Biografía daegonita XXXXII: La mecánica cósmica I

Por Javier Albizu, 26 Agosto, 2020
Pero entonces…

Aunque no hay magia divina, sí que existen religiones y teologías.
¿Eso quiere decir que no existen o que sí que existen los dioses?
Aham.

¿Existe “algo” después de la muerte, un cielo o un infierno?
¿La reencarnación u otro tipo de “ciclo vital”?
¿Estamos en una contexto “teísta”, en uno “realista” o en uno nihilista?
Efectivamente.

¿Hay o no hay magia en Daegon?
Sí.

Pero… pero… pero… ¿sí a qué?
Por supuesto.

Vamos a ver. Espérate un poco. No demos nada por supuesto.

Vayamos un poco más atrás. Alejémonos nuestro foco y obtengamos una visión de conjunto.
Porque ¿Qué es un dios? ¿Que es la magia? ¿Qué es la humanidad?... ¿Qué es la vida?

Ya está. Todo claro, ¿no?
¿No?
De acuerdo.

En fin. Supongo que tendré que hablar de metafísica. CON LO POCO QUE ME GUSTA A MI ESO.
PERO QUE CONSTE QUE ES PORQUE LO HAS PEDIDO.

¿Por dónde empezar?
Supongo que por el principio.
No. Mejor empezamos por “antes” del principio.

Habíamos quedado en que la realidad se dividía en varios planos de existencia. En una serie de entidades / territorios axiomáticos / conceptos que se solapaban a distintos niveles.
Había esbozado la primera iteración de la maquinaria cósmica. Planteado una línea base desde la que seguir creciendo. Un ordenador capaz de evolucionar.
A partir de ese punto, todo era posible.

¿Qué era la vida?
Una consecuencia de esto.

¿Qué era imprescindible para la vida tal y como la entendemos?
Hace falta que exista el tiempo (consecuencia). Necesita de un componente orgánico (lo que antes había sido “Cuerpo”. Una parte de lo que ya no llamaría “Bien”). De una materia capaz de cambiar, crecer y evolucionar (aquí andamos en un territorio un poco difuso entre “Bien” y “Luz”. Ya sabes, “lo que puede ver / lo tangible”).

Necesita de un “lugar” (volvemos a “Luz”). De un espacio tridimensional en el que ubicarse (tangible… en su mayor parte). De la climatología (batiburrillo de cosas). De lo inorgánico (de nuevo, “tangible”).

¿Qué necesitábamos para que haya vida “salvaje”?
Sentidos, instinto y emociones. Curiosidad y empatía. Memoria vestigial. (lo que antes había sido “Alma”)

¿Qué era necesario para que existiese la vida “inteligente”? (de nuevo, tal y como la conocemos)
Consciencia de uno mismo y del entorno. Capacidad de aprendizaje. De tomar decisiones conscientes y comprender las consecuencias de estas. De entender sus errores, sus limitaciones y superarlos.
Por si no queda claro, lo anteriormente_conocido_como_“mente”.

Así pues, Daegon es un universo en el que confluyen estos elementos (y otros muchos más).
En su día, hablaba de esto realizando una analogía con los tebeos. Hacía referencia a la manera en la que Flash se movía entre universos. De frecuencias de vibración con las que se podría viajar entre los “planos solapados”. Pero hoy voy a cambiar de analogía.

Y lo voy a hacer no porque la otra no sea válida, sino porque NO ME GUSTA PARA NADA BUSCAR ANALOGÍAS CON LAS QUE TRATAR DE EXPLICAR MIS MOVIDAS.

Muy bien. Llevemos esto al terreno de la informática y asumamos que la realidad es ese “súper ordenador”1 y que la vida es un programa. Uno de muchos. Un programa que utiliza sólo un conjunto muy reducido del juego de instrucciones que posee el procesador.

Sigamos ahondando en la parte de arquitectura informática de nuestra analogía. Tocaba definir la manera en la que interactuaban sus componentes entre sí. Definir ese conjunto de instrucciones que poseía el procesador. Sus registros y el código máquina.
Un poco por debajo de esto, se encontrarían los mnemónicos que se traducen en su lenguaje ensamblador.

Resumiendo y subiendo un poco de capa, la ciencia sería un conjunto de lenguajes de alto nivel que habría creado la humanidad para tratar de comprenderlo o controlarlo.

¿Y la magia, qué?

Pues la magia es lo mismo porque, como ya decía Clarcke2: Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es totalmente indistinguible de la magia.

Solo que… no hay trucos. Nada se crea o se destruye. Todo se transforma.

¿Quieres lanzar una bola de fuego?
Pues esta es una de las recetas:

- Entra en contacto con el nivel de realidad donde donde se origina el fuego (si tienes una hoguera a mano también te sirve, aunque el plato queda menos espectacular).
- Encuentra una manera de traer ese fuego hasta aquí.
- Ten cuidado y no te quemes, así que tráelo cerca pero no mucho.
- Cuidado, ¿has traído fuego “con tropezones”?, pues ojo, que no flota, así que o lo mantienes en el aire, o se te va a caer a los pies.
- Propúlsalo hasta tu objetivo (y ten cuidado de que al hacerlo no lo apagues)
- También puedes hacer que aparezca donde está tu víctima, aunque la cosa queda un poco deslucida.

