Biografía fabuladora XI: El espectro electromagnético

Por Javier Albizu, 30 Enero, 2022
Tras el repaso que hemos dado al papel y el cabezal del vídeo, toca echar un vistazo a las historias que llegaron hasta mis neuronas a través de la tele dentro del mismo marco temporal.

¿Qué recuerdo de aquellos días?
Dentro del maremagnum de productos audiovisuales ¿cuáles me han acompañado desde entonces y, muy probablemente, han condicionado mi manera de entender la creación de historias?1

Muy bien. Vayamos por orden, este vez sí, cronológico. Bueno, sigamos esta cronología en la medida de lo posible. Porque algunos de estos productos son fáciles de ubicar, pero otros no lo son tanto. Claro está, no lo son… a menos que me ponga a mirar día a día la programación de los dos canales de televisión entre el setenta y nueve y el ochenta y dos. Pero no. No voy a hacer eso.

Así pues, no puedo saber con certeza cuándo se cruzó mi mirada por primera vez con la de Bugs Bunny, el Pato Lucas y compañía, de la misma manera en la que tampoco sé cuándo se cruzó con la del Inspector Clouseau o la Pantera Rosa.

Dadas las fechas de grabación de estas series, asumo que todos estos encuentros se produjeron en la tele y no en vídeo (y es posible que incluso antes de las fechas que manejamos), pero no puedo tener la certeza sin realizar una investigación más exhaustiva de la que estoy dispuesto a llevar a cabo.

Sea como fuere, estas, que no dejan de ser las obras más antiguas de cuantas mencionaré hoy, son también las que he consumido con mayor frecuencia.
Ironías de la vida, y lo que tiene que se hayan convertido en clásicos. Así pues, poco o nada que decir sobre ellas, más allá de certificar su atemporalidad.

Por otro lado, en el caso de las versiones animadas de Mortadelo y Filemón la duda tele / vídeo es aún mayor. Y lo es porque sé que aquellas colecciones de cortos sí que llegaron a casa en VHS… pero, siendo todas ellas del setenta y uno, no sé si para aquel entonces ya se habían llegado a emitir en televisión.

Siguiendo con el tema de las ironías, sí que recuerdo que, cuando los escuché por primera vez, las voces elegidas para el doblaje se me hicieron raras. Obviamente, era imposible que se pareciesen en lo más mínimo a las voces mentales que les había asignado mientras leía los tebeos. Por otro lado, mi mente terminó por asignarles aquellas voces por lo que, cuando llegaron las versiones en imagen real, se volvió a generar de nuevo ese mismo conflicto (algo que, por otro lado, también ha sucedido cada vez que se ha vuelto a doblar a los personajes de la Warner).

De cualquier manera, supongo que esta es una reacción de lo más normal.

Siguiendo la línea temporal, nos encontramos con la primera instancia de la saga de Albert Barillé. Hasta la primera en el tiempo, pero segunda en mi afecto.

Recuerdo que Érase una vez… el hombre me gustó… pero, por más atractivo que me resultase lo que se mostraba ante mis ojos, no logró despertar en mi yo de seis años el amor por la historia.
Más suerte la próxima vez.

Continuando con las ironías de la vida, llegamos hasta otra serie que me enamoró en su momento… pero que a día de hoy me deja bastante frío; La batalla de los planetas / Comando G / Gatchaman. Una serie que parece reforzar la teoría de “afecto por fuerza bruta”.

Recuerdo seguir aquello con devoción cuasireligiosa. Llegar a poseer alguno de los tebeos, el álbum, los cromos y, finalmente, comprar aquel mismo álbum ya completado por otra persona.

Pero algo pasó después de aquello. No hubo VHS y no sé qué llegó a pasar con los tebeos (quizás los leyese de prestado). El tiempo pasó y tuvieron que transcurrir más de veinte años hasta que se produjese un nuevo encuentro con aquellos personajes. Hasta la llegada de la “Fuerza G” en el canal Locomotion de Vía Digital. Un encuentro cuyo impacto resquebrajó el armazón de la nostalgia.
No logró romperlo por completo… pero sí que le afectó de una manera extraña.

