmar que esta es una sensación que he logrado transmitir a algún otro (aunque me gusta creer que así ha sido).
Sea como fuere, esta es la razón que siempre ha servido como detonante para que me decida a abandonar un lugar en el que me encuentro cómodo.

Porque, al final, lo de menos es el lugar.
Si salgo de “mi casa” es para ir a “otra casa”.
Lo que logra que desee volver hasta un lugar no es su arquitectura, su historia o su “feng-shui”, sino la gente con la que lo compartiré.

Enlaces:

1. Multijugador local
- Heroes of the lance
- Pool of radiance
- Kult
- Curse of the azure bonds
- Eye of the beholder
- Megatraveller

2. Visitando casas ajenas
- Ancient art of war
- Bards Tale
- Defender of the crown
- Battletech
- Joan of arc
- La jungla de cristal (el juego)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLI: Minutos musicales

Biografía fabuladora XLI: Minutos musicales
Cuando llegamos hasta mi mayoría de edad me doy cuenta de que apenas he hablado de música y de que, cuando le he hecho, ha sido de manera bastante tangencial1. Esta es una laguna muy seria. Una que me dispongo a llenar en este mismo instante.

Porque otras cosas igual no, pero la música es algo que me ha acompañado desde siempre2. Y, no, esto no tiene nada que ver con que mi padre sea músico (aunque, ahora que lo pienso, por más que nuestros gustos rara vez hayan coincidido, igual sí que puede llegar a tener algo que ver).

Empezando por el final (esto es, el “ahora” del noventa y uno), vayamos a los recuerdos musicales que tengo asociados a aquel año.

Lo primero que viene hasta mi mente es el camino hasta el instituto. Un trayecto en el que, casi siempre, estaba acompañado por el señor Mike Oldfield. Más concretamente por las cintas en las que había volcado sus Hergest Ridge, Ommadawn e Incantations. A buen seguro, para aquel entonces ya me había hecho con toda su discografía en vinilo. Cosas de tener una tienda en la que se vendían aquellas cosas.

Es muy probable que aquellas mismas cintas me acompañasen también en el autobús de camino a la Casa de la juventud, en los paseos para los entrenamientos de balonmano, o en el regreso a casa después de estos pero, de ser así, esa asociación no se grabó con la misma fuerza en mi memoria.

Por otro lado, no es que estas obras fuesen mi primer contacto con el trabajo de este buen señor. Si no me falla la memoria, este hito le pertenece al LP de Platinumm (una serie de canciones que tengo asociado a “la tienda vieja”). Aun así, por alguna razón que no soy capaz de concretar, no fue hasta aquellos días que se produjo mi “re-descubrimiento y apreciación” de su trabajo. Una filia que compartía con otro de los “miembros del club”, y que hacía que nos “enfrentásemos” a mi hermano pequeño y a otro de los miembros de la cuadrilla que eran defensores de Queen. Luchas absurdas por determinar “quién era el mejor” que no iban a ninguna parte y que, por otro lado, tampoco me impedían disfrutar de los ingleses (algo similar a lo que sucedería con Dire Straits). Al final cada uno teníamos nuestras filias3, y eso no es malo.

Por su parte, mi hermano mayor se movía por otros territorios sonoros4. Creo que aún no había abandonado su fase de la música disco alemana, pero ya estaba a tope con las bandas sonoras y el new age.

Siguiendo con las cosas “del año”, no sé en qué momento o manera concretos se cruzarían en mi camino Tom Petty y sus rompecorazones, pero de lo que no cabe duda es de que aún conservo el CD de su “Into the Great Wide Open”. No sé si el interés me vendría por la emisión en radios de “Learning to fly” (algo poco probable, ya que ni en casa ni el solía escuchar radio fórmula), o por influencia de la persona que teníamos en la tienda en la sección de discos.

Yendo un poco hacia atrás, veo que nos tendremos que saltar el noventa. No es que en aquel año no comprase o escuchase nada pero, dado que ninguna de mis cintas o CDs se corresponde a obras publicadas en esa demarcación cronológica y que, lamentablemente, no conservo ningún vinilo de cuantos compré en su día, lo dejaremos pasar.

Una vez dicho esto, tras nuestro salto en el tiempo aterrizamos en el ochenta y nueve. En el año de publicación de dos casetes que aún se encuentran entre mis estanterías. Seguro que por ahí habrá alguno que diga que Chris Rea y Kylie Monogue no pegan (una afirmación en la que se podrían incluir sin problema alguno “The refrescos” y “Puturrú de fuá”), pero ese no es mi problema.

Hablando de cosas “que no pegan”, en el ochenta y ocho tenemos a Álex y Cristina, Bananarama, Johnny hates Jazz, OMD, Prince y Sandra, y en el ochenta y siete Level 42, Gloria Estefan, Samantha Fox y otra vez Sandra. ¿Qué quieres que te diga? Es lo que hay.
Sí que recuerdo el acto de comprar el “Turn back the clock” y “Running in the family” en el “Supermercado del casete” (el mismo lugar en el que alquilaba juegos para el MSX), pero del resto no conservo un recuerdo tan nítido.
También recuerdo el disco homónimo de la señorita Fox, aunque no conservo ni ese vinilo ni el recuerdo de haberlo comprado. Solo sé que estaba por casa.

Cundo llegamos hasta el ochenta y seis llegamos hasta un disco que no conservo (el de los Toreros muertos), un maxi-single que tampoco ha llegado hasta esta casa (el “Catch the fox” de Dean Harrow, con una situación idéntica que la de la señorita Fox), uno que me compraría más tarde (el de Siniestro) y uno que nunca tuve (el de Gary Moore). Curiosamente, los recuerdos que tengo asociados al disco de los Toreros y el de Moore tienen un elemento común; estar a solas con mi padre en el coche.
En el caso de los primeros, volviendo de la tienda. En el del segundo, volviendo de un viaje de trabajo. Recuerdo con claridad a mi padre diciéndome “no sabía que te gustaba la guitarra”, no terminar de entender a qué se refería y lo proféticas que resultarían estas palabras con el paso del tiempo.
A su vez, dentro de este mismo recuerdo también encontramos la última parada en este viaje hacia atrás en el tiempo. Sabina. Es lo que tienen las cintas con canciones grabadas de la radio.

Por otro lado, tengo claro que me dejo montones de cosas5. Cosas como, entre otras, Eighth Wonder (y Patsi Kensit), Transmision Vamp (y Wendy James) o Spandau Ballet (y... no). Cosas como las que, en tiempos recientes, han traído hasta de vuelta hasta mi memoria el largamente perdido recuerdo del Pingüino (que no fue hasta que, hace unos años, comencé a escuchar el podcast Vuelo 180 que regresase hasta mi mente su existencia). Cosas que conocimos a través de la radio, que no recuerdo quién compró, pero que podía escuchar cualquiera.

Y con esto lo dejamos por hoy. Es probable que, en el futuro, en algún “Llenando huecos” terminen apareciendo también otros despistes relacionados con este tema.

Enlaces:

1. Anteriormente en... aquí
- Biografía fabuladora XIII: Cambiando de contexto
- Biografía fabuladora XVI: Lugares por elección
- Biografía fabuladora XXXVIII: Llenando huecos I

2. Cosas que le acompañan a uno
- Álex y Cristina
- Bananarama
- Chris Rea
- Dean Harrow
- Gary Moore
- Gloria Estefan
- Joaquín Sabina
- Johnny hates jazz
- Kylie Minogue
- Level 42
- OMD
- Prince
- Puturrú de Fuá
- Samantha Fox
- Siniestro total
- The refrescos
- Tom Petty
- Toreros muertos
- Mike Oldfield - Tubular Bells (1971)
- Mike Oldfield - Hergest ridge (1974)
- Mike Oldfield - Ommadawn (1975)
- Jean Michelle Jarre - Oxygène (1976)
- Mike Oldfield - Incantations (1978)
- Mike Oldfield - Platinumm (1979)
- Joaquín Sabina - Juez y parte (1985)
- Gary Moore - Wild Frontier (1986)
- Queen - A kind of magic (1986)
- Toreos muertos - 30 años de éxitos (1986)
- Gloria Estefan - Anything for you (1987)
- Level 42 - Running in the family (1987)
- Sandra - Ten on one (1987)
- Siniestro total - De hoy no pasa (1987)
- Bananarama - The Greatest Hits Collection (1988)
- Johnny hates jazz - Turn back the clock (1988)
- OMD - The best of (1988)
- Prince - LoveSexy (1988)
- Sandra - Into a Secret Land (1988)
- Chris Rea - The road to hell (1989)
- Kylie Minogue - Enjoy yourself (1989)
- Tom Petty - Into the Great Wide Open (1991)

3. Cosas que acompañan a la familia I
- Deep Purple
- Dire Straits
- Queen
- Queen - Flash Gordon (1980)
- Dire Straits - Brothers in arms (1985)
- Freddie Mercury - I was born to love you (1985)
- Queen - The miracle (1989)
- Queen - Innuendo (1991)

4. Cosas que acompañan a la familia II
- New Age
- Loreena McKennitt
- Michael Nyman
- Wim Mertens
- Yanni

5. Maravillas, Vampiras, Balets, Pingüinos, vuelos y otras cosas
- Eighth Wonder
- Spandau Ballet
- Transvision Vamp
- Un Pingüino en mi Ascensor
- Vuelo 180

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLII: De lecciones y viñetas I

Biografía fabuladora XLII: De lecciones y viñetas I
Cuando veo que ya ha transcurrido el primer año desde que comencé a escribir de (entre otras cosas) “los tebeos de mi vida”, me doy cuenta de que apenas he hablado de “mi relación con ellos”. Quiero decir que, salvo en contadas excepciones, de los cerca de cuatrocientos enlaces relacionados con este asunto, apenas he dicho nada acerca del impacto de aquellas historias sobre mi persona. Tengo la impresión de haberme centrado en plantear una historia editorial y pintar un lienzo de las cosas con las que conviví, olvidándome casi por completo de hablar de las lecciones aprendidas. De lo que aquellas grapas y tomos llegaron a significar para mí. No sé cuánta culpa de esto tendrá el ir a salto de mata cuando me pongo a escribir estas entradas, y cuánto el tener la intención de hablar en profundidad sobre alguna de ellas en mis “Críticas sesudas”1 algún siglo de estos.

Por otro lado, puede que esta sensación esté equivocada. Que, de repente, me haya dado la morriña por recuperar estos temas a los que apenas he dedicado el espacio que merecían. Sea como fuere, y dado que no tengo intención de releer lo escrito (porque querría volver a escribirlo todo desde cero), voy a empezar a corregir también esta carencia intuida.

Si empezamos cronológicamente, me doy cuenta de que durante los primeros instantes de mi infancia (los setenta) me vi expuesto casi de manera exclusiva a material “del continente”2.

Quiero decir que, si exceptuamos a “Doc. Muerte vs Cráneo rojo”, “Jinete Fantasma”, “Spiderman”, “Círculo justiciero / JSA” y el “Especial de los Vengadores” de Vértice, “La guerra de las galaxias”, “Legión de súper héroes” de Bruguera y el “Superman” de Novaro, todo lo que llegaba hasta mis manos era europeo (lo que incluiría, claro está, España)

De acuerdo3, me estoy dejando “Dan Defensor”, “Películas Disney”, y “El hombre enmascarado” pero, dado que la primera colección dejó de publicarse cuando yo tenía un año, el segundo cuando tenía... menos nueve, y el tercero veintinueve años antes de mi nacimiento, no sé hasta qué punto podemos contarlos.

El resultado final del partido queda así en un nada reñido “23-12” a favor de las “publicaciones locales” (contando también aquellas publicaciones europeas que llegaron hasta mis manos mucho después de su publicación).

Por otro lado, y para acentuar más la diferencia en el marcador, podríamos decir que, con la excepción de “El hombre enmascarado”, “Spiderman” o “Dan Defensor”, todos ellos eran números únicos (eso, contando con que aquellos números de Spiderman tampoco tenía una cabecera propia, sino que iban dentro del contenedor genérico de “SUPER HÉROES vol.2”). El concepto de “continuidad” era algo extraño para mí durante aquellos días. Eso, y el de “universo compartido”. Dos ideas que se irían consolidando a lo largo de la década posterior.

Ante todo esto, supongo que todo lo que podemos decir es que “Eran cosas del Tito Paco”, que después de esto, de fondo sonaría una risa enlatada e incómoda de sitcom, y que pasaríamos a otro tema.

Pero se me está yendo la pinza otra vez con el tema histórico y estoy ignorando la razón por el que se suponía que traía todo esto a colación.

En fin, cabras, montes y todo eso.

Ahora sí, a lo que íbamos. Si me pongo a crear un mapa de relevancia de estas historias, supongo que las campeonas serían aquellas contenidas en el especial de los Vengadores. A mi primer acercamiento a la “épica y el drama cósmicos” de Starlin. A su vez, supongo que cerrando esta clasificación podríamos tener a “El Aguilucho”. Por cercanía, supongo que emparejado con él podríamos tener la obra general de Manuel Gago (me choca mucho no haber puesto nada sobre “El guerrero del antifaz” hasta el momento pero, por otro lado, tampoco he incluido nada de “El Jabato” o “El Corsario de hierro”. Muchas lagunas veo yo por aquí).

Y no es que no devorase con el mismo ansia unos tebeos que los otros, sino que en el caso de estos nunca he realizado ningún esfuerzo por recuperarlos. Quizás de haberme visto expuesto a ellos con posterioridad de manera frecuente (como sí que ha sucedido con los tebeos clásicos de la Marvel), la foto sería diferente, pero es lo que hay. Porque está claro que, por más goleada que recibiesen “los estates” en cuanto a número, al final terminarían siendo “los campeones en mi corazón”.

Por otro lado, y siguiendo con esta misma reflexión, no todos ellos quedarían grabados de la misma manera en mi mapa sentimental. A pesar de que conservo un agradable recuerdo de las “Películas Disney”, tampoco me he esforzado demasiado por buscar alguno de aquellos tomos con posterioridad (a pesar de estar tentado de comprar uno en una tienda de segunda mano hace unas décadas). A su vez, a pesar de no haberme visto expuesto de nuevo a las historias contenidas en el tomo de Superman (por más hijo de su tiempo que fuese), sí que he tratado de buscar en alguna ocasión una copia física de aquel tocho.

Otra cosa que he intentado buscar en alguna que otra ocasión es otro de esos grandes ausentes hasta el momento (tanto en el listado como en mi vida). El “Manual de los jóvenes castores”. Un libro que recuerdo haber visto anunciado en televisión pero que, al igual que el “Scalestric” o el “Ibertrén” nunca llegarían hasta mi casa.
Curiosamente, este libro no aparece en Tebeosfera (quizás porque no es un “tebeo puro”), pero sí que lo acabo de encontrar ahora mismo en archive.org4.

En otro orden de cosas, y a pesar de no haberme visto expuesto a ellos durante mucho tiempo, sí que conservo un grato recuerdo de otros tebeos de aquella época. Como ya mencionaba hace unos meses5, tanto “Quena y el Sacramus” como “Johan y Pirluit” o “Los pitufos” nunca han perdido mi cariño. Tanto ha sido así que, cuando se ha abierto la ventana de oportunidad, he comprado las recientes reediciones que han ido saliendo de la mano de Dolmen... para encontrarme con lo que eran. Con tebeos infantiles que no logro ser capaz de leer con los mismos ojos de antaño.

A su vez, mis recuerdos de Lucky Luke o Tintín son bastante más vagos y difusos. A pesar de ser colecciones que, a buen seguro siempre han estado disponibles de un modo u otro en las estanterías de las librerías, nunca he tratado de recuperar el contacto con ellas. Dada la fama del reportero belga, en alguna que otra ocasión he estado tentado de comprar la colección, pero esto ha venido más dado por el interés arqueológico que por el cariño que le pueda profesar a la obra de Herge.

Por último tenemos el caso de Yoko Tsuno y lo que le está haciendo Ponent Mon. Pobre Yoko. Cinco años después de comprar el primer “tomo recopilatorio” que publicaron, sigo sin leerlo. No sé de quien fue la brillante idea de comenzar por el octavo número de la colección. Con esto, a pesar de comprar también el segundo tomo que salió al año siguiente, aún sigo a la espera de que publiquen los primeros números en los que se explica el punto de partida de sus aventuras.

