Biografía fabuladora XLIV: De lecciones y viñetas III

Por Javier Albizu, 20 Noviembre, 2022
Cuando llegamos (una vez más) hasta la segunda mitad de los ochenta, de haber un concepto cuya comprensión puedo atribuir a los tebeos de aquella época, este sería el de “LA CONTINUIDAD”.

Por supuesto, ciertos sectores de mi imaginario ya se habían visto expuestos a esta idea con anterioridad. Ahí estaba la tele con sus porciones semanales de ficción. Ahí estaban las sagas cinematográficas. Pero aquellas eran “continuidades” con minúsculas. Universos pequeños y autocontenidos de la misma manera que, en su gran mayoría, habían sido los de los tebeos dentro de mi comprensión. Realidades que palidecerían ante lo que estaba por llegar.

No sé a ciencia cierta cuándo llegó mi “independencia económica”. Esto es; cuándo comencé a recibir una paga semanal y dejaba de requerir del criterio de mis padres a la hora de alimentar mis ansias viñetiles. Lo que sí que sé es que, llegado el momento, con mi estipendio semanal no era suficiente para “todo lo que necesitaba”. En el ochenta y seis tenía trece años así que, muy probablemente, para aquel momento ya gozaba de mi primera paga de cuatrocientas pesetas (y quizás hubiese llegado ya a la “segunda fase”, donde comencé a recibir seiscientas). Sea como fuere, y como acabo de comentar, esto era algo totalmente insuficiente si tenemos en cuenta la oferta tebeística del momento. Ciertamente, y como se puede apreciar en los listados que he compartido hasta el momento1, la del ahorro no fue una lección que aprendiese gracias a esta afición.

Pero me estoy desviando del tema. Faltaría más.
Vamos a ello. Lecciones. Continuidad.

Si me pongo a revisar estos listados, y hago una pequeña criba, podríamos llegar a establecer un pequeño recorrido por el mapa que se iba tejiendo dentro de los procesos mentales de mi yo de antaño2. Un plano lleno de líneas embarulladas que no dejaban de dar saltos de manera arbitraria en el tiempo. Un pergamino cuyos primeros trazos serían plasmados principalmente por dos individuos: Marv Wolfman y Chris Claremont.

Crisis (tanto el tebeo como los artículos que lo acompañaban) me abrió la mente a tantos niveles que aún trato de procesarlo. Me dio acceso, no a un universo, sino a infinitos. A sus presentes y sus pasados. A las relaciones que se habían establecido entre cientos de personajes décadas antes de mi nacimiento. Su existencia supuso mucho más que un apoyo o una vía de escape para mi yo convaleciente.
A su vez, todo lo que la siguió sirvió para que comenzase a consolidarse poco a poco aquella semilla de conocimiento. La foto completa del puzzle tardaría en formarse en mi mente, pero aquel fue el punto de partida.

Porque la cosa no era sencilla. Por más que diese la sensación de que “todo valía”, aquella no era una verdad absoluta. No todo podía mezclarse. Gilgamesh II y Hawkworld podían salir en un formato similar, podían ser publicados por la misma editorial, pero sus personajes no podrían cruzarse. Sin embargo los personajes de Hawkworld sí que podían aparecer en Superman, o en la Odisea Cósmica.
No mandaba el formato, no mandaba la editorial en la que salían. Hasta cierto punto, ni siquiera mandaban los autores. Mandaban acuerdos de los que no era consciente. Despachos y dineros contra ideas. Contra planes quinquenales. Lo que hoy es impensable mañana es común. Por más que entonces no pudieseis juntarse, nada de esto implica que mañana no puedan hacerlo. Porque poco antes Question o el Capitán Atom jamás se habrían podido mezclar con Batman o La Liga, pero ahí estaban.

Y, mientras todo esto sucedía, la realidad editorial se bifurcaba. Comenzaban a aparecer por nuestros kioscos tanto las historias que habían precedido a las Crisis como aquellas que nacían como consecuencia directa de ellas. Universos y personajes que acabábamos de ver morir con otros que apenas durarían unos pocos años. Personajes que “técnicamente no habían existido”, como Superboy, terminaban por regresar por lo bajini. No eran ellos, pero terminaban volviendo a serlo.

A su vez, llegaba la era de los macro-crossovers. Nada volvería a ser lo mismo, salvo que sí.
Porque nada continúa cambiado de la misma manera durante demasiado tiempo.
Porque “LA CONTINUIDAD” siempre ha sido un concepto difuso y para nada absoluto. En ocasiones un enemigo, en ocasiones lo mejor que le puede pasar a un personaje o una colección.

Si en la anterior entrada hablaba de la miniserie de Magic, con este personaje tenemos otro ejemplo perfecto de este mismo escenario. Un ejemplo que, gracias a la manera en la que se publicaban las colecciones en este país, lograban que seguir la historia (ergo, continuidad) de este personaje una actividad ciertamente fascinante3. Casi se podría decir que su trama es una traslación al mundo editorial de sus poderes para viajar en el espacio y el tiempo.

En el ochenta y tres, en “Dios ama, el hombre mata”, era una adolescente. En el ochenta y cinco, era una niña que se convertía en adulta.

Al año siguiente veíamos la razón por la que esto sucedía. Durante aquel mismo año comenzaban a publicarse “Los Nuevos Mutantes”, una colección en la que no aparecería hasta el año siguiente.

En el ochenta y siete, todo iba a tope. La línea de tiempo parecía mantenerse estable. La veíamos integrarse en el grupo de jóvenes mutantes, luchar contra dioses asgardianos y osos demonio para, de repente, volver a ser una niña a la que Kitty Pryde le cuenta un cuento mientras está enferma.
Como premio, el año siguiente veíamos de vez en cuando como una jovencita a través de la publicación de los Classic X-Men (aunque de esto no le echaremos la culpa a Forum).

