Daegon, mes CCCLXI

Por Javier Albizu, 7 Agosto, 2022
Retomamos la narración de lo acontecido durante el último mes (y, para terminar de ponernos al día, añadiré otros temas que no mencioné en la anterior entrada) relacionado con Daegon.
Aunque, claro, en lo referente a mi tiempo de ocio, todos los caminos llevan hasta Daegon, por lo que me da la impresión de que esto va a acabar teniendo un cierto tufillo a Nunca a la última.

Así pues, volvamos a comienzos de dos mil veinte. Al momento en el que, no solo retomaba el relato venido a más, sino que también (como ya mencionaba en la penúltima entrada de Nunca a la última1), daba inicio una tarea adicional; la preparación de los exámenes de acceso a la universidad para mayores de cuarenta y cinco.

Siendo este un examen puramente de lengua, mis esfuerzos se centraron en ese aspecto pero, claro, en caso de aprobar (e iniciar una carrera) iba a tener que diversificar y planificar de otra manera a qué dedicaba mi tiempo (cada vez menos libre). Se suponía que iba a tener que leer mucho más (y, de premio, también tendría que dedicar tiempo a temas que no me resultasen interesantes).

Así pues, y de cara a prepararme para aquello, decidí dedicar como mínimo un par de horas al día a la lectura. Una hora la dedicaría a la lectura de libros y la otra a leer (y releer) tebeos. Esta es una práctica que continúo manteniendo a día de hoy y que, como resultado, me ha dado estos números (desde enero de 2020 hasta hoy):

Libros leídos: 120 (con un total de 28.494 páginas)
Tebeos leídos: 1.551 (con un total de 138.993 páginas)

Ya puestos, también me va sirviendo para hacer inventario de lo que tengo por casa (y aún queda mucho por leer y releer)

Por el camino, pues pasó lo que pasó. Me rompí un brazo en un resbalón tonto una semana antes de que nos confinaran a todos, aconteció una pandemia mundial, aprobé el examen de acceso y me apunté a estudiar Bellas artes a distancia.

¿Que qué tiene que ver esto con Daegon?

Pues todo, por supuesto. Si elegí esa carrera fue para obtener de una manera estructurada las herramientas que me permitiesen ocuparme de todos los aspecto relacionados con la creación de mi criatura. De haber llegado a terminar la carrera, cualquiera que me conozca un mínimo se puede hacer a la idea de cuál habría sido mi trabajo de final de grado.

El primer semestre me apunté a dos clases y, antes de que empezase el curso, ya me habita leído todos los materiales pertenecientes a ambas asignaturas (ventajas de la formación a distancia). A su vez, también continuaba manteniendo el ritmo de lectura de tebeos (mientras que el tiempo dedicado a los libros lo ocupaba en los textos de la carrera).

Hasta ahí todo iba bien.
Pero.
Siempre hay peros.

Aunque aprobé ambas asignaturas con buena nota, no estaba contento. No lo estaba con los resultados, con los profesores ni con la metodología.

El segundo semestre, ya en el dos mil veintiuno, iba ya a por lo que realmente me interesaba; Dibujo y Pintura, y ese fue el momento en el que se desmoronó todo.

No había apenas material de apoyo. No había una estructura o un método en el que apoyarme. Era básicamente, dedica tiempo a dibujar y pintar. Te mandamos estos ejercicios y a verlas venir. Para eso no me hacía falta apuntarme a la universidad.
Por otro lado (y esto sí que fue culpa mía por no haberme dado cuenta mientras leía el temario de la carrera), aquellas eran las únicas asignaturas que tocaban este tema, y un semestre se me hacia muy escaso para lograr ningún resultado.

Sumado a todo esto, tras unos meses pasándolo mal (por no ser capaz de hacer lo que “quería” hacer en aquellas asignaturas, por la frustración que me generaba todo lo relacionado con la pintura, por el nulo apoyo que encontré en las herramientas que ponían a mi disposición, y por la manera en la que la incertidumbre y la inseguridad continúan afectando a esa parte mía que ya me lo había hecho pasar mal ante la proximidad de los exámenes del anterior semestre sin ninguna causa racional para hacerlo) decidí abandonar aquello. Estaba claro que no me servía para lo que yo quería. No llegué a entregar ningún trabajo y empecé a dibujar de nuevo por mi cuenta.