Enlaces:

1. La sección de críticas

2. OIGOPA (chiste privado que dudo que nadie pille, pero que no por ello deja de hacerme gracia)
- Armando Matias Guiu en Tebeosfera (1925-2004)
- Comics Bruguera (1942)
- Hazañas bélicas (1949)
- DDT en Tebeosfera (1951)
- Capitán Trueno (1956)
- Tintin - Editorial Juventud (1958)
- El Aguilucho (1959)
- Pumby - Editorial Valenciana (1959)
- Luky Luke y sus diferentes publicaciones por aquí (1963 - 2017)
- Steve Pops, Operación Relámpago - Editorial Oikos-tau (1967)
- Mortadelo y Filemón - Editorial Bruguera (1971)
- Lucky Luke - Editorial Bruguera (1972)
- Sir Tim O`Theo (1973)
- Tumbita (1973)
- Don Miki (1976)
- Luky Luke - Grijalbo (1976)
- Los Pitufos - Editorial Bruguera (1978)
- Mazinger Z el robot de las estrellas, el tebeo (1978)
- Mazinger Z, el tebeo - Editorial Junior (1978)
- Johan y Pirluit (1979)
- Patomas - Editorial Montena (1979)
- Quena y el Sacramus (1979)
- Yoko Tsuno - Editorial Novaro (1979)

4. Manual de los Jóvenes Castores

3. U. ESE. A.
- El hombre enmascarado (1944)
- Películas Disney (1964)
- Daredevil / Dan Defensor - Editorial Vértice (1969)
- Jinete Fantasma - Editorial Vértice (1972)
- Spider-man, contra el Hombre de hielo - Editorial Vértice (1974)
- Doctor Muerte vs Cráneo Rojo - Editorial Vértice (1977)
- JSA - Editorial Vértice (1978)
- La guerra de las galaxias de Bruguera (1979)
- Legión de Súper Héroes - Editorial Bruguera (1979)
- Los Vengadores, Anual 80 nº 2 - Editorial Vértice (1979)
- Spider-man, y Viuda negra contra Samurai de Plata - Editorial Vértice (1979)
- Superman - Editorial Novaro (1979)

5. Biografía fabuladora IX: Más papel, es la guerra

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLIII: De lecciones y viñetas II

Biografía fabuladora XLIII: De lecciones y viñetas II
“Como íbamos diciendo ayer”, que empezaba aquel.

Continuamos con los tebeos de mi infancia. Más concretamente, con algunos de los que se cruzaron (o pudieron cruzarse) en mi camino entre el ochenta y el ochenta y cinco (por tratar de utilizar algún tipo de marco temporal mínimamente acotado)1.

Con esto, empezamos por “La batalla de los planetas” (A.K.A. “Comando G”, A.K.A. “Kagaku ninja tai Gatchaman”).
Lo cierto es que, hasta que me puse a documentarme a este respecto, no conservaba ningún tipo de recuerdo de estos tebeos. Sí que recordaba el álbum de cromos, y que este fue uno de los pocos (si no el único) que llegué a completar (más concretamente, y si no me falla la memoria, lo compré / me lo compraron ya completado). La cosa es que, fue ver las portadas en Tebeosfera y empezar a llegar recuerdos.

Por otro lado, y como si una señal del destino se tratase, hace poco el señor Z me regaló dos de los álbumes de 48 páginas que se publicaron en aquellos días. Dos libretos cuyas portadas me resultaban muy familiares... pero cuyo interior no es capaz de lograr que salgan a flote recuerdos o apegos olvidados.

A su vez, y como ya comentaba cuando traté este asunto en su momento, también es cierto que mi apreciación por la serie ha ido menguando con el paso del tiempo. Es posible que esto haya afectado a mi capacidad de recuperar los afectos perdidos.
Eso sí, a nivel de diseño conceptual, ya sea por los trajes de los personajes o los vehículos, la serie lo molaba (y sigue molando) todo.

En lo que respecta a “El vástago de los 4 Fantásticos”, añadir a lo ya dicho que siempre he asociado este tebeo a mi estancia en el hospital Virgen del Camino tras la operación de apendicitis. Otra cosa es el saber hasta qué punto esta sensación puede estar ligada a la realidad.

De quienes apenas conservo poco más que recuerdos residuales es de colecciones como Papyrus, Sammy, Kelly, Mytek o Zarpa de acero.
De las primeras conservo la imagen de sus protagonistas, de las segundas sus “gimmicks” (el mono gigante, el ojo mágico o la mano metálica que flotaba por ahí). Nada de sus personajes, sus historias o los villanos contra los que se enfrentaban.

Lo de Superlópez era ya otra cosa. Divertido, sin duda. Imprescindible durante unos cuantos años, también. Inolvidables, seguro. Una vez clarificado esto, no puedo decir que nunca haya encontrado en sus historias algo que llevarme a las mías (una afirmación que sería extensible a los tebeos “de la casa” que publicaba Bruguera).
Ya en este brete, y puestos a realizar comparaciones estúpidas, comentar también que “El señor de los chupetes” siempre me ha gustado más que “El señor de los anillos”.

Con Hulk tenemos el caso contrario. Las historias... pues, hombre, tenían sus subidas y sus bajadas. No era un imprescindible en mi biblioteca, pero nunca le hacía ascos. Siempre fue un personaje con el que empaticé en la incomprensión que todos mostraban hacia él, en su deseo de que le dejasen en paz (y en la incapacidad que demostraba cada vez que quería ser escuchado).
A su vez, y por más que me parezcan más “entretenidas” las etapas de Byrne o Peter David en su colección, la etapa que se publicó por aquí durante los ochenta (con dibujos de Sal Buscema, Marie Severin o Herb Trimpe) siempre ha sido a la que le he guardado un mayor cariño.

En lo que respecta a Spiderman... pues la cosa es un poco a la inversa. Por más que recuerde con cierto cariño a personajes como “El merodeador”, “La gran rueda” o el “Corredor cohete”, mi afecto por él no se consolidaría (para luego disiparse una vez más) hasta la década posterior. Durante aquella época era la colección a través de la que llegaba hasta las historias de los 4F.

Algo parecido me sucedería con Dan Defensor / Daredevil. Sé que leí alguna de sus historias cuando las publicó Vértice, y recuerdo el miedo que me daba “El rondador de la muerte” dibujado por Gene Colan (los ani-hombres eran ya otra cosa que incluso entonces me costaba un poco más tomarme en serio). A su vez, no recuerdo comprar (o que me comprasen) la colección cuando comenzó a publicarla Forum, pero sí que recuerdo el impacto que me causó la historia de “El Macero”, su “No puedo morir porque no existo” y el epitafio de “Existió, y es suficiente” en su lápida.
No sería hasta bastante más adelante que llegase a leerme la etapa completa de Miller, a pesar de que aquella historia formaba parte de ella.

No sabría decir a ciencia cierta cuál fue mi primer contacto con “La Patrulla X”. Bueno, miento, a buen seguro había sido durante la década anterior en el número de Spiderman en el que aparecía el hombre de hielo (quien, si no me falla la memoria, en uno de sus bocadillos de pensamiento decía que hacía mucho que había dejado a “Los hombres X” o “La fuerza X”).
A su vez, también salían en el número de Rom en el que aparecía “El híbrido”.

A pesar de esto, en ninguna de aquellas dos ocasiones los personajes que se mostraban me parecieron especialmente memorables.

Por otro lado, mi primer... llamémoslo recuerdo / asociación consciente de aquellos individuos no está relacionado con su colección principal. Tampoco con “Dios ama, el hombre mata” o el “Extra Súper Héroes de Lobezo”, que habían salido unos cuantos años antes que ella.

Porque, dentro del pifostio que fue la publicación de aquellas colecciones por estos lares durante aquellos días, yo diría que mi primer contacto “real” con ellos fue durante el enfrentamiento que tenían con Spiderman en las Secret Wars. Un combate en el que no resultaron ser un grupo especialmente impresionante. Por un lado, Spiderman les daba a todos para el pelo. Por otro, no parecían muy buena gente (ya que estaban del lado de Magneto, y Xabier borraba de la memoria del “cabeza de araña” que tenían intención de abandonar a los héroes para ir a juntarse con el “amo del magnetismo”).

Pero aquella mala impresión no tardaría en cambiar cuando comencé a leer su colección propia. Una serie que, durante gran parte de aquella década, se convertiría en una de mis colecciones de cabecera.

No sé en qué momento fui capaz de trazar el vínculo mental que me permitió unir aquellos tipos malencarados que habían aparecido en las “Guerras Secretas” con los protagonistas de aquella colección. Porque, a pesar de que las Secret Wars y la colección de los X-Men comenzaron a publicarse en el ochenta y cinco, no sería hasta el ochenta y siete que llegarían hasta España los números de “La Patrulla” que coincidían con aquel evento.

La gente que me encontré en su colección homónima poco tenían que ver con los que habían aparecido en el mundo del Todopoderoso. Sí, había un telépata calvo, pero estaba en una silla de ruedas (y no tenía un traje cantoso). Tormenta no tenía cresta, y había otro montón de personajes que no aparecían en lo que había visto con anterioridad.

Pero poco de esto importa. Cuando llegó hasta mis manos el retapado en el que aparecían recopilados los cinco primeros números de aquella colección, algo hizo “click” en mi cabeza. La historia de Kitty Pryde, sola en la oscuridad, contra el trasunto de Alien, resonó con mi yo asustadizo como pocas otras. Después, Magic, otra historia de una niña sola que se tiene que enfrentar contra todo lo que le da miedo, resonaría con mi yo de aquella época de manera similar.

Las historias con los personajes adultos podían estar bien, pero nada me impactaba tanto como aquellas dos historias (eso sí, después llegaría hasta mis manos esa patada en el estómago que fue “Dios ama, el hombre mata”, y aquello me llevaría hasta otros terrenos).

Supongo que aquella misma sensación de “cercanía” fue lo que me llevó hasta los Titanes. Hasta aquellos personajes a los que los adultos no entendían y se empeñaban en hacer de menos. Hasta aquella “familia por elección” que se formaba entre ellos. Aquello, y el dibujo de George Pérez, por supuesto.

Porque Pérez les dotaba de un candor que no han sido capaz de darles otros dibujantes. Algo que lo ponía por encima de cualquier otro cuando se trataba de aquellos personajes. Como muestra un botón.
Ya para aquel entonces, la aparición del nombre de Byrne en una portada era algo que aseguraba que tratase de comprar una colección. Sin lugar a dudas, se encontraba entre mis dibujantes favoritos. Pero, a pesar de esto, el número especial que dibujó de los Titanes se me hizo raro. Aquellos no eran los personajes que conocía. Aquellos no eran sus cuerpos. Aquellas no eran sus expresiones.

Ya que hemos mencionado a Byrne, lo traeremos por aquí por partida triple para terminar esta entrada.

Por un lado, lo tenemos en los 4F como dibujante en la saga de la Esfinge y su bucle temporal cerrado que me serviría de inspiración a la hora de crear las historias que dirigiría durante más de una sesión rolera.

Por otro lado lo teníamos como autor completo en Alpha Flight, creando a una panda de personajes a cada cual más... particular. A su vez, creaba una mitología indio / canadiense que no sé hasta qué punto podía estar basada en nada real, pero cuyos nombres (Kariooq, Kolomaq, Neooqtoq, Ranaq, Somon, Tanaraq, Tolomaq, Tundra) tenían una sonoridad que me resultaba muy atractiva y cuyos diseños les dotaban de una estética que llenaban mi mente de terror y fascinación a partes iguales.

Por último, lo tenemos en los Vengadores, alternándose con George Pérez. De los lápices del primero tenemos el enfrentamiento con el Conde Nefaria y o a Chthon durante la saga de Wundagore. Del segundo, el enfrentamiento contra el Rojo Ronin o el Supervisor (y podríamos decir que también contra Korvac... de no haber terminado aquella saga Dave Wenzel).

Pura aventura, épica y emoción que no envejece. Diversión sin complicaciones (aunque, como en el caso de Korvac, de vez en cuando dejaba pequeños espacios para la tragedia más clásica).

Enlaces:

1. Poseso, tebeos
- La Batalla de los planetas, el álbum de cromos (1980)
- La Batalla de los planetas, el tebeo (1980)
- La Batalla de los planetas, los álbumes (1980)
- Los 4 Fantasticos - El vástago de los cuatro fantásticos - Editorial Montena (1980)
- Papyrus - Editorial Mundis (1980)
- Sammy - Editorial Mundis (1980)
- Súper Lopez - Editorial Bruguera (1980)
- Kelly ojo mágico - Editorial Vértice (1981)
- La Masa contra el parásito del espacio, Poket de Ases - Editorial Bruguera (1981)
- La Masa contra hombre quintronico - Editorial Briguera (1981)
- Mytek - Editorial Vértice (1981)
- Rom - Editorial Vértice (1981)
- Spider-Man, contra Estela Plateada - Editorial Bruguera (1981)
- Zarpa de acero - Editorial Vértice (1981)
- El Dan Defensor de Vértice (1982)
-
Los Vengadores, contra el Rojo Ronin - Editorial Vértice Enero (1982)
- Spider-Man Bruguera 60 (Cuatro Fantásticos 196 USA) (1982)
- Spider-Man Bruguera 70 (Cuatro Fantásticos 206 USA) (1982)
- Daredevil de Frank Miller (1983)
- La Patrulla X, Dios ama el hombre mata (1983)
- Lobezno, Extra Súper Héroes (1983)
- Los 4 Fantásticos de Wolfman, Buscema, Pollar, Byrne (y Sinnot) (1983)
- Los Vengadores, contra el Conde Nefaria - Comics Forum (1983)
- Los Vengadores, la saga de Korvac - Comics Forum (1983)
- Rom - Editorial Surco (1983)
- Rom y la Patrulla X - Editorial Surco (1983)
- Los Vengadores, la saga de Wundagor - Comics Forum (1984)
- Nuevos Titanes de Wolfman y Pérez (1984)
- Alpha Flight (1985)
- La Patrulla X, Kitty Pryde vs Alien (1985)
- Magic, Extra Súper Héroes (1985)
- Secret Wars (1985)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLIV: De lecciones y viñetas III

Biografía fabuladora XLIV: De lecciones y viñetas III
Cuando llegamos (una vez más) hasta la segunda mitad de los ochenta, de haber un concepto cuya comprensión puedo atribuir a los tebeos de aquella época, este sería el de “LA CONTINUIDAD”.

Por supuesto, ciertos sectores de mi imaginario ya se habían visto expuestos a esta idea con anterioridad. Ahí estaba la tele con sus porciones semanales de ficción. Ahí estaban las sagas cinematográficas. Pero aquellas eran “continuidades” con minúsculas. Universos pequeños y autocontenidos de la misma manera que, en su gran mayoría, habían sido los de los tebeos dentro de mi comprensión. Realidades que palidecerían ante lo que estaba por llegar.

No sé a ciencia cierta cuándo llegó mi “independencia económica”. Esto es; cuándo comencé a recibir una paga semanal y dejaba de requerir del criterio de mis padres a la hora de alimentar mis ansias viñetiles. Lo que sí que sé es que, llegado el momento, con mi estipendio semanal no era suficiente para “todo lo que necesitaba”. En el ochenta y seis tenía trece años así que, muy probablemente, para aquel momento ya gozaba de mi primera paga de cuatrocientas pesetas (y quizás hubiese llegado ya a la “segunda fase”, donde comencé a recibir seiscientas). Sea como fuere, y como acabo de comentar, esto era algo totalmente insuficiente si tenemos en cuenta la oferta tebeística del momento. Ciertamente, y como se puede apreciar en los listados que he compartido hasta el momento1, la del ahorro no fue una lección que aprendiese gracias a esta afición.

Pero me estoy desviando del tema. Faltaría más.
Vamos a ello. Lecciones. Continuidad.

Si me pongo a revisar estos listados, y hago una pequeña criba, podríamos llegar a establecer un pequeño recorrido por el mapa que se iba tejiendo dentro de los procesos mentales de mi yo de antaño2. Un plano lleno de líneas embarulladas que no dejaban de dar saltos de manera arbitraria en el tiempo. Un pergamino cuyos primeros trazos serían plasmados principalmente por dos individuos: Marv Wolfman y Chris Claremont.

Crisis (tanto el tebeo como los artículos que lo acompañaban) me abrió la mente a tantos niveles que aún trato de procesarlo. Me dio acceso, no a un universo, sino a infinitos. A sus presentes y sus pasados. A las relaciones que se habían establecido entre cientos de personajes décadas antes de mi nacimiento. Su existencia supuso mucho más que un apoyo o una vía de escape para mi yo convaleciente.
A su vez, todo lo que la siguió sirvió para que comenzase a consolidarse poco a poco aquella semilla de conocimiento. La foto completa del puzzle tardaría en formarse en mi mente, pero aquel fue el punto de partida.

Porque la cosa no era sencilla. Por más que diese la sensación de que “todo valía”, aquella no era una verdad absoluta. No todo podía mezclarse. Gilgamesh II y Hawkworld podían salir en un formato similar, podían ser publicados por la misma editorial, pero sus personajes no podrían cruzarse. Sin embargo los personajes de Hawkworld sí que podían aparecer en Superman, o en la Odisea Cósmica.
No mandaba el formato, no mandaba la editorial en la que salían. Hasta cierto punto, ni siquiera mandaban los autores. Mandaban acuerdos de los que no era consciente. Despachos y dineros contra ideas. Contra planes quinquenales. Lo que hoy es impensable mañana es común. Por más que entonces no pudieseis juntarse, nada de esto implica que mañana no puedan hacerlo. Porque poco antes Question o el Capitán Atom jamás se habrían podido mezclar con Batman o La Liga, pero ahí estaban.

Y, mientras todo esto sucedía, la realidad editorial se bifurcaba. Comenzaban a aparecer por nuestros kioscos tanto las historias que habían precedido a las Crisis como aquellas que nacían como consecuencia directa de ellas. Universos y personajes que acabábamos de ver morir con otros que apenas durarían unos pocos años. Personajes que “técnicamente no habían existido”, como Superboy, terminaban por regresar por lo bajini. No eran ellos, pero terminaban volviendo a serlo.

