Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel

Por Javier Albizu, 19 Diciembre, 2021
Pongamos una fecha arbitraria. Una frontera al azar. Una edad y momento en los que ya había comenzado a desarrollar uno conocimiento básico. Donde ya empezaba a saber el papel de ciertas cosas dentro del mundo en el que vivía. Cuando pude empezar a ser considerado como alguien… “consciente”.

Elijamos, por ejemplo, los seis años. El setenta y nueve. El año en el que, entre otras cosas (y si las matemáticas y la memoria no me fallan), me operaban de apendicitis y terminaba mi educación preescolar.
Y digo “si no me fallan” porque sigo tirando de “sensaciones direccionales”. Recuerdo (o creo recordar) que, cuando llegué a casa con molestias en el estómago que llevarían al diagnóstico de mi enfermedad… lo hacía desde “el colegio que estaba a la derecha de casa”. Así pues, no podían ser “las monjas” que lo precedieron (que estaba a la izquierda y hacia arriba) o el edificio donde cursé primero y segundo de EGB (izquierda y “hacia abajo”).

A partir de esto, he hecho una suma inversa y las cuentas me han ido cuadrando con ciertos eventos. Si vamos hacia atrás desde mi último año de formación reglada (tercero de FP, que “sé” que fue a los dieciocho porque recuerdo una conversación en aquel instituto en la que bromeaba diciendo que ya podía ir a la cárcel) la cuenta atrás iría como sigue:

1991 - 3º FP Electrónica - Úlcera, Se acabó el estudio
1990 - 2º FP Electricidad - Repetimos
1989 - 2º FP Electricidad
1988 - 1º FP Electricidad
1987 - 8º EGB - Reuma, Crisis en tierras infinitas
1986 - 7º EGB
1985 - 6º EGB
1984 - 5º EGB
1983 - 4º EGB - Primer año en Pamplona, golpe contra la mesa de cristal del salón durante el partido España 12 - Malta 1,
1982 - 3º EGB - Primera comunión, Érase una vez el espacio.
1981 - 2º EGB
1980 - 1º EGB
1979 - Preescolar - Apendicitis

Porque mi cabeza funciona así…

En fin. A lo que íbamos.

La formación reglada se iba viendo complementada por otras fuentes… llamémoslas más “irregulares”. Por los descubrimientos personales.

Muy bien. ¿Qué habíamos descubierto hasta aquel momento?

Por lo pronto,… es probable que para aquel momento ya hubiese comenzado a generar algo similar a un “criterio propio”. Que, para aquel entonces, ya hubiesen dado inicio los debates relacionados con “quién es mejor que quién” dentro de la escuela Bruguera.

Los bandos eran claros: Ibañez contra Escobar.
Por supuesto, ni mis hermanos ni yo eramos conscientes de que aquellas personas se encontraban detrás de los personajes que veíamos impresos, pero el debate que subyacía era aquel.

Aquello llevaba a discusiones absurdas entre nosotros acerca de qué tebeo era “mejor” de acuerdo a… a ningún criterio claro u objetivo formado de manera consciente. Un debate que, con el paso del tiempo, ha resultado que sí que tenía una base (dado que aquellos tebeos estaba creados por personas diferentes). Pero, como con todo lo relacionado a lo que sucede con tan tierna edad, la cuestión no era el fondo sino la forma. Había que tomar un bando.
Con esto, mientras que mis hermanos optaban por Zipi y Zape o Carpanta, yo era un acérrimo defensor de Mortadelo y Filemón o Rompetechos.

Pero el de la autoría sólo era uno de los muchos misterios aún por desentrañar. Los tebeos ocupaban un espacio físico en nuestros cuartos y salones, y un lugar especial en mis sinapsis, pero no dejaban de ser entidades cuasi mágicas. El mundo del tebeo no era una industria. No había autores ni editores. No había distribuidoras o tiendas. Aquellos conceptos quedaban muy lejos de mi pensamiento.

Lo único que existía era “las casas”. La cornucopia de lecturas. La “herencia recibida” de padres y tíos. Mi afán exploratorio no conocía otras fronteras que no fuesen las del miedo a la oscuridad o a lo desconocido. Un miedo que recuerdo haber superado gracias a leves arrebatos de “valentía”. A impulsos fugaces que me permitieron adentrarme en lugares recónditos de las casas de mis abuelos. Recorrer todas las habitaciones, todos los armarios y cajoneras del lugar en busca de lectura. Ser capaz de subir hasta la buhardilla a la caza de nuevo material cuando ya había terminado por vigésima vez lo que tenía entre manos.