Tiempo después llegarían hasta mis manos otras iteraciones de aquella obra. Versiones más modernas y en otros medios. También llegaría a recuperar alguno de los capítulos que había visto durante mi infancia, pero no fui capaz de verlos con los ojos de antaño. El cariño por la serie y sus personajes permanece… pero no así el gusto por los productos que ha ido generando la franquicia. Una situación ciertamente rara que me hace seguir buscando nuevas iteraciones a la espera de encontrar una que selle o termine de romper esa grieta.

Hablando de ironías… y de cosas que te rompen un poco, no deja de ser curioso cómo podemos llegar a generar recuerdos de cosas que no hemos visto.

Como ya mencionaba hace unas entradas, el valor no era uno de mis atributos más desarrollados en aquellos días. El miedo era un instinto imperante en mí. Un resorte capaz de ser accionado por los orígenes más inesperados.

En el caso que nos trae hasta aquí, este vendría dado por una película como “Los crímenes del museo de cera”. Por una película del cincuenta y tres que, a buen seguro, hoy vería sin sobresalto alguno.
Pero entonces no era así. Bastó el título, la música inicial, y el plano en penumbra de un museo para que me alejase del salón. Eso fue todo. Todo cuanto sé de ella. Todo cuanto he visto (porque sí que llegué a escuchar voces distorsionadas a través de dos paredes cuyas palabras era incapaz de entender).

Y, sin embargo, el recuerdo permanece intacto.

Siguiendo con la ronda de ironías llegamos hasta “Las vidas secretas de Waldo Kitty”. Una serie que mezclaba imagen real y animación y que parece haber quedado en el olvido. Curiosamente, estaba convencido de que aquello lo había visto en vídeo hasta que en la versión archivada de “Animecion” leí que había sido emitida en “La 2”.

De cualquier manera, la nota de ironía no viene por ese lado. Viene de no recordar para nada la parte de imagen real. Lo único que permanecía era lo referente a la versión animada de su protagonista. Lo relacionado con ese un gato que se disfrazaba y corría aventuras. La parte con animales de verdad había desaparecido por completo de mi mente. Aunque, por otro lado, dado que nunca me han llamado la atención las mascotas, quizás no sea algo tan raro.

Para terminar, llegamos finalmente hasta el territorio de “ironía cero”. Hasta tres series que rompen el paradigma. Que parecen desmentir el axioma defendido por “afecto por fuerza bruta”.

Empezaremos hablando de aquella de la que conservo un recuerdo más neblinoso. Llegamos hasta “Dentro del laberinto”. Hasta una serie de la que únicamente recordaba dos nombres; Rodgo (que veo que no se escribía así) y Belor. También recordaba cavernas y una cierta sensación de inquietud, pero no a los niños ni su misión de encontrar “el Nidus”. Tampoco recordaba lo teatral y de cartón piedra que era todo. No deja de resultarme curioso lo que retenemos y lo que dejamos escapar.
Sin embargo, volver a ella me ha hecho querer profundizar. Recuperar eso que algún día albergué. Hay encanto detrás del cartón piedra. Hay una cierta magia en la teatralidad. Hay intriga en su planteamiento. A buen seguro terminará cayendo entera.

Seguimos con mi obra preferida de Barillé. Con la serie que, muy posiblemente, sirviese como ignitor de mi animadversión hacia la iglesia. Llegamos hasta “Érase una vez… el espacio”. Hasta una serie que hablaba de ciencia usando la ficción. Que era capaz de ocultar que te educaba detrás de unas tramas sencillas y uno personajes cuyo bienestar me preocupaba.

Pero no, el paquete a la iglesia no llegó porque surgiese en mí un súbito interés por la ciencia. El resquemor fue consecuencia de mi primera comunión. De verme obligado a perderme el final de uno de sus capítulos para asistir a una de las sesiones de preparación de aquel rito absurdo.

De acuerdo, gracias a aquello conseguí la nave M7X de los Madelman2, pero eso es todo cuanto recuerdo de la ceremonia en la que desembocaría aquello. Por otro lado, Pedro, Gordo, Pedrito, Kira y Metro han logrado perdurar en mi memoria. Quizás sus aventuras quedasen un tanto diluidas entre mis sinapsis, pero parece que esta es la tónica habitual de lo que voy contando por aquí.