A su vez, llegaba la era de los macro-crossovers. Nada volvería a ser lo mismo, salvo que sí.
Porque nada continúa cambiado de la misma manera durante demasiado tiempo.
Porque “LA CONTINUIDAD” siempre ha sido un concepto difuso y para nada absoluto. En ocasiones un enemigo, en ocasiones lo mejor que le puede pasar a un personaje o una colección.

Si en la anterior entrada hablaba de la miniserie de Magic, con este personaje tenemos otro ejemplo perfecto de este mismo escenario. Un ejemplo que, gracias a la manera en la que se publicaban las colecciones en este país, lograban que seguir la historia (ergo, continuidad) de este personaje una actividad ciertamente fascinante3. Casi se podría decir que su trama es una traslación al mundo editorial de sus poderes para viajar en el espacio y el tiempo.

En el ochenta y tres, en “Dios ama, el hombre mata”, era una adolescente. En el ochenta y cinco, era una niña que se convertía en adulta.

Al año siguiente veíamos la razón por la que esto sucedía. Durante aquel mismo año comenzaban a publicarse “Los Nuevos Mutantes”, una colección en la que no aparecería hasta el año siguiente.

En el ochenta y siete, todo iba a tope. La línea de tiempo parecía mantenerse estable. La veíamos integrarse en el grupo de jóvenes mutantes, luchar contra dioses asgardianos y osos demonio para, de repente, volver a ser una niña a la que Kitty Pryde le cuenta un cuento mientras está enferma.
Como premio, el año siguiente veíamos de vez en cuando como una jovencita a través de la publicación de los Classic X-Men (aunque de esto no le echaremos la culpa a Forum).

Por supuesto, nada de esto ocupaba mis pensamientos en exceso durante aquellos días. Primero me limitaba a seguir aquel personaje con el que tanto había empatizado durante nuestro primer encuentro. Luego, tras ver las versiones que hicieron de ella tanto Arthur Adams como Bill Sienkiewicz, mis sentimientos iban sufriendo alteraciones. Del la afinidad a la empatía, de ahí al “crush” o al miedo.
Ella era una de las razones por las que me pillaba la colección de los pupilos más jóvenes de Xavier. Ella fue la razón por la que dejé de comprarla.

Me entristecía cuando le pasaba algo malo pero, en un momento dado, comencé a “enfadarme”. No. No con ella, sino con los autores. Cuando hacía algo que no me gustaba, o que me parecía “fuera de personaje”, no le echaba la culpa a ella, sino al guionista de la colección.
“Ella no era tan débil como para sucumbir ante los tejemanejes de Loki”. “Ella no era tan altiva o tonta como para ceder al ansia de poder”. Ella no era la que aparecía en el especial de la Patrulla en las Guerras Asgardianas. Aquello era un truco barato para que los protas fueran los adultos.

Y aquello no dejó de ir a más. “Ella no podía ceder ante su parte demoniaca” durante Inferno. “Louise Simonson no tenía ni idea de cómo tratarla”. “¿Qué sabrían ellos?”.
A saber qué habría llegado a escribir sobre ese tema de haber tenido un blog con dieciséis años.

Y, después de todo lo que le hicieron, la mataron. Mataron a la niña en la que habían vuelto a convertirla. Pero, espera, que no. Que décadas después resulta que quedaba un cacho. Un cacho que realmente no es ella... salvo que alguien quiera que lo sea.

Porque “LA CONTINUIDAD” no deja de ser un concepto cuántico. Que es y no es al mismo tiempo. Que lo odias y lo amas con la misma intensidad. Una fuerza que te lleva a luchar contra tus propias historias. Que se empeña en demostrarte que ya no eres quien las escribió. Que te muestra la manera en la que “ahora” tus pulsiones y necesidades no son las mismas.

Enlaces:

1. Anteriormente por aquí
- Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel
- Biografía fabuladora IX: Más papel, es la guerra
- Biografía fabuladora XIII: Cambiando de contexto
- Biografía fabuladora XIV: Tribus urbanitas
- Biografía fabuladora XV: Lugares por asociación
- Biografía fabuladora XVI: Lugares por elección
- Biografía fabuladora XVII: Aprendiendo de los héroes
- Biografía fabuladora XVIII: En busca del tiempo despistado
- Biografía fabuladora XXI: De papel y bits
- Biografía fabuladora XXV: Cómo conocí a vuestro Moorcock
- Biografía fabuladora XXVI: Lo urbano, lo mundano y lo elevado
- Biografía fabuladora XXXIV: Viñetas cosecha del noventa

2. Tebeos ochenteros
- Capitán América; ¡La tumbra del Barón Sangre! (1986)
- Crisis en tierras infinitas (1987)
- El señor de la noche (1987)
- La Patrulla X vs los Vengadores (1987)
- Legends (1987)
- Legends - Flash (1987)
- Legión de Súper Héroes - Editorial Zinco (1987)
- Lobezno y Kitty Pryde (1987)
- Los nuevos vengadores (1987)
- Superman de John Byrne (1987)
- Batman - El hijo del demonio (1988)
- Batman - La broma asesina (1988)
- El Castigador (1988)
- Factor-X (1988)
- Flecha Verde (1988)
- Historia del universo DC (1988)
- Liga de la justicia (1988)
- Los Vengadores, las guerras Kree Skrull (1988)
- Millenium (1988)
- Nick Furia - ¿Quién es Scorpio? (1988)
- Question (1988)
- Wonder Woman (1988)
- Animal man (1989)
- Excalibur (1989)
- Flash Gordon (1989)
- Halcon y paloma (1989)
- Liga de la justicia Europa (1989)
- Lobezno (1989)
- Mundo de Krypton (1989)
- Nick Furia contra S.H.I.E.L.D. (1989)
- Nuevos Titanes - ¿Quién es Wonder Girl? (1989)
- Capitán Britania (1990)
- Clásicos DC (1990)
- DC Premiere (1990)
- Deadman (1990)
- Flash (1990)
- Gilgamesh II (1990)
- Give me liberty (1990)
- Hard Boiled (1990)
- Hawkworld (1990)
- Hulka, la serie (1990)
- Invasión (1990)
- L.E.G.I.O.N. 90 (1990)
- Namor (1990)
- Nick Furia agente de S.H.I.E.L.D. (1990)
- Sandman (1990)
- Starjammers (1990)

3. Illyana
- LA PATRULLA-X vol.1 nº 17 (1986)
- LOS NUEVOS MUTANTES vol.1 nº 14 (Febrero 1987)
- LOS NUEVOS MUTANTES vol.1 nº 18 (Abril 1987)
- Las Guerras Asgardianas parte 1 (Nuevos Mutantes) (Junio 1987)
- Las Guerras Asgardianas parte 2 (Patrulla X) (1987)
- LA PATRULLA-X vol.1 nº 48, el cuento de Kitty Pryde (Agosto 1987)
- Classic X-Men (1988)
- Inferno (1989)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLV: De lecciones y viñetas IV

Biografía fabuladora XLV: De lecciones y viñetas IV
Cuando finalmente llegamos hasta el momento en el tiempo en el que estábamos cuando decidí echar la vista atrás, y tras hacer la correspondiente criba que nos deja con los elementos “más significativos” (para quien esto escribe), nos encontramos con varias cosas1.
Empecemos por orden alfabético (luego ya veremos cómo seguir).

En lo que respecta al tipo con las orejas de murciélago, aún conservo el “Batman, la novia del demonio” que adquirí durante aquellas días. Cierto es que también tengo el “Batman - Superman”, pero, en este caso, se trata de una edición de este siglo.

Por otro lado, y por más que ninguna de las dos historias me pareca especialmente memorable, he de reconocer que en su momento la historia de Mike W. Barr me dejó un buen regusto. Pero, claro, a Barr lo tenía endiosado después de Camelot 3000, así que le di bastantes más oportunidades que a otros guionistas. Así pues, aunque releída hace unos meses no soy capaz de ver en este tomo lo que vi entonces, negar lo anterior sería absurdo.

Por su parte, lo único que encuentro apreciable del “World’s Finest” es el dibujo de Rude. Esto fue suficiente como para que lo comprase en su día, y su recuerdo bastó para que volviese a comprarlo, pero no fue suficiente como para que conservase la edición original. Volver a comprarlo y leerlo solo sirvió para terminar de confirmar que me sigue pareciendo un tebeo con una historia bastante floja.

De Butcher lo único que recuerdo es el diseño del personaje y todas las promesas de “adultez” que hacía su publicidad. Empezaban los noventa. Llegaba lo “edgy”. Todos tenían que sacar algo para apuntarse a ese carro.

Dicho esto, este es el momento en el que abandonamos el repaso alfabético para pasarnos a otro temático. Porque a este Butcher se le sumarían otras historias como la de los New Statesmen, Harboiled, Lobo, Slaine y, en menor medida L.E.G.I.O.N. o Twilight.

De esta remesa lo único que conservo es el último título, y más por el clasicismo del dibujo y la narrativa de García López que por las ganas de provocar y tocar las narices de Chaykin (aunque, una vez que dejas atrás los efectismos, la historia es sólida).

El caso de la L.E.G.I.O.N. 91 de Grant y Giffen, las dosis de molonismo y punk estaban un poco más diluidas. A fin de cuentas, era una colección que se encontraba ubicada dentro del “universo normal” de la DC. Humor gamberro y ambigüedad, sí, pero también continuidad (o retro-continuidad) y desarrollo de personajes. Tal y como lo veo, Vril Dox se terminaría convirtiendo en una plantilla que otros muchos usarían (aunque no siempre con demasiado acierto) para crear a sus anti-heroes (algo que a buen seguro también me influyó a la hora de crear a más de un PNJ tocapelotas en mis partidas roleras) .También a mi parecer, sería la semilla que más adelante recogería Waid para su etapa en el enésimo relanzamiento de la Legión.

Por su parte, el Hardboiled de Miller y Darrow era muy espectacular, pero ahí acababa la cosa. Te veías abrumado por el detalle en el dibujo y el desfase de lo que presentaba ante tus ojos... pero como historia se me quedaba muy escasa. Quizás de haber sido un art-book lo habría conservado, pero lo cierto es que me terminé deshaciendo de él cuando me hizo falta espacio en la habitación (o dinero en los bolsillos para comprar más tebeos). Alguna vez he estado tentado de volver a comprarlo, pero nunca he llegado a dar ese paso.
Todo lo que acabo de indicar a este respecto sería perfectamente aplicable a lo que me pasa con el Slaine de Mills y Bisley (aunque como historia, a pesar de lo excesivo de todo, me parece parece más sólida).

De los New Statesmen recuerdo que los compré, en gran medida porque les había gustado mucho a un par de amigos... pero creo que no llegué a leerme entero ninguno de aquellos números.
Lobo, por su lado, estuvo hasta en la sopa durante gran parte de los noventa. Era gamberro. Era divertido. Era excesivo. Durante unos cuantos años compré con alegría casi todo lo que salió del personaje para, más adelante, deshacerme de casi todas sus historias sin mirar atrás. No guardo ningún remordimiento ni por lo uno ni por lo otro.

Volviendo al orden alfabético, tenemos al amigo Epicuro. Humor y Mitología. Filosofía e historia. ¿Qué más se puede pedir?. Si no me falla la memoria, estos números me los he comprado varias veces, pero no porque me haya deshecho de ellos voluntariamente, sino porque los he dejado y esos ejemplares no han regresado hasta mis manos.

Las dos siguientes colecciones no podrían ser más opuestas a tantos niveles como similares son en la superficie. A la nueva serie del Motorista Fantasma le tenía unas ganas infinitas y lo tenía (casi) todo para agarrarme desde el principio y no soltarme, mientras que la de los Nuevos Guerreros, a priori, no me decía absolutamente nada. Y, mira tú por dónde, el resultado final, en lo que a mí respectaba, no pudo ser más diferente.

El dibujo de Texeira y Saltares para el motorista lo molaba todo. El diseño del personaje y la moto también. Pero la historia y la caracterización. Ay. No podían ser más sosas y planas. Y lo peor de todo es que a nivel de tono y desarrollo no parecía saber hacia dónde quería ir.

Por su parte, los Guerreros de Nicieza y Bagley no podían ser más clásicos a todos los niveles. Pero funcionaban de maravilla. Vaya si funcionaban. Como un tiro. Y estos dos autores se convirtieron en dos de mis preferidos durante mucho tiempo.

El Nth Man fue mi reencuentro con Larry Hama tras perderle la pista en G.I. Joe, y fue un reencuentro de lo más agradable. La historia de John Doe; “El ninja definitivo” no paraba de moverse. De dar saltos (narrativos y lógicos) a cada cual más loco. De cambiar de tono. Pero todo funcionaba a las mil maravillas. Lograba que desactivase el cerebro y no le hiciese preguntas incómodas.
Y la mataron sin darle tiempo a terminarla en condiciones. Y mi corazón empezó a odiar un poco a los directivos de la Marvel. Y sigo releyendo esos números de vez en cuando.

Obras Maestras abrió el camino a la recuperación de sagas clásicas (casi siempre relativamente modernas) en un formato algo más cómodo de seguir que las colecciones de “Classic X-Men” o “Clásicos Marvel”. Gracias a ella conseguí leer Born Again, el Thor de Simonson (y Sal Buscema), La última cacería de Kraven,Longshot, Desde las cenizas, Las guerras Kree Skrull (que ya habían aparecido en Clásicos Marvel), el Daredevil de Miller o Las guerras asgardianas en su conjunto (incluyendo el crossover Patrulla X / Alpha Flight que lo había precedido). Guardo estos tebeos como oro en paño en mi casa y con un HAMOR infinito por casi todos ellos. Eso sí, las cubiertas del Born Again se han convertido en “otoñales” de tanto velo, leerlo y prestarlo.

Orígenes Marvel me llevó aún más atrás en el tiempo dentro de los tebeos de “La casa de las ideas”... aunque aquel fue un viaje que duró poco. Sirvió para que Kirby dejase de gustarme (aunque luego me recuperé), así que no lo compré durante demasiado tiempo (por lo que terminaría leyendo aquellas historias en un formato más pequeño y en blanco y negro cuando salieron en la “Biblioteca Marvel”).

Sandman me lo fui comprando por culpa de su primer número... pero nunca volví a encontrar entre sus páginas otra historia que me resultase tan bonita, tierna y terrible como aquella. Bueno, miento, la historia del judío errante también me resultó de lo más conmovedora, pero aquella fue una colección que me compré en piloto automático y que no leía nada más llega a casa. Son pocas las ocasiones en las que las historias de Gaiman han logrado conectar conmigo.

Y supongo que eso es (una parte del) todo.
En la siguiente entrada volveremos a la línea temporal habitual (salvo que me acuerde de algún descuido gordo más por el camino)

Enlaces:

1. Ahí va eso (otra vez)
- Batman y Superman, los mejores del mundo
- Batman, la novia del demonio
- Butcher
- Epicurus el sabio
- Hardboiled
- L.E.G.I.O.N 91
- Lobo
- Motorista Fantasma
- New Statesmen
- New Warriors
- Nth Man
- Obras Maestras
- Orígenes Marvel
- Sandman
- Slaine
- Twilight

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLVI: Seguimos con el audiovisual

Biografía fabuladora XLVI: Seguimos con el audiovisual
Regresando a la programación habitual, esta semana toca hablar del cine / tele / VHS con el que me pude encontrar durante el noventa y uno. Siguiendo un poco la tónica que se ha ido estableciendo últimamente, esta es una categoría en la que no incluiré únicamente aquellas obras surgidas durante aquel año, sino que también aparecerá alguna qe otra producción “previa” y que, bien se me pudo escapar en las anteriores entradas, o que, a buen seguro, pude ver con posterioridad a través de alguno de los cauces que frecuentaba.

Dicho esto, vamos al turrón.

Dentro de aquellas cosa que salieron antes del... “año en curso” nos encontramos un repertorio de lo más variado y nos moveríamos dentro de una franja temporal que abarcaría alga más de dos décadas. A su vez, si las separamos por el medio en el que me vi expuesto a cada uno de ellas1, yo diría que la ganadora (al menos en cuanto a lo que mi afecto se refiere), para sorpresa de nadie, sería el VHS.

Y que no se me entienda mal. Guardo un gran recuerdo de series como “Lou Grant” o “Canción triste de Hill Street” (no tanto de “La Súper abuela”). A su vez, conservo también la sensación de miedo e inquietud que me generaron en su día ciertas escenas de “Planeta prohibido” o “Un viaje alucinante”. Por último... sé que he visto “El hombre que pudo reinar” y “Robin y Marian”... pero apenas conservo un par de recuerdos difusos de ellas. Sí que he de reconocer que ambas comparten otra característica adicional. Mi férrea determinación por volver a verlas... y el no haberlo hecho (aún).