Pero una cosa era abandonar la carrera y otra muy distinta que la razón que me había hecho llegar hasta ella se hubiese disipado. Aquello seguía allí de fondo, y tenía otro plan. En octubre me apuntaba a algo más cercano. A una escuela de artes municipal2 (que también me servía como excusa para salir de casa)

Un lugar en el que, si bien no he encontrado lo que necesito (tengo claro que eso nunca lo encontraré “fuera” o “rápido”, sino que depende de la cantidad de tiempo y esfuerzo que esté dispuesto a dedicarle) sí que he encontrado otras respuestas y un trato mucho más acorde al que necesitaba para comenzar a buscar mi propio camino.
Con esto, he ido alternando los ejercicios que hago en clase (más “formales”) con los que hago en casa. A su vez, todo esto también ha servido para que cree una sección dedicada a este proceso de aprendizaje en la web3.

En otro orden de cosas, y volviendo al “quid daegonita de la cuestión”, los últimos intentos que he ido haciendo por casa están centrados en “tratar de encontrar“ el aspecto de los personajes y los ambientes en los que tiene lugar la novela. Aún estamos lejos, pero tiempo al tiempo.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más.

Un poco antes de que empezase el curso en la escuela municipal, volvía otro viejo conocido de esta web. Retomaba el proyecto de hacer un vídeo juego4. Volvía, se expandía y se (me lo) complejizaba aún más. Con la excusa de la CPC Retro Dev5 convencía a un amigo para hacer algo en ensamblador y presentarnos... algún año de estos (porque estaba claro que para el más cercano no llegábamos).

¿Que qué tiene que ver esto con Daegon?

Pues, todo, por supuesto. Más allá del aprendizaje, el propósito final es hacer un juego de Daegon. Un juego que tenga versiones para máquinas basadas en el MOS 6502 (Commodore 64 y Nintendo NES), máquinas basadas en Z80 (Amstrad CPC, Spectrum, MSX, Sega Master System y Nintendo GameBoy) y también para Windows, Mac y Linux.

Ahí es nada.
¿Lo conseguiremos?
Pues ya se verá. Por lo pronto las particularidades del hardware del C64 se me están haciendo bastante bola, pero no hay prisa.

Por último y, finalmente, regresando hasta este mes, tenemos el consabido tema de la escritura. Un territorio en el que también se han producido cambios y que no sé cuánto tardará en estabilizarse.

Allí donde en la anterior entrada hablaba de retomar la parte de la escritura puramente rolera, he decidido aplazarlo “un poco” más (donde “un poco” se puede entender como un periodo “indefinido” o “indeterminado”).

Mientras espero los comentarios del borrador que envié he empezado con otro nuevo. Con uno que va bastante más atrás en el tiempo que el primero (que está ubicado unos seis mil años antes del “presente”). En este nos vamos hasta la segunda edad, y seguiremos a partir de ahí hasta “hace quince años”. Dado que la segunda edad se ubica unos ciento cincuenta o doscientos millones de años antes, parece que la cosa va para largo.

Así pues, me dispongo a preparar el camino hacia “LA NOVELA”. Hacia una historia que ya no tengo una necesidad tan imperiosa (o estoy muy seguro de querer) contar, pero que siento que se lo debo a mi yo de veinte años. Por supuesto, la manera de contar esa historia (y la realidad en la que se ubica) no se parecerá en nada a lo que habría hecho mi yo tres décadas más joven (ni a lo que empezó mi yo dos décadas más joven), pero tanto el mundo como la historia de fondo no dejarán de ser los mismos.

Por supuesto, y dado el ritmo que llevo, hasta llegar al momento en el que toque narrar el núcleo de esa historia pasarán muchos años. Porque, por más claro que tenga lo que quiero contar, quedan aún muchas decisiones por tomar.

Empecé intentando rescribir (y expandir) “Las edades de Daegon”6 como punto de partida, pero enseguida vi que aquello no servía. No podía adoptar un acercamiento mitológico, un marco temporal tan amplio ni una escala tan grande.

Toca acotar. Definir el “hoy” de los personajes. Pensar en sus historias e interrelaciones antes y durante el momento de lo que se está contando. En cosas que no se llegarán a narrar, pero que influirán en sus acciones.
Toca pensar en todo aquello que queda “por debajo” del gran esquema, pero que será lo que haga que el lector se interese por lo que les pueda pasar a esos personajes.

Y así estamos a día de hoy. Dibujo, escritura, programación, escritura y lectura se agolpan unos sobre los otros durante cada uno de mis días. Todos esos retos que he ido tratando de delimitar en periodos acotados de dos en dos años han demostrado ser mucho más persistentes de lo previsto y no han dejado de solaparse.

Espero no tener ninguna idea de bombero más de este estilo durante una temporada larga.

Enlaces:

1. Nunca a la última 26

2. La Escuela Municipal de Artes y Oficios Catalina de Oscáriz

3. Ensuciando hojas

4. Bajo un océano de bits

5. CPC Retro Dev

6. Las edades de Daegon

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