Daegon, mes XXVII

Por Javier Albizu, 25 Abril, 2018
Después de cómo terminaba la entrada del mes pasado, seguimos buscando una manera en la que explicar qué es Daegon de una manera sencilla, concisa y asequible.

Por no abandonar las tradiciones milenarias, los párrafos que compartía entonces han cambiado de manera considerable. Primero le salió una nota aclaratoria, un nuevo prólogo que, lejos aún de estar terminado, creció hasta duplicar el tamaño de lo ya escrito. Después el mismo prefacio también cambió porque no me gustaba el tono en el que estaba escrito… así que también me puse a modificar un poco el texto que le debía de seguir. Para terminar, moví todo ese bloque de texto desde el principio del documento hasta la sección final.
Y cuando digo “Para terminar” me refiero a cuando lo abandoné por el momento, claro. No sólo no está terminado, sino que existe un amplio porcentaje de que tanto su extensión como su ubicación final cambien de nuevo a lo largo del tiempo.

Por otro lado, la “Guía de lectura” también ha ascendido. Ahora mismo está ubicada dentro de mis carpetas como el primer documento y la introducción ha pasado a ocupar el segundo puesto. No sé cómo seguirá esta carrera en el largo plazo.

Los bloques de texto con los que quería construir el “Libro básico” ya ocupan ciento cincuenta páginas. De todos ellos, este “Daegon, en el presente” consume casi una tercera parte, y aún no he comenzado a hablar acerca de los países. A lo largo de este mes su extensión ha subido desde las dieciséis hasta las cuarenta y dos páginas, y tengo claro que apenas he empezado con él.
Mi idea era dedicar un mínimo de dos páginas a cada uno de los más de cuarenta países acerca de los que quiero hablar, pero tengo claro que, una vez que me ponga a ello, la cosa se disparará. No sería la primera vez. Así pues, no tengo la más mínima idea acerca de cuánto terminará ocupando el documento y, por añadidura, este “Básico”.

En el nuevo acercamiento que he tratado de darle al inicio del documento he intentado que prime la sensación de libertad. Que quede claro que todo lo que cuento es sólo una ínfima parte de lo que cabe en Daegon. Detalles que, sin importar la escala en la que tengan lugar, no tienen que haber sido lo más trascendente jamás ocurrido dentro de sus territorios.
Hablo acerca de que el momento seleccionado como “Presente” no deja de ser una elección totalmente arbitraria. Que los personajes de los que hablaré más adelante no dejan de ser sólo unos pocos entre millones, que los eventos que describiré cubren una parte infinitesimal de todo lo que sucede en un mismo momento dentro del universo.
Tengo claro que esto va a echar a muchos. Que la gente suele acudir a los manuales buscando saber después de un vistazo “de qué va el juego”. Pero es que, en el fondo, Daegon va de eso. Que una partida sea una comedia de situación y la siguiente deje en pañales al Big Bnag. De que cada uno lo haga suyo en cada momento. Que sea lo que necesiten que sea para contar la historia que quieran.

Pero siempre me pierdo y empiezo a hablar de “mi” Daegon. De las historias que he desarrollado en su interior, de su metafísica o la manera en la que funciona su mecánica cósmica, de todas las putadas que les he hecho a mis personajes favoritos. Trato de plasmar esto sólo como una opción más, como una de las múltiples elecciones que se pueden tomar, pero no sé si lo consigo.

Me da la impresión de que en cada párrafo estoy utilizando un tono distinto, o que el enfoque que estoy usando debería estar en otra sección, así que vuelvo para atrás una y otra vez para tratar de unificar criterios, o para mover la sección a otro documento, pero no consigo concretar nada. Me dedico a sumar palabras que, me temo, lo único que logran es hacer que todo crezca de manera descontrolada.

Y entonces me pregunto: ¿Todo lo que escribo es aprovechable?
No ya necesario, o bien escrito ¿Es útil?
Y estas son preguntas para las que no tengo respuesta.
Pero sigo escribiendo, porque tengo cosas que contar aunque... ¿escribo las cosas que debo contar?¿estoy plasmando lo que necesitará el director de juego o el lector casual, o me limito a cubrir el cupo?
Y tampoco tengo respuestas para eso.

Porque no existe una herramienta o un mecanismo perfecto y debo tener cuidado con las que he elegido. Porque el ponerme una métrica objetiva a la hora de determinar el mínimo de palabras diario es un arma de doble filo. Debo tener mucho cuidado a la hora de determinar si lo que escribo tiene sentido por sí solo o si sólo estoy metiendo paja para poder decirme que he terminado la semana cumpliendo los objetivos.
Cuando veo que estoy bloqueado en una sección y me da la impresión de que lo nuevo no va a ser más que relleno paso a otro documento, pero esto tampoco es una solución buena. Cuando regreso al punto de bloqueo he perdido el hilo en el que estaba y tengo que releer (con sus correspondientes reescritura, corrección y ampliación) lo que ya estaba.

Y, medio año después, sigo sin subir nada a la web. Tengo a media escritura más de una docena de documentos y no logro terminar ninguno. Desde que empecé con el reto sólo he terminado uno; “La enciclopedia del tiempo”, y tengo claro que en cuanto le eche el guante lo cambiaré todo de nuevo.
Haciendo una cuenta rápida tengo cuatrocientas setenta páginas de material en distintos estados de evolución. Estoy creando un monstruo que nadie es capaz de utilizar y no consigo centrar qué tendría que ser lo mínimo necesario.

Por más que cuando me planteé prolongar este reto durante un año más pretendía que fuese el secundario, esta ha sido una intención que nunca ha llegado a cuajar. Entre los raquíticos progresos que estoy haciendo con la programación, y la inercia de estos dos últimos años escribiendo, aquel propósito se ha destapado como algo totalmente falso.
La misma base de cómo está planteado el otro reto hace mucho más difícil que le dedique tiempo cuando no estoy delante del ordenador, pero con Daegon no es así. Son ya muchos los años que este mundo llevo formando parte de mi vida. Muchas noches puliendo matices, incontables ratos muertos imaginando qué haría tal o cual personaje, infinidad de paseos pensando en cómo funciona la realidad en la que existe.
Esto no terminará nunca porque siempre quedará algo por contar, esa es la esencia de Daegon. Esa debería ser la esencia del rol.

Pero, por más claras que tenga algunas cosas, sigo dudando acerca de todo lo que las rodea, lo que incluye este tipo de entradas. Porque vuelvo a estos textos mes a mes y también me pregunto; ¿Esto sirve para algo? ¿le será de utilidad a alguien con mis mismas inquietudes, o sólo lo espantará? ¿tiene sentido que las siga haciendo?

Y tampoco tengo respuestas para eso.

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