Y, vamos a ver, no todo lo que salía del vídeo club eran joyas. Por más que la canción de “Pascualino Camaratta” (capitán de una fragata) me haya acompañado hasta el día de hoy, no puedo decir que recuerde gran cosa de ella. Pero, claro, junto a ella tenemos una parte importante de la obra de Mel Brooks, y durante un tiempo este buen señor, junto a los ZAZ, fue una influencia muy poderosa en mi manera de entender la comedia. Aun así, creo que del listado que he adjuntado la película que más veces he visto junto con “Spaceballs” sería “Acción Jackson”. Porque, a pesar de que la película que le sigue en número de re-visionados sería “Cuando Harry encontró a Sally”, eran los ochenta y mandaba la ley de la testosterona.

En lo que respecta a la gran pantalla, casi nos vamos de un extremo al otro en cuanto a la línea temporal. Nos encontramos con dos películas de resultado dispar. Conservo un buen recuerdo de “La bruja novata” pero no puedo decir lo mismo acerca de “Joe contra el volcán”.
Esta última película fui a verla al cine por dos razones; las críticas del “Fotogramas” y Meg Ryan, pero fue una decepción a tantos niveles que me hizo desconfiar de ambos criterios de cara a futuras decisiones.

Cuando llegamos hasta las obras de temporada2 también nos encontramos con una mezcla particular. Con películas que vi en el cine, la tele y el vídeo club, pero que, salvo en el caso de las primeras, no sabría decir en qué momento realicé su visionado.

Bueno, a esto tendríamos que ponerle algunas comillas.
Porque, obviamente, cuando hablamos de series (como “La pandilla plumilla”) o programas (como “Días de cine”), sí que podríamos ir a tiro fijo pero, cuando se trata de películas, la cosa se vuelve más complicada.

Supongo que “Mundo futuro” la vería aquel mismo año (más que nada porque en la web de “El Doblaje” indican se volvió a doblar para su emisión en televisión), y que el androide que interpretaba Yul Briner sí que logró generarme inquietud, pero yo diría que “Karate Cop” llegó hasta mi mucho más tarde. Y lo digo porque sé que su visionado se produjo una noche de sábado después de haber agotado el arsenal de películas que había alquilado. Una práctica que aún tardaría algún que otro año en llegar hasta mi vida.
Lo que sí que puedo afirmar a ciencia cierta, y sin saber con qué otras películas coincidió, es que fue la triunfadora de la noche para todos los que la visionamos (y que generó la expresión “esta es una peli para noche de acción”, no como un halago, cuando salíamos de ver alguna que otra película del cine).

Cuando vamos al mercado del alquiler, pues todo se vuelve bastante más confuso. Porque, por más que “Un vaquero sin rumbo” saliese aquel año, sé que la vi, como mínimo, al año siguiente. La única razón que me llevó hasta ella fue saber que había sido dirigida por Simon Wincer. Esto es; el director de “Dos duros sobre ruedas” (una película del noventa y dos).

Por otro lado, Deathstalker sí que pudo caer aquel año. Recuerdo dónde la alquilé, más o menos la posición en la que estaba en las estanterías... y la portada de Boris Vallejo que habían usado. El resto es perfectamente olvidable, y no tengo intención de volver a verla salvo en una Monstrua o una Cutrecon. Esto mismo se podría decir también de “Karate Cop” o “Capitán América”.

En el caso de “La venganza de los vikingos”, cada vez que me encuentro con su portada sé que la vi... pero cuando leo el título siempre la confundo con “The Viking Sagas” (otra recomendación del Fotogramas, mi primera exposición al mamotreto de Ralph Moeller pre Conan o Gladiator, y otra candidata a la Cutrecon).
Siguiendo la tónica que he marcado antes, la campeona en cuanto a revisionados de esta lista yo diría que es FX2.

Cuando vamos a la pantalla grande nos encontramos con lo habitual, pelis que no molan, pelis que ni fu ni fa, y “pelis que sí”.

Dentro del primer grupo yo diría que solo pondría “Los inmortales II”, posiblemente la primera salida grupal al cine de gran parte de los integrantes del “Club Mordor” (y posiblemente la causante de que aquello no produjese mucho más a menudo) y, probablemente, Robocop II (aunque esta se encontraría en el umbral).

En el segundo grupo yo pondría a “Thelma y Louise”, “La bella y la bestia” y “El silencio de los corderos”. Películas que, al contrario que las integrantes del anterior grupo, no he vuelto a ver después de aquella ocasión.

Dentro del tercer grupo... pues el resto, obviamente. Recuerdo que vi “Detective con medias de seda” gratis gracias a un concurso telefónico de un programa de la radio local en el que preguntaban por el nombre completo del personaje protagonista (algo que sabía gracias a las revistas).
Por otro lado, y como consecuencia de esto, sé que, en aquellos momentos aún estaba trabajando en el taller (el lugar desde el que hice la llamada), lo que me sirve también para realizar una aproximación relativa al momento en el que me hicieron subir a la tienda.

No. “El señor de las bestias II” no está en el primer grupo.
No. Tampoco he vuelto a verla, así que esto es algo que puede (y será) revisado de cara a futuro. Supongo que esta ubicación no se debe tanto a la película en sí misma, como a la diversión pre y post visionado con la gente que me acompañó a los cines Príncipe de Viana.

No. “El gran halcón” tampoco está en ese primer grupo (y esta sí que la he visto con posterioridad en varias ocasiones). Es más, muy probablemente mi tendencia a medir el tiempo en base a la duración de las canciones me venga de ella.

Hablando de canciones, tanto la banda sonora de “La noche de los cristales rotos” como la de “Robin Hood” y “Depredador 2” continúan en mis estanterías desde hace treinta y un años.

En cambio, no sé qué habrá sido del CD con la banda sonora de “Llamaradas” que se compró mi hermano mayor, y que supuso mi primer encuentro con Hans Zimmer. Lo que sí que sé es que el cassete que me grabé de ese CD también sigue conmigo.

Por último, y cerrando el pequeño círculo que iniciaba con uno de los comentarios con los que empezaba esto, hubo varias películas que no fui a ver3 por más que lo recomendasen las revistas, los programas de la tele o de la radio.

De entre todas ellas, reconoceré que “Europa” fue la que más llamó la atención, y que “Delicatessen” o “Muerte entre las flores” traté de verlas cuando la emitieron tiempo después en “El Plus”. Eso sí, ni los alardes visuales de Jeunet y Caro no fueron suficientes como para lograr mantener mi atención, ni el histrionismo de los Cohen conectó conmigo (al menos no hasta Arizona Baby).

Y esto sería todo por hoy.
La semana que viene volvemos a la música (con montones de olvidos más)

Enlaces:

1. Viejunismos
En la tele
- Viaje alucinante (1966)
- Planeta prohibido (1967)
- El hombre que pudo reinar (1976)
- Lou Grant (1980)
- Robin y Marian (1977)
- Canción triste de Hill Street (1986)
- La superabuela (1987)

En VHS
- Pascualino Camaratta (1974)
- El jovencito Frankenstein (1975)
- Sillas de montar calientes (1976)
- La loca historia del mundo (1981)
- Spaceballs (1987)
- Jovenes ocultos (1987)
- Acción Jackson (1988)
- Black rain (1989)
- Cuando Harry encontró a Sally (1990)
- Línea mortal (1990)

En cine
- La bruja novata (1972)
- Joe contra el volcán (1990)

2. Cosecha del año
En la tele
- Días de cine
- El padre de la novia
- Karate cop
- La pandilla plumilla
- Mundo futuro

En VHS
- Capitán América
- Deathstalker II
- Doc Hollywood
- El vuelo del intruder
- Frío como el acero
- FX2 - Ilusiones mortales
- Game Over, se acabó el juego
- La venganza de los vikingos
- Le llaman Bodhi
- Lionhart el luchador
- Llamaradas
- Óscar, quita las manos
- Peligrosamente unidos
- Un vaquero sin rumbo

En cine
- Agárralo como puedas 2 ½
- Bailando con lobos
- Colegas a la fuerza
- Depredador 2
- Detective con medias de seda
- El gran halcón
- El rey pasmado
- El señor de las bestias II
- El silencio de los corderos
- Hot Shots
- La bella y la bestia
- La noche de los cristales rotos
- Los inmortales II
- Poli de guardería
- Robin Hood
- Robocop II
- Terminator II
- The viking sagas (1995)
-
Thelma & Louise

3. Las que no
- Muerte entre las flores
- Beltenebros
- Delicatessen
- Europa
- Frankie y Johnny
- Todo por la pasta

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLVII: Minutos musicales II

Biografía fabuladora XLVII: Minutos musicales II
Cómo es esto de hacer memoria.
Te pones a dale vueltas al asunto que toque y el flujo de recuerdos parece no terminar nunca. Tratas de utilizar un criterio y, en cuanto lo estableces, te das cuenta de que no sirve para ciertos casos... o que es mejor otro (lo que te lleva a rehacer todo desde el principio).

Y así llegamos hasta aquí, hasta la segunda entrada dedicada “en exclusiva” al tema de la música. Hasta otra entrada en la que me encuentro con una cantidad de enlaces un tanto abrumadora... más aún siendo como soy consciente de que me dejo unos cuantos cientos por el camino.

Y no es que me los deje por “ir de guay” o tratar de ocultar mis vergüenzas de juventú (cualquiera que eche un vistazo somero al listado de hoy1 comprenderá en seguida que ni pido perdón, ni lo espero ni lo quiero) sino que hay ciertos nombres que, a buen seguro, doy por supuestos (pese a mi intención de ser exhaustivo en la medida de lo posible).

Echando un primer vistazo a este listado, una de las cosas que más me ha llamado la atención mientras me dedicaba a rastrear estos nombres según iban surgiendo, es la gran cantidad de grupos de los que hace siglos que no sé nada, pero de los que en la Wikipedia indican que siguen en activo (aunque, a buen seguro, en muchos de esos casos con formaciones diferentes a las que conocí en su día).
En total sesenta de los ciento ocho grupos / artistas que he ido recopilando entrarían dentro de esta categoría, siendo quien tiene una carrera más longeva tito Bruce (Springteen). A él le seguiría Fleetwood Mac, aunque con la muerte el mes pasado de Christine McVie a ver cómo sigue la cosa.

Si vamos a la parte de “preferencias” (esto es, grupos de los que recuerdo haber poseído algún vinilo, cassette o CD), obviamente la cosa se reduciría bastante. Ah podríamos meter a Genesis con su “Invisible touch”, Zucchero, Los secretos, Prebaf Sprout, Duran Duran, Madonna, Mecano, Azul y Negro, Bangles, Pet Shop Boys, Siniestro Total (aunque esto llegaría algo más tarde del 91 en el que nos encontramos), Cock Robin The Pogues, A-ha, Martika, Propaganda, Bon Jovi, Inmaculate Fools, McCartney (y eso que nunca he sido muy fan de los Beatles), Desperados, Erasure, Deacon Blue, Debbie Gibson y Enya.

Y la cosa podría quedar más o menos ahí pero, mientras escribo estas líneas, van surgiendo otros nombres2. Me doy cuenta de que, aparte de a Kiko Veneno y Alaska, también conocí a Loquillo a través de “La bola de cristal”, alguien de quien no me había acordado hasta que se ha producido esta asociación de ideas (y de quien recuerdo haber tenido como mínimo un vinilo).
A su vez, esto ha sido algo que me ha hecho acordarme también de Ramoncín y... Status Quo. Porque la memoria funciona así y me han venido flashazos de escuchar “In the army now” junto a uno de mis tíos en la habitación de mis padres.

Aparte de esto, veo que estos nuevos datos provocan que se invalide una de las cosas que acabo de escribir, ya que este grupo comenzó su andadura un par de años antes que Bruce.

Como no podía ser de otra menera, como consecuencia de ver a los Status (y averiguar cuál fue el primer nombre de esta banda) también me han venido a la mente los Scorpions y... Nena con sus 99 globos. Lo dicho, la memoria, su manera de funcionar, y la imposibilidad de acotar las cosas desde un inicio.

Después de esto me han venido Belinda Carlisle y, justo a continuación, Pat Benatar, cuya canción “We Belong” conocí como “Sin timón” en una “cover en español” que hicieron en un programa infantil (muy probablemente, en “El Kiosko”).

De ahí a mi cabeza le ha dado por volver a España. A Mocedades más concretamente. Y de ahí a Ana Belén (que le ha quitado el título a Status Quo como artista con la carrera más longeva de la lista), y de ahí a Victor Manuel, por supuesto. Luego han llegado Juan Pardo y el Perales, y podría pegarme así toda la tarde y no terminar nunca. Porque, solo por empezar, ya me faltarían las folclóricas y sus descendientes.

En fin, que no hay manera. Con esta entrada no voy a poder ser capaz de hacer un listado “completo” de las cosas a las que me he ido viendo expuesto “musicalmente hablando” a lo largo de mis primeras décadas de existencia.
Que sí. Que tampoco es que importe demasiado. Que cualquiera de los de mi generación va a tener unas experiencias similares. Aunque seguro que no será exactamente la misma. Porque, por poner un ejemplo, en alguna conversación en la que he sacado a relucir “Ancha es Castilla” solo he recibido expresiones de incredulidad como respuesta.

Pero, espera, que la cosa no para3. Que me faltan “Os Resentidos” con su “Galicia Caníbal”. Y el Aviador Dro. Y Les Luthiers. ¿Como es que hasta ahora no se me ha ocurrido meterlos? Y..., vale, que estos te pueden sonar pero, a buen seguro, si te hablo de de Cruz Calahorrano (a quien hacía “más moderno” por las fechas en las que lo descubrí, pero del que acabo de ver que su “obra magna” salió al mercado en el ochenta y cinco) pensarás que me lo estoy inventando.

En fin (otra vez).

Viendo cómo iban creciendo los enlaces referidos a la música, y siguiendo con mi tendencia de poner números sin demasiado sentido, he aprovechado estos últimos días para dividir la hoja de cálculo de “Referencias” en la que voy apuntando los enlaces que aparecen por aquí para separar estos por ámbito. Quería ver si con solo dos entradas ya había superado en número al resto de categorías acerca de las que he escrito con mayor frecuencia.

Con esto, el número de categoría / número de enlaces ha quedado como sigue:

Categoría Enlaces
Tebeos: 391
Audiovisual: 480
Vídeo juegos: 116
Libros: 19
Música: 170

Lo cierto es que no.
Sí que ha superado a las referencias de vídeo juegos (algo que he tratado de mantener al mínimo ya que estas “explotarán” cuando me ponga a re-escribir la Biografía Computeril) y también han superado a las referentes a mis “lecturas sin dibujos” (algo que no me ha sorprendido en lo más mínimo), pero aún le queda un largo recorrido para acercarse a las otras dos categorías.

A su vez, también me ha dado por sacar un listado de los enlaces que puse en las otras dos “biografías” (rolera y daegonita). Un ejercicio que ha dado como resultado el poder ver la manera en la que los números de esta “Bio” los destruyen completamente (y eso sin haber llegado apenas a la fecha de inicio de ambas)

Categoría Enlaces
Bio Rolera: 476
Bio Daegonita: 579

En fin (y van tres).
Viendo cómo se va desviando el tema de lo que venía a escribir hoy, supongo que ha llegado el momento de dejarlo por esta semana.

