Biografía daegonita LXXXIII: Nuevos comienzos

Por Javier Albizu, 9 Junio, 2021
Con la escritura de la novela en estado agónico llegamos hasta el dos mil tres. Hasta un año que depararía alguna que otra sorpresa.

Para empezar, volvía a dirigir una aventura de Daegon. Un hecho que supondría el primer paso dentro de un pequeño “revival rolero”. La primera de las catorce aventuras que dirigiría en lo que llevamos de milenio.
No es mucho, la verdad, pero es bastante más que el recuerdo que conservaba en la cabeza. Gracias a los correos que fui mandando para convocar las partidas he podido reconstruir la línea de tiempo.
La cosa quedaría tal que así:

2003/01/18 – Partida_suelta_pero_no de Daegon
2003/03/29 – Continúa “La última campaña”
2003/07/25 – Continúa “La última campaña”
2003/09/07 – Continúa “La última campaña”
2003/10/19 – Continúa “La última campaña”

2004/01/31 – Continúa “La última campaña”
2004/02/21 – Segunda intentona de dirigir “Asuntos de familia”
2004/05/28 – Continúa “La última campaña”
2004/06/26 – Continúa “La última campaña”

2005/05/28 – Continúa “La última campaña”
2005/05/29 – Partida GURPS Falkenstein
2005/06/18 – Continúa “La última campaña”
2005/07/31 – Partida GURPS Falkenstein

2010/08/17 – Tercera vez que dirijo “Las mareas de Tisinyarma” (y tercera tentativa de comenzar con “Asuntos de familia”)

Pero vayamos por partes y no nos adelantemos (más de lo debido).
Con el cambio de siglo, el “haber abandonado las partidas” dejaba todos mis fines de semana libres. Grandes porciones de tiempo desocupados que me dedicaba a llenar con ondonadas de bajona y aislamiento.
Consciente de esto, un amigo se dedicó a tratar de sacarme de ese lugar. Me fue introduciendo en sus “otros círculos de gente” de manera subrepticia y vil. Me fue presentando a nueva gente y haciendo que conociese un poco mejor a algunos con los que únicamente me había relacionado a través de la lista de correo “Esencia” y las jornadas.

Enter the cántabros roleros.
¿Lo cualo?
Lo que te cuento.

Parte de estos individuos era gente que había estudiado en Pamplona, pero a la que yo no había conocido durante aquellos tiempos. Seres que venían de vez en cuando de visita, y a la que “el taimado” solía visitar en su “hábitat natural”.
Con esto, “el señor de los subterfugios me fue “engañando” para que le acompañase en alguna de sus escapadas a Santander.
Se produjeron una serie de idas y venidas en las que fui conociendo mejor a esa gente. Visitas gracias las que se convirtieron en personas muy importantes para mí. En personas que no sabía cómo eran “al otro lado de la mesa de juego”.

Con esto llegamos hasta diciembre de dos mil dos. Hasta el momento en el que les enviaba un correo. Un mensaje en el que les preguntaba si les aparecería que les dirigiese una partida de Daegon en mi siguiente visita a Santander. No hubo éxito.
No lo hubo, pero.
Alguien decía que sí. Que guay.

El día dieciocho de enero de dos mil tres llegaba el momento. La persona que había respondido estaba preparando una oposición y solía venir con frecuencia a Pamplona para estar con su preparador. Era la “lectora avezada” de la que hablaba la semana pasada. Ella y su pareja habían sido transformados en dos de los reyes dragón de “La Novela” (y, por añadidura, de Daegon). Pero no se dieron cuenta. Nunca se lo he dicho. Creo que les voy a mandar esta entrada.
Sí.

Retomamos.
El lugar designado para llevar a cabo tan magno evento sería la casa de la juventud. Claro está, con un único jugador no podía hacer gran cosa, así que llamé a “la banda”. Tras cerca de tres años sin jugar con ellos o dirigirles, no dudaron en responder a la llamada. También jugaría “el amigo ladino”. Alguien que no había jugado conmigo desde los tiempos de “La Gran Campaña”.

Allí tenía un buen batiburrillo de cosas. Personajes que se conocían y un par de “invitados especiales”. No podía seguir con “La última campaña”, pero tampoco podía (bueno, no quería), hacer “un aparte” para aquellos personajes.

¿Qué podía hacer para cumplir todos los condicionantes que me estaba poniendo?

Ya está. Problema resuelto. Sería un sueño. No. No les iba a hacer un Alef Thau o un Resines. No iba a ser un sueño cualquiera. Los personajes, esparcidos por cualquier parte del globo, se acostarían un día cualquiera y serían arrastrado al mundo de los sueños. Un lugar al que llegaban como consecuencia de una pesadilla de “La Tejedora”.

¿Por qué ellos?
Casualidad cósmica. Su pasado, presente y futuro estaba ligado al de un ser que nacía en aquellos momentos. Alguien que tenía un gran potencial disruptivo sobre la realidad.
Darían saltos a lo largo de distintos momentos de la historia de Daegon. Viajarían hasta su pasado y futuro sin ser conscientes de la ubicación cronal de cada uno de esos momentos. Vivirían sucesos molones, trágicos y épicos. Eventos a través de los que el no iniciado pudiese adquirir una visión aproximada de ciertas partes “únicas” de Daegon.

Obviamente, los avezados jugadores tenían claro que aquello era algún tipo de sueño. Lo que ya no tenían tan claro era qué pasaría si morían allí. De todas formas, dedujeron correctamente que seguro que aquello no llevaría a nada bueno.

No sabían cuál era su misión, sino que se dedicaban a saltar entre momentos. A cruzarse con alguien que siempre les resultaba familiar. Alguien tocado por aquel “ser” que acababa de nacer y cuya presencia se propagaba en todas las direcciones del tiempo.

Convivieron con los padres de la humanidad hace millones de años y contemplaron cómo sería la realidad una vez que los planos comenzasen a fusionarse dentro de unos diez milenios.

Al final el tiempo despertó y ellos quedaron libres. Todo muy brusco. Demasiado abstracto. Muy torpe por mi parte. Estaba muy oxidado y los saltos quedaron poco hilados. No lo había preparado lo suficiente. Los jugadores estaban desorientados (mucho más de lo que deberían) y aquello también era culpa mía.

Aun así, es posible que alguno de ellos preguntase ¿para cuándo la siguiente?
Y mi respuesta no fue “no habrá siguiente”.

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