¿O quizás no?

Porque las historias de la última serie de este listado son las que han sobrevivido con mayor claridad. Ulises 31 abandonó mi vida en el ochenta y dos y no regresó hasta la era del P2P (y, posteriormente, la compra de su versión en DVD), pero el afecto ha permanecido intacto. Tanto es así que soy capaz de verla con ojos de infante y adulto. Una rara combinación que pocas han logrado.
Por supuesto, no es una serie perfecta ni algo apto para “cualquiera”. Por más que sea capaz de comprender la necesidad de un personaje como el robot Nono para el público infantil, esto no lo hace menos cargante.

Pero estamos hablando de la Odisea con naves espaciales. De dioses habitando el cosmos. De unos diseños que, al igual que los de “Érase una vez… el espacio”, aguantan el paso de las décadas sin despeinarse.

¿Cómo no va a molar infinito todo eso?
¿Cómo no va a superar la prueba del tiempo?

Y supongo que eso sería todo.

Sí. Lo sé. Me he dejado montones de series3.
Sí. Falta el Miyazaki pre-Ghibli. Faltan las cosas de Hanna Barbera. Las de Filmation. Pero… ¿qué quieres que te diga? No hicieron mella. No voy a negar que viese aquellas series… pero no las seguía. No tenía la “necesidad” por saber qué pasaría en el siguiente episodio. Tampoco negaré la posibilidad de que algo de lo que me mostraron no haya quedado grabado por ahí adentro, pero no se trata de nada sobre lo que vuelva de manera consciente.

Enlaces:

1. Los que sí
- La obra de Chuck Jones para la Warner (1938)
- El show de la Pantera Rosa en “El doblaje fandom wiki” (1964)
- El show de la Pantera Rosa en la Wikipedia española (1964)
- El show de la Pantera Rosa en la Wikipedia americana (1964)
- 1er festival de Mortadelo y Filemón, agencia de información (1971)
- 2º festival de Mortadelo y Filemón, agencia de información (1971)
- El armario del tiempo (1971)
- Albert Barillé en la Wikipedia española
- Albert Barillé en la Wikipedia americana
- Érase una vez... el hombre ficha en El doblaje (1979)
- Érase una vez... el hombre en la Wikipedia española (1979)
- Érase una vez... el hombre en la Wikipedia americana (1979)
- La Batalla de los planetas aquí mismo; Kagaki Ninja Tai Gatchaman
- La Batalla de los planetas, la serie (1980)
- La batalla de los planetas en Wikipedia española (1980)
- La batalla de los planetas en Wikipedia americana (1980)
- La Batalla de los planetas, el álbum de cromos (1980)
- La Batalla de los planetas, el tebeo (1980)
- Los crímenes del museo, ficha en “El Doblaje” (1981)
- Los crímenes del museo en “Mis terrores favoritos” (1981)
- Los crímenes del museo en la Wikipedia Española (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en IMDB (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en la Wikipedia americana (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en la versión archivada de Animecion (1981)
- Las vidas secretas de Waldo Kitty en Youtube
- Dentro del laberinto ficha en El doblaje (1982)
- Dentro del laberinto en la Wikipedia española (1982)
- Dentro del laberinto en la Wikipedia americana (1982)
- Dentro del laberinto en Youtube (1982)
- Érase una vez... el espacio ficha en El doblaje (1982)
- Érase una vez... el espacio en la Wikipedia española (1982)
- Érase una vez... el espacio en la Wikipedia americana (1982)
- Ulises 31 ficha en El doblaje (1982)
- Ulises 31 en la Wikipedia española (1982)
- Ulises 31 en la Wikipedia americana (1982)
- Ulises 31, el tebeo en grapa (1982)
- Ulises 31, el tebeo en tapa dura (1982)

2. Nave “Cosmic M7X” de los Madelman

3. Los que no
- Ruy, el pequeño Cid Wikipedia española
- D'Artacán y los tres mosqueperros Cid Wikipedia española
- Heidi
- Marco
- Los Picapiedra
- Los Supersónicos
- Maguila Gorila
- Los autos locos
- El osito Misha
- Belfy y Lillibit

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