Enlaces:

1. El listado
- Bee Gees (1958 - 2012)
- Tino Casal (1963 - 1991)
- Demis Roussos (1963 - 2014)
- Robert Palmer (1964 - 2003)
- Michael Jackson (1964 - 2009)
- Bruce Springteen (1964 - Presente)
- Franco Battiato (1965 - 2019)
- Vangelis (1967 - 2022)
- Fleetwood Mac (1967 - Presente)
- Genesis (1967 - Presente)
- Raffaella Carrá (1969 - 2021)
- Zucchero (1970 - Presente)
- Miguel Bosé (1973 - Presente)
- Boney M (1974 - 1988)
- Ultravox (1974 - 2013)
- Alan Parsons Project (1975 - 1990)
- Talking headas (1975 - 2002)
- U2 (1976 - Presente)
- Enrique y Ana (1977 - 1983)
- Alaska con cosas (1977 - Presente)
- Kiko Veneno (1977 - Presente)
- Soft Cell (1977 - Presente)
- Iván (1978 - 1994)
- Nacha pop (1978 - 2012)
- Los secretos (1978 - Presente)
- Prefab Spraut (1978 - Presente)
- The cure (1978 - Presente)
- Parchís (1979 - 1992)
- Radio Futura (1979 - 1992)
- Duran Duran (1979 - Presente)
- Madonna (1979 - Presente)
- Enya (1980 - Presente)
- Jason Donovan (1980 - Presente)
- Luz Casal (1980 - Presente)
- Regaliz (1980 - 1983)
- Talk Talk (1981 - 1991)
- Mecano (1981 - 1998)
- Gabinete Caligari (1981 - 1999)
- Asia (1981 - Presente)
- Azul y negro (1981 - Presente)
- Bangles (1981 - Presente)
- Culture club (1981 - Presente)
- Danza invisible (1981 - Presente)
- Pet shop boys (1981 - Presente)
- Siniestro Total (1981 - Presente)
- Tears for fears (1981 - Presente)
- Adam Ant - Stand and deliver (1981)
- Coock Robin (1982 - 1990)
- Falco (1982 - 2010)
- The Pogues (1982 - 2014)
- A-Ha (1982 - Presente)
- Alphaville (1982 - Presente)
- Gazebo (1982 - Presente)
- Hombres G (1982 - Presente)
- Martika (1982 - Presente)
- Propaganda (1982 - Presente)
- Suzanne Vega (1982 - Presente)
- Bon Jovi (1983 - Presente)
- El último de la fila (1984 - 1998)
- Inmaculate Fools (1984 - 2015)
- Black Crowes (1984 - Presente)
- Coock Robin - Coock Robin (1984)
- Paul McCartney - No more lonely nights (1984)
- Desperados (1985 - 1991)
- Erasure (1985 - Presente)
- Rick Astley (1985 - Presente)
- Deacon Blue (1985-)
- Mr. Mister - Braken wings (1985)
- Mr. Mister - Kyrie (1985)
- Propaganda – p:Machinery (1985)
- Stevie Wonder - Part time lover (1985)
- The Waterboys - The whole of the moon (1985)
- Debbie Gibson (1986 - Presente)
- Texas (1986 - Presente)
- Tracy Chapman (1986 - Presente)
- Chris de Burg - The lady in red (1986)
- Wax - Right Between the Eyes (1986)
- Ancha es Castilla (1987 - ¿?)
- Tam tam go (1987 - 2009)
- Black (1987 - 2015)
- Deacon Blue - Raintown (1987)
- The Communards (1986 - 1988)
- Tanita Tikaram (1988 - Presente)
- Deacon Blue - When the World Knows Your Name (1989)
- Los sencillos (1990 - 2002)
- Enigma (1990 - Presente)
- Propaganda - 1234 (1990)
- Enya - Shepperd moons (1991)

2. Los rezagados
- Ana Belén (1961 - Presente)
- Status Quo (1962 - Presente)
- Juan Pardo (1962 - 2004)
- Victor Manuel (1964 - Presente)
- Scorpions (1965 - Presente)
- Mocedades (1967 - 1999)
- José Luís Perales (1967 - Presente)
- Pat Benatar (1972 - Presente)
- Ramoncín (1976 - Presente)
- Belinda Carlisle (1977 - Presente)
- Loquillo (1980 - Presente)
- Nena (1981 - 1997)

3. Aún más rezagados
- Les Luthiers (1967 - Presente)
- Aviador Dro (1978 - Presente)
- Os Resentidos (1984 - 2021)
- Cruz Calahorrano (1985 - ¿?)

Javier Albizu

Biografía fabuladora XLVIII: El fin del principio (de una nueva era)

Biografía fabuladora XLVIII: El fin del principio (de una nueva era)
Cuando llevamos más de una decena de entradas mareando el noventa y uno, supongo que ha llegado el momento de señalar al elefante que tenemos en medio de la habitación (y del que veo que empecé a hacer “foreshadowing” hace algo más de un año1).

Durante el noventa y uno, cuando al curso le debía quedar poco para terminar, la formación reglada y yo separábamos nuestros caminos. Como ya indicaba en la entrada en la que mencionaba este asunto por primera vez, la única razón por la que soy capaz de ubicar (aproximadamente) el momento en el que dejé los estudios es porque recuerdo una conversación unos compañeros del instituto en la que bromeaba diciendo que, dado que acababa de cumplir los dieciocho, ya podía ir a la cárcel. No recuerdo el contexto concreto en el que tuvo lugar aquella conversación pero, por más que recuerde la conversación, tengo claro que se trataba de un comentario sin la más mínima relevancia o trascendencia.

Sea como fuere, dado que soy de marzo, esto quiere decir que aquel momento llegó cuando aún estaba yendo al instituto. A su vez, y dado el funcionamiento del curso escolar, esto indica que faltaban menos de tres meses para que el curso llegase a su fin. A partir de esta información, solo puedo especular acerca del momento concreto en el que se detectó mi úlcera.

Lo único que puedo afirmar a ciencia es que los dolores de estómago llegaban con la cercanía de los exámenes. Cierto es que podrían haber llegado durante el verano al acercarse las recuperaciones... pero todo cuanto me viene a la cabeza relacionado con aquel asunto apunta a que el curso aún no había terminado.
Recuerdo el sofá en el que estaba tumbado en casa. Recuerdo la pregunta (aunque no el detalle de la misma, o cuál de mis padres la hizo) de si quería dejar los estudios. Recuerdo la sensación de alivio.

Pero, claro, también hay otras cosas que “recuerdo” a pesar de saber que no son ciertas. Porque hay una parte de mí que se las da de señor del mal. Un segmento de mi persona que, por más idiota que sea, no deja de estar conmigo. Una parte que se atribuye esto como una victoria. Aquella que se niega a aceptar que soy alguien “débil”. Esa que me repite una y otra vez “BWAHAHAHAHA, logré engañar al mundo” (a mis padres, a los médicos, a las máquinas que hicieron los análisis). Todo ha salido de acuerdo al plan. Mi maquiavélica treta para abandonar los estudios finalmente ha dado resultado. Esa misma parte que me “miente” de manera similar en lo referente a los meses que pasé postrado en cama como consecuencia de mi reuma. Esa que dice “Todo era un truco para dejar de ir a clase, y nadie se dio cuenta”.

Porque tengo una parte chunga por ahí dentro, y esta no se limitan únicamente a mis funciones motoras, o a mis sistemas nervioso y digestivo. Unos ciertos rasgos2 de un trastorno obsesivo-compulsiva (diagnosticados, pero no comunicados formalmente, ya que me enteré del resultado al acceder a mi historia clínica) que se juntan con lo que (esto sí, totalmente auto diagnosticado) entiendo que son aspectos de una personalidad anancástica. Aspectos de uno mismo que, una vez reconocidos y comprendidos, me sirven para explicar (que no justificar) ciertos patrones que venían acompañándome desde siempre.

Con esto, supongo que podría acharar a ese rasgo compulsivo el hecho de que, estando aún en Alsasua (esto es, con siete u ocho años), robase en la tienda mientras utilizaba la excusa de “ayudar a hacer caja / contar billetes” para poder ir a jugar a las recreativas. Fui descubierto (el dueño del salón recreativo vio “raro” que un crío tuviese un billete de 5,000 pesetas, así que se lo comentó a mis padres) y se me hizo una “intervención”, pero esto solo sirvió para que tuviese más cuidado en las siguientes ocasiones. Al final, la decisión de dejar de robarle a mi madre monedas del bolso antes de ir a clase no vino por causas externas. Pero una cosa es que fuese capaz de dejar de hacerlo, otra muy distinta será que la vergüenza por haberlo hecho me llegue a abandonar jamás.

Por otro lado, y regresando al tema de mi salud, la úlcera solo fue un síntoma más. Uno que, ubicándolo dentro del conjunto de lo que ya había padecido, sería uno de los más “leves”. Porque, mucho antes de aquello, mis resultados escolares me habían hecho plantearme muy seriamente la posibilidad de quitarme la vida. Tanto es así que, a lo largo de la EGB, en más de una ocasión dedicaba mi tiempo a penar en las maneras de llevar esto a cabo. Y, a pesar de que, por fortuna, esto no fue algo que pasase del campo teórico, pudo llegar a salirse de madre mucho antes de aquel noventa y uno.

La primera de las ocasiones en las que regresa hasta mi memoria el haber “mirado el abismo” fijamente, esta mirada fue literal. Recuerdo con claridad el momento en el que me quedé contemplando la carretera que pasaba debajo del puente que separaba Larraona de mi casa pensando en saltar.
La segunda ocasión fue mucho más “íntima”. Sentado en mi habitación con un destornillador apoyado contra mi estómago preparándome mentalmente para empujarlo.

Pero no lo hice. Ninguno de estos “proyectos” llegó a buen puerto, precisamente, por algunos de estos mismos rasgos de los que estoy tratando. Por no creer en “el otro lado”. Por no ser capaz de conceptualizar la no existencia. Por asociar la muerte a un cierto estado de claustrofobia en el me veía incapaz de moverme o hablar. Por el temor que me generaba la posibilidad de no poder hacer nada siendo al mismo tiempo consciente de “todo”.

Y, no me entiendas mal. No era un niño infeliz. No recuerdo mi infancia como algo desgraciado. No tenía problemas en clase, el patio o casa. Mi ocio estaba cubierto. Tenía barra libre de tebeos en los kioskos que frecuentaba mi padre. VHS y consola a mi disposición desde los siete y ocho años. Compañeros de clase que compartían alguna de mis aficiones. Gente a la que, pese a no ver desde hace décadas, no insultaré al decir que entonces no eran o los consideraba como mis amigos. Mi sensación de “angustia” no era algo constante sino puntual.

Simplemente no era capaz de gestionar las malas caras al llegar a casa con unas notas cada vez peores. Una notas que, en gran medida, venían como consecuencia del bloqueo que ya entonces me generaban los exámenes. Por mi incapacidad para identificar el significado “concreto” de las preguntas. Por ver en ellas una infinidad de interpretaciones posibles y no se capaz de quedarme solo con una (algo que, curiosamente, no solía pasar con la misma frecuencia durante los exámenes de recuperación).

Sea como fuere, y aunque mis resultados académicos continuaban siendo desastrosos, “mejoré”. Estos pensamientos suicidas dejaron de estar tan presentes a partir de un momento indeterminado. A pesar de no ser capaz de ubicar cuándo se produjo este cambio, siempre he asociado su “ausencia” al mundo de rol y los amigos que conocí gracias a esta afición pero, por más que los tiempos puedan cuadrar, esto no deja de ser mera especulación. Proyectando las cosas en el tiempo, no sé hasta qué punto puede ser que aquella úlcera llegase por no tener esta “vía de escape”. Pero, de nuevo, esto no deja de ser psicología de todo a 100, así que tampoco me hagas mucho caso.

La cosa es que, en aquel momento, “la pesadilla” había terminado. No más exámenes (al menos durante unos años). No más “malas caras” (al menos por los estudios). Se abría un nuevo mundo en el que tenía que encontrar mi lugar.

Por supuesto, mi “condición” no cambiaba con esto. Aún me quedaban muchas cosas por conocer acerca de estas “particularidades” y ellas encontrarían otras manera en las que presentarse. Nada más abandonar el instituto mi padre me apuntó a un curso de mantenimiento de ordenadores que ofertaba “el paro”. Algo a lo que fui con ganas... pero estas ganas no fueron suficientes como para que entendiese nada. Sí, abrí ordenadores. Sí, ejecuté las PCTools. Sí, jugué al Prince of Persia. Sí, había una sala con “ordenadores tope gama” (386) que ejecutaban Autocad. Sí, escuché por primera vez hablar de UNIX. Pero al terminar el curso seguía siendo incapaz de montar un ordenador, instalarle un sistema operativo o diagnosticar un problema.

Después de aquello vinieron un par de cursos de autómatas programables. Un par de cursos que finalizaron con el mismo resultado.

Seguía siendo incapaz de “estudiar”. De aprender tal y como me enseñaban las cosas en aquellos lugares. Las indicaciones que me daban apenas duraban en mi memoria hasta el final de la clase, pero no llegaba a interiorizar el conocimiento que debía llegar con ellas. No había exámenes, pero la presión interna que sentía no cambiaba. El problema no había sido el colegio o el instituto, el problema lo tenía (y sigo teniendo) dentro. Incuso ahora, con casi cincuenta años, el dolor de estómago regresa cuando tengo que hacer un examen. Da igual que yo haya elegido hacerlo. No importa que domine el tema. Durante el rato que duran esas pruebas vuelvo a la infancia, y no para bien. Puede que haya desarrollado herramientas con las que enfrentarme a estos problemas, pero el síndrome del impostor y el pánico a fracasar, a perder un control que nunca he tenido, siguen conmigo.

Sé que no puedo confiarme.
El abismo sigue ahí.

Enlaces:

1. Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel

2. Cosas del selebro
- TOC
- Personalidad Anancástica

Javier Albizu

Hacía mucho que no me pasaba por la sección de comentarios, así que aprovecho el final de año para hacerlo y desearte buenas fiestas y un buen año nuevo ;).

Con respecto al contenido de esta entrada, no sabía que habías dejado los estudios. Creo que es cierto que hay ciertas personas que no son capaces de rendir bien en un examen. Hace poco al hijo de una amiga le han empezado a hacer los exámenes de forma oral porque le resulta mucho más sencillo explicarse así y de repente ha empezado a aprobar muchas más asignaturas. Lo que es la adaptación curricular, ¿eh?

Siento leer lo de las ideas suicidas. Creo que en cierto sentido todos hemos tenido en algún momento la ensoñación de pensar en suicidarnos para dar una lección a alguien, pero yo nunca he llegado a pensarlo en serio o me he visto con un arma en la mano o al borde de un precipicio. Sin embargo, hace menos de un mes un conocido se ha tirado por la ventana y se ha matado (en su segundo intento, esta vez exitoso). Te quedas con una sensación extraña porque sientes que... en fin, que la cabeza no le funcionaba bien, claro. Porque al final vamos a terminar todos en la caja de pino así que, ¿precipitar el momento tú mismo? No sé, entiendo que es una enfermedad mental y que mientras que unos se mueren porque les da un ataque al corazón, otros se mueren porque se les cruza un cable en lo alto de un puente.

Que conste que yo te sigo leyendo, ¿eh? Es solo que a veces se nos olvida dejar un simple comentario en lo que leemos. Ya ves, con lo sencillo que es ;). Un abrazo.

Siempre resulta difícil hablar de estos temas, pero no por ello creo que sea algo menos necesario.

Y, sí, es una enfermedad (por más que nos cueste aceptarlo "en alto", más aún cuando serlo, reconocerlo y decirlo genera semejante cantidad de sensaciones contradictorias y desagradables en aquellos individuos que padecemos estas y otras taras).
Y, sí, leerlo viniendo "de otro" suena aún "peor". Porque da la sensación de que han descubierto "eso que querías ocultar a pesar de haberlo dicho en voz alta" (¿qué es la contradicción?, me preguntas mientras clavas tu pupila en mi CMS, contradicción soy...).
Porque no quieres su lástima o su condescendencia. Porque no quieres que condicione tu relación con esas personas.

Pero, al final, es una parte de quienes somos. Condiciona la manera en la que nos relacionamos con el mundo y, de manera inevitable, también afecta a las cosas que creamos y cómo las afrontamos. En unas ocasiones será porque, a través de ellas, tratamos de huir de estas condiciones. En otras porque intentamos analizarlas, entenderlas y explicarlas a través de lo que plasmas. Todo depende del momento y, en ocasiones (como es el caso del Macroverso), haces las dos cosas al mismo tiempo.
Porque la ficción rara vez puede escapar de quien la crea.

Y, al final, por más que hablemos, tengo claro que nadie “lo va a entender”, de la misma manera en la que yo “no voy a poder entender a nadie”. Que cada uno lleva a cabo una aproximación a lo que otro muestra, dice o escribe proyectándola a través de sus propias experiencias.

En fin, gracias por seguir leyendo, y gracias por el comentario :)

Biografía fabuladora XLIX: Creando historias

Biografía fabuladora XLIX: Creando historias
Cuando me pongo a pensar acerca del momento en el que comencé a “crear historias”, me doy cuenta de que este es un concepto un tanto difuso.
De acuerdo, el concepto en sí mismo no es difuso, pero sí que lo es la concepción de él que tengo. No te preocupes (o sí, hazlo, tú mismo), ahora mismo paso a explicarme.

Porque, sí, ya durante mi más tierna infancia “creé historias” en mi cabeza. Escenas en las que pilotaba súper robots, luchaba junto al Comando G o rescataba a los personajes de los tebeos que leía. Una vez superado esto, y ya en la EGB, el medio cambiaba. De la mera imaginación y los juegos de patio pasé a “crear personajes” para tebeos que nunca llegaron a ser dibujados. Cierto es que no recuerdo haber creado ninguna narración para aquellos personajes más allá de un esqueleto de las personalidades y contextos de sus protagonistas pero, ciñéndonos al plano “literal” del concepto, sí, ahí “había historias”. A su vez, también llegué a escribir algún relato para clase.

Con esto, siguiendo dentro de lo puramente técnico, sí. Había “creado una(s) historia(s)”.

Una vez superada esta fase, y con la llegada de los juegos de rol a mi vida, esta práctica fue escalando. “Creé historias” para1 Toon y Cthulhu. Para y Star Wars y Las Tortugas Ninja. Para Dragonlance y Cyberpunk. Para DC Heroes y (GURPS) Conan. Pero, y ahí está el quid de la cuestión que traigo hasta este foro, eran historias “sin historia”.

Los personajes aparecían y desaparecían sin dejar huella de su existencia. Todos ellos se limitaban a existir dentro del espacio de tiempo que transcurría entre que nos sentábamos alrededor de la mesa y nos volvíamos a levantar. No había un contexto más allá de lo que transcurría dentro de la sesión de juego. No había una planificación de cara a plantar las semillas de futuras historias, o recoger las que ya podrían haber germinado. Cada una de ellas estaba ubicada en un momento y lugar indeterminado del universo en el que tenían lugar. La siguiente podría suceder antes o después de la anterior. En la ciudad de al lado, en un contexto que no tenía sentido dentro de lo que se había contado antes.