Por supuesto, nada de esto ocupaba mis pensamientos en exceso durante aquellos días. Primero me limitaba a seguir aquel personaje con el que tanto había empatizado durante nuestro primer encuentro. Luego, tras ver las versiones que hicieron de ella tanto Arthur Adams como Bill Sienkiewicz, mis sentimientos iban sufriendo alteraciones. Del la afinidad a la empatía, de ahí al “crush” o al miedo.
Ella era una de las razones por las que me pillaba la colección de los pupilos más jóvenes de Xavier. Ella fue la razón por la que dejé de comprarla.

Me entristecía cuando le pasaba algo malo pero, en un momento dado, comencé a “enfadarme”. No. No con ella, sino con los autores. Cuando hacía algo que no me gustaba, o que me parecía “fuera de personaje”, no le echaba la culpa a ella, sino al guionista de la colección.
“Ella no era tan débil como para sucumbir ante los tejemanejes de Loki”. “Ella no era tan altiva o tonta como para ceder al ansia de poder”. Ella no era la que aparecía en el especial de la Patrulla en las Guerras Asgardianas. Aquello era un truco barato para que los protas fueran los adultos.

Y aquello no dejó de ir a más. “Ella no podía ceder ante su parte demoniaca” durante Inferno. “Louise Simonson no tenía ni idea de cómo tratarla”. “¿Qué sabrían ellos?”.
A saber qué habría llegado a escribir sobre ese tema de haber tenido un blog con dieciséis años.

Y, después de todo lo que le hicieron, la mataron. Mataron a la niña en la que habían vuelto a convertirla. Pero, espera, que no. Que décadas después resulta que quedaba un cacho. Un cacho que realmente no es ella... salvo que alguien quiera que lo sea.

Porque “LA CONTINUIDAD” no deja de ser un concepto cuántico. Que es y no es al mismo tiempo. Que lo odias y lo amas con la misma intensidad. Una fuerza que te lleva a luchar contra tus propias historias. Que se empeña en demostrarte que ya no eres quien las escribió. Que te muestra la manera en la que “ahora” tus pulsiones y necesidades no son las mismas.

Enlaces:

1. Anteriormente por aquí
- Biografía fabuladora V: La edad de los descubrimientos I - El papel del papel
- Biografía fabuladora IX: Más papel, es la guerra
- Biografía fabuladora XIII: Cambiando de contexto
- Biografía fabuladora XIV: Tribus urbanitas
- Biografía fabuladora XV: Lugares por asociación
- Biografía fabuladora XVI: Lugares por elección
- Biografía fabuladora XVII: Aprendiendo de los héroes
- Biografía fabuladora XVIII: En busca del tiempo despistado
- Biografía fabuladora XXI: De papel y bits
- Biografía fabuladora XXV: Cómo conocí a vuestro Moorcock
- Biografía fabuladora XXVI: Lo urbano, lo mundano y lo elevado
- Biografía fabuladora XXXIV: Viñetas cosecha del noventa

2. Tebeos ochenteros
- Capitán América; ¡La tumbra del Barón Sangre! (1986)
- Crisis en tierras infinitas (1987)
- El señor de la noche (1987)
- La Patrulla X vs los Vengadores (1987)
- Legends (1987)
- Legends - Flash (1987)
- Legión de Súper Héroes - Editorial Zinco (1987)
- Lobezno y Kitty Pryde (1987)
- Los nuevos vengadores (1987)
- Superman de John Byrne (1987)
- Batman - El hijo del demonio (1988)
- Batman - La broma asesina (1988)
- El Castigador (1988)
- Factor-X (1988)
- Flecha Verde (1988)
- Historia del universo DC (1988)
- Liga de la justicia (1988)
- Los Vengadores, las guerras Kree Skrull (1988)
- Millenium (1988)
- Nick Furia - ¿Quién es Scorpio? (1988)
- Question (1988)
- Wonder Woman (1988)
- Animal man (1989)
- Excalibur (1989)
- Flash Gordon (1989)
- Halcon y paloma (1989)
- Liga de la justicia Europa (1989)
- Lobezno (1989)
- Mundo de Krypton (1989)
- Nick Furia contra S.H.I.E.L.D. (1989)
- Nuevos Titanes - ¿Quién es Wonder Girl? (1989)
- Capitán Britania (1990)
- Clásicos DC (1990)
- DC Premiere (1990)
- Deadman (1990)
- Flash (1990)
- Gilgamesh II (1990)
- Give me liberty (1990)
- Hard Boiled (1990)
- Hawkworld (1990)
- Hulka, la serie (1990)
- Invasión (1990)
- L.E.G.I.O.N. 90 (1990)
- Namor (1990)
- Nick Furia agente de S.H.I.E.L.D. (1990)
- Sandman (1990)
- Starjammers (1990)

3. Illyana
- LA PATRULLA-X vol.1 nº 17 (1986)
- LOS NUEVOS MUTANTES vol.1 nº 14 (Febrero 1987)
- LOS NUEVOS MUTANTES vol.1 nº 18 (Abril 1987)
- Las Guerras Asgardianas parte 1 (Nuevos Mutantes) (Junio 1987)
- Las Guerras Asgardianas parte 2 (Patrulla X) (1987)
- LA PATRULLA-X vol.1 nº 48, el cuento de Kitty Pryde (Agosto 1987)
- Classic X-Men (1988)
- Inferno (1989)

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