Si hago un repaso de los tebeos que me vienen a la memoria, y los ubico cronológicamente entre el momento de mi nacimiento y el punto de corte que hemos establecido1, es probable que aquello fuese así hasta el setenta y siete. Hasta que cumplí los cuatro años (o esto puede ser una mera proyección, a saber). Todo aquella ignorancia permaneció dentro del terreno de lo asumible hasta que llegó el fatídico día en el que mi mirada y mi entendimiento fueron conscientes de la existencia de “otros lugares”. Hasta un sábado o un domingo igual que tantos otros en Araia. Uno de esos días en los que nos tocaba ir a misa con los abuelos. Siguiendo con la tradición, al salir de la iglesia se nos permitía ir a la tienda que había junto a ella a comprar alguna chuchería, globo o (si se acercaban las fiestas) algún petardo.

El recuerdo de aquel local se me hace difuso. Lo cierto es que casi todo lo perteneciente a la realidad ajena a la casa de mis abuelos durante aquellos primeros años se me hace un tanto irreal. Una especie de mezcla extraña entre el realismo mágico, lo onírico y lo mítico. Así pues, advertiré que la descripción que viene a continuación no será especialmente fiable.
Pero, oye, aquí hemos venido a fabular.

Es probable también que ya hubiese visitados “lugares” de aquel estilo con anterioridad. Es más, y como ya comentaba, también es muy probablemente que aquel no fuese el momento del descubrimiento o la historia que desencadenó lo que vendría después, pero esa es la manera en la que lo ha encadenado mi mente.

La cosa es que, tras adentrarte en un pequeño callejón, nos esperaban los pocos peldaños de piedra que daban acceso al local. Una vez superado este obstáculo, te recibía una puerta de madera vieja (verde, creo recordar) que en nada se diferenciaba de la de las casas que la rodeaban. A su izquierda, un ventanuco que siempre estaba entrecerrado, pero que permitía que un haz de luz proveniente de la calle iluminase de manera insuficiente su interior.

Una vez dentro te encontrabas con un mostrador, también viejo y también de madera. Un tablero recorrido por desconchones en la pintura y astillas. Tras aquel pedazo de madera y entre la penumbra... alguien aguardaba. Si bien este hecho es uno del que no tengo una certeza absoluta, la lógica adulta así lo indica. Al acecho de nuestro dinero tenía que haber alguien. Una persona sin rostro ni voz, o al menos, sin una cara o una voz que haya sobrevivido al paso del tiempo en mi memoria. Alguien cuyo dedo extendido se dirigía hacia los objetos que le pedíamos. Asumiré, siendo como soy el protagonista de esta historia, que mis hermanos pidieron lo habitual.

–Unos globos –pudo decir uno.
–Cromos –quizás dijo el otro.
Pero mis ojos habían sido atraídos por otra cosa.
–¿Qué hay en esa balda? –pregunté.
O igual no. Lo dicho, no me tomes por un narrados confiable en este relato.
Mientras el resto del mundo parecía continuar igual, mi mirada se dirigía hacia un lugar en el que nunca se había fijado con anterioridad. Surgidos de un vórtice que da acceso a otra dimensión, amontonados sobre una mesa, entre las tinieblas más allá del mostrador, podía ver revistas, periódicos y... lo que parecían ser... Tebeos.

Portadas de López Espí2 por todos lados. Rotulación y “apaños” de Tunet Vila3. La era Vértice y de Novaro en todo su esplendor. Porque el mundo del tebeo se extendía mucho más allá de Bruguera (tanto es así que incluso la misma Bruguera se extendería mucho más allá de la “escuela de autores” a la que se les acabaría asociando su nombre).

Todos publicando al alimón cosas de diferentes editoriales foráneas. Vértice y Bruguera publicando indistintamente colecciones tanto de Marvel como de DC, como de otras tantas. Novaro sacando cosas de Tarzán, Spirit, Superman Batman o el “Círculo Justiciero” (donde alternaban La liga de la justicia y la Sociedad de la justicia), Blackhawk, Disney, Warner, Yoko Tsuno o… “Conoce tu misa” (de acuerdo, esta es muy anterior a aquella época, pero no deja de parecerme chocante)

Eso y, a buen seguro, alguna que otra cosa más. “Otras cosas” como las que publicaba Toutain4 que no descubriría hasta mucho más adelante.