Y, no. No se trata únicamente de que no hubiese continuidad en ellas. Todos estos eran factores que, o no me preocupaban, o que ni siquiera llegaba a plantearme. No había una reflexión, un propósito o... una “historia a contar o desarrollar”. Y, sí, lo sé, hay varias afirmaciones en estos párrafos que pueden sonar un tanto contradictoras, pero es lo que tienen los procesos de aprendizaje.

Dentro de esta reflexión, supongo que la primera ambientación en la que comencé a crear algo parecido al concepto de “historia” del que trato de hablar (o historia seriada o consolidada, si lo prefieres) fue en Ravenloft2. Un proceso que, dada la fecha de salida de la caja, debió ir tomando forma a lo largo del noventa y uno en el que llevamos una temporada inmersos.

Y esta elección no deja de parecerme harto curiosa, porque todos los juegos que he mencionado antes tenía muchos más puntos de “encajar” en el tipo de historias que, un lector de tebeos como yo, podía estar más afín a querer desarrollar. Y eso sin ponernos a hablar de los juegos de roboces3 que también compré pero nunca llegué a dirigir.
Curioso me parece también que llegué a comprar las figuras de Watchmen4 que sacó Grenadier y el “sourcebook” que sacó Mayfair sin haberme llegado a leer el tebeo.
También me sorprende que no fue hasta tiempo después que comencé a arbitrar las “Aventuras Orientales”5 de TSR, pese a tener su básico desde el principio de los tiempos. Claro está, igual esto se debió a que conseguir la caja con el trasfondo fue una tarea más complicada que hacerse con el “libro básico” (y no fue hasta la llegada de internet y Titan Games6 a mi vida que pude hacerlo).

Pero, no. Desde muy pronto me di cuenta de que no me apetecía hacer historias de súper-héroes, roboces o ninjas. Eran contextos demasiado... limitados. Me sentía atado por sus tropos y las expectativas. Quizás de haber llegado hasta mi antes alguno de “los otros”7 (juegos multi-universo) mi elección habría diferido, pero esa es una duda que jamás podrá ser resuelta.

Así pues, ahora que lo pienso con un poco de detenimiento, la elección de Ravenloft tiene todo el sentido del mundo. Y lo tiene porque aquel “demiplano del horror” era un cajón de sastre donde vi que podía tener cabida de todo. Una ambientación-puzzle que sentí que podía expandir y moldear sin que pasase por mi cabeza la posibilidad de que podía “romperla”. Nadie de mi entorno la conocía. Nadie sabía que podía esperar. Nadie “le tenía respeto”.

Allí metí ninjas y minotauros. Buses de expansión de un Mac y ramianes. Faraones y vampiros góticos. Gladiadores y ladrones-canteros. Concursos de matar zombis y demonios que, dependiendo del día, eran aliados o antagonistas de los jugadores. Gente atormentada reviviendo una y otra vez su mayor fracaso y barcos asaltados por licántropos de tiburón. Artistas marciales que golpeaban a distancia y entierros de gente que se revolvía en su féretro.
Todo cabía. Todo valía. El tiempo y el espacio estaban a mi disposición, pero las historias iban “hacia adelante”. La gente con la que se cruzaban los jugadores se acordaba de ellos (y viceversa). Las acciones y las historias, por más locas o absurdas que fuesen, quedaban consolidadas. Tenían su reflejo en “el mañana”. Debía ser consciente de lo que planteaba en cada sesión, sabiendo la manera en la que mis jugadores podían usar lo que “vivieron ayer”.

Todo esto y mucho más. Porque no solo fue mi primera “campaña larga”8 (a la que luego se le uniría Warhammer y, poco después, Daegon), sino que también fue mi primera incursión en el terreno de la creación / modificación de reglas. Dentro de aquel “desastre tonal” tenía que existir algún tipo de coherencia, y sabía que aquello era algo que no me cuadraba con las reglas que me proporcionaba ADD.

Este fue el multiverso que sirvió para “abrir camino” en varios frentes. En el que cometí mis primeros errores y aciertos a múltiples niveles. En el que terminarían viéndose reflejadas de alguna manera las historias que iría creando más adelante.

Enlaces:

1. Jueguicos
- Toon
- Cthulhu
- Star Wars
- Tortugas Ninja
- Dragonlance
- Cyberpunk
- DC Heroes
- GURPS

2. Ravenloft

3. Roboces
- Adeptus Ticanucus
- BattleTech
- MechWarrior
- Mekton
- Robotech

4. Wachimen
- Las figuriñas
- Watchmen de Mayfair en Archive.org

5. El oriente dungeonero
- Oriental Adventures
- Kara-Tur

6. Biografía rolera XXIV: El Titán

7. Los otros
- Torg
- Rifts
- Dream Park

8. Biografía rolera IX: Las campañas

Javier Albizu

Biografía fabuladora L: Lo que no fue

Biografía fabuladora L: Lo que no fue
Cuando llegamos hasta la quincuagésima entrada dentro de esta serie, seguimos aún sin movernos del noventa y uno. Cuando más vueltas la doy, no deja de sorprenderme el punto de inflexión que resultó ser, la cantidad de cosas que se aglutinaron durante aquel año... y las que tuvieron la potencialidad de suceder sin llegar a consolidarse.

Me parece realmente curioso el número de eventos “potencialmente significativos” que tuvieron lugar durante un periodo de tiempo tan reducido. Porque cada acción tiene su reacción. Cada decisión acarrea su propio potencial para crear nuevas bifurcaciones en nuestro camino. Consecuencias que requieren de nuevas acciones y decisiones. La vida no deja de ser un generador de rumbos tomados que invalidan e imposibilitan saber los ¿qué habría pasado si...?

Pero estoy divagando.
Vayamos al asunto.

Si analizamos el ramal de oportunidades que se abrieron (y cerraron) tras dejar los estudios, nos encontraríamos con un par de consecuencias directas.

Por un lado, dentro de las que se cerraban, por recomendación médica abandonaba el balonmano. Con la úlcera no convenía hacer “deportes explosivos”. Así pues, una hipotética (aunque altamente improbable) carrera dentro del mundo del deporte desaparecía. Un camino, he de reconocer, que despedí sin pena alguna.

Por otro, aquello también supuso que empezase a trabajar de manera oficiosa (que no formal) a jornada completa en el negocio familiar. No sé cómo iría el tema económico durante aquellos días en la empresa pero, supongo que por ahorrar en gastos, mi sueldo inicial no iba acompañado de un contrato o una nómina “oficial”. Sí, se me daba de alta en el servicio de empleo, pero este registro tenía lugar de manera efectiva en las listas del paro.

Una decisión ajena que, a su vez, abría nuevos caminos, preguntas y posibilidades.

¿Y qué pasará si me llega alguna oferta de trabajo? - pregunté.
Pero aquella cuestión solo recibió silencio administrativo como respuesta por parte de su destinatario.

Pero, claro, las evasivas sirven hasta el momento en el que dejan de hacerlo. Porque llegó el momento en el que no fueron suficientes. El momento en el que las ofertas de trabajo empezaron a llegar.

Hasta donde soy capaz de recordar, y para ser exactos, hasta mi buzón llegaron tres. Únicamente recuerdo el propósito de una de las dos primeras, aquella que me proponía entrar a trabajar a una “tienda de electrónica” (creo recordar que era de venta de componentes electrónicos, y no de electrodomésticos, pero ahora mismo no podría afirmarlo a ciencia cierta).

En ambas ocasiones reformulé la pregunta que he mencionado hace un momento. En ambos casos recibí el mismo silencio y encogimiento de hombros como respuesta.

La tercera y última de estas ofertas llegó en las cercanías de la apertura del “Hiper Eroski”. El primer “centro comercial de verdá” de Pamplona. Se me ofrecía trabajar de reponedor en aquella gran superficie, y ahí se añadían nuevos condicionantes. De nuevo, si no me falla la memoria, si no respondía a tres ofertas de empleo seguidas, podía llegar a sufrir alguna penalización.

Con esto, repetí la pregunta, no obtuve respuesta, y decidí acudir a la primera “entrevista” (que en realidad resultó ser una presentación / formación junto a un gran número de candidatos en la que se nos habló de lo que supondría el trabajo).

Como consecuencia de aquello se me abría una nueve puerta totalmente inesperada. Mi convencimiento de que “acabaría trabajando en el negocio familiar” se tambaleó. ¿Por qué no probar?, me dije. “Me ofrecen bastante más de lo que me está pagando en casa, y el trabajo que hago ahora mismo tampoco es que me emocione demasiado”.

Como no podía ser de otra manera, esta noticia no sentó bien a mi “jefe”. Hubo conflicto, malas caras, más dolor de estómago, más “diálogo interior chungo”tm, y terminé por dejarlo estar. No acudí a la siguiente entrevista y “decidimos” que, visto lo visto, tampoco tenía demasiado sentido que siguiese apuntado al paro.

La cosa es que pensaba que aquello había tenido lugar mucho más adelante en el tiempo. Que mi posición dentro de “la tienda” estaba ya más “consolidada”. Pero, no, tras una búsqueda bastante más larga de lo esperado, he logrado dar con el datito. Eso sí, he terminado llegando hasta él gracias a la búsqueda por imágenes, y las referencias de un par de páginas en euskera (porque ni la Wikipedia ni la cronología de la cooperativa hablan de aquel hito). Así pues, y viendo que “El Hiper”1 abría sus puertas aquel mismo noventa y uno, resulta que recibí tres ofertas de empleo en menos de medio año. Qué tiempos locos aquellos.

Y a veces me da por pensar acerca de que podría haber llegado a ser del “Javi de Tierra 2” que se impuso ante las presiones. Del que se arriesgó a sufrir una potencial “ira casera”. Aunque, claro está, aquel Javi no solo sería alguien diferente a quien fui, sino que también tendría otros padres y otra vida. Igual pasaba a ser el único proveedor de alimentos de una familia desestructurada. Igual estaba ya casado y con hijos. Igual estaba rehabilitándose de vete tú a saber qué. Igual ni le gustaban los tebeos, el rol o los ordenadores. Igual es un capullo integral. Igual aquello desembocaba en que se convirtiese en el presidente de la galaxia después de descubrir el viaje supralumínico. Ahora que lo pienso, igual es alguno de los Javis del Macroverso2 (y ya sabemos cómo acabaron).

En fin.

Este tipo de preguntas, en sí mismas, no tienen ningún sentido. Lo sé. Pero, de vez en cuando, es divertido el plantearlas. Porque cada vez que nos llegan somos “otra persona”. Hemos vivido cosas que “el anterior” no había vivido. Hemos tomado decisiones que “el otro” quizás no se habría atrevido (o habría considerado “aberrantes”). No dejan de ser ejercicios fabuladores que te pueden llevar por nuevos caminos. Que te abren posibilidades que te negabas a ti mismo.

Porque la vida sin historias es menos vida.

Enlaces:

1. El Hiper
- Los Centros Comerciales y Pamplona: ¿Transforman los discursos sobre la ciudad?
- Iruña merkataritza-gunea (en Wikipedia en euskera)
- Iruña merkataritza-gunea (en WikiWand)

2. Macoverso

Javier Albizu

Biografía fabuladora LI: Primera incursión

Biografía fabuladora LI: Primera incursión
A todos nos llega el momento en el que empezamos a volar “por nuestra cuenta”. El día en el que abandonamos el nido, no porque así se lo indique los “altos mandos”, sino porque alguien nos abre una ventana de oportunidad o somos nosotros quienes la fabricamos. Cuando “salimos del cuartel” sin la ayuda o el colchón que supone el que “la misión” venga planificada o auspiciada por el “mando estratégico”.

Sí, en esta alegoría militarista estoy hablando de salir de casa sin que el viaje lo organicen tus padres. En mi caso, este momento llegó (muy probablemente, a tenor de los datos que iré poniendo por ahí abajo) a finales del noventa y uno. Un poco tarde, supongo, pero todo lo relacionado con viajar y conocer otros lugares nunca me ha llamado la atención.

Por supuesto, antes de aquello había “estado fuera” sin estar acompañado por ninguna persona de mi familia. Había ido “de colonias” en un par de ocasiones con el colegio. Había estado también en un “viaje de estudios” a Madrid organizado por el mismo colegio para ir a visitar museos. Un viaje, todo sea dicho, al que lo único que soy capaz de recordar es estar leyendo este tebeo en el autobús (de lo podríamos concluir que lo hice en el ochenta y cinco)


Cosas que se le quedan a uno grabadas

Y una parada a medio camino durante la ida (y aún de noche) en un bar de carretera en el que tenían puesto la RTL con una película porno.
También, bastante antes del viaje que me dispongo a narrar, se me había ofrecido la oportunidad de ir “de intercambio” a Inglaterra (y la había rechazado sin el menos atisbo de duda o arrepentimiento).

Pero me estoy desviando.

No recuerdo cómo surgió aquel plan. Tampoco recuerdo cómo fueron los preparativos. Lo único que recuerdo es que fue una “operación relámpago”. Un “asalto rápido”. Una “incursión quirúrgica” cuyo objetivo y puntos estratégicos estaban claros desde antes de subirnos a ningún vehículo.
Íbamos de compras a Barcelona. Iba a poner mis pies por primera vez en Gigamesh1. Aquel era uno de los mejores planes que nadie me podría proponer.

La misión pasaba por varias fases.
Primero, el “Señor S” y yo pasaríamos por Zaragoza para recoger al “Señor E” que, si no me falla la memoria, se encontraba allí haciendo la mili. Una vez hecho esto, nos encaminaríamos hasta Barcelona. Era un plan sencillo. Sin fisuras (aunque sí con un pequeño desvía sobre la planificación inicial).

El viernes llegábamos a Zaragoza antes del mediodía. Dado que, en aquellos momentos, yo tenía dieciocho, y el “Señor S” es más joven, asumo que aquel trayecto lo hicimos en bus.
Ya que estábamos allí, mientras hacíamos tiempo para juntarnos con nuestro compañero, aprovechamos para conocer el “comercio local”. Hasta donde me llega la memoria, sé que visitamos la librería Taj Mahal2 donde compré el 2112 de Byrne (y alguna cosa más que no logro recordar), pero supongo que también visitaríamos algún local más. Una vez esta primera fase, comimos con el tercero en discordia, la sobremesa se alargó (aunque también puede ser que hicimos algo más de “turisteo” por la zona), lo que provocó que saliésemos tarde para la ciudad condal.
Con esto, llegábamos ya de noche, sin tiempo para realizar el asalto.

Aparcábamos el coche en un lateral de Gigamesh. Tras debatir acerca de las dudas que nos surgían acerca de la “legalidad” del hueco con el que habíamos dado, decidíamos dejar el coche ahí, y pasábamos a realizar la inspección “en el terreno”.
A la hora “H menos muchos”, localizábamos Jocs & Games3 (donde yo ha había estado con anterioridad en un viaje familiar4), cenábamos (pizza, lo mismo que habíamos comido en Zaragoza), y volvíamos hasta el coche... donde dormiríamos los tres aquella noche.

A la mañana siguiente, helados de frío, entumecidos, y aún con baho en los ojos y los cristales, veíamos pasar un coche de la policía junto al nuestro. No se detenía. Nadie sospechaba nada. Todo parecía ir de acuerdo al plan.

A la “Hora H” estábamos en el lugar marcado con la “X” en el mapa. Nos habíamos adelantado al enemigo y esperábamos a que este dejase abierto un hueco en sus defensas. Cuando el puesto fronterizo desbloqueó sus barreras no nos apresuramos. No había prisa. No debíamos levantar sospechas. Nos dedicamos a mirar sus escaparates. A mentalizarnos para lo que nos deparaba en el futuro inmediato.
Fue entonces cuando nos quedó claro. Aunque era algo esperable, no cabía duda de que habíamos cometido un error de cálculo. No llevábamos munición suficiente. Deberíamos ser selectivos con nuestros blancos.

El asalto no fue rápido ni limpio, pero dio sus frutos5. No soy capaz de recordar los juegos y tebeos que compré en aquella ocasión (aunque seguro que hubo de ambos) pero, revisando las fechas de publicación de las revistas que tengo por casa, sí que parece claro que fue en aquella ocasión cuando me hice con mis primeros ejemplares de las revistas Vortex, GameMaster International y Gigamesh. A su vez, el “Señor S” compró las primeras historias de Usagi Yogimbo que yo jamás leería. Muy probablemente, también se vinieron con nosotros los catálogos (de pago) de Games Workshop de aquel año que nos había encargado algún compañero del club.

Sé que visitamos también Jocs & Games, y a un tipo que vendía figuras de plomo en una oficina que estaba en una primera planta... y tocaba retirada. Después de aquello, regresaríamos hasta Zaragoza donde, tras apreciar el botín en todas su magnitud, dormimos en casa del “Señor E”. Lo que ya no recuerdo es si el “Señor E” nos trajo de vuelta a Pamplona, o si regresamos en bus.

Pero, bueno, estaba claro que la misión había sido un éxito. Quizás los objetivos no se habían cumplido por completo, pero tenía tiempo. Aquella solo había sido una primera toma de contacto. La primera de muchas incursiones. El inicio de un ciclo en el que, cuando no “volase solo”, me irían rodeando de diferentes compañeros de comando.

