Biografía daegonita X: El fondo y la forma

Por Javier Albizu, 18 Diciembre, 2019
Tras algo más de un año largo dirigiendo y creando cosas que no eran plasmadas más allá de mi voz o mi cabeza, llegó el momento de comenzar, una vez más, a tomar notas. El momento de buscar un medio a través del que poder contemplar a mi retoño “desde fuera”, de tratar de ver si aquello podía llegar a tener un sentido real más allá de las conexiones mentales que había ido realizando hasta entonces. El momento de dejar de depender en exclusiva de la memoria y disponer de una base un poco más sólida de la que ya disponía, de trazar líneas perceptibles que uniesen los momentos, los lugares y los personajes.
El momento, en definitiva, de comenzar a consolidar todo aquello y darle un poco de estructura al barullo que no dejaba de crecer y en el que no paraba de revolcarme.

La segunda edad de los cuadernos de Daegon.

… aunque, claro, a la segunda no fue la vencida.
Aquel no es que fuese un re-inicio demasiado prometedor.

En fin. Con aquel propósito en mente, tomé el “cuaderno rojo”, uno cualquiera de los diversos que había usado hasta aquel momento, y comencé a apuntar nombres con un poco más de… ¿detalle?. Palabras y conceptos a las que trataba de atribuir algo de contexto y trasfondo antes de la partida. Secuencias de caracteres cuyo propósito no fuese el ser tachados de una lista cuando les hubiese encontrado un sentido.
Después del “fiasco” que resultó ser la primera versión de Daegon que dirigí con RuneQuest supongo que me invadió una especie de miedo a concretar las cosas. A añadir detalles que, a la postre, pudiesen resultarme ridículos o que no encajasen con las ideas que surgiesen más adelante.
Los nombres, sucesos y las razones detrás de estos eran almacenados únicamente en mi cabeza, al igual que las correcciones sobre lo que ya había dicho durante alguna de las sesiones de juego pero, llegado un cierto punto, aquello se convirtió en algo inmanejable.

Tenía que hacer algo, dar ese paso y lanzarme de nuevo al ruedo de la definición. Además, tras todo aquel tiempo dirigiendo, la cosa parecía bastante bien encaminada.
Por supuesto, estaba equivocado pero, al contrario de lo que sucedió con los apuntes pertenecientes a la primera encarnación de Daegon (que probablemente habían habitado antes aquellos mismos cuadernos), aquellas hojas sobrevivirían a mi intento por borrar de la existencia lo que iba dejando de ser canon.

Porque, sin importar las vueltas que diese a cualquier concepto antes de escribirlo, al final todo era susceptible de ser cambiado. Los detalles que consideraba como “consolidados” eran reformulados, los que había considerado lo suficientemente “maduros” como para tipificarlos como algo duradero terminaban convirtiéndose en otra cosa. Cada vez que echaba la vista atrás sólo podía ver errores por todas partes. Al día siguiente de decirlo o escribirlo siempre se me ocurría una idea mejor de hacerlo, un modo más orgánico en el que integras las tramas, un detalle que daba más sentido o dramatismo a una historia… aunque entrase en contradicción con algo que ya había dicho antes. Estaba haciendo todas aquellas cosas por las que siempre habría criticado a los autores de otras obras. Todo lo que me cabreaba.

Quiero creer que el fondo apenas se veía alterado, aunque esto puede que sea un pequeño autoengaño que me permito, pero la forma no dejaba de cambiar.

Lo cierto es que establecer un orden cronológico de aquellos días es algo complicado y, a pesar de que estos primeros apuntes de los que estoy hablando ahora, aquellos pertenecientes a los tiempos de la “Gran Campaña del noventa y cinco”, se encuentran en el “cuaderno rojo”, también he encontrado referencias a sus personajes en el “cuaderno morado”.

Aparte de esto, el orden de las hojas que me encuentro en este primer cuaderno no parece coherente si lo cotejo con el recuerdo que tengo de las aventuras. La manera en la que fueron apareciendo los distintos personajes que fueron presentados durante aquella campaña no cuadran de ninguna de las maneras con su posición dentro del cuaderno.

Por poner un ejemplo, una de las páginas que publiqué en la tercera entrada de esta serie1 contiene nombres que aparecieron en aquella campaña, pero estos nombres están situados en la cuarta página de ese cuaderno. Su lugar se encuentra inmediatamente después de los apuntes que contienen unas reglas caseras de movimiento, maniobra, lucha cuerpo a cuerpo y carga. Hasta ahí podríamos ir bien. Esto podría encajar... de no ser porque, justo después de estas reglas, en la tercera página del cuaderno, se encuentran las notas referentes a las leyes de una ciudad que no aparecería hasta mucho tiempo después en una campaña distinta.

Por su parte, estas notas que comparto hoy se encuentran en el final del cuaderno y, no sólo eso, sino que están escritos con el cuaderno invertido sobre su eje vertical.

Aparte de esto, y como supongo que se puede apreciar, la cantidad de información que hay en cada hoja es… dispar.

Por su parte, en el “cuaderno morado”, el que terminaría siendo el “definitivo”, he encontrado más personajes que también pertenecen a aquellas aventuras, aunque sé que estos aparecieron en un momento posterior de aquella campaña.

Para terminar, tanto en esos dos cuadernos como en dos libretas pequeñas y diversas hojas sueltas he encontrado notas que hacen referencia a distintos momentos en los que ya tenía el ordenador y había empezado a transcribir las cosas a formato digital.

En fin, un cristo todo.

Como no podía ser de otra manera, el mapa también fue cambiando según fueron pasando las aventuras, me iba habituando al uso de las nuevas tecnologías para estos menesteres, y se me cruzaba el cable en el día que tocase.

De esta manera, pasamos del segundo mapa que apareció por aquí:

Al mapa “definitivo” creado con Campaign Cartographer en febrero del noventa y seis en el que los países cambiaban de nombre, de lugar, su extensión o una mezcla de todo eso.

Estos cambios no tenían una razón de ser real detrás de ellos más allá del pronto que me diese mientras los estaba haciendo.
A su vez, lo de definitivo lleva comillas porque, por más que fuese el mapa que utilicé durante lo que quedó de la década de los noventa, este también terminó por sufrir algún que otro retoque (y los que le quedan aún):

Enlaces:

1. Biografía daegonita III: Yo fui un fanboy tardoadolescente

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