¿Puede hacer eso un humano sin necesidad de aparataje adicional?
Puede. Es complicado (cercano a lo absurdo), pero puede.

Primero tiene que ser capaz de “percibir” la realidad en modo “debug” y crear su propio monitor de código máquina3.
Ver cómo se solapan los distintos niveles de realidad (ser capaz de ver las instrucciones del procesador que no forman parte de su código). Aprender cuál es el funcionamiento de cada una de ellas por separado. Ser capaz de “alterar” su propia naturaleza para poder interactuar con ellas. Para poder extraer sólo la parte que necesita de forma segura.

Lo primero lo traduje como Visión Planar. Una habilidad que tenía la dificultad más alta del libro, y cuyo nivel de complejidad luego crecía exponencialmente.
Esa era la parte fácil.

Luego estaba la parte de poder “interactuar” con cada capa. De poder “dar órdenes al ordenador”. Pero había un problema. Para ser capaz de hacerlo, tenías que estar más cerca de “la fuente” de cada elemento. Para poder estudiarlas en condiciones, te arriesgabas a perderte entre las interrupciones. Tu propia naturaleza, tu “código” cambiaba.
Dejabas de ser humano. Quizás incluso dejases de poder ser considerado como algo “vivo” (lo que no implica la no muerte ni zarandajas similares)

Mejor tirar hacia la ciencia. Ella tenía máquinas que implementaban de forma segura todas esas cosas. Prismas que permitían descomponer las frecuencias supra, infra y extra lumínicas. Sondas que permitían recoger datos de otros niveles de existencia. Lenguajes de programación más “asequibles”. Compiladores más o menos optimizados. Incluso APIS.

¿Y qué me dices de los dioses?

Pues tres cuartos de lo mismo.
¿Existen entidades ultraterrenas? ¿Seres capaces de fulminar a la humanidad o de hacerla mejorar?
Sí, pero a ellas la humanidad les da igual.

Para ellas Daegon sólo es una mota entre un gritón de trillones de billones de posibilidades. No es ni siquiera un bit en un océano infinito de Yottabytes.
Es más, en su gran mayoría, ni siquiera comprenden qué hacen allí (no al menos en términos humanos).

¿Y eso dónde deja todas las aventuras del pasado?
¿Dónde deja a la Gran Campaña y a los jugadores que terminaron “ascendiendo a la divinidad”?

Ay, la compatibilidad hacia atrás.
Qué dolor de cabeza.
Pero no preocuparse, que hay solución para todo.

Porque ese mísero “bit” tiene su función dentro del gran esquema de las cosas.

Porque mi cronología empezaba en el año -5.000.000.000, pero las cosas de verdad no empezaban a pasar hasta el año -8.000. Que tampoco es que importe. Aquello sólo era una “aproximación” que habían hecho un grupo de historiadores de aquel mundo. Pero me venía bien.

¿Y si había habido algo antes de la historia “registrada”?
¿Y si la humanidad había nacido en un tiempo en el que la realidad era distinta?
¿Quienes fueron los progenitores?

Fue entonces cuando decidí que la prehistoria de Daegon no se parecería nada a la nuestra. Los primeros hombres y mujeres que aparecieron en este universo eran algo muy diferente. Seres inmortales e increíblemente poderosos en una realidad que aún se estaba consolidando. “Los dadores de nombres” los llamé en su día pero, ya que estamos con términos informáticos, hablemos de “Los primeros programadores”.

Ellos vivieron en un tiempo en el que la destrucción era algo muy lejano. Un concepto que aún no se había “integrado” por completo en esta realidad.
Cuando las mareas del azar encaminaron a “la destrucción” hasta aquí (o empujaron a Daegon hacia su trayectoria), su impacto fue tal que se produjo un cambio drástico a todos los niveles.

Cada nueva generación fue menos longeva y se vio atrapada en una realidad más “madura”. Menos maleable. El conocimiento de antaño dejaba de servir. Las “instrucciones” que habían usado para moldear su entorno habían desaparecido del procesador, o los mnemónicos ya no apuntaban a las mismas instrucciones. Tanto cambió la realidad, que la misma existencia de los progenitores se vio comprometida.
Cuando intenté escribía la novela de la “Gran Campaña” decía que, poco antes de aquello, moría Ulmar, el último de los padres.

Pero esto ya me está quedando muy largo, así que… continuará.

Enlaces:

1. El súper ordenador
- La CPU
- Instrucciones del procesador
- Los registros
- El código máquina
- El Ensamblador
- Los lenguajes de alto nivel

2. Las leyes de Clarcke

3. La magia
- Debugeando la realidad
- Tocando el código a lo bruto

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