Enlaces:

1. Las diversas caras de Gigamesh
- Librería Gigamesh
- Gigamesh, la editorial, en Tebeosfera
- Gigamesh en Wikipedia
- Alejo Cuervo en Wikipedia
- Alejo Cuervo en Tebeosfera

2. De visita por Zaragoza
- Librería Taj Mahal
- 2112

3. Juegos y Juegos
- Jocs & Games (Entrevista a Joaquín Ruiz)
- Jocs & Games (Historia de Games Workshop en España)

4. Anteriormente por aquí
- Biografía rolera IV: Ampliando el horizonte
- Biografia Fabuladora XXV Cómo conocí a vuestro Moorcock
- Biografía fabuladora XXXI: Los sueños borrosos de algunas noches de verano

5. El botín
- Gigamesh, la revista
- Vortex Magazine (1990 - 1993)
- GameMaster International (1990 – 1991)
- Usagi Yoimbo (1984 - Presente)
- Catálogo Games Workshop 1991 sección 1
- Catálogo Games Workshop 1991 sección 2

Javier Albizu

Biografía fabuladora LII: Los días bárbaros

Biografía fabuladora LII: Los días bárbaros
Hace unos meses, durante el proceso de relectura de los tebeos y libros que tengo por casa, me di cuenta de algo que se me había escapado. Cuando a principios de año llegaba hasta los tebeos que conservo de Conan, me di cuenta de que entre ellos no hay ninguno (ninguna grapa, aunque sí unos cuantos de la segunda edición de Super Conan) publicado antes del noventa y dos1.

Esto no quiere decir que no empezase a comprar estas colecciones antes de aquellos números, sino que, durante alguno o varios de los distintos procesos de “venta de material para hacer sitio en la habitación (y para sacar algo más de dinero con el que comprar más material y volver a llenarla)”, estos números fueron considerados “prescindibles”.

Con esto... ¿qué tienen de especial aquellos números?
Algo muy sencillo, volvía Roy Thomas2 a los guiones. Con ello, aquellas colecciones dejaban de estar compuestas por historias autocontenidas para convertirse en “aventuras río”. Tanto es así que, cuando terminaba la colección de “Conan el Barbaro”, aquella trama se continuaría (un poco de aquella manera) en “La espada salvaje de Conan” hasta que esta colección también cerró.

Por otro lado, he de reconocer que había ido retrasando la relectura de los tebeos del bárbaro de manera más o menos intencionada desde que en dos mil veinte comencé con el repaso del material que tengo por casa. Y lo había hecho porque me daba un poco de miedo lo que podía encontrarme ahí. Unos temores que, en gran medida, han resultado estar bastante justificados.

Porque, por un lado, empecé por el principio. Por las historias de los setenta (que volví a comprar tiempo después en las reediciones que salieron). Con esto, y por más entretenidas y “clásica” que puedan llegar a ser estas historias, en momentos la lectura ha sido algo incómoda. Conan ha pasado a convertirse en un personaje bastante desagradable ante la mirada del cincuentón que soy a día de hoy. En alguien que se distancia mucho de los recuerdos que conservaba de mis lecturas de juventud.

Por supuesto, esas historias no han cambiado desde entonces. Quien lo ha hecho he sido yo.

Por otro lado, si hago memoria, no me cuesta encontrar similitudes y paralelismos entre lo que se contaba en aquellas historias y el papel que representábamos muchos en nuestras primeras sesiones roleras. La búsqueda del combate para resolver cualquier situación. Acabar con “el malo”, el saqueo, la extorsión o el robo como modos de vida. El desprecio más absoluto por la vida de los personajes no jugadores (algo que también podría ser aplicable a la vida de los propios personajes que llevábamos). Entender a las mujeres como mero elemento estético. Llámalo edad, hormonas o contexto cultural, pero la realidad es que las diferencias entre lo que se podía encontrar uno en una sesión cualquiera de un juego fantástico y las que aparecían en estos tebeos o en los relatos pulp más rancios eran mínimas.

De cualquier manera, y aunque aún me queda algún que otro millar de páginas por revisar, lo que es innegable es el impacto que estas y otras narraciones tuvieron sobre nuestra manera de construir historias. Dentro de los casi trescientos tomos y grapas que he releído, y de las cosa de quince mil páginas que ya han vuelto a pasar por delante de mis retinas (en muchas ocasiones, de manera un tanto diagonal) soy capaz de ver mucho del primer Daegon (al igual que de mis partidas de Warhammer y Ravenloft de aquellos días). Mucho más de lo que recordaba o quería atribuirles.

Porque yo iba a ser...
“Alguien original”.
“No haría lo mismo que todo el mundo”.
“No cometería los mismos errores que ellos”.
“Dominaría el mundo y no me volvería loco”.
En fin.

Volviendo al tema, veo que nos movíamos en mundos diminutos. El tiempo, el espacio o la ética eran conceptos difusos y, en su gran mayoría, irrelevantes si entraban en conflicto con lo que queríamos contar (o los intereses de alguno de los participantes). Las culturas que conocíamos apenas se diferenciaban las unas de las otras más allá de los clichés exóticos sobre los que se habían construido. En una apariencia de diversidad que ocultaba la nada más absoluta.

No. No habíamos ido ahí para hablar de economía, sociología o geopolítica. Queríamos tesoros, emoción y aventura. Y esto, en sí mismo, no es algo malo.

A su vez, según fuimos creando nuestras propias maneras de construir narraciones, estos elementos que habíamos ignorado o despreciado en primera instancia, lentamente fueron formando parte de nuestros pequeños mundos.

A partir de un momento indeterminado, los viajes no consistían únicamente en sucesiones de encuentros, sino que iban requiriendo de dinero para provisiones. Lo mismo pasaba con los “sistemas abstractos” de experiencia, que pasaban a depender también de maestros que querían cobrar. Lo que tenías debía estar en algún lado. Te lo podían robar. El tesoro dejaba de ser una serie de números que se acumulaba en tu hoja de personaje para adquirir una nueva relevancia. La gente con la que te cruzabas (y no matabas), pasaba a tener “otro peso” según se iba haciendo más complejo el mundo en el que te movías. La épica y la grandeza se mezclaban con el costumbrismo, la amistad (no solo entre personajes jugadores), el regateo y la mezquindad.

Nosotros crecíamos y también lo hacían nuestras inquietudes, preocupaciones e historias. Algo que también pasaba con las cosas que leíamos.

Volviendo a nuestro amigo el bárbaro, es muy posible que fuese también alrededor de este noventa y dos que estrenamos que me hiciese con la que es mi etapa favorita de sus historias; las que se narraban en Conan Rey3.
Porque, aunque sus historias comenzaron a publicarse por estos lares en el ochenta y cuatro, y terminaron en el noventa, yo no me hice con ellas hasta que alguien tuvo a bien vender a T.B.O. la colección completa que compré con posterioridad.

Curiosamente, dentro de estas historias, las que menos interesantes me han resultado desde siempre han sido las que guionizó Thomas. Hasta que él y Doug Moench no fueron sustituidos por el trío de autores que lo liaron todo4, la cosa no terminó de engancharme. Eso sí, menudo pifostio que montaron entre los tres.

Porque Zelenet se sacaba de la manga dos nuevos hijos para Conan que no habían existido hasta su llegada. Creaba también a personajes nuevos como los Dragones Negros, Lysander, la Reina Aylet o los barones Aemilius, y Maloric. Incidiría en tramas políticas por encima de la lucha contra monstruos (aunque también los hubiese).

Luego llegaría Kraar con un poderoso giro de cintura que hacía desaparecer de un plumazo gran parte de lo que había hecho Zelenet, pero creando a otros personajes como Deryk, Rufio, Servius Gallanus o el jefe de los hyperboreos (que me dio una de mis frases favoritas de Conan “mire a un enemigo a los ojos y me vi a mi mismo”).
En una etapa un tanto irregular que se prolongaba durante más de treinta números, pero que me daba una caracterización del “Conan viejo” que lo hacía más interesante. Que lo presentaba como alguien complejo y contradictorio (y no siempre agradable, “simpático” o “el bueno”).

Para rematar la colección, llegaba Owsley, que viajaba atrás en el tiempo para recuperar las tramas que había dejado abiertas Zelenet, y que Kraar había ignorado completamente. A su vez, ignoraba lo que había hecho Kraar, con lo que, a pesar del interés de las historias, la cronología quedaba totalmente rota.

Ahora, y con un poco más de conocimiento, soy capaz de ver cosas que se me habían escapado en su día. Me he fijado en que Owsley fue el editor de la etapa de Zelenet, y que ya no aparecía en ese rol durante la de Kraar (en la que fue sustituido por Larry Hama). No sé qué pasaría entre bambalinas, y supongo que no llegaré a saberlo nunca, pero (tras realizar unas cuantas búsquedas sin dar con nada) dudo que fuese algo bonito.

Pero así es la vida y así son las historias. Pasan al mismo tiempo tantas cosas a tantos niveles que rara vez sabes la razón de fondo por la que terminan de la manera en la que lo hacen.

Enlaces:

1. Cónanes regulares
- Conan el Bárbaro 179 - Enero 1992
- La espada salvaje de Conan 127 - Ocubre 1992
- Conan el Bárbaro
- La espada salvaje de Conan

2. Roy Thomas

3. Conan Rey

4. Los autores
- Alan Zelenet
- Don Kraar
- Christopher Priest (James Owsley)

Javier Albizu

Biografía fabuladora LIII: Viñetas y continentes

Biografía fabuladora LIII: Viñetas y continentes
Cuando llegamos al noventa y dos en lo que a tebeos se refiere, supongo que llega el momento de empezar a separar un poco las cosas. Y la separación viene principalmente por x razones.

Estas son:
- En una primera revisión, me salen cosa de setenta colecciones / miniseries / números únicos que empezaron a publicarse durante aquel año, y de las que compré algún ejemplar (recordemos que también compraba cosas que llevaban más tiempo saliendo).
- Se produjo el primer desembarco “serio” del manga por estos lares.
- Otras cosas que iré comentando.

Por supuesto, las divisiones son un tanto arbitrarias y no he sido capaz de crear unas categorías lo suficientemente “generalistas” o “concretas” como para que todo encaje a la perfección. Pero, bueno, aceptaremos barco con tal de no tener que poner nombres kilométricos, o mil quinientos sub grupos.

Dicho esto, vayamos por orden (de cantidad).

Como no podía ser de otra manera, los campeones indiscutibles en cuanto a cantidad de papel consumido fueron los procedentes de “Los Estates”1. Cuestión de fuerza bruta, por supuesto.

Si miramos a lo que comenzó a salir durante aquel año en orden alfabético, podemos encontrar tebeos de franquicias cinematográficas (Aliens y familia), a Windosr Smith dándolo todo con Lobezno, otro nuevo mega crossover deceita y, de nuevo, a Batman hasta en la sopa (a buen seguro como consecuencia de la segunda película de Burton... aunque siempre ha sido un personaje que vendía bien).

Si vamos un poco al detalle de este primer bloque, decir que Aliens vs Predator, a pesar de su falta de pretensiones, yo diría que es una de las mejores cosas que ha salido para esta franquicia. Que Arma X siempre me ha parecido un tebeo muy confuso (y no compro la excusa de que sea así por el jaleo de implantes de memoria y demás). Que Armageddon 2001 empezaba bien y terminaba por convertirse en otro pifostio de viajes en el tiempo (y cambios apresurados cuando los lectores descubrieron en el minuto uno quién iba a ser el gran villano). Que no sé muy bien dónde meter Batman vs Dredd, ya que sus dos autores y parte del elenco de personajes eran ingleses, pero la editorial y otros personajes son americanos. Que Azrael molaba por lo espectacular del dibujo de Quesada, pero que visto con posterioridad se me hace un poco meh. Y que terror sagrado empecé a comprarlo por Starlin, pero no llegué a terminarla.

Podría haber hecho otro su grupo solo con crossovers (porque, aparte de Armageddon y Batman / Dredd, también salieron el Guantelete del infinito, Factor-X vs Hulk, Proyecto Exterminio y Operación tormenta galáctica), pero he preferido dejarlo estar así.

Para resumir este no-bloque, decir que Guantelete y Factor-X vs Hulk guay, mientras que el resto un tanto meh.

Del Guantelete también podría decir que está algo alargado y que, a pesar de notarse la marcha de Pérez en los últimos tomos, nunca he tenido nada contra lo que hizo Lim después (y creo que se merecía el premio por haber empezado aquella historia en las colección de Estela Plateada junto con Starlin).

A su vez, técnicamente, Factor-X vs Hulk no era un crossover, pero sí. Lo era desde el punto de vista de que se mezclaban personajes de dos colecciones diferentes (en aquella época guionizadas ambas por Peter David), pero aquella historia había salido publicada originalmente en la colección de Hulk y no como un “evento independiente”.

Poseso, lo que decía antes de ponerte a hacer categorías y pone dos millones de notas acotatórias.

Seguimos.

Creo que “Centinela de la libertad” fue el primer tebeo en el que me fijé en el nombre de Fabian Nicieza, su guionista, que también sería el encargado del posteriormente malogrado Nómada.

Cierto, también estaba en los Nuevos Mutantes y en X-Force.
Sí. Compré los Nuevos Mutantes y X-Force de Liefeld, y me gustaron en su día. También compré los primeros números americanos de Wild C.A.T.S, CyberForce y Youngblood. A pesar de los colorinchis digitales y el papel satinado, estos ya me gustaron menos. A día de hoy no me compraría ninguna de ellas, pero el problema es más mío, del tiempo pasado y las cosas leídas, que suyo. Aquel era el momento para que saliesen aquellos tebeos... con todo lo bueno y malo que trajeron bajo su brazo.

Algunas de las colecciones que compré creo que no llegué a leerlas. No llegaba a conectar con “la escuela inglesa” (Hellblazer, Kid Eternity, Mundo sin fin y, por añadidura, Sandman) por más promoción que le diesen en los correos de lectores. Las compraba porque “era lo que había que leer”. Eran (o eso decían) sofisticadas, sucias y realistas (creo que esas palabras no terminan de encajar muy bien juntas pero, a la hora de usar palabras que suenan “intelectuales” sin contexto, los comentaristas de fútbol no han inventado nada).
A lo que íbamos. Nada. No había manera. Llegaban a casa, les echaba un vistazo muy por encima, y se quedaban ahí hasta que me encontrase “con fuerzas” para ponerme con ellas. La única que llegó a gustarme fue Skreemer, pero yo diría que la compré y leí más adelante.

Por lo que puedo ver, también fue el momento para recuperar clásicos como Warlock, el Motorista Fantasma o las historias de los Vengadores que no había tenido posibilidad de leer con anterioridad. Estas fueron colecciones que disfruté pero que desaparecieron de casa cuando hizo falta dinero, espacio en la habitación, o cuando un colega montó su tienda de tebeos y necesitaba material con el que llenarla. A su vez, son colecciones que luego he ido recuperando en blanco y negro gracias a los “Marvel Essential” o las Bibliotecas Marvel.

Volvía también a las librerías el “Batman Bueno”. Esto es, el Caballero Luna. Lo hacía de la mano de Chuck Dixon (que luego se pegaría unos cuantos años guionizando al “Batman Malo”) y Sal Velluto. La compré, la vendí, y no la he recuperado.

También se producía mi primer contacto con Sin City. Mi primera aproximación (seguramente de prestado) a otro de esos elementos que no hay manera de acotar en condiciones. Porque empezaba saliendo en Cimoc, una revista orientada principalmente a publicar “tebeo europeo”, pero donde terminaba saliendo un poco de todo. A su vez, tampoco se ajustaba a los “parámetros tradicionales” de lo que entendemos por “americano mainstrim”.

Creo que hasta que no salió recopilado dos años después no leí el primer arco argumental completo, pero eso no impidió que todos nos flipásemos muy fuerte cuando alguien nos enseñaba alguna de las macarradas que se marcaba Miller y aparecían entre otras historias de la revista que nos dedicábamos a ignorar.
Releídos de nuevo recientemente, esta historia y las que la siguieron se me hacen bastante cargantes, reiterativas y llenas de un molonismo que hoy me resulta bastante risible cuando no ridículo.

Hablando de macarras, Lobo volvía. Porque el noventerismo no lo inventaron los chicos de Image.
Idem a lo de antes en cuanto al molonismo, macarrismo y lo cargante.
Idem también a que mi yo de diecinueve años no estaría para nada de acuerdo con estos comentarios.

Si damos un salto continental, y vamos hasta Japón2, vemos que la invasión empezaba con unos pasos un tanto extraños. Formato “americano” y sentido de lectura occidental en grapa (Dragon Ball), en lomos con tapas “blandas” (Dragon Ball serie roja), lomo con tapa “rígida” (Baoh, Crying Freeman, El puño de la estrella del norte, Kamui, Grey, Xenon) y formato “europeo” (aunque con color americano) en tapa dura (recopilación de Akira).

Parece que las editoriales (las dos, porque, por el momento, solo eran Planeta y Glenat) no terminaban de saber qué querían hacer, pero se olían que ya había un “mercado maduro” para aquello. Así que había que probar.