La tele estaba bien. Los tebeos viejos estaban bien. Pero aquello lo cambiaba todo. Descubría un mundo mucho más grande. Empezaba a desvelar los grandes misterios. Nuevas preguntas comenzaban a surgir en mi mente. ¿Cuántos sitios como aquel existían?

A su vez, descubría también otro tipo de historias. Narraciones que no tenían por qué acabar en cada número. Que un tipo bueno, llamado Capitán América, se podía aliar con un tipo malo, llamado Doctor Muerte, para luchar contra otro tipo aún peor llamado Cráneo Rojo (también andaban por ahí un individuo llamado Mortaja y un elfo en calzoncillos, llamado Namor que quería que limpiasen los ríos, o algo así, pero aquello no me interesaba demasiado).
Lo cierto es que nunca antes había leído nada tan emocionante como el combate final en la luna entre el los dos villanos (con el resto de la cuadrilla haciendo cosas por alrededor).

Aprendí a continuar todas aquellas historias inconclusas en mi cabeza. A armarme de paciencia. A esperar mientras confiaba en que, “mágicamente”, en alguna tienda apareciera ese número que concluía la historia que empecé a leer meses atrás.

Pero casi nunca era así. Yo podía pedir a mi padre que me comprase “el siguiente número”. Y él, por supuesto, “me lo compraba”. Compraba otro tebeo que me dejaba con otra historia que continuar en mi cabeza.

Nacía también en mí el ansia. La ilusión que tanto echo de menos por el “¿que ha pasado después?”. La búsqueda por kioskos, librerías, estancos y todo local en el que viese asomar una hoja de papel. La necesidad de hacerme con más material con el que alimentar mi imaginación. Historias muchas de las cuales no he sido capaz de releer hasta tiempos recientes.

Hasta hace relativamente poco no descubrí que había visto ilustraciones de Mike Grell mucho antes de descubrir a Mike Grell. Lo único que recordaba era un tebeo con un montón de personajes volando en formación (para descubrir que realmente había bastantes menos de los que creía recordar).

Hasta hoy mismo no he sabido a qué colección pertenecía la historia en la que conocí por primera vez a Sandy “el ayudante de Sandman5” (de Wesley Dodds, el primero, no del tipo gótico ese que fue el cuarto en quedarse con el nombre)

También he tenido que esperar hasta hoy mismo para saber a qué las historias contenidas en “La historia de Superman” fueron publicadas originalmente entre cincuenta y dos y el sesenta y uno (y que todas ellas tenían guión de Jerry Siegel)

Por otro lado, veo que gran parte de los tebeos que aparecen en el listado que he compartido fueron publicados en el setenta y nueve. Esto es, en el año de mi apendicitis, lo que me lleva a sospechar que mi convalecencia estuvo rodeada de muchas páginas. De héroes que me ayudaron a vencer al miedo del hospital. A no dejarme vencer por la oscuridad, la sensación de soledad e indefensión y lo desconocido. A despertarte a oscuras y aún sedado en una habitación que no conoces.

Aparte de todo eso, si padecer todo aquello me sirvió para conocer de golpe a Los Vengadores, George Perez, Jim Starlin y Thanos (en el anual 80 nº 2 de Los Vengadores)… oye, pues ni tan mal.

Enlaces:

1. Un pequeño repaso
- Spider-man, contra el Hombre de hielo - Editorial Vértice (1974)
- Doctor Muerte vs Cráneo Rojo - Editorial Vértice (1977)
- Sandman, JSA y JLA - Círculo Justiciero - Editorial Vértice (1978)
- Los Pitufos - Editorial Bruguera (1978)
- Johan y Pirluit (1979)
- Legión de Súper Héroes - Editorial Bruguera (1979)
- Los Vengadores, Anual 80 nº 2 - Editorial Vértice (1979)
- Patomas - Editorial Montena (1979)
- Quena y el Sacramus (1979)
- Spider-man, y Viuda negra contra Samurai de Plata - Editorial Vértice (1979)
- Superman - Editorial Novaro (1979)
- Superman - Editorial Novaro - Contenido
- Yoko Tsuno - Editorial Novaro (1979)

2. Rafael López Espí
- En Wikipedia
- Y en su web

3. Tunet Vila
- En Wikipedia
- La viñeta adaptada en “El blog ausente”

4. Toutain Editor
- En Wikipedia
- En Tebeosfera
- Los comicx de Toutain (Documental)

5. Los “Sandmen” de DC

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