He de reconocer que, hasta que me he puesto a revisar estas publicaciones, tenía en la cabeza la idea de que, salvo en los casos de Akira, Kamuy y Dragon Ball, el resto de colecciones las habían dejado a medias. Pero no, en su mayorías eran colecciones cortas y parece que las únicas que quedaron inconclusas fueron Crying Freeman y El puño de la estrella del norte.
Qué cosas.

Eso sí, no recuerdo haber leído hasta el final ni Grey ni Xenon... aunque seguramente las comprase enteras en su día (o igual sí que las leí y me dejaron tan frío que por eso son las únicas de las que me deshice).

Si vamos al “cómic europeo”3 la cosa es más bien escasa. Las comillas van porque poner como “europeo” a Dredd (inglés) o los Caballeros de Pendragon (inglés con espíritu americano cien por cien) o Nathan Never (fumetti italiano) me suena un poco raro. Por otro lado tenemos Kogaratsu, ambientado en Japón, y Alef-Tau, guionizado por un chileno. Así que... ¿yo qué sé?
Bueno, sé que Alef-Tau fue el tebeo que me hizo odiar al vendehumos de Jodorowski (por más enganchado que me tuviese hasta su último tomo).

Si vamos un poco más cerca, tenemos alguna cosa patria4. Que, sí, geográficamente debería ser “tebeo europeo”. Pero, vamos, que no.
Cels Piñol comenzaba a darse a conocer fuera de Barna (y los artículos que acompañaba a tebeos de “las dos grandes”). Sus narizones se convertían en algo con entidad propia. Tanto es así que se pasaba la fase de fanzines y empezaba a publicar cosas “más serias” (aunque seguía con los narizones) como un tebeo completo y su propio juego de rol.
Ahí es nada.

Por otro lado, teníamos a Sergi San Julián, que sacaba su Gorka... y que sería la primera colección editada por Camaleón (y por su anterior nombre, Patxarán ediciones)

Por último, tenemos al Manga Zone, uno de las primeras (y mejores) revistas de manga patrias.
Lo sé no es un tebeo, ni habla de cosas españolas, pero, a ver ¿dónde meto yo esto?, listos.

Con esto, creo que ya ha llegado el momento de ir dejándolo por hoy, aunque no lo haré sin hablaros de otro par de cosicas. De una categoría que he decidido bautizar como “los picores”5 y que supongo que habla por sí misma.

El Click y las historias de Altuna.

Tebeo italiano-no-fumetti, y tebeo erótico publicado inicialmente como páginas sueltas en la edición española de una revista americana (Playboy) y creado por un argentino.
Las historias de Altuna ya las conocía antes de aquel tomo, así que todo parece indicar que, para aquel momento, alguna Playboy ya había pasado por mi casa.
Por supuesto, me había acercado a aquellas revistas por los artículos, como hacía la gente de bien.

Enlaces:

1. Tebeícos EEUU
- Aliens Guerra contra la tierra
- Aliens vs Predator
- Arma X
- Armageddon 2001
- Batman - Juez Dredd
- Batman - Círculo mortal
- Batman - La espada de Azrael
- Batman - Terror Sagrado
- Batman vuelve
- Caballero Luna - Cuck Dixon
- Capitán América - Centinela de la libertad
- Catwoman desafiante
- CyberForce
- Demon
- Dracula Mike Mignola
- El guantelete del infinito
- Factor X - Hulk
- Hellblazer
- Iron Man Crash
- Iron Man Vol 2
- Kid Eternity
- Lobo’s back
- Los vengadores segunda edición
- Motorista Fantasma tomos
- Mundo sin fin
- Nick Furia agente de S.H.I.E.L.D.
- Nómada
- OMAC
- Proyecto Exterminio
- Punisher War Journal
- Ray
- Santa Claws
- Sin City - en Cimoc
- Sin City - en tomo (1994)
- Silver Surfer Vol 2
- Skreemer
- Starstruck
- The Bozz Chronicles
- The Last American
- Vengadores - Operación Tormenta Galáctica
- Warlock Classic
- Wild C.A.T.S.
- X-Force - colección
- X-Force tomo
- X-Men - Jim Lee
- Youngblood

2. Tebeícos japoneses
- Akira - Tomos
- Baoh
- Crying freeman
- Dragon Ball
- Dragon Ball - Serie roja
- El puño de la estrella del norte
- Grey
- Kamui
- Kimagure Orange Road
- Xenon

3. Tebeícos europeos
- Alef-Tau
- Caballeros de Pendragon
- Juez Dredd - En busca del niño juez
- Kogaratsu
- Nathan Never

4. Tebeícos españoles
- Dracula - Cels Piñol
- Fanhunter
- Gorka
- Manga Zone

5. Los picores
- El click
- Historias de Playboy de Altuna

Javier Albizu

Biografía fabuladora LIV: Audiovisual en tiempos laborales

Biografía fabuladora LIV: Audiovisual en tiempos laborales
El noventa y dos. Año de olimpiadas. Año de Expo. Seguro que la tele y los diarios estaban a tope con aquellos eventos, pero ambos me resultaban de lo más irrelevantes. No recudo haber visto o leído (o, al menos, haber prestado atención) a nada relacionado con ellos. Estaba a otras cosas.

Por un lado, ya estaba totalmente integrado en la vida laboral a jornada completa. A horarios que me impedían tener acceso a según que cosas. Ya no había tardes en casa por la cercanía de los exámenes. Ya no había entrenamientos de balonmano ni partidos el fin de semana. El “horario de verano” de los años de la FP quedaba consolidado para todo el año. Trabajar a jornada partida entre semana, y turno de mañana los sábados (salvo en la cercanía de la navidad, cuando también abríamos a la tarde).

El consumo de televisión, poco a poco, iba convirtiéndose en algo residual. Al mediodía, la serie de turno. Los miércoles y viernes por la noche tocaba ir a la Casa de la juventud una vez que cerrábamos la tienda, con lo que llegaba a casa sobre las doce. Las tardes de los sábados también estaban totalmente dedicadas a esta misma actividad. Los domingos, dado que la Casa de juventud cerraba a las tardes... pues ya dependía de si encontrábamos algún hogar particular libre en el que jugar.

Con esto, dentro del listado de cosicas de las que me he ido acordando que encajan en ese periodo temporal1, no me parece para nada extraño que casi todo sean películas. Por otro lado, y echando un poco la vista atrás a las cosas que he ido compartiendo sobre la gran y la pequeña pantalla, lo cierto es que este desequilibrio no es nada nuevo. Supongo que podremos acusar de esto al resto de mis aficiones, a vivir en una casa con cinco personas y una única tele (bueno, en realidad teníamos dos teles, pero la otra estaba en la habitación de mis padres).

Pero, bueno, vamos al turrón.

El noventa y dos fue el año en el que, finalmente, llegó la película de Akira hasta nuestros cines. Habían pasado ya dos años desde que, no sé por qué casualidad del destino, “todo el mundo” (menos yo) había visto el fragmento que emitieron en “Metropolis”2, pero el interés seguía por todo lo alto (y, para aquel entonces, me había dado tiempo de abandonar la colección en libretos de 48 páginas y retomarla en los recopilatorios en tapa dura).

La película la vimos en el cine dos veces... sin llegar a enterarnos de gran cosa de su final. Pero no importaba. Lo que importaba era “el flipamiento”. Lo que importaba era que “los tiempos estaban cambiando”. Con esto, seguro que empezaban a estrenar en los cines más películas de animación (no Disney). Por supuesto, nos equivocamos categóricamente en nuestras predicciones.

Siguiendo con el listado nos encontramos con Alien 3. La primera película de la franquicia que vi en el cine. Me gustó (debo ser de los pocos) y, tanto fue así, que me compré también su banda sonora.

De ahí pasamos a Stallone intentando meterse (sin demasiado éxito) en territorios cómicos, a la peor de las Armas Letales, al Batman que casi consigue que me salga del cine y a la que, probablemente, sea la primera película que fui a ver con algún compañero del trabajo; Belle Epoque (sin duda la mejor de todo este párrafo).

Ya en modo turbo, no es que haya muchas cosas que pueda decir acerca de Gladiator (obviamente, no la de Ridley Scott), Instinto básico, Jaque al asesino, La marrana, Sin perdón o Soldado universal, más allá de que “estaban bien” (y que no las he vuelto a ver desde aquella primera vez).

Pos su lado, en lo que respecta a Dos duros sobre ruedas, Sneakers, Star Trek VI (en cuyos carteles no ponía “Star Trek” por ningún lado), decir que estaban bien, que sí que las he vuelto a ver con posterioridad, y que la estética de abrigos largos de Matrix siempre he creído que venía fuertemente inspirada por la de los malos de Dos duros sobre ruedas.
En el caso de El último boy scoutt y El último mohicano, diría que están más que bien y que las he revisitado en múltiples ocasiones (y la banda sonora del Mohicano es inmensa).

Grand Canyon supongo que fui a verla por “presión cinéfila”. Tanto en las revistas como en “El cine de lo que yo te diga” la ponían por las nubes... pero lo cierto es que nunca me pareció para tanto. A ver, estaba bien, pero poco más (bueno, su banda sonora, que no sé si compré yo o compró mi hermano mayor, sí que me la puse en diversas ocasiones, lo que incluía también momentos tranquilos de sesiones roleras).

Freejack fue otra de esas “películas evento” en el club (aunque no sé muy bien a cuento de qué. Igual por la parte de ci-fi). Fuimos unos cuantos a verla en bloque y el resultado fue bastante más satisfactorio que el de Los Inmortales II (aunque la película no dejaba de ser un tanto flojucha, sí que era disfrutable en su cutrez y su falta de pretensiones).

Tanto La muerte os sienta tan bien como Waynes World fueron películas que no esperaba ninguna de las personas que se movía en mi círculo cercano, pero que logré ir cebando en sus mentes a partir de las críticas que iba leyendo. Al final sí que logré un par de mini grupos para ir a verlas... con resultados desiguales.
La primera resultó bastante decepcionante para todos (por más “impresionantes” que pudiesen resultar los efectos), y la segunda se convirtió en otra de esas obras cuyos diálogos nos dedicábamos a citar en distintas ocasiones.

Cuando vamos a las estanterías del vídeo club, como de costumbre, las fechas de acceso hasta ellas se vuelven más difusas.
De todas las que aparecen en el listado, las únicas que he recuperado en más de una ocasión han sido Little Tokio y Treinta minutos para morir.

Por otro lado, Tetsuo no termino de tener claro si la alquilé o si accedí a ella durante alguna de sus emisiones en Canal +. Dado que recuerdo haberla visto acompañado una noche de sábado, al final me he decidido por la primera opción.
No. No me quedé con ganar de recuperarla, y creo que esta es una sensación compartida con el resto de quienes me acompañaron en aquel visionado.

Cuando vamos a la tele, la ventana de exposición se vuelve aún más amplia y, con las excepción de las series (y no todas), seguramente el resto llegaron hasta mis retinas con posterioridad al año en el que fueron estrenadas (o dobladas).

Las que sin duda cayeron durante aquellos días fueron Sensación de vivir, la serie animada de Conan, la del Príncipe Valiente y Kabuto.

Con la primera me encuentro con datos un tanto contradictorios. Porque, por un lado, en la web de “El doblaje” aparece este año, pero si vamos a la programación de televisión de Wikipedia3, ahí se indica que comenzó a emitirse el año anterior. En fin, a saber. Podría mirar en la hemeroteca del ABC, pero esta es una incertidumbre con la que puedo vivir sin problemas (y, si bien es cierto que inicialmente la veía con ganas, esas ganas no se prolongaron durante demasiado tiempo).

En lo que respecta a las series animadas, la que seguí con asiduidad fue la de Valiente (cuya banda sonora también amenizó distintas partidas). De Conan apenas vería un par de capítulos (y tampoco realicé ningún esfuerzo para cambiar este hecho) y lo único que vi de Kabuto durante aquellos tiempos fue en casa de un amigo durante el receso de una partida (y, al estar dentro de un programa contenedor, me ha costado bastante encontrar su ubicación cronológica).

Si no me falla la memoria, creo que el Drácula de Coppola no llegué a verlo en el cine, sino en alguna emisión del Canal +. Eso sí, su banda sonora (cuyo CD compró mi hermano mayor) sí que nos la conocíamos de sobra tanto yo como mis compañeros de mesa para el momento en el que la vi. Sirvió como música de ambiente para más de una partida de Ravenloft.

El misterio de la piedra Azul tengo claro que no la vi durante aquella época. Hasta que no llegó su película en VHS un par de años más tarde no supe de la existencia de la serie. Con esto, a buen seguro, hasta que no comenzase a emitirse de nuevo años más tarde (ocasión que aprovechó un amigo para grabarla) no me enteré de qué iban todas aquellas cosas tan molonas que prologaban a la película.

La primera vez que me vi expuesto a The killer sé que fue en Canal +, que era San Fermín, y que acababa de llegar a casa de madrugada después de una incursión a Barcelona. Cuando puse la tele dispuesto a quedarme sopa en el sofá me encontré con el tiroteo final en la iglesia, así que aguanté un rato más de lo previsto antes de cerrar los ojos. Si no me falla la memoria, no llegué a verla entera en “El Plus”, sino que hasta que no empezamos a ver todas las películas de John Woo que habían salido en VHS no llegué a saber qué era aquello que había visto terminar.

Por supuesto, aquello no es todo cuando se produjo / emitió durante aquel año. Ni siquiera es todo lo que vi, pero la memoria tiene un límite. Echando un vistazo a lo que aparece por la red4, si sumamos lo que dice la búsqueda de “El doblaje” (que tiene una búsqueda por fechas un tanto mejorable), le Wikipedia o IMDB, tenemos ahí unos números que resultan del todo inabarcables salvo que quieras escribir una tesis (la búsqueda en IMDB ofrece 3,665 resultados y, de ellos, no todos llegaron ese año a España).

Sí que es cierto que algunos de los resultado que muestra la Wikipedia y El Doblaje5 me ha resultado un tanto chocantes.
Había borrado por completo de mi memoria la existencia de la serie de Alien Nación. Por otro lado y sin saber muy bien porqué, al Joven Indiana Jones lo ubicaba más adelante, algo parecido a lo que me sucede con los nombres de Eerie, Indiana o Picket Fences. No es que fuese espectador fiel de ninguna de estas series (creo que nunca llegué a ver ningún episodio completo), pero sí que eran nombres que “sonaban mucho” en los anuncios de sus respectivas cadenas.

En el caso de los Osos Gummy o Thundercats, pensaba que, obviamente, se trataba de reemisiones... hasta que he visto que la primera serie terminó de emitirse en “los estates” en el 91. No creo que llegase a ver ninguno de los capítulos emitidos durante los noventa, pero descubrir esto me ha dejado algo loco.

También me ha chocado ver por ahí tanto a Sailor Moon como a Kimagure Orange Road (a.k.a. Johnny y sus amigos). La primera sabía que se había emitido (y había coincidido con algún fragmento suyo en la tele), pero no me enteré de la existencia de la segunda hasta que comenzó a publicarse su manga un tiempo después.

Por último, tenemos que el doblaje al castellano de Hechizo letal (Cast a Deadly Spell) se realizó aquel mismo año. Sin duda este película la vi mucho más tarde, de manera totalmente fortuita, una noche de sábado después de haber agotado las películas que había alquilado para la velada “post-casa de la juventud” junto a quienes no se fueron a “lo viejo”. Fue encontrarnos con el interrogatorio al hombre lobo mientras hacíamos el “zapping de despedida” y quedarnos todos hasta que aquello terminó.

Enlaces:

1. Tirando de memoria
Cine
- Akira
- Alien III
- Alto o mi madre dispara
- Arma letal III
- Batman vuelve
- Belle epoque
- Dos duros sobre ruedas
- El mariachi
- El último boyscoutt
- El último mohicano
- Freejack
- Gladiator
- Grand canyon
- Instinto básico
- Jaque al asesino
- La marrana
- La muerte os sienta tan bien
- Sin perdón
- Sneakers
- Soldado universal
- Star Trek VI: Aquel país desconocido
- Wayne’s World

VHS
- Buffy Cazavampiros
- Ellas dan el golpe
- Kuffs, poli por casualidad
- Little Tokyo ataque frontal
- Mutronics
- Tetsuo II The body hammer
- Treinta minutos para morir

Tele
- Conan el aventurero
- Dracula
- El misterio de la piedra azul
- El príncipe valiente - Serie animación
- Kabuto
- Kabuto en hemeroteca ABC
- Sensación de vivir
- The killer

2. Akira y Metropolis
- Metropolis
- Fragmento del programa del 16 de septiembre del 90

3. Wikipedia y las series
- Programas de televisión del 91 en Wikipedia
- Programas de televisión del 92 en Wikipedia

4. Los datos de la interné
- IMDB año 92
- El doblaje año 92

5. Donde la memoria no llega
- Alien nación
- Los osos Gummi
- Las aventuras del joven Indiana Jones
- Sailor Moon
- Picket Fences
- Thundercats
- Los vigilantes de la playa
- Johnny y sus amigos en Wikipedia
- Johnny y sus amigos en "El doblaje"
- Melrose place
- Búscate la vida
- Eerie, Indiana
- Hechizo letal

Javier Albizu